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Vicenta Avoro: otra gran inspiración

La mayoría de las activistas negras o afrofeministas de hoy buscan inspiración en actrices como Lupita Nyong'o, cantantes como las Spice Girls o escritoras u otras actrices de cine. En mi caso, nunca he tenido esa necesidad, pues crecí entre mujeres afrofeministas y revolucionarias negras que son mi referente y ejemplo de inspiración.

Mi tía Vicenta Avoro es otra de las mujeres negras, afroespañolas, que también contribuyeron mucho a mi comprensión del internacionalismo africano y la esencia global de la negritud.

Aunque ella nunca se consideró afrofeminista, era una mujer revolucionaria de tradición cimarrona womanist. Fue quien me inculcó las nociones básicas anticoloniales y fortaleció mi concepto de obagam a finales de la década de 1980, quien también transformo mi visión y acción política durante mi viaje a Holanda, Londres, Bolivia, Estados Unidos y Sudáfrica. Fue ella una de las que crearon y sembraron en mí esa incondicional adhesión al omowale, El-Hajj Malik El-Shabazz, Malcolm X.

Era de esa generación de mujeres negras radicales (negras del campo) que influyeron profundamente en la necesidad de cuestionar los estándares patriarcales. Estas mujeres negras influyeron no solo en mi generación, sino en los puntos de vista de esa generación hip-hop.51

Vicenta Avoro, tía por parte de padre, Nguan Esakunan, nació en Mikomiseng, Guinea Ecuatorial. Una de esas mujeres negras en apariencia tranquilas, pero con un par de ovarios bien puestos. Unas mujeres africanas: más allá de la jovialidad aparente. Mi tía no era como el resto de sus hermanas, más bien house niggers. Mi tía Vicenta era una mezcla de Manu Chao, Dead Prezz, Mista O, Pablo Hasél, La polla Records, Mocedades e lsabel Pantoja. Aunque nunca la oí definirse como feminista porque, al igual que la generación de mi madre, creían que el feminismo era algo de «pijas blancas pequeñoburguesas», su disciplina tenía siempre un lado de insurgencia contra el patriarcado y el machismo.

Una vez en el supermercado noté que todos, especialmente los hombres, miraban a mi tía. Al llegar la caja para pagar, un guardia jurado blanco musculoso se puso muy simpático, más bien baboso, mientras Pablo y yo cargábamos la comida en las bolsas. Nuestra tía solo sonreía. De repente el tipo, que trataba de ligar, le dijo: «Mulata, estás muy hermosa. Eres muy exótica. ¿De dónde eres?». Entonces mi tía reaccionó soltándole un bofetón que se oyó incluso en Móstoles, ante la mirada anonadada del resto de los clientes, de Pablo y la mía. Entramos a separar creyendo que mi tía se había extralimitado; vamos, que no era para tanto. Los clientes del supermercado, parte de la sociedad racista, querían quitarle hierro al asunto, diciendo que no importaba o «pasa de esa negra loca». Por esta actitud nuestra en ese momento nos ganamos una súper regañina en el coche, y recibimos insultos como tío Tom, y estuvo a punto de castigarnos. Así eran las cosas: nosotros éramos todavía muy house niggers para saber el valor del trato degradante, de subalternidad, de insultos aparentemente inofensivos como «subsahariano», «de color», «mulato» o «exótica». Yo tenía una sensación agridulce de la situación: por un lado, estaba contento y me sentía algo orgulloso porque presencié a una mujer negra defenderse en un espacio de liderazgo tradicionalmente masculino. Por otro lado, la bronca nos iba aguar la fiesta. Tía Vicenta dejó claro que las insurgencias de las mujeres negras tenían valor, que eran competentes, capaces, que sus vidas y sobre todo interpretaciones epistémicas como descolonización del género sí importaban. ¡Joder, fue un subidón! En el coche Pablo y yo queríamos escuchar el álbum completo del clásico de Run DMC, Raising Hill; la cinta nos la había grabado T-7, pero sonaba Bill Withers, con su Lovely Day. ¡Nada! No tuvimos éxito ya que mi tía tomó la palabra en el coche con cara de mala hostia y a ver quién le contradecía: «Tú, exótico es para los animales y cosas, y ni vosotros ni yo somos cosas; ni animales sino personas. ¿Os enteráis?». «Sí, tía». Ella continuó con un término que me acompañará el resto de mi vida y que nunca hasta ese día había oído: «Tío Tom».

«Vosotros, negros tíos Tom, tenéis que aprender a razonar al margen de los estereotipos del [poder] blanco». Se refería a los razonamientos que están fuera de los cánones racistas occidentales y que los negros desde muy pequeños interiorizan y normalizan.52 Por supuesto, mientras mi tía hablaba, Dan asentía con la cabeza. Aquello que dijo mi tía es lo que hoy llaman en la academia «afrocentricidad».

Cuando digo que mi tía Vicenta fue crucial en mi toma de conciencia sobre la visión del negro en la geopolítica mundial y la radicalización de mi generación mujerista-panafricanista, fue porque nos hizo consciente de la violencia del binomio «sexismo y racismo», algo que hoy a pesar de que está en boca de todos, entre otras cosas por la polémica sentencia de La Manada, les sigue pasando hoy a muchas chicas negras en discotecas, parques, trabajo o bares. Esto les pasa a mis hermanas en una discoteca cualquiera de España tal y como denunció Desirée Lobele. ¡Uauu qué alienados estábamos! No fue Esteban Ibarra ni todas esas progres blancas feministas que me hicieron saber que el machismo-racismo en España es estructural. Fue mi tía Vicenta Avoro, de modo que luego cuando fui al instituto y a la universidad sabía cómo enfrentarme a todo ese discurso colonialista sesgado sobre África, los inmigrantes, la negritud e incluso sobre mí mismo. Como sucede en otros casos de mujeres inteligentes y poderosas, no faltó quién la acusara de utilizar artes de hechicería, puesto que mantenía sus tradiciones espirituales y religiosas africanas.

Un día cuando aún no habíamos creado el partido de los Panteras Negras, la sede del club de fans de Public Enemy fue atacada por un grupo terrorista nazi que agredió a Tommy y a otros hermanos. Este grupo nazi llamado Europa Blanca había realizado, además, una pintada de casi cinco metros de alto en la puerta de Alcalá en la avenida Complutense, cerca del parque O’Donnell, a un minuto de la comisaría de policía nacional. Esa pintada decía: «Negros no». Estuvo allí más de dos años. El Ayuntamiento de Alcalá de Henares, que se gastaba el dinero de los contribuyentes en borrar grafitis y perseguir a sus autores, en cambio no hizo nada por borrar las pintadas racistas. Al tiempo salimos una noche con aerosol a borrar esa pintada vergonzosa, tuvimos un encontronazo con los grupos terroristas nazis locales que trataban de impedirlo. Se produjo una discusión con forcejeo, que trascendió a la opinión pública, que como es costumbre se cebó con los jóvenes negros, criminalizándolos. Debido a la opresión del Diario Alcalá algunos miembros de club de fans de Public Enemy salieron a la prensa realizando declaraciones para desmarcarse de la acción en el sentido de que dicho club era pacifista, no violento y que condenaban la violencia, el acto y que nada tenía que ver con la obra de Malcolm X. Una tarde mis primos Pablo, Pacha, Layo, mi hermano Lumumba y yo, antes de quedar con Fermín T-7, fuimos a comer arroz con módica y Abamicono (pescao salao) a casa de tía Vicenta. Esperamos a otro primo, Chaval que debía llegar de Móstoles53, pero finalmente no llegó. Como ya sonaban las tripas, asaltamos sin piedad sobre la olla de módica. Después de la comida esperamos al postre y se lo comentamos. Permaneció callada escuchando sin decir nada, como si esa calma precediera un huracán. Como ya la conocíamos, Layo y yo, nos alejamos por si acaso. Tras limpiarse las manos en el delantal exhaló aire por la nariz, estalló: «Esos son unos traidores y chivatos desleales. ¿Y qué esperáis para echar a esa disidencia de negros tíos Tom?». Le insistí que eran buenos hermanos, que hace tiempo que los conocía, que no era para tanto, pero con esa mirada fulminante mi tía insistió: «Hay que convencer y para convencer hay que estar uno mismo previamente convencido y esos negros de mierda no lo están». Pablo quiso arreglarlo diciendo: pero son universitarios, estudian y además son cultos. «¡Peor me lo pones! ¿desde cuándo los negros cultos o de elite han roto las cadenas de la esclavitud, debéis desconfiar de ese tipo de gente». Se hizo un silencio, nunca había escuchado algo así en mi vida. Esta fue una gran lección para descubrir la importancia de las convicciones como eje central de nuestras vidas y de nuestra gente. Descubrí que la mera simpatía hacia la causa negra, la afroafinidad, no sirve sin eso; lo que mi tía Vicenta estaba diciéndonos es que los negros, en su mayoría, carecen de esta afinidad y la confundimos mucho con la «simpatía».54 Tía Vicenta nos hizo pensar por primera vez en la confrontación dialéctica contra las élites negras. Es en esa adopción de las propuestas del pensamiento hegemónico blanco, aunque no existan alternativas coyunturales que defiendan a las poblaciones negras, que las élites afrodescendientes llegan no para cuestionar el Estado, sino para diluir los procesos reivindicativo de las bases, porque son legítimos aliados del sistema, a pesar de que este persista en hacer creer que con tres celebridades negras, y varias personalidades folklóricas, el Estado racista y criminal puede verse exonerado en la perpetración de sus crímenes de odio. Mi tía Vicenta nos hizo ver que las consecuencias de la repercusión de todas las violencias contra las poblaciones negras tienen como sus mejores aliados sus propias élites, que a cambio de merecer, del sistema instaurado por los opresores, su plato de lentejas y poder cogerse de la mano con los intelectuales blancos, se mantienen en silencio o presentándose con su discurso solapado, plagado de negación, y así conseguir ser aplaudidos por sus vaguedades interpretativas de las coyunturas de la intimación y el aniquilamiento sistemático contra todas las generaciones negras.

Ella marcó, a través de sus relaciones personales y políticas, la toma de conciencia y condicionó mi desprecio por los intelectuales negros tío Tom y su perspicacia. Me hizo ver la importancia de la igualdad de las mujeres y la centralidad de los derechos de las mujeres africanas en los proyectos panafricanistas o nacionalista negro. Su ejemplo sobre la igualdad de género y el papel de las mujeres saturaron sus broncas, conversaciones, discursos y su impacto en la política y evolución del movimiento panafricanista de España.

Tía Vicenta decía que el negro culto fue creado por el opresor para reproducir la opresión. Por ese motivo, el negro no puede simpatizar con su causa y menos desarrollar dicha afinidad, pues las imágenes que recibe de sí mismo desde los tiempos de la esclavitud y el colonialismo le han provocado esa desestructuración psíquica y emocional de la que habló Fanon en Piel negra, mascaras blancas: ha destruido su propia afectividad. No obstante, la destrucción negra no es académica ni educativa. De hecho, mi tía odiaba la frase «creamos escuelas en África» o la típica frase «lo que África necesita es más educación», podías irte al cama sin cenar pizza o tres días sin bajar a la piscina solo por ese tipo de razonamientos, según Tía Vicenta equivalía a decir: «los negros son maleducados o estúpidos, es un insulto a los creadores de las pirámides».55 Tía Vicenta no había pisado una universidad pero su análisis visión y pedagogía era superior a cualquier catedrático. Odiaba profundamente el discurso tradicional del negro pacifista bufón, tipo Steve Urkel, me transmitió que la crisis existencial de la elite negra es colonial. Eso afecta a nuestra identidad y sus índices de violencia que es el único instrumento civilizador; las vidas de los negros no importan, y esta idea ya ha sido elaborada por el poder blanco e interiorizada por el negro mediante el monopolio en el pensamiento, la fe y la pedagogía (Iglesia, bancos, empresa, fútbol, Hollywood, los medios de comunicación, etc.). Tía Vicenta decía que mantenían al negro en la modernidad, pero en estado de esclavitud y secuestro mental. Estas ideas fundamentales, sobre las bases científicas de la colonización mental de la élite negra jamás la hubiera aprendido en ningún máster de universidad, en ambientes machistas y patriarcales, o en tertulias por muy progre que fueran.

Sus palabras aún resuenan en mí y en el mundo de hoy, porque ofrecen la validación y deslegitimidad contra la opresión de las mujeres negras. Aquí está mi evolución política, influencia intelectualmente por las mujeres africanas como mi tía Vicenta. También tía Vicenta fue importante cuando creamos los Panteras Negras y el movimiento panafricanista. No éramos conscientes, ahora sabemos cuánto comprendió la opresión de las mujeres, la pasión y la fuerza con la que apoyó el liderazgo y la liberación de las mujeres africanas. Esto se debió, en gran parte, a la influencia intelectual, a menudo invisible o negada, de estas mujeres negras, cuya influencia hizo que yo ampliara mis ideas sobre la opresión de género, su conciencia y su liberación. Tía Vicenta fue crucial, en segundo lugar, porque el primer local que tuvimos como Panteras Negras fue su peluquería, que la «okupamos» amistosamente por decirlo de alguna manera. Sabíamos que tarde o temprano se enteraría, y el día que pareció por allí de sorpresa, Tomy, Siale y yo casi nos meamos en los pantalones. Se calmó cuando vio ondeando en la entrada el póster de Malcolm X y la bandera Red, Black and Green de Garvey. Lo miró con su mirada fulminante; parecía que iba a romperlo, me abrazó y me besó diciendo: «Ahhh... Creía que erais una piara de negratas fumetas, miedosos tíos Tom». Tía Vicenta en estado puro.

51 Véase Nfubea, A. (2013): Malcolm X y la generación hip-hop.

52 Umar Johnson (2011): Psycho-Academic Holocaust: The Special Education & ADHD Wars Against Black Boys. Prince of Pan-Africanism Publishing. Este libro aborda temas como el movimiento para eliminar la educación pública, el papel de la jerga negra/lenguaje ebónico en el proceso de maleducación, el control psico-farmacéutico del establisment de la salud mental, el mal diagnóstico intencional de los niños negros para obtener beneficios económicos, exámenes obligatorios de graduación en secundaria y el racismo institucional escolar. Es un recorrido por la máquina de educación especial y cómo funciona. También es el primer libro que explora cada uno de los cuatro principales trastornos de conducta perturbadores (TDAH, CD, ODD, DBD-NOS) y cómo estos diagnósticos discriminan pobremente entre los comportamientos normales y anormales entre los varones negros. Una lectura muy poderosa, el holocausto psicoacadémico está escrito para personas comunes con lenguaje cotidiano, y debe ser leído por todos los adultos que se preocupan por el futuro de los jóvenes varones negros en Estados Unidos, la Unión Europea, Gran Bretaña, Canadá y el Caribe. Se ha dedicado un capítulo completo a enseñar a los padres y maestros cómo eliminar conductas desafiantes y disruptivas sin medicamentos químicos. En otro capítulo, titulado «Preguntas frecuentes», brinda a los padres negros, trabajadores sociales juveniles información vital que pueden usar para ayudar a proteger a los hombres afroamericanos del racismo psiquiátrico y el jaquismo educativo jimcrowista. El autor es un doctor en psicología clínica, psicólogo escolar certificado y terapeuta infantil, con más de quince años de experiencia trabajando con niños negros en riesgo. Como experto en diagnóstico educativo, el Dr. Umar trabaja con niños y familias con discapacidades intelectuales, autistas, trastornos emocionales y con discapacidades de aprendizaje. El Dr. Umar tiene la misión de construir un distrito escolar residencial independiente para niños y niñas afroamericanos que han sido abusados académicamente por el sistema público y privado de los Estados Unidos.

53 Juan Zacarías Ebale Ngomo.

54 Aquí «simpatía» se refiere al reconocimiento, cariño y búsqueda de un beneficio, así mismo su militancia está en función del tiempo que tarde en conseguir dicho beneficio. Los artistas y profesionales afros quieren dirigir un movimiento negro sin afinidad, solo desde la simpatía. Dan más importancia a las formas que al objetivo y naturaleza de la lucha negra. Por ello, aprovechándose de las circunstancias, todos los house niggers buscan llegar con el favoritismo, nunca por manu militari (papeles, novia, una visa para Estados Unidos, un buen empleo...). Parte del fracaso de nuestra lucha es que la élite negra carece de afinidad con los cimarrones, mientras que su afinidad, aunque no simpatía es para con el amo. Te piden amistad en las redes sociales, pero no quiere aparecer en ningún kilombo con las redes. Siempre se cuidan de no parecer apoyando causas o ser negros amenazantes y cuando este apoyo se produce públicamente siempre está sujeto a la ambigüedad. Como ser colonizado, el negro busca que otro negro sea el que se sacrifique para, así, ellos acabar en algún partido como diputado, artista en Eurovisión o el amante secreto de un político gay blanco iluminado que no sale del armario. El mecanismo es siempre el mismo: expresarse mediante un lenguaje verbal y corporal extremadamente sumiso, un lenguaje que ya es literatura para seducir al opresor, mediante una prosa consistente en contar su historia afro a partir del relato que no transmita drama ni odio. Hoy se pretende camuflar como etnocultura, cuando es colonialismo. Es lo que mi tía Vicenta Avoro llamaba el «relato del blanco». Esta descontextualización del proceso negro pretende hacernos creer que el blanco es bueno, y que su cultura no es genocida cuando es absolutamente agresiva, y eso se ve en la gesticulación corporal del negro tío Tom. Bailes africanos como el mapale, el tango, la salsa, el merengue, el hip-hop, etc., transmiten sufrimiento esclavista: algo muy diferente a la oralidad normalizadora que pretenden los intelectuales y los artistas africanodescendientes.

55 Alarcón Valencia, Luis Alberto (2013): Curso de formación del espíritu cimarrón. Madrid: FOJA. «Una población que ha sufrido el genocidio eterno, sin embargo, continúa buscando una resolución pacífica de los conflictos desde su propia negación. En la media en que unos eran claros y veraces con el amo y sus estructuras de la plantación, se considera hiriente para el blanco, que pretende siempre minimizar, y restarle valor e importancia al dolor de los negros. El negro nunca debe decirle la verdad al blanco sin fingir que no le odia.»

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