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Parte I Compositores
GIACCOMO PUCCINI. El grande

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Giaccomo Puccini (1858—1924)


La popularidad de un compositor se confirma de un modo muy sencillo: es suficiente con saber que la multitud canta sus melodías. Las canturrean o las cargan en sus celulares, a veces sin conocer el nombre del autor: el Menuet de Boccherini, la Pequeña Serenata nocturna de Mozart, la Obertura 1812 de Tchaikovski, O Fortuna de Orff, Va, pensiero de Verdi o Nessun dorma de Puccini. Los dos últimos temas son tan queridos por el público que las personas, conmovidas por el deseo de escucharlos en sus casas, compran las óperas enteras, sin preocuparse demasiado por los altos precios de las grabaciones. La famosa aria Nessun dorma con toda razón se puede considerar la obra más difundida. La interpretan todos: los cantantes líricos (L. Pavarotti, P. Domingo, J. Carreras) y los populares (A. Bocelli, S. Brightman, A. Franklin, K..Jenkins, P. Potts). Al interpretarla, los solistas de ópera reafirman su capacidad y maestría vocal y los cantantes populares, en varios casos, conquistan el derecho de permanecer en el escenario. La ópera Turandot, a la cual pertenece Nessun dorma, fue iniciada por Puccini en el verano del 1920 y quedó incompleta en el invierno del 1924 por la prematura muerte del compositor. Es una ópera que gozó de una gran aceptación desde su peculiar estreno en 1926, dos años después de la muerte del compositor en Bruselas. Está basada en la homónima obra de Carlo Gozzi y el libreto fue escrito por Giuseppe Adami y Renato Simoni. El último dueto y el final de la ópera fueron completados por Franco Alfano a partir de los esbozos dejados por el maestro.

Giacomo Puccini, heredero de la gran tradición lírica italiana, nació en Lucca el 22 de diciembre de 1858. No fue un compositor fructífero, sin contar algunas escasas piezas instrumentales y algunas obras religiosas que compuso al principio de su carrera. Únicamente doce óperas conforman su producción musical. El número parece insignificante en comparación con el de sus antecesores como, por ejemplo, Donizetti, Rossini o Verdi. Pero gracias a la belleza particular y el memorable melodismo de sus obras, se convirtió en el compositor clave del repertorio operístico y en uno de los más apreciados y aplaudidos por el público.

Su familia estaba formada por músicos y durante generaciones algunos de sus miembros fueron maestros de capilla de la Catedral de Lucca. Cuando en 1863 muere su padre Michele, el pequeño Giacomo, a pesar de que no demostraba un talento musical especial, siguió la tradición familiar y empezó a estudiar con su tío Fortunato Magi, que lo consideraba un alumno no particularmente dotado y sobre todo indisciplinado. Los biógrafos del compositor indican que a la edad de quince años, el director del Instituto de Música Pacini de Lucca, Carlo Angeloni, logró despertar en el joven un gran interés por el mundo de los sonidos. Puccini se reveló entonces como un buen pianista y organista cuya presencia se disputaban los principales salones e iglesias de la ciudad. En 1876, la audición en Pisa de la Aida de Verdi fue una auténtica revelación para Puccini. Bajo su influencia, decidió dedicar todos sus esfuerzos a la composición operística, aunque ello implicara abandonar la tradición familiar. Sus años de estudio en el Conservatorio de Milán le confirmaron esta decisión. Amilcare Ponchielli, su maestro, lo animó a componer su primera obra para la escena: Le villi, ópera de un acto estrenada en 1884 con un éxito más que apreciable. El verdadero éxito se lo trajo la inauguración de su tercera ópera, Manon Lescaut (1893). Cuentan que en el día del estreno el entusiasmado público aplaudía y gritaba tanto que el telón se levantó 50 veces. Puccini iba encontrando su propia voz y su trabajo posterior, La bohème (1896), confirmó su creciente triunfo. Durante la composición de La bohème se formó un cierto círculo de amigos alrededor del compositor que se llamaba «El Club de la Bohème». Puccini se reunía con sus compañeros por las tardes en una cabaña en el bosque y bajo la luz de la lámpara de kerosén, jugaban a las cartas o contaban historias cómicas. Allí había un piano y el dueño a menudo interpretaba algunas partes de su nueva obra y escuchaba los consejos de sus invitados. Todo iba muy bien hasta que un día empezó la temporada de caza. Siendo un cazador apasionado, Puccini desaparecía desde la mañana de la casa para ir a cazar a un lago cercano. Su esposa y el editor de la futura obra estaban preocupados porque el trabajo quedaba sin avance. Para protegerse de los reproches de estos dos, un día invitó a un joven pianista que en sus horas de ausencia tocaba en su cuarto los fragmentos de La bohème para demostrar a todos que el trabajo seguía adelante.

En 1900 vio la luz la ópera más dramática de su catálogo, Tosca, y cuatro años más tarde la exótica Madama Butterfly. En estas obras la tradición vocal italiana se integraba en un discurso musical fluido y continuo en el que se diluían las diferencias entre los distintos números de la partitura, al mismo tiempo que se hacía uso discreto de algunos temas repetidos a la manera wagneriana. Sin embargo, a pesar de su éxito tras Madama Butterfly, Puccini se vio impulsado a renovar su lenguaje musical. Con La fanciulla del West inició esta nueva etapa, caracterizada por asignar mayor importancia a la orquesta y por abrirse a armonías nuevas que revelaban el interés del compositor por la música de Debussy y Schönberg.

Puccini fue un hombre de una notable presencia. Sus galantes modales, su orgullosamente levantada cabeza, sus lindos ojos, su ondulado pelo y sus elegantes bigotes no dejaban indiferente a ninguna mujer. En el año 2008 Paolo Benvenuti realizó la película Puccini e la fanciulla, que cuenta las aventuras amorosas del compositor. Sin embargo, la nieta de Puccini, Simonetta, estaba muy indignada por el hecho de que dudosas historias como esta salían a las pantallas del cine. Ella preferiría recordar otras cosas sobre su abuelo; por ejemplo, algunas anécdotas que comprueban su buen sentido del humor:

Una vez, sentado en la butaca del teatro, dijo al oído de su amigo:

– El cantante principal es increíblemente malo. ¡Nunca en mi vida escuché algo más espantoso!

– Entonces, mejor volvemos a casa – le ofreció el amigo.

– ¡De ninguna manera! Conozco bien esta ópera: en el tercer acto la heroína debe matarlo. ¡Tengo que esperar a que llegue ese momento feliz!

Conmemorando los 150 años del nacimiento de Giacomo Puccini los músicos de todo el mundo una y otra vez se dirigen a las inolvidables obras del maestro. Hasta los famosos cineastas como Woody Allen, por ejemplo, hacen sus contribuciones al acontecimiento. Él estrenó su montaje de Gianni Schicchi, una de las tres óperas breves que conforman Il Trittico de Puccini. Un joven compositor chino, Hao Weija, hizo su versión del final de la ópera Turandot. Este hecho una vez más nos demuestra un gran amor popular hacia la música del genial Giacomo Puccini.


Revista QUID N° 19, diciembre 2008

Maestros de la música

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