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I

Posteriormente de la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno descubrió el poder de la autodestrucción en las bombas nucleares. Sintiendo el terrible futuro de una posible extinción por causa de una Guerra Termonuclear, decidió poner en marcha un programa de contención.

Esta primera medida se oficializó con la operación Subsistencia la cual consistió en la creación de catacumbas ocultas por debajo de la Tierra, esto con el objetivo de asegurar la existencia humana en caso de un suceso irreversible.

Con el transcurso del tiempo y el avance de la tecnología, estas construcciones adoptaron un diseño tecnológicamente urbano, convirtiéndose en las primeras y únicas ciudades subterráneas de las cuales terminaron referenciándose como CISP: Conurbación Industrial Subterránea del Pacifico.

Siendo esto insuficiente, el programa evolucionó hasta consolidarse como un Sistema de Contención Mundial reconocido solamente por una minoría selecta. En su proceso lograron frenar la tensión de guerra al proporcionar alternativas mediante un reacomodo en los sectores conflictivos y sobrepoblados.

Hoy en día la estabilidad entre las naciones se encontraba siendo amenazada por fuerzas externas indiferentes a la realidad humana. El Sensor, un escudo invisible en forma de red global e integrada con la tecnología más poderosa, había sido activado para resguardar al planeta de dicha intrusión.

Desde su activación nadie podía entrar o salir, a excepción de aquellos que siempre encontraban la manera de burlarlo con la finalidad de causar un daño irreversible.

Para evitar este tipo de entradas ilegales, se crearon varias centrales especializadas con recursos de máximo alcance en comunicaciones, el personal efectivo y un gran catálogo de armas para contener esta clase de situaciones inexistentes para el resto del mundo.

Una de estas era la Central Replicante de Infiltrados del Norte, referida sencillamente como Central Norte por cada uno de sus miembros.

La Central Norte consistía en una división desconocida por los gobiernos incluyéndose a las Naciones Unidas. Sólo unos cuantos sabían de su existencia y a éstos se les llamaban los Infiltrados, contactos situados en los distintos países con cargos esenciales para influenciar a las autoridades gubernamentales en caso de emergencias extraoficiales.

Las instalaciones clandestinas se ubicaban en la costa de Oregón en Estados Unidos; cerca del mar para navegar con libertad o volar sin ser detectados. Compuesto por un equipo de diez personas y bajo la dirección del Comandante Hawthome.

La estructura se clasificaba en cuatro departamentos: Análisis de la Información a cargo de Gale Morris y Ezra Lloyd; Tácticas y Operaciones por Jed Lowell y Keene Miles; Armas, Transportes y Suplementos administrado por Leith Olin y Nathan Orson; y por último, Monitoreo y Seguridad del Noroeste por Sharon Bagley y Myra Wimund.

Cada uno de ellos le respondía al Comandante Hawthome, en caso de su ausencia, la agente Idelle Paddock tomaba el control por ser su mano derecha y la segunda al mando.

Más que una asistente, contaba con un sobresaliente entrenamiento militar y una amplia experiencia en misiones de encubierta. Por ese impresionante currículo en conjunto con sus operativos en el campo, fue la candidata perfecta para hacerle compañía al Comandante.

—¿Qué harás en la noche? —Sonsacó Sharon.

—Trabajar —contestó Myra verificando el monitor mientras estiraba sus brazos.

—¿Y eso?

—Me pidieron revisar hasta el más mínimo detalle de la toma de posesión de nuestro nuevo presidente.

—¿Ya es un hecho?

—Ah sí —haciéndose la desinteresada.

—¡Pero todavía no se ha arreglado la impugnación!

—La democracia es una herramienta de dos filos.

—El público no lo respalda, siguen bajo la influencia del opositor.

Ambas miraron varias imágenes donde miles de personas le abucheaban, hacían manifestaciones en su contra, quemaban la propaganda y hacían comentarios intensos en las redes sociales.

—No depende de ellos —aseguró Myra.

—Y a todo eso ¿cómo es que te asignaron un evento presidencial?

—Una que no se la pasa roncando mientras pretende trabajar.

—Hey no pretendo —corrigió Sharon con desfachatez—, sólo no trabajo.

Ambas se rieron.

—¿Qué sería de nosotras si tuviésemos una vida común?

—La tuvimos ¿qué acaso ya diste el viejazo?

Myra medio se rió.

—Siento que ha pasado mucho, no sé, quizás y sí.

—Hey, no tengo nada que hacer realmente, me quedaré a ayudarte.

—Eso sería genial Sharon, gracias.

—Prometo no roncar.

—Bueno, ya es ganancia.

La mayoría de los miembros no tenían familia, no hijos, no casados ni vida social afuera de la Central Norte. Siempre adheridos a su área de especialidad; en este caso, examinando las redes sociales o monitoreando los medios del territorio correspondido. Incluso atentos a cualquier tipo de anomalía en los radares o información filtrada.

—¿No me vas a decir? —Insistió Sharon.

—Es cuestión de que leas entre líneas.

—¡Ja! Nunca has leído un libro.

—Si lo he leído, el que no lo termine es otra cosa.

Sharon simplemente se rio ante el comentario y se encaminó al pasillo situado afuera del departamento de Monitoreo y Seguridad. Se recargó en el barandal observando a sus compañeros laborar en una amplia plataforma rectangular fragmentada por sus respectivos oficios.

Ezra y Gale habían recibido una invitación esencial cuyo propósito consistía en contribuir con algunas sugerencias para remediar la mala recepción de los votantes hacia el presidente electo. Este par de mentes prominentes nunca tendían a cuestionar los motivos detrás de su trabajo. De forma concisa seguían las órdenes al pie de la letra sin atreverse a profundizar en ciertas medidas extremas.

—¡Dios mío! —exclamó Gale— ¡Realizaran una marcha nacional para evitar que el presidente electo tome el poder!

—¿Dé cuántas personas?

—Cerca del millón, si esto no se equivoca.

—Eso sigue afectando la credibilidad de las encuestas —indagó Ezra con una pizca de preocupación.

—Nadie cree en ellas.

—Cierto, pero aun así debemos remover ese resentimiento.

—Sharon puede desacreditar a los medios, noticias falsas.

—En parte, el truco aquí es cambiar la jugada y con delicadeza.

—Estás pensando negativo más negativo igual a positivo.

—Exacto, coméntale a Myra que invite a los ilegales, a toda clase de izquierdistas o derechistas y cualquier organización que se le venga en mente, vamos a disolver el propósito principal de la marcha.

—Eso no cambiará la tendencia pública, no mientras el insurgente tenga voz e influencia.

—Olvídate de la Hiena, quizás optemos por una imagen coloquial.

—¡Lo tengo! Convoquemos a que el partido realice marchas de beneficencias encabezadas por el nuevo presidente, de este modo la gente le prestará mejor atención y podría sensibilizarse tras tensionarse con el caótico tumulto que sembremos.

—¡Ya estás! infórmaselo a las muchachas mientras redacto el planteamiento.

Del entusiasmo, Gale brincó de la silla chocando con Jed.

—Perdona.

—Ya qué.

Gale siguió su rumbo mientras Jed se reunía con Keene para consultar algunas alternativas de mantenerse invisibles ante el radar civil.

—Casi te besabas con tu hombre.

—Cállate Keene, se la pueden creer.

—Ándale, bigote con bigote.

—Madura.

—Ya sal del clóset.

—Prefiero seguir adentro.

—¡Oh matacuras!

—Concéntrate Keene, necesitamos plantear una especie de brisa o un aparato que afecte los dispositivos electrónicos de los civiles. Dañar la autenticidad de aquel video fue brutal. No podemos permitir otro incidente de estos.

—Lo que sugieres no está en nuestras manos, eso depende de Leith y Nathan.

—Bien, se lo pediremos.

Jed miró a Keene estirar sus piernas en el escritorio sin mostrar iniciativa alguna de acompañarle.

—¡Qué!

—No te molestes, yo me encargo.

Jed caminó hasta detenerse con Leith y Nathan quienes revisaban los mecanismos de disparo de un prototipo de metralleta.

—¡Hey Jed! ¡Qué te trae en esta esquina!

—¿De verdad Nathan?

—¿Andas de rabiosa?

—Veo que Keene te pegó su mal sentido del humor.

—Me pegó otra cosa pero tú ya sabes

—¡Por favor! ¡Ya déjense de estas estupideces! ¡Ya vamos para un mes!

Leith no pudo contenerse de la risa, le encantaba ver cómo hacían fastidiar a Jed con el mismo humor. Día a día nunca fallaba.

—¡Ya, ya pues! ¿A qué viniste?

—Sólo necesito seas franco conmigo y me digas sin rodeos sí corremos un gran peligro en hacer las pruebas aquí.

—Estamos usando balas de salva —contestó Nathan con la misma firmeza con la que había iniciado este proyecto desde el primer día.

—No viniste a charlar de los gajes de oficio con Nathan —directo al grano— ¿Qué necesitas?

—Hola Leith —lo saludó con firmeza—. Keene y yo queríamos ver si podían diseñar una bomba de estática. Ya sabes, un virus de mala interferencia que sólo afecté los aparatos electrónicos de los civiles.

—Es bastante complejo lo que pides porque afectaría a todo el equipo electrónico que estuviese expuesto; quizás podamos diseñar un software que recurra a bloquearlos manualmente desde el computador en caso de que al escuadrón se les pase otra vez.

—Estamos trabajando en ello.

—Errar es de humanos —expresó Leith—. Relájate.

De inmediato una alarma se encendió en el departamento de Monitoreo y Seguridad cambiando la neutralidad de la Central Norte hacía un modo evasivo.

—Activa el rastreo local —ordenó Myra.

—Activándose —confirmó Sharon.

El programa se descargó exitosamente como solía suceder siendo cuestión de segundos para correrse su programación.

—Detecto niveles de alta intensidad en el cuadrante zeta.

—¡Cómo es posible! ¡Ese cuadrante está reforzado!

—¿Qué sucede? —les asistió Jed en cuanto deslizó la puerta.

—Ve por el Comandante —pidió Myra con desesperación.

—¡Qué sucede! —interrumpió la agente Paddock con un rostro serio.

—Hay una brecha, necesitamos al Comandante.

—No está disponible ¿ya verificaron la transmisión?

—Ochenta por ciento autentificada —acertó Myra.

—¿En cuánto tiempo atravesará el escudo?

—En quince minutos —pronosticó Sharon— treinta a lo mucho.

Idelle, en su atuendo negro, se tomó unos segundos en medio de la silenciosa tensión.

—Envía al Escuadrón Beta —ordenó a Jed quien asintió a su compañero Keene para que hiciera el contacto—. Intercepta las transmisiones y aísla los sistemas —especificó a las muchachas de monitoreo—. El resto, ya sabe qué hacer.

Idelle se dirigió a su escritorio y comenzó a supervisar el proceso a través de los monitores. Atenta a cada una de las acciones y conversaciones del personal.

Ezra y Gale se encontraban analizando los niveles de intensidad del cuadrante zeta descubriendo que debido a la cercanía del sol, el sistema pudo haber sufrido un cortocircuito causando momentáneamente una abertura para los forasteros de usarla como su ventana de oportunidad.

Sin perder el tiempo comenzaron a buscar alternativas para reforzarlo y calcular la siguiente medida de acción.

Entretanto Keene notificaba a la encargada del Escuadrón Beta mientras Jed reordenaba los planos y realizaba un reporte oficial de la misión con sugerencias y prohibiciones.

En la otra esquina, Leith autorizaba el uso del Black-Ghost, un helicóptero ligeramente motorizado. En cuanto a su compañero Nathan, éste ingresaba a la computadora del transporte para transmitir las claves de autorización. En la descarga descubrió su baja potencia y solicitó a Keene solicitarles que lo recargaran antes de partir puesto que los niveles de energía eran insuficientes para recurrir al modo de invisibilidad.

Todo a su alrededor parecía indicarle malas noticias a Idelle y por ese motivo, decidió comenzar a redactar el informe para entregárselo al Comandante en cuanto pisara la Central Norte. Esperaba y fuese lo más pronto posible porque no había minutos de sobra.

Decadencia

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