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El helicóptero con sistema de invisibilidad denominado Black-Ghost se encontraba cerca del sitio solicitado por la Central Norte. Había una ligera turbulencia en el transporte acompañada de una profunda tensión. Nadie a bordo hablaba, algunos mantenían sus miradas fijas en sus rifles mientras otros pulían sus cuchillos.
—¡Prepárense! —rompió el silencio la Teniente Wells desde el asiento del copiloto—. ¡El sitio está a cinco minutos!
La tripulación en la parte trasera asintió ante la orden y comenzaron a recargar sus rifles y colocarse los micrófonos en sus oídos. Los cinco individuos abordo integraban el Escuadrón Beta, bajo la autoridad militar de la Teniente Naomi Destry Wells.
Enseñada en las artes de defensa desde los siete años y subiendo de rango militar conforme dominaba las tácticas en los campos de batalla y simulacros. A sus cuarenta y cuatro años, la Teniente se mantenía activa en las operaciones militares especiales, en especial aquellas que terminaban en asesinatos. Siempre y cuando fuesen verificadas por la única persona a quien obedecía.
Su escuadrón consistía en soldados o agentes especialistas en el combate defensivo y manejo de armas. Entre ellos se encontraban: el rastreador Karl, el analista Adam, la piloto Rosa y el Sargento Sam, éste último era el segundo al mando. Ninguno tenía registrado los apellidos por ser agentes inexistentes en territorio americano.
Sus misiones consistían en asesinar a los forasteros ilegales con absoluta discreción. Borrar la evidencia y desaparecer del radar civil o político. Tenían prohibido ofrecer piedad. Contaban con derecho a una vida social y ni así se lo acreditaban por encontrarse en una guerra que tarde o temprano estallaría. Los cinco se regían conforme a las reglas de la Central Norte, convirtiéndose en Los Desalmados, seudónimo elegido por sus enemigos.
—¡Central Norte solicita su atención! —informó Rosa con su acento bien marcado.
La Teniente Wells tomó el radio y se levantó del asiento para dirigirse a la parte de atrás. Los soldados residían en completa firmeza y profunda concentración. Miraban por las puertas abiertas algunas estrellas brillantes esparcidas en el cielo negro.
Era un escenario magnífico de presenciar y a la vez un símbolo de esperanza, un sentimiento extinguido de las últimas décadas.
—¡Comprendido, lo interceptaremos en dos minutos! —pronunció Naomi, alistándose para la batalla.
—¡Deberíamos verlos! —declaró Karl mientras revisaba el radar en su computadora— ¡Estamos justo en el perímetro como Central Norte especificó!
—¡Yo tampoco veo nada! —compartió Sam esparciendo la ansiedad.
—¡Pueden estar usando un escudo de invisibilidad como nosotros! —Informó Adam.
—¡Imposible, sus sistemas se dañaron durante la brecha! —aseguró Naomi—. Además, están en la mira.
Al mencionar lo último todos giraron en la dirección contraria de la Teniente, logrando observar un pequeño vehículo quemándose en el cielo negro.
La aeronave iba descendiendo a una velocidad tan extrema por lo que el impacto sucedería en cuestión de segundos.
—¡Central Norte, hemos ubicado el vehículo ilegal y estamos por iniciar el exterminio! —Confirmó Naomi.
—Al ritmo que va no quedará nada —comentó Rosa.
—No estés tan segura —corrigió Adam—, acaban de activar las capsulas de emergencia
—¿Cuántas se activaron?
—Tres de cuatro registrados, Teniente —declaró el rastreador.
Naomi observó a su alrededor y asintió a la piloto para seguir con el plan; después tomó un rifle y dirigió algunas palabras a su tripulación.
—Escuchen, hasta hoy no hemos tenido ningún fracaso y espero que continúe así, estos forasteros vienen armados y eso los hace peligrosos. Hagan lo necesario para que ninguno de estos malditos sobreviva. La seguridad de este planeta depende de nosotros, así que espero que sigan dando lo mejor como siempre lo han dado.
Su escuadrón la saludó en señal de aprobación.
—¡Aterrizamos en treinta segundos! —interrumpió Rosa ejerciendo presión a la rígida palanca— ¡Sujétense, el descenso va a ser duro!
El Black-Ghost descendió en un eje vertical dentro del área marcada por la Central Norte. El sitio estaba conformado por varios edificios en ruinas, charcos de agua estancada, botes de basura, papeles regados, plásticos rotos, lodo por doquier y una pésima iluminación artificial ante el constante parpadeo de los focos.
—Creo que hemos estado en peores situaciones —expresó Sam siendo el primero en bajar, seguido por Karl y la Teniente, quedándose por el momento Adam por priorizar la descarga de los planos sobre el terreno de esta cacería.
—¡Muchachos! —llamó Rosa con preocupación—, el tanque del combustible bajo más de lo esperado, tendré que quedarme a revisarlo, puede que haya una fuga.
—Eso explicaría porque el modo de invisibilidad se ha deteriorado, podría estar tomándolo del combustible y eso lo explicaría —agregó Adam.
—Tendría sentido pero quizás no cargaron bien la batería, de una u otra forma debo averiguar antes de volver al aire.
—En ese caso, Adam permanece con Rosa y mándanos reportes por la frecuencia privada —Adam asintió—, Karl toma el franco derecho, Sam ve por el izquierdo; yo optaré recto hacia el sitio del impacto. Lo más probable es que al menos uno de los forasteros se encuentre resguardando la nave o lo que quede de esta.
—Teniente —interrumpió Adam—, están bloqueando el radar, no puedo ubicarlos.
—¿Cuánto tomará?
—Si se trata del clásico virus, cinco minutos.
—Que sean tres —ordenó la Teniente.
Naomi sacó su computador portátil y se metió en un edificio caído. Adam comenzó a maniobrar el sistema para desactivar las defensas de los buscados; aunque le resultaba una tarea imposible por la incuestionada inmunidad foránea.
Rosa se agachó y se metió por debajo del Black-Ghost encontrando una pequeña abertura en el canal del combustible. Éste goteaba hasta el grado de necesitarse un parche metálico. Siendo su día de suerte, clavos y metales abundaban a su alrededor.
—Encontré la falla —comunicó Rosa—. Vamos a necesitar más combustible
—Rosa, no uses está frecuencia al menos que sea algo relevante.
—Lo es Teniente —reiteró la piloto.
—Sólo resuelve el inconveniente —indicó Naomi—. Karl, Sam ¿han encontrado algo?
—Estoy siguiendo un rastro de sangre, supongo están escondiéndose entre la chatarra. Descuide Teniente, no se esconderán por mucho.
—Actúa con cautela Karl —instruyó Naomi—. Sam ¿alguna novedad?
Naomi permaneció a media distancia de la zona de impacto por la falta de contestación de su compañero. Creyó escuchar unos pasos detrás y volteó rápidamente levantando el rifle para disparar, pero sólo se trataba de una rata.
Los sonidos de los grillos no ayudaban en lo mínimo, sólo le ocasionaban una distracción en su concentración.
—Sam, sigo esperando tu confirmación.
No hubo señal alguna, el computador portátil seguía sin detectar ondas de movimientos por los forasteros, nada.
—Adam, tanto el computador como la frecuencia de Sam no funcionan.
—Intentan ingresar a nuestras transmisiones —respondió Adam—. Teniente, la amenaza viene del sitio del impacto, es un tipo de señal codificada, no tenía idea de que tal magnitud existiese.
—No por mucho.
Naomi salió de las ruinas y caminó entre el suelo infestado de basura, apagó su lámpara y disminuyó su ritmo mientras se acercaba. De repente su oído izquierdo detectó disparos, se acordó de Sam y marcó de nuevo a su frecuencia para averiguar.
—¡Sam, contesta! ¡Te encuentras bien!
La señal cobró vida.
—Uno menos, Teniente —declaró.
—¡Por qué carajos no contestabas Sargento!
—Perdone Teniente, el humanoide me había colocado una trampa, tuve que apagar la radio para no revelar mi posición.
—Deshazte de la evidencia y no uses ese término, no sabemos qué tan segura sea esta frecuencia.
—Cien por ciento segura y poseo los datos para comprobarlo —intervino Adam.
—Aquí, rastreador —interfirió Karl— encontré al segundo, está muy malherido, es una lástima, esperaba algo de combate —se escuchó un disparo—. Supongo que el Sargento fue el suertudo.
—No te agüites compañero, todavía queda un tercero.
—Mucha precaución con ese —intervino Adam.
—Reúnanse conmigo al sitio de impacto —ordenó la Teniente—, lo necesitamos vivo para cuestionarlo.
—Vamos hacia allá, entendido y fuera —replicaron en sintonía.
Naomi continuó con extrema precaución observando con detenimiento a su alrededor, una distracción podría costarle la misión. Largos años de estar a cargo de estas ejecuciones clandestinas la mantenían en estado de alerta por los factores impredecibles. No sentía remordimiento por matar a esta clase de seres extraños, las acciones eran necesarias y justificadas. De hecho le eran mucho más fácil que cuando sus objetivos eran humanos, si es que a los terroristas o psicópatas pudiese llamárseles de ese modo.
—Teniente —llamó Adam por la línea—, acaba de desactivar el escudo, el extranjero parece estar apuntando hacia su dirección.
—Lo más probable es que haya escuchado la transmisión.
—Sugiero que espere a los muchachos.
—Gracias Adam.
—¿No los va a esperar verdad?
—No, Naomi fuera —apagó la radio.
Observó el humo de la nave estrellada al lado de una sombra proyectada por la luz de las llamas. Debía primero atravesar por una muralla de cemento malgastado.
Tras analizar minuciosamente la pared gruesa, alzó su rifle conforme se agachaba para cruzar por un hoyo que conectaba al otro lado. Al sacar su rostro, se encontró con el forastero a unos metros de distancia.
La Teniente notó moretones negros en su piel con un líquido gris y morado escurriendo de su boca, nariz y oídos. A primera vista no la sorprendió, podría decirse que ya estaba acostumbrada a verlos.
—He estado esperando este día con anticipación estimada Teniente Naomi Destry Wells del Escuadrón Beta —anunció el forastero con una complexión tosca—. Como usted bien conoce, el desempeño de los Desalmados es reconocido por la Legión Suprema.
—¡Y nomás no aprenden! —apuntó Naomi con su rifle—. ¿Por qué insisten en venir? Este no es su planeta.
—Ni el de ustedes —la miró con detenida curiosidad—. Una mujer con sus habilidades no debería estar en contra sino con nosotros.
—A eso han venido ¿a reclutarme?
—Sólo soy el mensajero.
Naomi sostuvo el arma apuntando a la cabeza del forastero sin temblor alguno entre sus manos. Tantos pensamientos la ponían a cuestionar mas no los reflejaba. Los tratos entre humanoides y Replicantes eran escasos y por experiencia, siempre concluían mal.
—¡Danos el mensaje antes de matarte! —amenazó Karl acompañado de Sam, quienes se colocaron en las esquinas para bloquearle las rutas de escape.
—El inicio del fin ha llegado—mencionó con una sonrisa—. Él destrozará en días lo que ustedes retrasaron por años.
Los agentes se miraron entre sí por unos segundos regresando su enfoque al mensajero.
—¡A quién te refieres con él! —reclamó Naomi, bajando el arma y dando un paso adelante para escuchar con suma atención.
—Executor —pronunció el nombre con intensidad seguido de una carcajada malévola.
Los tres agentes se desconcentraron por unos segundos ante aquella siniestra referencia. En eso el mensajero reflejó ser más de lo que aparentaba y diseñó al instante un arma para asesinarlos, pero antes de poder lograrlo, le pegaron un balazo en su cabeza.
Tras caer muerto al suelo, Karl se acercó y le dio dos tiros de gracia hacia su cráneo, sólo para asegurarse. Sam sacó el lanzallamas de su mochila y le prendió fuego a los cadáveres, borrándolos del mapa.
Naomi, quien se había golpeado la espalda, se levantó del piso rocoso después de haberse tirado para protegerse de los disparos. Descubrió el artefacto bloqueador del mensajero y lo arrojó al fuego. Los tres revisaron cada rincón sin encontrar nada más.
Naomi se sentó en una pila de cartones para meditar sobre el nombre mencionado. Los compañeros notaron la tensión y decidieron comentar al respecto.
—No deberíamos preocuparnos ¡es mentira! lo dijo para sacarnos de nuestras casillas, y por poco lo logra —comentó Karl.
—Es imposible que ingrese, el Sensor está preparado para detectar su esencia, esta cosa sabe que sería un suicidio si decide cruzarlo —compartió Sam.
—No lo hará —reiteró Karl.
—Observas este cuerpo carbonizado —señalo Naomi—, si este simple humaliedroide pudo, entonces Executor también puede.
—De igual forma el Sensor lo debilitará y nosotros estaremos listos, lo repito de nuevo, sería un suicidio de su parte pero por mí, que venga. Estaré esperándolo con gusto para cortarle la cabeza —aseguró Karl.
—Debo reportarlo en persona con el Comandante y de inmediato.
Naomi, Karl y Sam se encaminaron hacia el Black-Ghost, ignorando un elemento esencial que se ocultaba dentro de la nave en llamas.
De vuelta al helicóptero, Rosa revisaba el parche, analizando que estuviese adherido correctamente para no desprenderse durante el ascenso.
—Puedes dejar a un lado tu juguete y echarme una mano —replicó Rosa.
—¿Cuál de los dos juguetes te refieres? —bromeó Adam con descaro.
—¡Eres un cerdo Adam! Sólo ven y ayúdame y ni se te ocurra tocarme.
Resulta que en el compartimento trasero quedaba todavía un bote de combustible para una emergencia como esta. Durante el vaciado, Rosa se cercioró de que el tubo no continuara goteando. Tras un proceso exitoso, ambos se recargaron en el Black-Ghost, esperando al resto del escuadrón.
—¿Cómo fue que terminaste piloteando el Black-Ghost?
—Vinieron por mí, después de haber demostrado algunas maniobras evasivas no permitidas en la ciudad de México.
—No puedo creerlo ¡fuiste tú! Creí que te habían encarcelado.
—Así fue, sólo duré unos cuantos días hasta que el Comandante vino a reclutarme.
—¡Tanto tiempo con nosotros! ¿por qué nunca lo mencionaste?
—Porque nadie me lo había preguntado.
—Esto es una mierda —cambiando el tema—, ya olvidé la última vez en que nomás fuera a un trabajo común y corriente, comerme una hamburguesa, ver series y desvelarme hasta la madrugada sin ser interrumpido por simulacros o misiones de última hora.
—Siempre puedes regresar a ese estilo, sólo es cuestión de renunciar y pegarte un balazo en la cabeza si les quieres ahorrar el trabajo.
—Ja, que graciosa —tornándose serio—. Me temo que cuando presientes el futuro, como que te forjas una responsabilidad por detenerlo.
—Me gusta cuando estás en esa actitud madura.
—Tenemos tres minutos —susurró—, de qué podemos, podemos.
—Cambié de opinión —golpeó el brazo de su compañero.
Ambos escucharon pasos, no se alarmaron a primera instancia pues supusieron se trataban de sus compañeros. De igual forma decidieron estar preparados al recurrir a sus pistolas.
—Rosa —llamó la Teniente— ve encendiendo el motor, debemos regresar a la Central Norte y en lo más pronto posible.
—Sólo amárrense bien, no me gustaría que alguien saliera volando.
—Lo peor del caso es que no bromea —comentó Adam.
—Nunca lo hago —sonrió con malicia.
Antes de que alguno pudiese quejarse, Rosa aceleró de tal grado que todos se llevaron un tremendo susto al no poder abrocharse los cinturones a la primera de tan rápido que había sido el maldito ascenso.
A la velocidad que iba, fue sólo cuestión de segundos para que el Black-Ghost desapareciera de la zona de impacto cuya evidencia ya no representaba peligro alguno tras haber sido consumida por el incesante fuego.