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Parte I Compositores
FRANZ LEHÁR. el padre de la comedia musical

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Franz Lehár (1870—1948)


No toda la música clásica es triste y seria, como suponen algunos. Basta hacer mención a la opereta, el género que desde el principio del siglo pasado ha ganado millones de corazones de espectadores. A pesar de que en los últimos años se vio reemplazada por la comedia musical, nunca se olvidará el hecho de que en su tiempo la opereta La viuda alegre fue tan popular como el musical Cats de Andrew Lloyd Webber. La viuda alegre fue destinada a convertir el recién nacido género de la opereta en un objeto de popularidad masiva. Tres años y medio después de su estreno en el año 1905, esta opereta tuvo más de 18.000 presentaciones en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Esta obra le pertenecía a Franz Lehár, nacido el 30 de abril de 1870 en Komárno, Imperio austrohúngaro (actualmente Eslovaquia). Era el hijo mayor del director de una orquesta militar. Estudió violín y composición en el Conservatorio de Praga, pero luego siguió los pasos de su padre: dirigía y componía música para bandas militares. Sus primeras composiciones fueron dedicadas a la ópera, pero como no obtuvieron mucho éxito, Lehár decidió probar suerte en un género «ligero», la opereta. No obstante, los que visitaban la casa del maestro siempre advertían que sobre el piano se encontraban partituras de música «seria», incluyendo las óperas Salomé y Elektra de Richard Strauss. No se sabe si Lehár estuvo muy satisfecho en dedicar su trabajo sólo a la opereta. Su éxito financiero fue verdaderamente grande. Pudo comprar una lujosa villa, la cual de acuerdo a su voluntad después de su muerte se convirtió en el Museo de Franz Lehár. Experimentó todos los placeres de la vida, incluyendo la compañía de hermosas mujeres. Durante veinte años esperó a que su amante enviudara (todo este tiempo, habían alquilado apartamentos uno al lado del otro). Cuando lo deseado finalmente se había concretado, Franz y Sofia se casaron.

Los libretos de sus operetas a menudo eran algo tediosos y sentimentales. Dicen que una vez cuando le hicieron un escándalo por esto al compositor, él compró en Viena todas las copias del periódico con el artículo en cuestión. A pesar de esto, su música siempre recibía muchos elogios por su excelencia en la variedad de estilos y melodías, como así también por la sofisticada orquestación. Lehár siempre trataba de ampliar la temática de la opereta. Algunos de los héroes de sus creaciones tardías son figuras históricas, como por ejemplo Goethe en Friederike, Paganini de la opereta con el mismo nombre, el hijo de Pedro el Grande en El Príncipe (Der Zarewitsch) y el personaje ficticio exótico, el diplomático chino Sou-Chong de El País de las sonrisas (Das Land des Lächelns).

La opereta, como cualquier show musical, contiene una amplia variedad de melodías de baile (románticas o folklóricas), ensambles, escenas cómicas y memorables canciones de amor. Lehár y sus libretistas denominaban a tales canciones «números de Tauber», por el nombre de su tenor preferido, el ídolo del público vienés, Richard Tauber. En contraste con la ópera, en la opereta los artistas intercalan su canto con el diálogo. Además, su estructura es bastante episódica, por eso cada canción que le gustaba al público podía ser repetida varias veces. Luego, estas canciones, convirtiéndose en un éxito, seguían su rumbo fuera del teatro, y sonaban en los cafés y en las calles. Franz Lehár fue un compositor prolífico, compuso más de 25 operetas y siguió revisándolas constantemente, convirtiendo a aquellas que no habían tenido buenas recepciones durante el estreno en espectáculos con éxito. El compositor viajaba constantemente de Alemania al Reino Unido y viceversa, coordinando sus nuevas producciones y a menudo dirigiendo sus propias obras. Después de Giuditta (1934), Lehár dejó de componer y se dedicó a la publicación de música y a la organización de su editorial Glocken-Verlag.

Lehár era una persona alegre, le gustaba estar entre colegas e invitarlos a su casa. Una vez, un joven compositor, que tenía una cierta tendencia al plagio, compartía sus pensamientos con él:

– No sé por qué, Maestro, pero a mí me resulta más fácil componer por la noche. En ese momento la música nace en mi cabeza sin demora.

– Bueno, esto no es sorprendente, mi querido ‒contestó con buen humor Lehár‒, porque la noche es el mejor momento para robar.

Un día, Imre Kálmán (otro muy conocido compositor de operetas) fue a visitar a Lehár. Despidiéndose luego de su amigo, Kálmán por distracción se puso el abrigo del dueño de la casa.

– Querido Imre – dijo con alegría Lehár‒, usted puede tomar cualquiera de mis canciones de opereta, pero, por favor, déjeme a mí mi único abrigo.

Cuando los nazis ocuparon Austria, Lehár permaneció en Viena, a pesar de que sus operetas no se adecuaban a las normas del régimen: entre sus personajes había judíos (Der Rastelbinder), gitanos (El Amor gitano, Frasquita) y rusos (Kukushka, El Príncipe). Debido a su enorme popularidad, pudo salvar a su esposa Sofía de la represión, pero muchos de sus amigos cercanos, incluyendo a Tauber, fueron obligados a emigrar. Lehár no fue perseguido ya que algunos de los líderes nazis apreciaban mucho su música. Incluso para su septuagésimo aniversario, en 1940, le otorgaron una serie de premios y distintos honores.

En 1946 el compositor se trasladó a Suiza. Dos años más tarde regresó a su casa austriaca de Bad Ischl, cerca de Salzburgo, donde murió el 24 de octubre de 1948.


Revista QUID Nº 31, diciembre 2010

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