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GUERRA Y EROTISMO EN LOS POEMAS A LOU DE APOLLINAIRE

Evelio Miñano Martínez

Universitat de València

La relación amorosa entre Louise de Coligny-Châtillon y Apollinaire es conocida.1 Apollinaire conoció a Lou, como la llama en sus cartas y poemas, mujer divorciada y de ilustre cuna, en el otoño de 1914, en Niza, pocas semanas antes de que fuera admitido a filas y se incorporara a la instrucción, en diciembre de 1914, en Nîmes. Tras un cortejo aparentemente infructuoso, siguió un breve periodo de pasión amorosa recíproca, con encuentros eróticos ardientes, durante los meses en que Apollinaire permaneció en el cuartel. Sin embargo, pronto aparecieron en ese amor las grietas que tal vez ocultaran por un tiempo los placeres de la carne y la imaginación. Así, cuando Apollinaire se incorpora al frente en abril de 1915, tras el último encuentro con Lou el 28 de marzo en Marsella, su correspondencia, aún ardiente de deseo ya sea por el recuerdo o el futuro imaginado, se va poco a poco sembrando de incertidumbre. Diversas circunstancias conducen a la mujer a un enfriamiento que, pese a las ardientes insistencias de Apollinaire, acabará contagiándolo. Habiendo constatado el alejamiento de Lou, en cuya vida amorosa entran otros hombres –en particular, el que llaman ambos Toutou¸ con quien Apollinaire compartió a sabiendas pareja por un tiempo–, la pasión del poeta se enfría también, sobre todo a partir del verano de 1915, igual que su correspondencia. Hubo un intento de mantener el vínculo por medio de un reconocimiento mutuo de libertad amorosa, con el compromiso de sinceridad y contárselo todo, pero eso no impidió que siguiera deteriorándose. De hecho, por esas fechas, Apollinaire entabla una relación epistolar con otra mujer, Madeleine, que en pocos meses llevará a un noviazgo oficial, una visita a la familia de la joven y un compromiso matrimonial que, por diversas circunstancias, entre ellas la grave herida del poeta en el frente y su convalecencia, se romperá. Después de muchos meses, Lou y Apollinaire aún volvieron a verse una vez por casualidad en París, poniendo de manifiesto las tensiones acumuladas por aquella relación fallida: «la rencontré est orageuse, les anciens reproches et les vieilles rancunes resurgissent» (Hartwig 1972: y381).

Durante los meses que duró esa pasión, primero desde el cuartel y después desde el frente –cortejo, breve culminación, crisis y prolongada extinción–, Apollinaire escribió numerosas cartas a Lou. En su segunda misiva ya anunciaba a la destinataria que le escribiría un libro inspirado por la violencia de su pasión (L 14).2 Sin embargo, el afán de escribir sobre Lou no se materializó más allá de estas cartas sembradas de poemas. De hecho, tras su retirada del frente, Apollinaire no recuperó las cartas que había enviado a Lou y, lo peor, tampoco los poemas que las acompañaban. Solo algunos de ellos, de los que guardó copia o envió a Madeleine, se salvaron y fueron publicados en vida del poeta. Ni la correspondencia ni los poemas que esta incluía fueron, pues, publicados como tales por el poeta; por lo que toda edición de estas obras supone una compleja autoría. Apollinaire ha dado señales de su intención en este ámbito; sin embargo, son insuficientes para intentar sustituirlo confeccionando una o dos obras a partir del material de las cartas. Pero además, la edición íntegra de esta correspondencia parece ir en contra de su voluntad. Sabemos que quería enviar a Lou «des lettres dont les parties qui ne seront pas intimes formeront un livre: Lettres à Lou ou bien Correspondance avec l’ombre de mon amour» (L 222); distinguía, pues, claramente lo publicable y no publicable de esas cartas. En varias ocasiones, de hecho, expone el carácter privado de esta correspondencia: le ruega a Lou que no le muestre sus cartas a nadie, pues eso le molestaría (L 272, 316) y le asegura que ninguna indiscreción sobre ella formará parte de un libro suyo (L 305). Y se entiende cuando se leen en las cartas los explícitos pasajes del juego amoroso entre Apollinaire y Lou, si se tiene en cuenta el lugar que ocupaba Louise de Coligny-Châtillon, por su nombre, en la sociedad. Como dice Julia Hartwig (1972: 302): «La publication de cette correspondance pouvait être fatale dans ce qu’il est convenu d’appeler ‘le monde’».

Por otra parte, también sabemos que Apollinaire consideraba que algunos de sus más bellos poemas de guerra no podrían ser publicados mientras aquella que los tenía no se los devolviera, como así ocurrió.3 Eso explica, al menos en parte, que se hayan editado los poemas separándolos de las cartas, con el título ya consagrado de Poèmes à Lou.4 Ciertamente, Pierre Cailler publicó en 1947 una edición facsímil de las cartas, pero esta no llegó a distribuirse «pour des raisons obscures et à cause d’interdictions formulées au dernier moment» (Décaudin 1969b: XI). Tras el fallecimiento de Lou en 1963, Décaudin publicó íntegramente las cartas conservadas en 1969, reinsertando pues los Poèmes à Lou en el lugar que les correspondía.

Desde nuestro punto de vista, los poemas a Lou no se pueden tratar como una obra separada de la correspondencia en que se integran.5 Ciertamente, publicarlos junto a las cartas, hablar de ellos relacionándolos con el material epistolar en que se insertan, es algo que contraviene los deseos manifestados por el autor, pues violamos el reducto íntimo de su relación con Lou. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer si realmente amamos la poesía de Apollinaire cuando, además, es imposible a veces separar materialmente los poemas de las cartas? ¿Y qué sentido tendría que nos adentráramos en estos poemas a través de la experiencia pública de la guerra y no la experiencia privada de una pasión, cuando resulta que ambos espacios están íntimamente unidos en este universo poético? Apollinaire es tan explícito en los juegos eróticos de esas cartas que algunos estudiosos renunciaban a citar determinados pasajes. No es nuestro caso: todos los que intervinieron han fallecido hace muchos años y nos parecería un error de perspectiva el intento de captar la maravilla de esta poesía sólo a la luz del horror de la guerra –tal vez horror maravilloso para Apollinaire– y no de una relación erótica que, por suerte, Apollinaire ha expuesto con detalle, cuando ambos espacios –guerra y amor– están íntimamente ligados en poemas y cartas. Es probable que la correspondencia de Apollinaire con Lou solo fuera un material transitorio, destinado a convertirse en otra cosa, tras las correcciones, supresiones y añadidos que hubiera hecho el autor. Pero además de que no hay modo de saber exactamente qué habría hecho Apollinaire, este carácter inacabado de la obra permite captar su labor poética en bruto, en su prístino jaillissement, antes de que, con la pasión menos ardiente o apagada, el autor quizás hubiera cedido a la tentación de retocar, alejándose del poeta amante y soldado en acto que había sido.

Durante varios meses, pues, Apollinaire tuvo sobre todo dos cosas en mente: una mujer y la guerra. Dos pasiones: ardor amoroso, sobre todo a través de sus recuerdos e imaginaciones eróticas, y ardor bélico, pues durante los meses que se corresponden con las cartas a Lou, Apollinaire se presenta, a menudo, como guerrero entusiasta, fascinado por la maravilla de la guerra. No es sorprendente, por tanto, que amor y guerra sean dos ejes de su universo poético en estos poemas; sí lo es la forma en que se entrelazan, otra prueba del genio artístico e innovador del poeta. De ahí el interés por empezar considerando la relación de Apollinaire con Lou, a través de sus cartas íntimas, y la relación de Apollinaire con la guerra en el mismo periodo. Adentrarse en ese entrelazamiento de lo bélico y lo erótico a través de las imágenes de los poemas es un modo de explorar el genio de este poeta innovador, en un momento culminante de su creatividad que, poco después, sería sesgada por las secuelas de una herida en combate y la muerte.

LOU Y GUI

Las cartas y poemas de Apollinaire nos dan una abundante información sobre la relación amorosa que mantiene o imagina mantener con Lou, mientras está en el cuartel y en el frente. Podemos seguir así las diferentes fases por las que pasa esa relación. Hay cartas de amor y apasionamiento mutuo, sobre todo al principio. Otras, numerosas, ponen de manifiesto las tensiones en la pareja y las incertidumbre de Apollinaire en su relación con Lou. Llaman la atención las que hablan de pacto de libertad mutua sexual, con la condición de no mentirse el uno al otro; un pacto del que Apollinaire, de hecho, espera grandes cosas para su poesía: «Si tu peux t’y tenir, tu seras la femme la plus épatante qu’un poète ait jamais connue et une telle muse est capable de faire de celui qu’elle aime à la façon que tu as promise le plus grand poète du monde» (L 224). Otras ponen de manifiesto el distanciamiento entre los amantes, como ocurre en los versos finales de «Côte 146», donde a la pregunta de unos compañeros sobre el retrato de Lou, Apollinaire contesta: «Et je n’ai pas su que leur répondre / Car je me suis aperçu brusquement /Qu’encore aujourd’hui je ne te connais pas bien» (L 458). Distanciamiento que puede convertirse en acusación a Lou, por el inmenso poder que, supuestamente, tiene sobre los hombres. Así ocurre en el poema sin título, fechado el 12 de mayo de 1915: en él los hombres, en largos rebaños, vienen a gritar su deseo bajo los ojos de Lou y van a morir en la mañana lívida: «Afin que tes beaux yeux aient le droit de choisir / L’esclave le plus beau pour orner ton lit vide / Afin de t’assouvir» (L 361). Una clara acusación a Lou de detentar un inmenso poder sobre los hombres, que contrasta, como veremos, con la modalidad de relación erótica que Apollinaire se imagina con ella.

Algunos pasajes de las cartas son especialmente significativos para captar la imaginación erótica de Apollinaire en circunstancias tan adversas como el cuartel o el frente.6 Apollinaire muestra con frecuencia la ensoñación y excitación sexual que le producen las cartas de Lou, incitándolo explícitamente a veces a la masturbación (L 66, 96, 103, 263). Le excitan en particular los relatos de las experiencias eróticas o autoeróticas de Lou, que le pide a menudo con insistencia: «Mon Lou, raconte-moi le détail de tes menottes et de tes excitations, raconte-le complètement, ça m’amuse infiniment, bien plus même» (L 170). Y no duda en utilizar metáforas muy claras para describir su excitación y tentaciones autoeróticas: «excité à l’instar de la tour Eiffel [....] et je t’aime tout plein, raide comme un 75 [...] Dans le bois ai relu tes lettres, le 75 aurait bien épousé menotte, mais ai résisté quoique bien envie» (L 306). Así pues, la excitación sexual a distancia está muy presente en la obra y los poemas, en un contexto bélico que proporciona planos imaginarios, como ese cañón de 75 mm, a realidades sexuales.

Sin embargo, la actitud de Apollinaire no es siempre la misma en relación con este tema, pues a menudo le reprocha a Lou su intensa actividad sexual lejos de él, pidiéndole que se controle o, al menos, que se modere en sus experiencias eróticas y autoeróticas. Lou y Apollinaire, según el poeta, deben amarse autant hors de la chair que dans la chair, por lo que le indica a Lou, muy explícitamente y con lujo de detalles, que debe controlar su dedo (L 116) o, de modo más abstracto, le pide un amor casto:

Ô Lou, ma très chérie,

Faisons donc la féerie

De vivre en nous aimant

Étrangement

Et chastement (L 289).

En otras palabras, la pasión de Apollinaire, ya antes de ese reconocimiento de libertad sexual mutua, no está desprovista de intensos celos. Celos que, además, despliegan a menudo escenarios eróticos, con todo lujo de detalles, en que el poeta castiga a su pareja por sus excesos sexuales sin él: «Si tu fais ainsi, c’est le fouet que tu auras, ma gosse, le fouet pour te mater. Tu auras beau faire métalliser ton derrière, je te fesserai jusqu’au sang, de manière que tu ne puisses plus t’asseoir» (L 103).

Esos castigos eróticos, con los que se inflama la imaginación de Apollinaire en sus cartas, están íntimamente ligados a la violencia en las relaciones eróticas recordadas o imaginadas con Lou. En varias ocasiones, Apollinaire insiste sobre el carácter consentido de esta violencia, insistiendo en la libre decisión que debe tomar Lou, que implica a la vez amar y someterse voluntariamente: «Le maître abdique sa puissance jusqu’à la réponse définitive de l’esclave. Après quoi il sera maître pour toujours ou renoncera pour toujours au pouvoir qu’il tenait de l’esclave volontaire» (L 35); «Aime-moi Lou, et je souhaite que tu me rendes volontairement toute l’autorité que j’ai le doit d’avoir sur toi» (L 79).

Un escenario erótico, con escasas variantes, se repite en las cartas: el hombre domina por la fuerza a la mujer y le inflige un daño o una práctica erótica temida por esta, que les permite a ambos escalar cotas no alcanzadas hasta entonces en el placer, dejando al arbitrio del dominador el momento en que escuchará la súplica de que acabe el tormento:

Il me semble te voir déjà quand nous irons plus loin sur l’échelle de l’amour et que toutes les folies ouvriront leurs écluses pour nous entraîner au courant de la passion. Lou, tous les torrents de mon être rouleront en toi, je veux te fatiguer de toutes les façons et que tu demandes grâce à ton amant qui ne te l’accordera que si ça lui plaît (L 90).

Apollinaire se explaya sobre la transformación del daño en placer sexual de su compañera: golpes o besos, no importa, pues los besos deben ser considerados como besazos y los besos como golpecitos (105); el amor cambia en voluptuosidad el sufrimiento que siente la mujer (140), etc. Los poemas recogen el fundamento de esa relación erótica asimétrica consentida, donde la dicha de la pareja de Apollinaire emana de la voluntad de este:

Mon amour c’est seulement ton bonheur

Et ton bonheur c’est seulement ma volonté

Ton amour doit être passionné de douleur

Ma volonté se confond avec ton désir et ta beauté (L 100)

Los versos acogen también detalles ásperos, aunque en menor cantidad que las cartas; así, comparando con el castigo que infligió Jasón a Medea, el poeta anuncia que le dejará moradas las nalgas de Lou:

Je t’en ferai plus encore!

L’amour, la schlague, et cœtera...

Un cul sera noir comme un Maure

Quand ma maîtresse arrivera...

Arrive, ô mon Lou que n’adore! (L174)

Infligir daño es un estimulante erótico tan poderoso que Apollinaire crea escenarios eróticos en su imaginación más allá de la moral, llegando incluso al incesto y a insinuar el abuso sexual:

Je voudrais te fesser pour que tu m’aimes

Je voudrais te faire mal pour que tu m’aimes [...]

Je voudrais que tu sois ma sœur pour t’aimer incestueusement

Je voudrais que tu sois un petit garçon pour être ton précepteur (L 310).

Otro hecho que muestra cómo Apollinaire transciende los límites convencionales de la moral está en el nombre mismo de Lou, de género gramatical masculino. Ciertamente, los rasgos físicos de la pareja del poeta en sus imaginaciones eróticas son femeninos, pero el hecho de que la llame, en esos contextos, con un nombre gramaticalmente masculino, también contribuye a situar los escenarios eróticos más allá de las convenciones morales.

La guerra es tensión y violencia entre las partes enfrentadas. La relación amorosa entre Lou y Gui es tensión abierta cuando entra en crisis, pero también es violencia en los escenarios eróticos rememorados o imaginados por el poeta, fueran o no reales. Ciertamente, una violencia consentida que entusiasma a Gui, en busca de maravillas y novedades deleitosas para su pareja sometida. No es de extrañar, pues, que esta confluencia en la violencia haga que el amor y la guerra se fundan, de varios modos, en los poemas a Lou; y más aún si tenemos en cuenta que para Apollinaire, soldado de artillería entusiasta, al menos al principio, la guerra también tiene sus maravillas y novedades.

APOLLINAIRE Y LA GUERRA

Apollinaire parte con entusiasmo a la guerra y se presenta a sí mismo a menudo como un guerrero entusiasta en el frente: «Je suis transporté d’enthousiasme de partir. Maintenant une nouvelle vie commence» (L 106). Un entusiasmo que, según dice, se prolonga incluso cuando le escribe versos a Lou: «Aussi, mon Lou chéri, je suis gai, je suis gai / Et je ris de bonheur en t’écrivant ces rimes» (L 257). Como poeta amante de la novedad, es subyugado por la grandiosidad del espectáculo bélico y, en particular, como artillero, por los fuegos artificiales de los obuses. Incluso cuando pasa a las primeras posiciones del frente y, después, a las trincheras de la infantería, donde corre más peligro la vida de los soldados, su entusiasmo y fascinación no cesan: «Aux tranchées, c’est fantastique, aux tranchées des fantassins» (L 281). Es tal ese entusiasmo que, con una prolepsis virtual, llega a rememorar desde el futuro aquel tiempo bendito en que era soldado:

Dis, l’as-tu vu Gui au galop

Du temps qu’il était militaire,

Dis, l’as-tu vu Gui au galop

Du temps qu’il était artiflot

A la guerre?

C’était un temps béni [...] (L 359)

A menudo, el entusiasmo bélico y amoroso se funden, reavivando la imagen tradicional del caballero que lucha por una mujer: el soldado acepta su sufrimiento para que Lou sea feliz (L 240), le pide sus colores para llevarlos en la lucha (L 240), ansía la victoria para que Lou se sienta orgulloso de él (L 51). El heroísmo bélico brindado a la dama no siempre se expresa con palabras convencionales: el soldado Apollinaire anuncia sus futuras proezas en el frente. «En l’honneur de tes belles fesses, / De tes doux yeux irrésolus, / Et de tes divines caresses» (L 175), ligando así, de una forma muy palpable, guerra y erotismo en su imaginación. Y como si de un caballero medieval se tratara, el amor por Lou se convierte para él en un signo de distinción que lo diferencia de sus compañeros:

Ils regardent sur les routes les femmes qui passent

Ils les désirent mais moi j’ai des plus hautes amours

Qui règnent sur mon cœur mes sens et mon cerveau

Et qui sont ma patrie, ma famille et mon espérance

À moi soldat amoureux, soldat amoureux de la douce France (L 58).

Soldado enamorado de la dulce Francia: luchar por Francia y luchar por la mujer amada se presentan, pues, a menudo en la imaginación de Apollinaire como una misma cosa, compartiendo el mismo entusiasmo. Llega así incluso a identificar metafóricamente la amada con la patria: «Fleurs de lys fleurs de France, ô mains de mon amour / Vous fleurissez de clarté la lumière du jour» (L 135). Una misma luz florece pues, en la imaginación del poeta, de las flores de lis, flores de Francia, y de las manos de su amada. Lou y Francia comulgan en una simbólica luz para él.

¿Pero hasta qué punto la pasión y el entusiasmo por Francia y Lou se confunden? Aun sin poner en cuestión el intenso patriotismo de Apollinaire, que consigue la nacionalidad francesa durante la guerra, a veces da la impresión de que Lou está más en su mente que Francia; esto es, que lucha no tanto por Francia como por poder ser feliz con Lou. Así concluye una carta tras unas evocaciones eróticas muy nítidas: «Lou [...] la seule chose qui vaille la peine qu’on la désire, la seule chose qui vaille la peine qu’on soit soldat pour la défendre» (L 67). ¿Dónde queda la patria si el único motivo por el que vale la pena luchar es una mujer, imaginada además en un escenario erótico? Ciertamente, la intensidad del deseo insatisfecho puede explicar ese hiperbólico crecimiento de Lou por encima de Francia, como vemos en los versos siguientes:

Tu es, ma Lou chérie, le bonheur que j’attends.

C’est pour notre bonheur que je me prépare à la mort

C’est pour notre bonheur que dans la vie j’espère encore.

C’est pour notre bonheur que luttent les armées

Que l’on pointe au miroir sur l’infanterie décimée

Que passent les obus comme des étoiles filantes

Que vont les prisonniers en troupes dolentes (L 117)

Todo el esfuerzo bélico, según este poema, el propio como el colectivo, tiene por finalidad la felicidad compartida de Lou y Gui. «Cependant, c’est toi que je défends –et jusqu’au présent rien d’autre» (L 384): aunque no tomemos al pie de la letra esa idea, pues Gui es muy capaz de exagerar para conseguir el amor de Lou, resulta evidente, en todo caso, que en las cartas son escasas las proclamas tradicionales patrioteras, las cuales catalizan mucho menos el sacrificio bélico que la esperanza en el amor de Lou. Esa extrema dependencia con Lou explica los momentos de desasosiego que vive Apollinaire cuando no recibe sus cartas y que, incluso, en momentos de irritación y aversión a Lou, considere preferible ser un soldado orgulloso y disciplinado a «ronger un regret, un regret d’amour, surtout lorsqu’il s’applique à une inconstante comme tu l’es» (L 280), liberándose así definitivamente de la angustia por un amor incierto.

Pero Apollinaire es un poeta que no puede dejar de ver lo que le rodea. El espectáculo bélico lo fascina y lo entusiasma, pero no lo ciega, sobre todo cuando pasa de artillero a las trincheras y la infantería, donde la muerte y el horror están muy presentes. Ciertamente, no vemos en las cartas nítidas afirmaciones antibelicistas, mucho menos una crítica a la responsabilidad que le incumbiera a Francia en la carnicería. Pero se deja entrever un creciente malestar y una desmoralización, entre detalles del horror, que muy bien podrían conducir a esas reflexiones. Y no hemos de olvidar el papel de la censura aplicada al correo de los soldados, de la que deja constancia Apollinaire en su carta del 8 de agosto de 1915 (L 282).

A medida que se suceden las cartas, se percibe una progresiva atenuación de la fascinación y el entusiasmo bélico, coincidente con un progresivo aumento del horror de la guerra y los momentos de desmoralización, aunque nunca llega a apagarse del todo el compromiso bélico de Apollinaire mientras dura la correspondencia con Lou. Se trata de detalles, expuestos crudamente o realzados por la imaginación poética, sembrados en cartas o poemas, pero que no llegan a hilvanar, como decíamos, un discurso crítico sobre la guerra en sí. A modo de ejemplo, Apollinaire relata la espantosa impresión que le produce el joven con una herida en el pie que va a perder porque no hay modo de curarlo donde está (L 207), describe los estragos que ha hecho la guerra en su sector con crudeza (L 466), anota el hedor que les alcanza, según sopla el viento, de los numerosos enterrados que hay muy cerca de su trinchera (L 494). En sus versos nos habla de las lueurs navrantes que hay en los ojos de los soldados de infantería, de los gritos de los heridos, antes de despedirse con un cielo evocador: «Adieu. Le ciel a des cheveux gris» (L 259); percibe el gemido desgarrador de los obuses (L 263); escucha «gémir la forêt sans oiseaux» bajo los cañonazos (L 274); se pregunta si aún hay niñas que salten a la comba (L 185); con mayor contundencia imaginativa, describe una horrorosa lluvia primaveral: «Il pleut, mon âme, il pleut mais il pleut des yeux morts» (L 274). El cansancio de la guerra es inequívoco en «Pressentiment d’Amérique» (L 502), donde imagina una viaje fabuloso por ese continente con Lou, para acabar regresando al triste lugar donde se encuentra y ansiar el fin de la guerra: «Ô cahutes d’ici nos pauvres reptilières / Quand dira-t-on la guerre de naguère?».

La desmoralización y el descontento de los soldados también se vislumbran en las cartas: todo no es color de rosa en la guerra, le recuerda a Lou (L 381). Los mosquitos los devoran. Se aburren incluso. Le sorprende que los que no lo merecen sean oficiales y los que lo merecen, simples soldados (L 392). Revela crisis de mal humor entre los soldados como consecuencia de la espera de un desenlace que no llega nunca (L 404). Y, de ahí, recrimina a los franceses que se divierten mientras los soldados mueren: «Pendant que nous trimons ici et attrapons peut-être la crève, on bamboche à Paris!» (L 326).

Las acusaciones tocan también a Lou, como era de esperar por la crisis amorosa que vive con Apollinaire. Como vimos, Lou era la finalidad última del esfuerzo bélico de Apollinaire, era incluso lo que le salvaba del embrutecimiento de la vida cuartelaria: «Si je ne t’avais pas, si tu n’étais ma constellation, mon étoile polaire, mon guide, je serais sans ressort et me laisserais aller à l’abrutissement inhérent à la vie de caserne» (L 21). Las cartas de Lou llegan incluso a convertirse en el único consuelo de Apollinaire en sus momentos sombríos (L 374).

En lo que parece un arrebato de mal humor, Apollinaire acusa implícitamente de ingratitud a Lou, por no valorar su sacrificio bélico y creer que la guerra es algo que le divierte (L 384). La figura de una mujer indiferente al sacrificio bélico del que la ama aparece varias veces en los poemas de Apollinaire:

Adieu! voici le boute-selle ...

Il disparut dans un tournant

Et mourut là-bas tandis qu’elle

Cueillait des fleurs en se damnant (269: 508)

El poema «Les attentives» (L 371-373), fechado el 15 de mayo de 1915, es especialmente significativo. En él, una voz no identificada de mujer anuncia que el que va a morir esa tarde en las trincheras, un petit soldat, es su hermano y su amante. Esa voz, en lugar de espantarse, decide, con todo lujo de detalles físicos, ponerse guapa para su muerte: «Car puisqu’il doit mourir je veux me faire belle / Dans l’inceste et la mort ces deux gestes si beaux». Otra voz le recuerda entonces que va a perder algo; contesta entonces la mujer con indiferencia y hasta sorna:

–C’est mon cœur, pas grand-chose

Ramassez-le donc.

Je l’ai donné je l’ai repris

Il fut là-bas dans les tranchées

Il est ici... j’en ris, j’en ris

Des belles amours que la mort a fauchées

Apollinaire es soldado y poeta enamorado; como tal, escribe en la guerra y el amor sobre la guerra y el amor. Fascinado e irritado con Lou, fascinado e irritado por la guerra. Con un uso controlado de la violencia para batir al enemigo, con un uso controlado de la violencia para batir a su amada, consentidora, en los escenarios eróticos que imagina. Para conseguir la victoria sobre los alemanes, para conseguir la victoria que consiste en escalar nuevas alturas en el amor y los deleites. Y si no todo es de color de rosa en la guerra, como le dice a Lou y hemos visto en sus cartas y poemas, comprueba también que no todo es de color de rosa en su relación amorosa con esta mujer, la cual parece convertirse, de enemiga simbólica en las escenas eróticas, en diana de sus acusaciones. Y eso que la correspondencia escasea y se interrumpe cuando se pasa de las incertidumbres al desamor. En este contexto, no es de extrañar que la guerra y el erotismo confluyan en la imaginación poética de Apollinaire.

GUERRA Y AMOR: INVENTARIO, COLLAGE Y ESPACIOS IMAGINARIOS PROPIOS

Apollinaire se presenta ante Lou como un fino observador: «Tu sais que ma méthode, Lou, est d’observer ce qui tombe sous mes sens pour en déduire ce qui est au-dehors de mes sensations immédiates» (L 315). De ahí que, a menudo, los poemas contengan detalles precisos de lo que le rodea en el cuartel o en el frente, independientemente de que sean o no seguidos por exploraciones imaginativas, más allá de las sensaciones inmediatas a que hace referencia. Se produce así un tipo particular de presencia de lo bélico y lo amoroso, en el que los dos ámbitos coexisten pero no se entrelazan. Así, en numerosas ocasiones, la voz del autor sitúa las palabras que dirige a Lou o las ensoñaciones que esta le produce, en el contexto del cuartel, de las trincheras o del combate. A modo de ejemplo, en el acto mismo de escritura de una carta, Apollinaire indica hechos que en ese momento ocurren: un obús que se lamenta de vez en cuando, un caballero que pasa al galope por el camino (L 263); se despide besando ardientemente a Lou en su imaginación y añade: «La fusillade continue. Les métrailleuses crépitent» (L 268). A veces, describe el horroroso lugar desde el que escribe a Lou:

Devant moi dans la direction des boyaux

Il y a un cimetière où l’on a semé quarante-six mille soldats

Quelles semailles dont il faut sans peur attendre la moisson

C’est devant ce site désolé s’il en fut

Que j’écris ma lettre appuyant mon papier sur une plaque de fibro-ciment

(L 458)

En otros casos, los poemas se despliegan a modo de collage compuesto, entre otras cosas, de referencias amorosas o eróticas y referencias cuartelarias o bélicas. Así, Apollinaire indica que los cañoneros se van y, a renglón seguido, que ve sin cesar la imagen de Lou junto a él (L 35). El inventario bélico pasa, a veces, de las cosas que Apollinaire percibe en su entorno a otras más alejadas, incluso remotamente asociadas a la guerra, sin ahorrar detalles materiales repugnantes, lo cual contrasta con las palabras y los ensueños dedicados a Lou. Así ocurre en los versos que acompañan la carta del 17 de enero, donde se repite el imperativo entends le cri des hommes. La voz poemática enumera entonces, entre otras cosas, un marinero japonés que se rasca, un soldado de infantería que se quita ladillas bajo la lluvia, un conductor de ambulancia que cierra los ojos ante una herida horrible, etc., y piensa en Lou: «Mais mon cri va vers toi qui est ma paix et mon printemps» (L 116).

En este primer grado de entrelazamiento de los bélico y lo amoroso, Apollinaire es, pues, ante todo un observador que mezcla lo que ve e imagina de la guerra con lo que dice a Lou o las ensoñaciones que tiene con ella. Y, paralelamente, también despliega imágenes de la guerra y del amor, en ámbitos independientes.

Abundan las imágenes que metaforizan la artillería. Apollinaire, que se incorporó al frente como cañonero, se maravilla de los lanzamientos y explosiones de los obuses, como un poeta cautivado por el esplendor de una pirotecnia nueva para él. Podríamos dar numerosos ejemplos: «C’est une bataille de fleurs / Où l’obus est une fleur mâle» (L 185), los obuses tienen el maullido de los gatos enamorados: «C’est fantastique» (L 246); en el cielo estrellado por los obuses alemanes: «La forêt merveilleuse où je vis donne un bal / La mitrailleuse joue un air à doubles croches» (L 272); en el cielo gemado de cañonazos: «Le ciel faisait la roue comme un phénix qui flambe / Paon lunaire rouant» (123). El entusiasmo guerrero de Apollinaire se despliega pues en numerosas imágenes que realzan con su fantasía la guerra, sobre todo en el campo de la artillería.

Paralelamente, el entusiasmo por Lou, y en particular por su cuerpo deseado, también se despliega con una variada gamas de imágenes. A veces es Lou sin más quien es plano real de imaginaciones y comparaciones, en otros casos son partes de su cuerpo; y Apollinaire, haciéndose eco de sus cartas eróticas, no siente ningún pudor a la hora de elegir esas partes. Así lo pone de manifiesto el pasaje referido a las nueve puertas del cuerpo de Lou, erótica y exuberantemente metaforizadas, en el poema «En allant chercher des obus» (L 362-365). En una carta anterior ya mostraba su adoración Apollinaire por esas nueve puertas, cada una llamada por su nombre, con alguna evocación de las prácticas sexuales imaginadas o recordadas con Lou: «l’anus plissé et jaune comme un Chinois où pénétrant je t’ai fait crier de douleur âcre» (L 104). En la misma dirección, el poema que acompaña la carta del 8 de abril de 1915 (L 215), como si se tratara de un renovado blason renacentista, dedica un verso a cada parte del cuerpo de Lou, desde la vulva a la nariz, muchas de ellas acompañadas de sorprendentes planos imaginarios.

Apollinaire recurre a lo más variadas realidades de la naturaleza para los planos imaginarios que metaforizan Lou, desplegando su imaginación sin límites, incluso invirtiendo el orden, de tal manera que es el cuerpo de Lou a veces la imagen de las realidades de la naturaleza: el cabello de Lou es la antorcha que lo ilumina (L 92), las naranjas le hacen pensar en su senos exquisitos (L 137), el cielo es azul como las venas a flor de piel de sus senos (L 73), la mirada de Lou está en el parpadeo de la estrellas (L 168, 211), el cielo entero es el cuerpo de Lou (L 211), los senos de Lou son palomos de pico rosa (L 67), el cuerpo de Lou es un rosal donde ha cogido rosas (L 248). En ocasiones, los planos reales e imaginario se descomponen y despliegan en otros planos paralelos, estableciendo vínculos sorprendentes entre los dos ámbitos. En este caso, el plano real es un pájaro visto por el poeta, que metaforiza, parte a parte, con Lou:

Ce matin vint une mésange [...]

Ses yeux c’était tes jolis yeux,

Son plumage ta chevelure,

Son chant les mots mystérieux

Qu’à mes oreilles on susurre

Quand nous sommes bien seuls, tous deux (158)

En otro poema, los elementos de un paisaje abstracto –río, volcán, golfo– son metaforizados por partes del cuerpo de Lou, prolongándose los planos imaginarios, y se termina con coito en aguas simbólicas:

Les fleuves sont des épingles d’acier semblables à tes veines où roule l’onde trompeuse de tes yeux

Le cratère d’un volcan qui sommeille mais n’est pas éteint

C’est ton sexe brun et plissé comme une rose sèche

Et les pieds dans la mer je fornique un golfe heureux (L 233)

La imaginación de Apollinaire se despliega, pues, poderosamente, cuando evoca Lou, en particular cuando fantasea son los placeres de la carne. Es tal la variedad de planos imaginarios –o de planos reales cuando es Lou quien metaforiza las cosas– que se entienden estas palabras del poeta: «Tu es pour moi le résumé du monde, il disparaîtrait qu’en toi je retrouverais toute la nature si belle en tout temps et partout» (L 152).

El entusiasmo bélico y amoroso de Apollinaire despliega, pues, la imaginación de Apollinaire con una multitud de metáforas y comparaciones, en sus más diversas configuraciones formales. Y ese doble despliegue imaginativo lleva a fundir la guerra y el amor, el sufrimiento y el placer.

LOU Y LA GUERRA CONSTRUYENDO IMÁGENES

Las imágenes de Lou tienen, a menudo, un alto componente de violencia, antes de concretarse en realidades bélicas. Sin duda, este hecho está relacionado con las particulares experiencias eróticas que Apollinaire rememora o imagina con Lou. A veces, esas imágenes son evocaciones muy claras de la violencia erótica ejercida sobre el cuerpo de la mujer. Así, dice el poeta que el trasero de Lou se mece «comme un ballon captif que fouetterait le soleil de ses rayons impitoyables» (L 137). De hecho, los latigazos son un leitmotiv en la imaginación erótica y poética de Apollinaire:

Tes seins tes seins chéris ne sont-ce pas des roses

Et les roses ne sont-ce pas de jolis ptits Lous

Que l’on fouette comme la brise

Fustige les fesses des roses dans le jardin

[...] Je te porte au bout des doigts ô Lou ô rose

Au bout des doigts, en te faisant menotte

Jusqu’à ce que tu t´évanouisses (L 424)

En el trayecto circular de estos versos, Apollinaire metaforiza los senos de Lou con rosas y esas rosas, a su vez, con una multitud de pequeños Lou fustigados como la brisa fustiga las nalgas de las rosas. La conclusión del poema deja claro que esas evocaciones y prácticas dolorosas no son sino un estímulo para dar el mayor placer a la pareja sexual.

En otros poemas, Lou es metaforizada por planos imaginarios que denotan inequívocamente violencia y enfrentamiento: «ta chevelure qui est comme du sang versé» (1969: 152). Ciertamente, puede haber un lejano parecido entre la caída del cabello y el fluir de la sangre, pero eso no impide que esa parte del cuerpo de Lou se asocie con la herida de una agresión. Lou, no obstante, no siempre es víctima de los planos imaginarios. En algunos casos, el sentido se invierte y es Lou el sujeto de una violencia simbólica: «tes yeux ont le luisant d’un sabre au doux regard prêt à se teindre de sang» (L 152), «ta démarche rythmée plus capricieuse que celle de la Ballerine qui fit couper la tête au Baptiste» (L 329). Un sable en los ojos de Lou dispuesto a teñirse de sangre, una evocación de Salomé en sus pasos: pruebas de que Apollinaire también percibe el poder de Lou, evocado aquí por una simbólica capacidad de hacer daño. Un poder, no obstante, más relacionado con la atracción por una mujer esquiva, que con sus escenarios imaginarios eróticos, donde Lou nunca tiene el papel de dominadora.

Sin solución de continuidad se pasa de los planos imaginarios violentos a los bélicos, aplicados a Lou, pero también a veces al propio Gui o a ambos, y con la reversibilidad antes constatada, de manera que, a veces, es Lou o su cuerpo el plano imaginario de una realidad bélica. Lou, el cuerpo de Lou, es aquí omnipresente, pero también los sentimientos de uno y otro. Algunas imágenes bélicas de Lou son propias del guerrero entusiasta, que renueva su ardor guerrero así, pensado en ella: «Ta bouche est la blessure ardente du courage» (L 117), «Lance ta lettre, obus de ton artillerie, / Qui doit me redonner la vie et le sourire» (L 191).

Las realidades vinculadas a la guerra metaforizan, como lo hacían las de la naturaleza, Lou, su cuerpo o parte concretas del mismo. Apollinaire, fino observador de lo que le rodea, encuentra sorprendentes vínculos entre las realidades bélicas cotidianas para él y la mujer que desea ardientemente. Pasa así del collage de realidades bélicas y ensueños o recuerdos eróticos a fusionarlos por medio de metáforas y comparaciones, en sus más diversas configuraciones sintácticas. Su condición de artillero, que coincide además con su fase de entusiasmo bélico, es evidente por la predilección que tiene por algunos planos imaginarios: las piernas de Lou son como dos bellos cañones pintados de blanco (L 152); los cuerpos de los amantes agotados se quedan inertes «ainsi que deux canons tombés de leur affût» (L 165); sin pudor, enumera partes del cuerpo de Lou para acabar con una metáfora in absentia llamativa: «tes totos chéris, ton cul splendide, tes poils, ton trou de balle» (L 103); lo ojos de la amante infiel son obuses misteriosos (L 276). Los obuses simbólicos parten, de hecho, de Lou a Gui o al revés: «je voudrais que tu sois un obus boche pour me tuer d’un soudain amour» (L 310); «Je t’envoie un obus plein de fidélité / Et que t’atteigne, ô Lou, mon baiser éclaté» (L 256).

Son sorprendentes los poemas en que Apollinaire combina la enumeración con una intensa metaforización, de tal manera que a Lou, o a las partes de su cuerpo, le corresponden, en un desarrollo proporcional, realidades bélicas, que casi siempre rodean directamente al poeta. Apollinaire tiene en mente la guerra y una mujer; encuentra así sorprendentes vínculos, que desarrolla de modo casi sistemático, entre los dos ámbitos. A veces, adelantándose a su tiempo, pasamos de vínculos sorprendentes a vínculos arbitrarios entre los planos real e imaginario, anunciadores del automatismo surrealista. En el poema que acompaña una carta escrita desde Nîmes (L 34), Lou es el cuartel de Gui, los sentidos de Gui son los caballos de Lou, el recuerdo de Lou es su alfalfa, la banda militar en la noche suena como la voz de Lou, los 75 –cañones de 75 mm– son graciosos como el cuerpo de Lou, y sus cabellos son anteados como el fuego de un obús. En otro poema, los planos imaginarios o reales van de la vulva de las yeguas hasta las partes del uniforme militar, incluidos los clavos de su calzado:

Les clous de mes souliers brillent comme tes yeux

La vulve des juments est rose comme la tienne

Et nos armes graissées c’est comme quand tu me veux

Ô douceur de ma vie, c’est comme quand tu m’aimes

[...] Toi ma chère permission

Ma consigne ma faction.

Ton amour est mon uniforme

Tes doux baisers sont les boutons

Ils brillent comme l’or et l’ornent

Et tes bras si roses si longs

Sont les plus galants des galons (L 93)

La guerra y el amor, vividos en primera línea, han estimulado, pues, poderosamente la imaginación poética de Apollinaire, descubriendo sorprendentes y hasta arbitrarios vínculos entre esos ámbitos. La inflamada imaginación erótica de Apollinaire, exacerbada por la abstinencia y el deseo insatisfecho, y su entusiasmo guerrero en esas fechas han fecundado poderosamente su imaginación poética. La unión de ardor amoroso, bélico y poético se cifra en este contundente verso: «Mon amour, ô mon Lou, mon art et mon artillerie» (L 117). Lou es arte y artellería de Gui; es, pues, desde su propia perspectiva, su fuente de inspiración guerrera y poética.

CONCLUSIÓN: LIBERTAD ERÓTICA Y LIBERTAD POÉTICA

Los collages y las imágenes que reúnen el erotismo y la guerra en los poemas a Lou son sorprendentes. Desde luego, vincular el amor con la muerte, la relación amorosa o la seducción con una suerte de guerra, no son para nada algo nuevo. Lo llamativo en Apollinaire son las sorprendentes relaciones que ha creado entre los dos ámbitos, exaltando recíprocamente su deseo y su lucha concreta. Su afán de observador ha desmenuzado tanto a Lou como la realidad bélica que lo rodea en multitud de elementos entre los que ha establecido múltiples relaciones, a veces claras, a veces sorprendentes, otras rayanas en la arbitrariedad de la imagen surrealista. Nos hubiera gustado que se filtrara más en ese universo poético la decepción, la crítica incluso de la guerra; pero, durante el periodo de la correspondencia de Lou, aunque los versos se tiñen a veces de una inequívoca amargura por la guerra, predomina el entusiasmo bélico. Aquí, las musas de Apollinaire son guerreras; y la guerra, poética por la fascinación que generalmente produce en el poeta. A la violencia erótica consentida por Lou en las fantasías eróticas de Apollinaire, corresponde su entusiasta consentimiento a la violencia que ejerce como soldado. A una carta de Lou en que, supuestamente, esta hablaba de vicio, contestaba Apollinaire con estos versos:

Tu m’as parlé de vice en ta lettre d’hier.

Le vice n’entre pas dans nos amours sublimes.

Il n’est pas plus qu’un grain de sable dans la mer,

Un seul grain descendant dans les glauques abîmes.

[...]

Tu peux défier ma volonté sauvage,

Je peux me prosterner comme vers un autel

Devant ta croupe qu’ensanglantera ma rage,

Nos amours restent pures comme un beau ciel.

[...]

Ennoblissons, mon cœur, l’imagination!

La pauvre humanité bien souvent n’en a guères.

Le vice en tout cela n’est qu’une illusion

Qui ne trompe jamais que les vulgaires (L 165).

Gui le pide a Lou que ennoblezcan juntos la imaginación y no hagan juicios morales sobre sus amores sublimes, tan particulares. Un ennoblecimiento también implícito para la imaginación poética, como se ve en los poemas a Lou.

BIBLIOGRAFÍA

APOLLINAIRE, Guillaume (1969): Lettres à Lou, París, Gallimard.

MICHEL, Décaudin (1969a): «Prefacio», en Apollinaire, Guillaume, Poèmes à Lou, París, Gallimard, pp. 9-18.

— (1969b): «Prefacio», en Apollinaire, Lettres à Lou, París, Gallimard, pp. I-XII.

HARTWIG, Julia (1972): Apollinaire, París, Mercure de France.

1. Nuestro relato se basa en Hartwig (1972) y Décaudin (1969a y 1969b).

2. Todas las referencias a las cartas y poemas a Lou de este trabajo remiten a Apollinaire (1969), con la abreviación L.

3. «Mes meilleurs poèmes et il y en a je crois de bons vous ne les lirez que si celle qui les a veut bien, après la guerre, que je les publie» (Carta a Louise Faure-Favier, citada por Décaudin (1969a: 16).

4. Los poemas fueron editados por primera vez por Pierre Cailler con el título de Ombre de mon amour, el que Apollinaire había anunciado para las cartas no íntimas a Lou. Se reeditaron en 1955 por el mismo editor con el título de Poèmes à Lou, que ha quedado consagrado.

5. Así pues, cuando hablamos de poemas a Lou, en este trabajo nos referimos a todos los poemas incluidos en la correspondencia a Lou, y no a una edición separada de los mismos.

6. Apollinaire también nos da idea de las prácticas sexuales que, derivadas de la larga abstinencia impuesta, se dan en el cuartel y el frente, como son la masturbación pública o colectiva o el relato por los soldados de sus propios sueños incestuosos (L 56, 146, 291).

Letras desde la trinchera

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