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PRÓLOGO

Carme ManuelIgnacio Ramos

La Gran Guerra inspiró desde su mismo inicio un ingente número de obras literarias que van desde la ficción hasta la poesía, pasando por el teatro, el género autobiográfico o el ensayístico, entre otros. La publicación de Au-revoir là-haut de Pierre Lemaître, obra galardonada con el Premio Goncourt en 2013 y convertida en un fenómeno editorial en Francia, da cuenta de la fascinación que sigue ejerciendo la que ha sido considerada la contienda más cruenta del siglo XX. Con motivo del centenario del estallido del conflicto, presentamos un volumen de artículos que intentan explorar las múltiples maneras en que se ha plasmado y recordado la Gran Guerra desde sus inicios hasta finales de siglo, por parte de autores originarios de los diversos países en liza, y a través de distintos formatos literarios. El objetivo es rastrear la confrontación bélica como tema, espacio y personaje en la producción literaria de las principales naciones europeas que participaron en él. Tomando como marco geográfico interdisciplinar las literaturas de España, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá, y aunando diferentes perspectivas genéricas que incluyen tanto el teatro, la poesía y la narrativa, cuanto acercamientos críticos derivados de los estudios culturales o el cine, los artículos aquí incluidos pretenden ejemplificar la construcción estética de la Gran Guerra surgida de autores contemporáneos al conflicto, así como de aquellos posteriores a él, pero que crecieron en calidad de testigos directos de sus consecuencias más inmediatas.

Recordamos la guerra a través de sus muchas manifestaciones literarias, artísticas y fílmicas, no libres de ciertos mitos ya clásicos profundamente enraizados en nuestro inconsciente colectivo. Algunas de las imágenes asociadas con el conflicto incluyen las batallas en el frente occidental, las trincheras, los soldados demacrados, devorados por los piojos, conviviendo con roedores y amenazados incesantemente por el gas mostaza, el frío inclemente, y el barro y la lluvia constantes. En una palabra, un paisaje de desolación, una tierra baldía entre alambres de espino y cadáveres putrefactos por la que se enseñorea la muerte. Sin embargo, este retrato no fue el único, aunque sí el que calaría más hondo en la memoria de quienes la recordaron por la deshumanización y devastación que lo caracterizaron. Contar la Primera Guerra Mundial, para algunos autores, supuso un reto imaginativo y expresivo al que se vieron obligados a responder por el trauma causado por una realidad revestida de tragedia épica, y lo hicieron cuestionando los lenguajes y los estilos artísticos heredados hasta el momento.

En la primera aportación de este volumen y a modo de introducción reflexiva, la escritora Margarita Martínez Marzá describe los sentimientos experimentados durante el viaje realizado desde finales de noviembre a principios de diciembre de 2014 por algunos de los lugares del frente occidental. Un periplo ilustrado por imágenes tomadas por ella misma y Carlos Ortiz Mayordomo, que no requieren de explicación alguna por cuanto su origen es el silencio que impone el recuerdo de la tragedia. Partiendo con el recuerdo de lo leído, la autora se enfrenta a las huellas que la historia ha dejado tras cien años. Emoción y conmoción afectivas y físicas se confunden ante la imagen de un paisaje que no entiende de ni de fronteras ni de alambradas de espino, pero que guarda, entre el mutismo y la tristeza, el infierno del que fue testimonio irremplazable. Bosques, trincheras, fuertes, esculturas, coronas de flores, camposantos, tierra sagrada que acoge a miles de soldados desconocidos sin distinción de origen, ideología o religión, hermanados para siempre.

Javier Lluch-Prats inaugura la serie de estudios críticos que componen este volumen con una mirada a la situación de España en aquel momento; un país que no participó directamente en el conflicto, pero que, como tantos otros, se vio envuelto en él de muchas y diversas maneras que contribuirían a su posterior transformación. En «Los españoles ante la Gran Guerra: la promiscua relación entre periodismo y literatura», Lluch-Prats analiza la respuesta española desde el campo del periodismo y la literatura ante una contienda que revistió una enorme trascendencia para una nación inmersa en una crisis institucional y estructural, que se agudizaría tras el final de la guerra. Como observa el autor, por una parte, el conflicto propició la renovación de las crónicas periodísticas siendo el diario el espacio en el que se fraguaron con más ímpetu los desencuentros entre germanófilos, defensores de las Potencias Centrales, y aliadófilos, partidarios de la Triple Entente. El conflicto supuso la europeización y modernización del periodismo así como la consolidación de la figura del escritor reportero, quien adoptó una visión crítica y contestataria, convirtiéndose en catalizador de la opinión pública en la prensa de la época. Julio Camba, Gaziel, Sofía Casanova, Ramón del Valle-Inclán y Vicente Blasco Ibáñez son algunos de los muchos protagonistas en este campo del reportaje y de la literatura de la Gran Guerra, que muestran cómo el conflicto propició un resurgimiento intelectual que se plasmó tanto en infinidad de folletos, conferencias, crónicas de prensa y manifiestos, como en innumerables relatos, novelas y poemas. El objetivo de todo ellos fue, según LLuch-Prats, lograr la regeneración moral y política de la España del momento.

Adentrándose en las repercusiones del conflicto en Francia, en «Propaganda y novela en el campo de batalla literario: escritores de España y Francia», Maria Rosell realiza un amplio recorrido por las múltiples respuestas literarias en estos dos países que conjuga autores que participaron directamente en la contienda con aquellos que, bien no se movilizaron, bien no se contagiaron del entusiasmo bélico. Evelio Miñano Martínez en «Guerra y erotismo en los poemas a Lou de Apollinaire» explica cómo el poeta francés, tras alistarse como voluntario en 1914 y ser gravemente herido en la cabeza en 1916, murió en 1918 de la gripe española, una pandemia que se cobró casi cien millones de víctimas. Antes de ser admitido a filas e iniciar la instrucción, Apollinaire conoció y estableció una exaltada relación amorosa con Louise (Lou) de Coligny-Châtillon, materializada en una serie de cartas comprometidas y poemas, estos últimos publicados póstumamente bajo el título de Poèmes à Lou. Estas piezas son muestra de que, durante el periodo de su composición, el poeta únicamente articuló su vida en dos pulsiones complementarias: la pasión amorosa –a través de sus recuerdos e imaginaciones eróticas– y el ardor bélico –manifestado en un Apollinaire que se describe a sí mismo como un guerrero fascinado por la maravilla de la guerra. Amor y guerra se funden, así, en su mundo poético en el que la emoción privada se entrelaza con las vivencias emanadas del conflicto, en una experimentación poética propia de la innovación vanguardista del autor. Domingo Pujante González, en «El imaginario de la guerra en Guillaume Apollinaire: aproximación a Les mamelles de Tirésias», se centra en este drama surrealista en dos actos y un prólogo, del «poète combattant», representada el 24 de junio de 1917 en París. En la obra, el padre de la modernidad ejecuta una libre transposición de un tema clásico a la situación de la Gran Guerra, pero optando por la fantasía, la imaginación y la farsa paramilitar en un drama cuyo simbolismo anticipa los debates que surgirían tras la contienda en torno a las mujeres, la natalidad y el derecho al voto. Claude Benoit Morinière en «Al margen de la Guerra de 14-18: los adolescentes que escaparon a la masacre» explica cómo, mientras toda una generación de hombres moría en las trincheras y sufría el infierno de una guerra despiadada, muchos niños y adolescentes vivían al margen del horror, bien porque marchaban al exilio con sus familias, bien porque se mantenían ajenos al conflicto que sacudía a Francia y a Alemania. La autora compara el periplo existencial de los jóvenes narradores de dos obras, en apariencia, diferentes. La protagonista de Quoi? L’éternité (1988) de Marguerite Yourcenar y el personaje principal de la novela de Raymond Radiguet, Le diable au corps (1923). En la obra de Yourcenar la contienda se plasma como la aventura del exilio y la posibilidad de una formación para la protagonista, transcendental en su futuro. Para el personaje de Radiguet, en cambio, el conflicto se transforma en un punto de inflexión que marcará su descubrimiento del sexo y el amor. En ambos textos, la Gran Guerra representa un papel fundamental como telón de fondo al crecimiento y despertar a la edad adulta. En «El teatro francés en el frente», Ignacio Ramos aborda aquellas manifestaciones teatrales que se desarrollaron de facto en el espacio físico de la contienda tanto por parte de soldados y oficiales cuanto por actores profesionales desplazados hasta la primera línea de combate. Atendiendo a los espectáculos enmarcados en «la Revue aux armées» y «le Théâtre aux armées», el autor desgrana las condiciones escenográficas de la puesta en escena en las trincheras, los mecanismos de creación literaria dramática, y los principales actores invitados al frente. Especial mención requiere en este sentido la figura de Sarah Bernhardt, cuya presencia pone de manifiesto una actuación ajena al entretenimiento escapista, y que conjuga el patriotismo con los más altos valores teatrales.

Las consecuencias literarias de la Gran Guerra en Alemania son tema de análisis en la aportación de Ana Rosa Calero Valera, «Novelas de guerra en lengua alemana». Publicadas durante la República de Weimar –el periodo histórico enmarcado entre las dos guerras mundiales– la autora se centra en la estética belicista de Ernst Jünger y en las novelas antibelicistas de Erich Maria Remarque y Adrienne Thomas. Mientras que, para el primero, la guerra aparece plena de sentido y constituye la ocasión para enaltecer el combate heroico, la camaradería y la virilidad masculinas, para el resto de autores la contienda representa todo lo contrario, es decir, un espacio donde no hay cabida para el heroísmo. Stefan Kutzenberger en «La correspondencia de Egon Schiele, soldado de la Primera Guerra Mundial» estudia la relación epistolar del pintor e ilustrador austríaco durante el conflicto. Schiele (1890-1918), declarado en un primer momento no apto, fue finalmente llamado a filas en 1915. Si bien nunca tuvo que desplazarse al frente, durante el periodo de instrucción fue consciente del horror que le podría deparar la vida en las trincheras, alejado de su taller. A través de cartas y entradas en su diario se observa cómo Schiele no cesó de trabajar en su carrera artística a pesar de las turbulencias del momento. Con el fin de asegurar el liderazgo cultural de Austria tras el cese del conflicto, el pintor organizó exposiciones, vendió cuadros y creó una tupida red artística, objetivos todos ellos que se vieron trágicamente truncados con su muerte el 30 de octubre de 1918, víctima de la gripe española.

El panorama literario italiano es estudiado, en primer lugar, por Julia Benavent en «Un poeta en la trinchera: Giuseppe Ungaretti». La autora explora la poesía de trincheras de Giuseppe Ungaretti, uno de los autores más destacados de la literatura italiana del siglo XX, y cómo ésta hace del sufrimiento un testimonio vital al tiempo que un mecanismo de toma de conciencia de la condición humana. Por su parte, en «Entre el memorial y la novela: Un anno sull’altipiano de Emilio Lussu», Inés Rodríguez Gómez se adentra en la lectura de esta novela de Lussu, publicada en Londres en 1938 y reeditada en Italia en 1945 por la editorial Einaudi. La historia participa del género del memorial y de la novela, puesto que el autor ofrece un homenaje a sus compañeros de contienda recreando, al mismo tiempo, sus vivencias durante la contienda como capitán de la brigada Sassari. A pesar de que existen novelas anteriores sobre el tema de la Gran Guerra, algunas publicadas en la colección de Mondadori de los años 1930 y 1931 que lleva por nombre «I romanzi della guerra», la novela de Lussu, cuyo tema principal es la irracionalidad y el sinsentido de la conflagración, está considerada como una de las más bellas escritas sobre este tema, Juan Carlos de Miguel en «Gabriele D’Annunzio, vate belicista: Canti della guerra latina» profundiza en la poética bélica de una de las figuras más relevantes de la escena literaria italiana y europea de entre siglos, cuya obra representa, junto con la de Giovanni Pascoli, la vigencia del simbolismo en el ámbito literario italiano. Fue precisamente en los años de la Gran Guerra en los que se puso de manifiesto, además, la política y visión militar del poeta. Como líder de opinión pública, preconizó la participación de Italia en el conflicto y combatió con coraje frente al enemigo austríaco. A su término, insatisfecho por las concesiones territoriales obtenidas por Italia, ocupó, con una legión de voluntarios, la ciudad croata de Fiume, de antigua ascendencia itálica. Dentro de su obra poética recogida en las Laudi del cielo, del mare, della terra, degli eroi, el libro V «Asterope - Inni sacri della guerra giusta» está dedicado a exaltar circunstancias y eventos de la Gran Guerra.

La aportación de Juan Vicente Martínez Luciano, «La poesía inglesa de la Primera Guerra Mundial», inicia los estudios dedicados a las repercusiones literarias del conflicto en Gran Bretaña. Explica el autor cómo la Gran Guerra finalizó convirtiéndose para los soldados en un absurdo inexplicable más que en un escenario de acontecimientos heroicos, un sentimiento que sería recogido años después por T.S. Eliot en su magistral The Waste Land (1922). Sin embargo, Eliot no sería el único. Un grupo de poetas británicos, algunos muertos en el frente, testificarían en su poesía el horror de la contienda y el cambio en la forma de considerar lo que hasta entonces habían sido los valores que encumbraban el espíritu de sacrificio heroico y el patriotismo. Rupert Brooke, Siegfried Sassoon, Isaac Rosenberg, Wilfred Owen, James Grenfell, Robert Graves y Charles Sorley son algunos poetas que describen esta nueva visión con imágenes novedosas y un lenguaje irreverente que destierra la idealización para describir la crudeza, soledad y sordidez de la experiencia en el frente. Asimismo, Martínez Luciano destaca la poesía escrita por mujeres, que desde el frente doméstico, reconsideran con distancia irónica el sentimiento patriótico popular. En «El periodismo de trinchera como testigo de la Primera Guerra Mundial: el ejemplo de The Wipers Time», María José Coperías Aguilar da cuenta de una de las publicaciones de trinchera más conocidas. Durante la contienda, en 1916, el capitán inglés Fred Roberts y los soldados del 12º batallón de Sherwood Foresters (Regimiento de Nottingham & Derbyshire), descubrieron una imprenta en las ruinas de Ypres (Bélgica), y con ella, empezaron a editar una revista satírica que llamaron The Wipers Times, inspirada en las revistas de las escuelas privadas inglesas. La publicación, realizada literalmente bajo fuego enemigo, es ejemplo de crítica subversiva tanto a los altos mandos del ejército británico como a la situación vivida por los soldados. The Wipers Times, junto con otras publicaciones de trinchera (Somme Times, Le Crapouillot), es ejemplo del periodismo mordaz y crítico que desencadenó la propia guerra. Rocío G. Sumillera, en «Aflicciones mentales y sueños de guerra en Rose Macaulay, Rebecca West, Virginia Woolf y Robert Graves», se ocupa de las consecuencias psicológicas del conflicto. A los millones de muertos que dejó tras de sí la confrontación han de sumarse todos aquellos supervivientes (militares o civiles) que padecieron diversas secuelas psicológicas derivadas de la misma. La autora analiza la descripción de algunos de estos trastornos y su representación literaria en obras tanto ensayísticas como novelísticas y autobiográficas, en concreto en el ensayo médico de W.H.R. Rivers, «On the Repression of War Experience» (1918), en Non-Combatants and Others (1916) de Rose Macaulay, en The Return of the Soldier (1918) de Rebecca West; en Mrs Dalloway (1925) de Virginia Woolf, y en Good-Bye to All That (1929) de Robert Graves. La demencia y síntomas postraumáticos de los personajes que figuran en estas ficciones muestra cómo la Gran Guerra perduró en las conciencias de sus protagonistas más allá de las trincheras y el frente. Por su parte, en «El segundo campo de batalla: testimonios de enfermeras angloamericanas en el frente», Teresa Gómez Reus se adentra en el estudio de los testimonios escritos que de jaron las muchas mujeres anglo-norteamericanas que participaron activamente en la Gran Guerra, y que van desde la escritura epistolar y las memorias, hasta el relato corto y la prosa poética. La autora analiza en concreto una serie de textos autobiográficos de aquellas que marcharon al frente en calidad de enfermeras o conductoras de ambulancia. En ellos narraron sus propias reflexiones y vivencias del horror de los combates, la sordidez de los hospitales, el desamparo de los heridos, las condiciones de los civiles, y el derrumbe de los valores sacrosantos de patriotismo y heroísmo. Sus voces no solo desvelan todo un tesoro de detalles de gran interés humano y documental; también ilustran el cambio profundo que experimentó la literatura en el curso de la contienda. Es en estos textos donde estas enfermeras-narradoras nos descubren la tragedia de los soldados del frente, al tiempo que revelan la profundidad de su propio trauma. Por último, Agustín Reyes Torres, en «Juegos de soldados: la Gran Guerra en la literatura juvenil inglesa» se centra en un campo casi olvidado de la literatura bélica: la literatura británica infantil producida a raíz del conflicto y en el periodo de postguerra. En ella, el autor muestra que, lejos de censurar los horrores del campo de batalla, se vieron plasmados los valores de patriotismo, sacrificio e heroicidad, en un intento de adoctrinar a los jóvenes y santificar la memoria de los caídos en la guerra.

La guerra también afectó a una serie de escritores norteamericanos expatriados en Europa. Ana Fernández-Caparrós Turina, en «Gertrude Stein y la Gran Guerra: pequeños emplazamientos y desplazamientos en el frente cotidiano», analiza las aportaciones de la poeta al campo de la literatura bélica. Pese a tratarse de una figura tremendamente influyente y recordada sobre todo por su mecenazgo artístico y literario, la norteamericana ha permanecido durante mucho tiempo relegada a un segundo plano dentro del canon literario estadounidense y dentro de la literatura de la Gran Guerra. Stein, como expatriada afincada en París desde 1903, fue testigo privilegiado tanto de la Primera como de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, los muchos servicios prestados por ella y su compañera Alice B. Toklas en el frente merecieron el reconocimiento del estado francés. Fernández-Caparrós analiza The Autobiography of Alice B. Toklas (1932) y otros textos más experimentales de Stein escritos durante la contienda y después de ésta. En ellos la autora muestra una visión que es inseparable de una experimentación modernista radical y de la atención a los efectos de los conflictos bélicos en el ámbito doméstico. Dídac Llorens Cubedo, en «La tierra baldía de T.S. Eliot como poema de postguerra», destaca cómo, a pesar de que Eliot se empeñaba en negar el carácter público de su poema, la composición pasó rápidamente a leerse como una obra emblemática de la vanguardia anglófona y como reflejo de la Gran Bretaña y la Europa de los años veinte, conmocionadas por la destrucción provocada por la Gran Guerra. El conflicto cambió la vida de Eliot, un joven estudiante que aspiraba a completar sus estudios de doctorado en Alemania e Inglaterra y que, debido en parte a las dificultades de movilidad provocadas por las turbulencias bélicas, no volvería a su país, los Estados Unidos. En sus cartas de aquellos años, el poeta describe la incertidumbre y confusión, lamentando la muerte de compañeros y amigos en el frente. Es en sus notas a La tierra baldía donde el norteamericano reconoce que la decadencia de Europa configura uno de los temas centrales del poema y que ésta no puede desligarse del conflicto en que estuvo sumida durante un lustro, cuyas consecuencias son apreciables en el panorama de desolación contemporáneo. De esta manera, afirma el autor, las imágenes y los temas de La tierra baldía se nutren de la experiencia de la Primera Guerra Mundial y especialmente de su postguerra, periodo histórico en el que el poemario vio la luz.

El impacto de la Gran Guerra en los autores transatlánticos se ve reflejado en la aportación de Empar Barranco Ureña, «Uno de los nuestros: Willa Cather y la guerra». La novela, publicada en 1922 y premio Pulitzer en 1923, inauguró una etapa literaria de Cather, llena de pesimismo, alejada de sus obras anteriores sobre la vida de los pioneros en las praderas del Medio-oeste y el triunfo de la mujer sobre la naturaleza. Uno de los nuestros sigue la búsqueda de sentido existencial del personaje central, Claude Wheeler, quien no logra encontrar su lugar en las praderas de Nebraska, dominadas por la avaricia, el consumo y la corrupción tras la desaparición de la primera generación pionera y la llegada del progreso. Tampoco puede culminar su sueño intelectual en la universidad; y su aventura romántica le conduce a un matrimonio frio y solitario. Claude, sin embargo, solo conseguirá vislumbrar su destino al alistarse como voluntario durante la Gran Guerra y combatir en Francia con el ejército norteamericano. A través de la manipulación del punto de vista narrativo que nos hace poner en duda constantemente las apreciaciones del protagonista, Cather construye una novela insumisa, que utiliza el marco de la contienda en Europa para hablar de la búsqueda de significado durante las agitadas primeras décadas del siglo XX.

La visión de la Primera Guerra Mundial como un acontecimiento que involucró principalmente a los europeos ha sido cuestionada a lo largo de las dos últimas décadas dando lugar a una revisión historiográfica susceptible de incluir los testimonios tanto de aquellos soldados y participantes originarios de las colonias imperiales europeas cuanto de las minorías étnicas procedentes de países como Estados Unidos. En «La literatura afroamericana y la Gran Guerra: una guerra dentro de otra guerra», Carme Manuel analiza cómo la entrada en guerra de los Estados Unidos impulsó un intenso debate en la comunidad negra. Ante la opresión política y civil sufrida por los afroamericanos, fueron muchas las voces críticas que se alzaron contra su participación en una contienda publicitada como la defensa de la democracia. Vencidas estas reticencias, los soldados negros que se alistaron fueron víctimas desde el primer momento de una intensa marginación por parte de los altos mandos tanto en territorio estadounidense como europeo. La autora estudia algunas manifestaciones literarias afroamericanas surgidas a raíz de la guerra, entre las que sobresalen las novelas Home to Harlem de Claude McKay (1928) y The Fire in the Flint de Walter White (1924). Estas obras son ejemplos destacados de cómo los escritores afroamericanos interpretaron las humillaciones y la traición que sufrió la comunidad afroamericana cuando, tras la finalización del conflicto, la esperanza de que sus sacrificios en Europa les reportaran una ciudadanía de pleno derecho no sólo no se materializó sino que la marginación y la violencia raciales se recrudecieron todavía más.

En «La paradoja del reportero de Guerra: romanticismo y decadencia en With the Allies de Richard Harding Davies», Sara Prieto García-Cañedo aporta nueva luz a los testimonios literarios surgidos como consecuencia de la Primera Guerra Mundial desde el ángulo del periodismo. La obra del norteamericano Richard Harding Davis With the Allies (1914) es un texto pionero en este campo. Curtido en contiendas internacionales anteriores, a comienzos de la Gran Guerra Davis era el corresponsal de guerra más aclamado de Estados Unidos. En esta obra, el autor narra sus vivencias en la Francia y Bélgica ocupadas, para tomar partido a favor de los aliados y apelar por una intervención norteamericana en el frente desde una visión que combina la idealización con la deshumanización de la realidad que va experimentando.

La presencia de la contienda en la literatura del Canadá tanto anglófono como francófona es analizada por Eva Pich en «La literatura canadiense y la Primera Guerra Mundial». A través de una serie de novelas —The Wars de Timothy Findley (1977), Three Day Road de Joseph Boyden (2006), La guerre, yes sir! de Roch Carrier (1968) y Trente Arpents de Ringuet (1938) —, Pich observa cómo aparece representado el conflicto bélico y el personaje del soldado, y explica cómo en estas obras la reflexión sobre el sentido de la guerra va acompañada frecuentemente de una profunda reflexión sobre la propia identidad nacional. En concreto, en el caso de la literatura franco-canadiense, la temática bélica aparece sobre todo para destacar los antagonismos entre el Canadá francófono y anglófono.

Por su parte, Claudia Alonso, en «De caballos, perros y palomas: el animal en la cultura militar de la Primera Guerra Mundial y su reflejo en la literatura», explica cómo la adaptación teatral y cinematográfica de la novela juvenil War Horse (1982) de Michael Morpurgo, en consonancia con el crecimiento de los llamados animal studies en el panorama académico anglosajón, han reavivado en los últimos años un interés historiográfico por el papel del animal en la cultura militar de la Gran Guerra. Alonso realiza un breve recorrido sobre la contribución del animal al bando de los Aliados en tanto que instrumento bélico (a partir de su conversión en arma, medio de transporte, mascota, etc.), para a continuación examinar el legado simbólico-narrativo que dicha participación ha desarrollado en la literatura en lengua inglesa. Desde novelas juveniles o infantiles como War Horse o Gay Neck, the Story of a Pigeon (1928) de Dhan Gopal Mukerji hasta obras como The Wars (1977) de Timothy Findley, la autora aborda la tendencia estética hacia el binarismo entre lo animal y lo tecnológico, y analiza las implicaciones inherentes a este tratamiento con respecto a las técnicas narrativas del género de novela juvenil.

Miguel Martínez López, en «Las sombras de la Primera Guerra Mundial en la tempestad de Brave New World (1931)», estudia las consecuencias bélicas en una de las obras distópicas más destacadas de la primera parte del siglo XX. Si en In the Fourth Year (1918) Aldous Huxley había abogado por el establecimiento de un sistema electoral de representación proporcional según el modelo de Estados Unidos, en Brave New World (1931), con su imagen de un futuro vacío de amor, emoción y belleza, a medio camino entre la alegoría política y la ciencia ficción, el escritor critica el socialismo, el rechazo de la sociedad de la postguerra a la libertad y al dolor, así como su fe indiscriminada en la ciencia, la técnica y el progreso que, paradójicamente, habían infligido muerte y dolor sin límites por todo el continente.

Por último, J. Gavaldá Roca, en «Hollywood or How We Advertised America: la Primera Guerra Mundial según Gore Vidal», examina la mirada del polifacético escritor y periodista norteamericano fallecido en 2012 en Hollywood (1990), su novela sobre la Gran Guerra. Es esta la quinta dentro de la serie de siete novelas históricas, que denominó Narraciones del Imperio, y que fue publicando de 1967 a 2000, en las que describe la decadencia del imperio americano. En Hollywood, Gore Vidal disecciona las estrategias de comunicación institucional, los mecanismos de producción de opinión como el cine mudo, los organismos creados para la recogida de fondos, las campañas de reclutamiento, la liquidación del movimiento pacifista, y la legitimación de una política interior ultraconservadora y de una exterior imperialista. Una serie de elementos que representan la censura implacable justificada por una legislación habilitada durante la guerra. Para Gavaldá Roca, la ficción histórica de Gore Vidal es un ajuste de cuentas con la política de guerra estadounidense, con unas estrategias discursivas y de representación, y con unos modelos de memoria de los que el cine surge como uno de los principales protagonistas.

A pesar de que son muchas las aportaciones presentadas en este volumen y a pesar de los variados puntos de vista que se ofrecen, quedan todavía muchos otros escenarios desde los que contemplar la Gran Guerra cien años después. Acaso sea esto muestra de la enormidad de un conflicto que se calificó, erróneamente, como «la guerra que acabaría con todas las guerras».

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