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Historia necesaria

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Conocer la historia de la interpretación implícitamente es un requisito previo para estudiar las parábolas de Jesús. Esa historia se ha contado muchas veces y no necesita que se repita aquí.7 Sin embargo, debemos mencionar dos partes esenciales de la historia, pues ellas determinan de una forma u otra casi toda la interpretación moderna de las parábolas. Primero, la tendencia casi universal de los intérpretes hasta finales del siglo diecinueve era alegorizar las parábolas.8 Alegorizar es la práctica interpretativa de hacer una alegoría lo que no es alegoría. O sea, las personas han leído en las parábolas elementos de la teología eclesiástica que tienen poco que ver con las intenciones de Jesús. Un ejemplo revelador, y citado muchas veces, de alegorización es la interpretación de Agustín de la parábola del Buen samaritano (Lc 10.30-37), en la cual da una interpretación teológica casi a cada elemento de la parábola: el hombre es Adán; Jerusalén es la ciudad celestial; Jericó es la luna, que representa nuestra mortalidad; los ladrones son el diablo y sus ángeles que despojan al hombre de su inmortalidad y lo hieren persuadiéndolo a pecar; el sacerdote y el levita son el sacerdocio y el ministerio del Antiguo Testamento; el buen samaritano es Cristo; la curación de las heridas es la restricción del pecado; el aceite y el vino son el consuelo de la esperanza y el ánimo a trabajar; el burro es la encarnación; la posada es la iglesia; el día siguiente es la resurrección de Cristo; el dueño de la posada es el apóstol Pablo; y los dos denarios son los dos mandamientos de amor o la promesade esta vida y en el mundo venidero.9 ¡Con esta interpretación muy poco reflejamos el propósito de Jesús al contar esta parábola! Otro ejemplo es la interpretación de Gregorio el Grande de la parábola de la higuera estéril (Lc ١٣.٦-٩): las tres veces que el dueño viene a buscar fruto en la higuera se interpreta como la venida de Dios al mundo antes de la ley, su venida al escribirse la ley, y su venida en gracia y misericordia en Cristo. El viñador representa a los que gobiernan la iglesia, mientras que cavar y abonar refieren la reprensión de los infieles y la memoria del pecado.١٠

La práctica de alegorizar no empezó con la iglesia; aparece en algunos escritos de Qumrán, como 1QpHab 12.2-20 (interpretando Hab 2.17), su uso es frecuente en los escritos de Filón y por los intérpretes helénicos de Homero y Platón. La alegorización posterior de la iglesia se basó en la hipótesis que la Escritura podría tener cuatro niveles de significado: el sentido literal, el sentido alegórico-teológico, el sentido ético y el sentido celestial que refleja la bienaventuranza del futuro.11 Era aceptable tener varias interpretaciones alegóricas de un mismo texto. Las quejas contra las alegorizaciones,12 aun de personas que la practicaban, surgieron a principios en la historia de la iglesia pero, conforme notaremos implícitamente en todas las parábolas, se suponía que la alegorización era la clave para la interpretación de las parábolas.

Alegorizar es más una meditación del texto que su interpretación, por tanto se debe tener cuidado al evaluar a los que alegorizan. Personas como Agustín no son ignorantes, y quienes alegorizaban disfrutaban una relación viva con el texto y estaban convencidos que el texto tenía poder para dirigir sus vidas. Es más, ellos no basaban su doctrina en la exégesis alegórica, sino que establecieron controles para prevenir excesos como limitar a los que puedan participar de ese método interpretativo y términos dentro de los cuales debían trabajar.13 Además, alegorizar no es una forma legítima de interpretación. Confunde el mensaje de Jesús, reemplazándolo con la enseñanza de la iglesia o de alguna ideología. Tal procedimiento interpretativo supone que uno conoce la verdad antes de leer el texto y encuentra la verdad en paralelo con el texto que se lee, aún si el texto tratara otro tema. No es necesario ser genio para percatarse que los eruditos actuales rechazarían la alegoría con venganza; sin embargo, aun con tal oposición, la alegoría siempre encuentra su camino de vuelta en la interpretación.

Nadie ha rechazado la alegoría y la alegorización tanto como Adolf Jülicher, erudito alemán del NT, cuya influencia es la segunda pieza elemental para entender la historia de la interpretación de las parábolas. La obra de dos volúmenes de Jülicher sobre las parábolas a fines del siglo diecinueve, ha dominado el estudio de las parábolas aunque no haya sido traducida.14 En su guerra contra la alegorización, Jülicher rechazó completamente la alegorización y la alegoría como género literario. Negaba que Jesús empleara la alegoría, la cual él definía como una serie de metáforas relacionadas, o características alegóricas, donde un punto de una historia “significa” en realidad algo diferente. Aunque él sabía que el AT tenía alegorías, argüía que la alegoría era muy compleja para Jesús, un predicador galileo simple. Al contrario, Jülicher decía que las parábolas de Jesús eran comparaciones simples y evidentes, sin necesidad de interpretación. Por tanto, rechazó completamente las interpretaciones de sentido alegórico que hacía la iglesia. Más aún, donde aparecen alegorías o rasgos alegóricos, como la parábola del Sembrador y la de los Labradores malvados, se debe culpar a los evangelistas. Debido a la influencia de las perspectivas de judíos helenistas de las parábolas, los evangelistas, según la opinión de Jülicher, malinterpretaron las parábolas de Jesús y supusieron que éstas tenían una función encubierta (Mr 4.10-12), y las cambiaron en dichos oscuros y misteriosos.15 Jülicher consideró que las parábolas eran símiles extensos, mientras que las alegorías eran metáforas extendidas. Consideraba el símil y la parábola como un discurso literal fácil de entender, mientras que la metáfora y la alegoría eran discursos inexactos,16 que expresan una cosa y significan otra. Además, opinaba que la metáfora y la alegoría era discurso indirecto, oculto, que necesita ser decodificado, y él no permitía la combinación entre parábola y alegoría, rechazaba las “formas mezcladas”. No podía haber duda sobre algunos puntos de contacto entre la imagen (Bild, en alemán) y el objeto (Sache) reflejados, como sucede con la alegoría, ya que las parábolas de Jesús podían tener solo un punto de contacto (un tertium comparationis) entre la imagen y el objeto. Ese único punto normalmente es una máxima religiosa general. El propósito de Jesús no era ocultar y, por lo tanto, sus parábolas no se pueden considerar como alegorías. Conforme este método, se reduce la enseñanza de Jesús a un moralismo piadoso concerniente a Dios y el mundo. Además, mediante el argumento de que los evangelistas habían alterado las parábolas de Jesús, Jülicher abrió la puerta a los intentos de reconstruir la versión original de las parábolas.17

Los ataques al enfoque de Jülicher empezaron poco después de la publicación de su obra, y han seguido hasta hoy. Por décadas se rechazaron argumentos válidos contra Jülicher, pero eso fue como disminuir el agua de un barco en naufragio. En la actualidad, se han desechado la mayoría de los argumentos de Jülicher. Casi nadie sigue hoy a Jülicher, aunque afirmen o parezcan afirmar sus esfuerzos. Desde el principio, Paul Fiebig razonó que Jülicher obtuvo su entendimiento de las parábolas de la retórica griega en vez del mundo hebreo, donde las parábolas alegóricas y las “formas mezcladas” eran comunes.18 Mientras más atención se preste a las parábolas judías, uno menos se impresionacon las explicaciones de Jülicher. Las parábolas no necesariamente son sencillas y ninguna literatura se explica por sí misma. Muchos eruditos reconocen que Jülicher había rechazado la alegoría, un género literario, mientras que el problema radicaba en la alegorización, el método interpretativo para comprender de las parábolas una teología que Jesús no proponía.19 Algunos arguyen que la alegoría no es un género literario sino una forma de pensar que se encuentra en varios géneros literarios.20 Otros arguyen abiertamente a favor de la alegoría, y algunos son culpables de su propia alegorización y, como veremos, aun Jülicher no pudo evitar encontrar múltiples correspondencias en algunas parábolas.21 Pocos aceptarían hoy la definición de metáfora que ofrece Jülicher, pues la mayoría considera las parábolas como una expansión de las metáforas, no de los símiles.22 Prácticamente nadie acepta el argumento de Jülicher que las parábolas dan máximas religiosas generales.

A pesar de que los argumentos de Jülicher son inadecuados, el marco de referencia para la interpretación de las parábolas surgió por el conflicto entre la alegorización por parte de la iglesia y el rechazo de Jülicher tanto de la alegorización como de la alegoría. Este marco de referencia se utiliza aún hoy, a pesar de que muchos nunca han oído de Adolf Jülicher. La pregunta clave es, y siempre ha sido, cuánto se necesita para entender una parábola. “¿Representan” todos los elementos de la parábola algo en la realidad? Si hubiera alguna “correspondencia” entre la imagen y la realidad, ¿se debería asignar esa correspondencia a los evangelistas? El temor de caer en la alegoría muchas veces a llevado a que se reescriban las parábolas, que con frecuencia resulta en la eliminación de las introducciones y las conclusiones de la parábola. Tal reconstrucción de parte de los eruditos es común en la actualidad, aún cuando los que la realizan se quejan de su naturaleza hipotética.23

El análisis de cada parábola en los próximos capítulos mostrará partes de esta historia de la interpretación de la parábola pero, sin que importe el método que uno tome, las parábolas se encuentran entre las historias de más abuso y maltrato que se hayan relatado. Por siglos, tanto pastores como eruditos las han tergiversado, abreviado, alterado, reformado y analizado psicológicamente. Si es cierto que Jesús es la fuente en el cual cada teólogo vierte sus ideas, entonces las parábolas son el recipiente que éste usa con frecuencia para exponer esas ideas. La iglesia hizo que ellas reflejen teologías que no eran el propósito de Jesús. Los eruditos las han reescrito para obtener supuestamente un original, una forma más compatible y comprensible de las comunidades evangélicas. Eruditos y pastores las apartaron de su propósito original para promover agendas de sociología u homilías. Las parábolas son, si no frágiles, por los menos vulnerables y han sido manipuladas por todo tipo de propósitos teológicos, políticos, sociales y personales. Pero las parábolas de Jesús no desaparecen calladamente en la noche; son poderosas y tercamente demandan nueva atención en la expresión de su mensaje. En última instancia son resistentes, y dicen: “Vuélveme a leer.”

Comprendiendo las parábolas de Jesús

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