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Roncar

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Uno de los motivos principales por los que la gente duerme mal, además de tener la vejiga llena, es porque su pareja ronca. Provengo de varias generaciones de roncadores. Mi padre roncaba muy, pero muy, fuerte, como si alguien serruchara madera, tanto que se escuchaba en toda la casa.


Yo también roncaba bastante fuerte, a tal grado que cuando vivíamos en Londres, mi esposa juraba que mis ronquidos ahogaban el sonido de los barriles de metal que entregaban en el bar frente a la casa por las madrugadas.

Aunque el cliché de un roncador es un hombre gordo, de mediana edad, las mujeres también roncan. Hace un par de años, los diarios del Reino Unido publicaron que “una de las roncadoras más intensas del país” era una abuela con cuatro nietos. La grabaron roncando a 112 decibeles, esto quiere decir que sus ronquidos eran más fuertes que un jet que volara bajo. Según los diarios, era capaz de ahogar “tráileres, tractores o trenes de velocidad”. Al parecer a su esposo le bastaba dormir en el cuarto de las visitas y taparse la cabeza con una almohada.

La mayoría ronca debido al sobrepeso (aunque no sé si ese sea su problema). Si eres mujer y la circunferencia de tu cuello mide más de 41 centímetros o si eres hombre y mide más de 43, es muy probable que ronques.

A medida que envejecemos y engordamos, roncamos más. Esto se debe a que la garganta se estrecha, los músculos de la garganta se debilitan y la úvula —ese tejido que cuelga en la parte posterior de la garganta— se ablanda. Todos estos cambios implican que cuando inhalamos, el aire no se puede desplazar con libertad de la nariz y la garganta a los pulmones. En cambio, hace que los tejidos circundantes vibren, lo que produce los espantosos ronquidos.

Duerme en un dos por tres

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