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NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL EN ESPAÑA
Hoy existe una moda muy interesada, por parte de las nuevas generaciones de mujeres negras nacidas durante la era internet y en la de Barack Obama, en manifestar que «somos las primeras en la lucha feminista; aquí nunca hubo referentes». Esta es una idea falsa y falseada, fomentada por los mercados de consumo y profundamente reaccionaria, por no decir tío Tom. En la civilización hispánica, siempre hubo luchas y referentes feministas liderados por mujeres negras; siempre fueron referencia en la emergencia de las artes como el flamenco36 y la cultura de los cuidados, las luchas por los derechos laborales y políticos, incluidos el origen de la lucha LGTB. Es un error pensar que buscar la igualdad es algo exclusivamente blanco y europeo; lo que pasa es que la militancia es diferente. Ya desde la colonia hubo mujeres negras feministas, por ejemplo, en Guinea Ecuatorial y en Marruecos. Tradicionalmente, desde la colonización, las mujeres negras protestaban y reivindicaban sus derechos con canciones, danzas, teatro, en las fincas, en las cocinas, escribían, disparaban, se organizaban y se quejaban por las injusticias basadas en el género. En Guinea Ecuatorial, por ejemplo, teníamos a María Jesús Ayecaba, muy metida en política junto a Acacio Mañe o Enrique Nvó, padres de la independencia.
A continuación, nos aproximaremos a algunas de estas pioneras a modo de ejemplo, en diferentes épocas, y en circunstancias diversas, en los últimos cinco siglos en España, desde el siglo xvi al xx.
2.1 Elena de Céspedes
Hija de esclavizada, nació alrededor de 1546 en Alhama de Granada. Su madre era una negra llamada Francisca Medina y su padre, el amo de esta, Benito Medina, en cuya casa vivió hasta los ocho años. Allí tomó el nombre de la esposa de su padre, Elena de Céspedes, a la que sirvió durante un tiempo y con la que parece ser que mantuvo una estrecha y cordial relación. Con dieciséis años, fue casada con un albañil de Jaén, Cristóbal de Lombardo, quien la abandonó a los pocos meses, no sin antes dejarla embarazada de un niño, llamado también Cristóbal, y al que dejaría en manos de un panadero de Sevilla y del que no volvería a saber nada.
Sola, sin marido, sin padres, Elena marchó a vivir a Granada donde se ganó la vida como tejedora, oficio que había aprendido durante su infancia. De espíritu inquieto, viajó por Granada, Sanlúcar o Arcos de la Frontera. En este ir y venir, dejó de trabajar como tejedora para empezar a ejercer de labradora y pastora. Es entonces cuando inicia su vida como hombre, haciéndose llamar solamente Céspedes. Las revueltas de los moriscos en Granada la llevaron a alistarse como soldado en la compañía de don Luis Ponce de León y marchar a la guerra. Terminada la guerra, en 1570, Céspedes volvió a ejercer como sastre en varios lugares de la geografía española hasta que terminó instalándose en Madrid. Corría el año 1575 y tenía unos treinta años. Allí conoció a un médico con el que entabló amistad y le empezó a enseñar el arte de coser y curar enfermos.
Empezó a trabajar en un hospital de la Corte, de tal fortuna que su fama llegó a oídos del rey Felipe II. Su buena reputación fue la envidia de otros cirujanos, que pronto la acusaron de intrusismo, a pesar de haber ejercido la medicina durante ocho largos años. Elena no se amedrentó ante la amenaza de ser expulsada de su oficio. Marchó a Cuenca, y al haber escrito varios libros de cirugía, así como poseer conocimientos del latín aprobó con relativa celeridad aquellos exámenes, si bien no había recibido educación formal: consiguió la licencia de cirujano o médico. A pesar de que en aquel tiempo ejercía como hombre, en las actas del Santo Oficio que posteriormente la procesaran, consta como cirujana y no como cirujano. Se convertía así en la primera mujer en conseguir esa licencia oficial en España.
Vivía entonces como hombre, conoció a María del Caño, de la que se enamoró y se casó. Lo sorprendente es que nadie se escandalizó de que se casara con otra mujer, sino que una tercera dama, Isabel Ortiz, impidió el enlace arguyendo que Elena/o ya se había comprometido anteriormente con ella. Finalmente se pudo casar con María, con la que vivió unos años de feliz matrimonio hasta que la Inquisición la comenzó a perseguir. Aunque, durante mucho tiempo, fue aceptada como hombre y mujer a la vez, el hecho de que se casara con otra mujer no fue visto con buenos ojos por el Santo Oficio. Al final de un duro proceso, fue condenada a doscientos azotes, y a servir durante veinte años en centros hospitalarios. Lo curioso del caso de Elena de Céspedes es que vivió durante toda su vida como un ser indeterminado. Parece ser que nació con atributos tanto de hombre como de mujer, siendo este último el sexo con el que sus padres decidieron criarla. Pasado el tiempo ella decidiría vivir como hombre, algo que algunos médicos dictaminaron que así fuera. Hasta que se quiso casar por la Iglesia y le llovieron los problemas.
No está claro si fue homosexual, trans o simplemente un hombre atrapado en un cuerpo de mujer. Lo que es cierto es que fue mujer primero y hombre después y en ambas condiciones vivió una vida revolucionaria, inquieta y llena de activismo de enormes desafíos a la concepción patriarcal de la época.37
2.2 Sor Teresa de Chikaba
Teresa Juliana de Santo Domingo, «Chikaba», nació en la actual Ghana y Costa de Marfil hacia 1676, y allí vivió, como parte de la nobleza, princesa real africana, hasta que fue secuestrada y trasladada a España a través de Sao Tomé. A pesar de su sangre real, fue violada y ultrajada, y se la llevó hasta la corte de Carlos II, cuyo monarca la cedió a Antonio Sebastián de Toledo, segundo marqués de Mancera. Este noble, grande de España y virrey de México durante nueve años, era célebre por haber prohijado a sor Juana Inés de la Cruz.38
Desde los diez a los veintisiete años sería una de las esclavas en el palacio de los marqueses de Mancera, y desde los veintisiete hasta su muerte, a los setenta y cuatro años, monja de clausura cuando, tras la muerte de la marquesa, entró como terciaria en el convento dominico de la Penitencia de Salamanca. Víctima de un singular destino. Chikaba se celebra hoy como la primera mujer negra admitida como religiosa en un convento de clausura español y sobre todo como la primera escritora afrohispánica en lengua castellana con poemas en latín de hondo misticismo. Pese a ello y a ser protagonista de un proceso de beatificación en curso, su personalidad permanece en la oscuridad como su piel, si exceptuamos la hagiografía Compendio de la vida ejemplar de la venerable madre Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, publicada en 1752 por Juan Carlos Paniagua, a los cuatro años de su muerte; un silencio, debido en gran parte a la servidumbre ideológica de sus biógrafos; que es la principal fuente para conocer su vida.
2.3 María de la Luz
En el siglo xviii, durante la corte de Carlos IV, la esclavitud, el mayor genocidio de la historia, estaba tan normalizada que entre las familias pudientes existía la costumbre de regalar negros como quien regala una muñeca, con el mayor desprecio a su dignidad. Se los vestía a capricho de los amos, casi se los «disfrazaba» —de ahí la expresión «negros con librea»—. Se compraban muy jóvenes en África, y eran transportados en barcos en condiciones infrahumanas. Las mujeres tenían más valor porque tras ser entregadas a la marinería para satisfacer sus apetitos sexuales, una vez violadas, estas valían dos por uno. Por entonces, los negros en Sevilla representaban el 28 por ciento de la población, una sociedad multicultural, cuyo eco se reflejaba en la cultura popular, en la literatura, en la pintura y sobre todo en el teatro. Escritores, como Quevedo, o pintores como Goya, Murillo, Velázquez, y Juan Pareja, esclavo negro de Velázquez, solían retratarlos en general de forma burlesca como niños grandes, bárbaros y torpes. Por entonces, la duquesa de Alba adoptó a una niña negra, que llamó «María de la Luz». Provenía de Cuba y era hija de esclavos; la llamaban «Niña de Fortuna». Su madre, propiedad de la familia García, en Matanzas, fue capturada en Magulimi (Gambia). Trabajando como criada, no conoció las extenuantes tareas de los negros del campo.39
A principios de 1800, en un viaje a España, fallece el padre de esta. A su llegada a Madrid, el director teatral Manuel Martínez, regala a la duquesa de Alba a la recién nacida «María de la Luz», mientras que su madre pasa al servicio de la Tirana, primera actriz de la compañía teatral, que las adquiere para regalárselas a dos aristócratas que financiaban sus obras. En esta larga travesía su vida se cruza con Hugo de Santillán, mulato claro, hijo de un hacendado dominicano y abogado de pobres en Cádiz. Y la hija adoptada inició una nueva vida en palacio donde tuvo una infancia feliz: el primo de la duquesa, José Álvarez de Toledo, un ilustrado, amante del arte y la música, actuó como un verdadero padre de la pequeña y pagó su formación académica. La duquesa la adoraba; dos retratos de Goya lo atestiguan. En ella se puede ver a la duquesa teniendo en sus brazos a María de la Luz. Y a pesar del racismo institucional y la enorme presión social de entonces, la convirtió en su hija, y cuando murió la hizo una mujer muy rica. Según reza el testamento de puño y letra de la duquesa: «Cuando yo muera, se le ha de dar quince mil reales por una vez, sesenta reales diarios, y tres mil anuales por su vida».
María no podía heredar el título, porque tenía que pasar al pariente de mayor—varón y blanco—, que era un primo segundo de apellido Fitz-James Stuart. Tras una infancia entre la aristocrática y apenas entrada la pubertad, como María de la Luz fue también una mujer libre, intelectual, sexual y políticamente. Gracias al racismo, empezó a tomar conciencia de sí misma y de su delicada situación privilegiada. Pese a ser rica, seguía siendo una negra en España, y no era bienvenida en la Corte. Fue entonces cuando inició una peligrosa búsqueda de sus raíces, y se unió al movimiento abolicionista, alimentado por la burguesía más progresista y un sector pequeño de la Iglesia, por lo que se convirtió en una activista política antiesclavista.40
2.4 Salaria Kea
Otro antecedente fue Salaria Kea que nació en Milledgeville, el 13 de julio de 1913, EE. UU. Fue enfermera y activista afroamericana de ideología comunista, voluntaria de las Brigadas Internacionales, durante la guerra civil española; dedicó su vida a las operaciones en quirófanos del bando republicano. Relato que dejó escrito en su biografía, Una enfermera negra en la España republicana.41 Evocada por el poeta Langston Hughes (1902-1967) como «una delgada muchacha color chocolate», Salaria quedó huérfana en su infancia, cuando su padre, jardinero, murió en extrañas circunstancias. Al igual que el padre de Malcolm X, se sospechaba que fue víctima del Ku Klux Klan. Salaria hizo sus primeros estudios en la Escuela Central y en la West High School (Akron, Ohio). Su deseo de ser enfermera tuvo que superar el rechazo de varios centros debido al color de su piel, hasta que en el verano de 1930 decidió trasladarse a Nueva York. Aquí fue admitida en la Escuela de Formación del Hospital de Harlem, donde se graduó en 1934. Mientras realizaba sus estudios de enfermería entró en contacto con la UNIA, de Amy Jacques Garvey, y el Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA). Tras la invasión de Abisinia por el ejército fascista de Benito Mussolini, Amy Jacques Garvey reunió junto a un grupo de enfermeras material sanitario en ayuda del pueblo etíope; y luego, a raíz del levantamiento militar de julio de 1936 en España, que dio origen a la guerra civil, se unió a la Medical Bureau to Aid Spanish Democracy.
En 1937, llegó a España por la zona catalana, siendo su primer destino el hospital del Palacio de Villa Paz en Saelices (Cuenca). Aquí conoció al que sería luego su marido, Pat O'Reilly (John Paddy), un brigadista irlandés convaleciente de las heridas sufridas mientras luchaba con una unidad de brigadistas británicos. Se casaron en el hospital, aunque luego serían temporalmente separados por la guerra. Salaria prestó auxilio en un hospital de Murcia, que fue habilitado en el antiguo colegio marista de La Merced y en 1935 se convirtió en sede de la Universidad de Murcia. Aunque fue apresada por las tropas franquistas, pudo escapar y salir de España en 1938. Mientras su marido extranjero, pero blanco, pudo conseguir en 1940 el permiso para entrar en Estados Unidos, finalmente nacionalizado, y aceptado en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos destacado en Europa. En cambio, Salaria, pese a ser estadounidense, fue vetada por su pasada militancia comunista y tardó cuatro años más en ser admitida. Ya jubilada dejó descritas las razones de su implicación en la causa republicana española con esta reflexión: «No podía sentarme y dejar que aquello ocurriera. ¡Tenía que ir a ayudar, incluso poniendo en peligro mi vida! Pero tenía que ayudar. ¡Aquel también era mi mundo! Y no podía quedarme quieta y que todo el mundo hiciera lo que quisiera, por malo que fuera. ¡Soy enfermera! Yo veía todos aquellos soldados y todas aquellas personas en España, aquellos niños, sufrir bajo las bombas...».
2.5 Imelda Makole
Nacida en 1888 en Batete, hija de Toasijé y Birama. Creció con Pilar Mokombe, esposa de Juan Sibitá, en Rioché.42 Imelda no era una simple monja como la mayoría de los estudios y libros de la iglesia pretende.
Ella pertenecía a la aristocracia bubi de Batéte en el valle de Moka, residencia habitual de la nobleza, prueba de ello es que fue bautizada a los 16 años en Basilé, el 15 de abril de 1906, mientras cursaba estudios en el internado de las Madres Concepcionistas. Por lo tanto, le eran cercanas tanto la tradición de luchas políticas de resistencia bubis contra la ocupación colonial —encabezó Ësáasi Eweera hasta su muerte en 1904—, como los levantamientos del bötúkku Lubbà (1910), así como los episodios de las matanzas de bubis como castigo por el levantamiento de Batéte (1892) y el levantamiento de Balachá (1910). Acontecimientos que tenía en su memoria y le eran geográficamente cercanos. Estos fueron crímenes contra el derecho de las personas negras, y se enmarcaban en la soberanía del rey Alfonso XII, que consolidó la hegemonía en Guinea a los misioneros claretianos.
Imelda «recibió la llamada de Dios», se entregó a la orden y comenzó a trabajar en ella haciendo las labores más duras reservado solo a las misioneras negras. Machete en mano como bracera, chapeando bosques, cultivando malanga, yuca, ñame, banano y papaya. Después trabajó en el Hospital de Malabo en 1912, y cinco años más tarde se la destina a Rio Muni donde trabajó arduamente como misionera evangelizando a comarcas y pueblos enteros donde el catolicismo era minoritario en comparación con los protestantes.
El día 7 de octubre de 1929 se fundó el Instituto Misioneras Oblatas de María Inmaculada y San José (hoy, Misioneras de María Inmaculada) para religiosas nativas (negras). Esta fue la primera orden u organización religiosa que daba derechos y reconocimiento social por primera vez a las mujeres negras desde la abolición de la esclavitud en 1898 en la provincia española de Cuba. Tuvo el coraje de visionar y luchar para conseguir que, en la España de entonces, las nuncias africanas fuesen tratadas en igualdad de condiciones y no como meras esclavas o sirvientas. La academia española, la historiografía neocolonial guineana, teólogos y las sociedades católicas han intentado invisibilizar a esta mujer, al negar su enorme aportación a la Iglesia Católica.43 Sin evaluar las numerosas actividades sociales, humanitarias y caritativas que realizó, especialmente en lo relativo a la formación de jóvenes religiosas, entre las que figuró la primera misionera nativa negra de esa orden. Makole es importante, pues, fue la primera luchadora reivindicativa negra, activista de carácter feminista que triunfó en España, que cambió drásticamente las condiciones sociales de las mujeres y su estatus, ya que hasta entonces las mujeres negras eran esclavas o sirvientes.
Como recuerda Rosa Riguesa:
Cuando Imelda se levantó, las nuncias negras éramos indígenas, no teníamos derecho alguno y menos a pensión alguna. En cambio, nuestras hermanas blancas tenían reconocidos esos subsidios. Menuda hermandad (RISAS). No éramos conscientes, pero ahora lo pienso vivíamos un racismo y un apartheid determinado por la propia iglesia. Teníamos que cocinar, limpiar, planchar y obedecer al obispo, misioneros, sacerdotes y sobre todo a las propias hermanas: monjas blancas, y al final de todo no teníamos derechos laborales o de ningún tipo, a diferencia del resto de los negros de la colonia habíamos hecho un juramento de obediencia al papa y a Roma, pero seguíamos siendo negras, sujetos coloniales sometidos como el resto a arbitrariedades.44
En plena dictadura de Primo de Rivera, las Misioneras Oblatas supusieron en su día una enorme conquista social que cuestionó el orden racista, hipócrita de las relaciones coloniales emanadas del esclavismo. Imelda, falleció en Nkue Micomisseng, en mayo de 1936 cuya tumba apenas es recordada hoy día, aunque en la ciudad de Batéte, se le levantó un monumento.
2.6 Montserrat Sañaba
Nació en Luba (1918-1980), Guinea Ecuatorial, mujer de etnia bubi. Tras la guerra realizó el Servicio Social de la Mujer. Obtuvo una beca para estudiar magisterio en Barcelona siendo una de las primeras mujeres negras española en dedicarse a la docencia tras el final de la guerra civil en los años cuarenta del pasado siglo. Durante la provincialización en Guinea, ocupó un cargo en la Sección Femenina de Falange Española que llegó a tener un poder monopolístico al constituir el único órgano femenino de encuadramiento y acción que existía en la dictadura en el franquismo.
Fue delegada de Gobierno durante los primeros años de la independencia y siguió defendiendo los derechos de las mujeres, lo cual tuvo como consecuencia su enemistad con los dirigentes masculinos. Fue alcaldesa de San Fernando-Ela Nguema, y en todos sus intentos reformadores (intentó incorporar al currículum educativo todo lo referente a los derechos de las mujeres) se encontró con la incomprensión y a veces con una firme oposición de sus coetáneos.
Esta situación la llevó a tener claros enfrentamientos con la sociedad patriarcal dominante de la década de 1960. Ante el régimen de Francisco Macías Nguema, tuvo que dejar su Guinea natal y emprender el camino del exilio político. Llegó a Barcelona, donde consiguió el estatus de refugiada política. Poco después se convirtió en líder comunitaria y dirigente de la lucha por las libertades y la supervivencia de la comunidad guineana instalada de Cataluña. Fue un referente en unos años muy duros, en los que Guinea era «materia reservada» y se silenciaba en los medios la situación en el país africano. Además, en aquellos momentos, la comunidad guineana quedó aislada de sus familias, amistades y parientes, a causa de la ruptura de relaciones entre el Gobierno de Macías y el de la antigua metrópoli. Durante todos estos años, Montserrat fue un referente para los exiliados, continuó luchando por los derechos de las mujeres y para difundir y hacer efectivo el derecho a la educación de las mujeres. Después del golpe de estado de Obiang en 1979, regresó a Guinea. Fallece en 1980.45
36 Véase la participación de Abuy Nfubea en el largometraje Gurumbe, del cineasta Miguel Ángel Rosales (2017); este filme fue nominado a los premios Goya 2018.
37 Márquez, Vicenta María: Mujeres pensadoras. místicas, científicas y heterodoxas (biografías).
38 Elvira M. Melián. Chikaba, la primera monja negra en el sistema esclavista finisecular español del siglo XVII.
39 Véase Malcolm X: House Negro vs Field Negro, en discursos a la juventud cuya propuesta teórica fue desarrollada por Malcolm X en La voz de un hombre negro en ediciones Txalaparta, con prefacio de Iñaki Egaña, o también Abuy Nfubea en Malcolm X y la generación hip-hop.
40 Posadas, Carmen (2016): La hija de Cayetana. Madrid: Editorial Espasa.
41 Simkin, John (1997): «Salaria Kea», Spartacus-educational. Véase también conferencia del autor con Cristina Fallarás en el homenaje a la II República, Barcelona, mayo de 2019.
42 Canals Casas (1988): Una presencia de la Iglesia en África: misioneras de María Inmaculada. Barcelona: Claret, Barcelona, p. 13.
43 Enema Nsang, Marcelo (2009): La herencia de Imelda Makole. Madrid: Castellano.
44 Entrevista con Rosa Riguesa, exmonja, 2008, Villaverde, Madrid.
45 Institut Català de les Dones (enlace roto, disponible en Internet Archive; véase el historial y la última versión), con la autorización del Institut Català de les Dones.