Читать книгу Decadencia - Adrian Andrade - Страница 12
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Fue un milagro que el piloto James haya aterrizado el helicóptero; para su suerte, los tres pasajeros habían sobrevivido excepto el desafortunado de Hank quien había salido disparado en el aterrizaje forzoso. Sin olvidarnos de Elder ya que comenzaba a entre abrir los ojos.
El impacto sucedió cerca de una carretera desértica a un lado del redondo gran Mono Lake. El piloto fue el primero en levantarse y salir, mas no pudo sostenerse por mucho porque sufrió un altibajo y azotó en cuanto pisó el exterior.
Marcus se lanzó como el segundo para levantarlo de la tierra caliente y lo recostó cerca de la sombra proporcionada por lo que quedaba del transporte.
Tyson sostenía con más fuerza a Elder por el miedo a dejarlo caer conforme se dirigía a la salida. En cuanto a Theresa, la única mujer, se limpiaba la sangre del rostro con sus prendas. Al parecer, ella había sido la única golpeada por la camilla deslizante.
Algunas botellas de agua lograron mantenerse intactas las cuales fueron tomadas con sumo placer tras el malgaste físico y el intenso calor.
El sol se había puesto agresivo en los últimos años y eso que el Calentamiento Global había sido “controlado” y los huecos en la Capa de Ozono habían sido “cubiertos”. Estas temáticas no formaban parte del trabajo de los tres doctores científicos, sólo muy de vez en cuando la discutían.
Sus especialidades recaían en investigaciones sobrenaturales o de naturaleza alienígena, en este caso: humanoide. Desde temprana edad se habían dedicado al estudio de tales eventos en busca de respuestas y soluciones para respaldar e innovar la tecnología con el uso de la genética. No tanto a las armas biológicas sino al mejoramiento de la calidad humana dentro de su contexto global.
Detectar la nave de Elder no fue difícil gracias a una tecnología compartida con el Ejercito Americano. Ésta revelaba brechas en la atmosfera, niveles de temperatura inusuales en la Capa de Ozono u otros elementos, pero por alguna razón siempre llegaban al sitio de impacto encontrando sólo cenizas o a veces sólo partes en llamas. Como si alguien o un grupo estuviera pendiente de borrar esta clase de evidencia.
El Sector Cero era el único sitio autorizado por una división ultrasecreta dentro del mismo Gobierno Americano, con el objetivo de investigar este tipo de anomalías o especímenes, por tanto, los otros eran unos estafadores laborando de manera no autorizada.
Afortunadamente habían dado con una fuga de información gracias a una persona con la cual no se necesitó de suficiente persuasión sino de un precio imposible de rechazar.
Desconocido e inexistente en los sistemas y bases de información, el Sector Cero fue creado también con el propósito de restringir la evidencia del resto del mundo y encontrar las posibles respuestas sobre los sucesos extraordinarios.
Marcus estuvo presente en la creación de dicho sector, sirviendo como practicante en los primeros años hasta ganarse una reputación favorable. De forma casual fue subiendo de puesto hasta consolidarse como el encargado de las instalaciones.
El Sector Cero se ubicaba enterrado en alguna parte del desierto de Nevada. Nadie en lo absoluto sabía de su existencia, excepto por los que vivían y trabajaban dentro del sitio. Además las temperaturas impredecibles del desierto facilitaban encubrirlo de los radares globales como de cualquier personal no autorizado.
—¡Despierta James! —exigió Marcus.
—¿Qué sucede? —respondió el piloto con la garganta reseca.
—¿Puedes reparar el helicóptero?
—¡Estás ciego! ¡El motor está destrozado!
—¡Debemos encontrar una solución! —interrumpió Tyson— ¡Dónde carajos estamos!
—Cálmese Dr. Finch, por lo menos está la carretera —señaló Theresa.
—El lago me es familiar —agregó Marcus.
—Es el Mono Lake —intervino el piloto—. Si no me equivoco, estamos entre California y Nevada.
—Debemos comunicarnos con el Sector Cero —dijo Marcus reconociendo la zona.
—¡Y cómo lo va a hacer! ¡La radio se averió y el técnico salió volando!
—¡Dr. Finch, respiré hondo —insistió la doctora—, desesperarse no sirve de nada. Debe haber otra forma de transmitir —volteó a mirar a Elder—. El humanoide no sobrevivirá bajo estas condiciones si nos quedamos nomás con los brazos extendidos.
—Podríamos robarnos un carro, pero dejar a las personas en medio del desierto no es ético, pero no nos queda de otra —agregó Marcus.
—Pero no sabemos cuánto tiempo pase para que transite uno, no tenemos un dispositivo para este tipo de emergencias.
James se levantó del suelo tras escuchar la sugerencia de Tyson, acordándose del receptor escondido debajo de los controles de navegación, insertado en secreto para casos como estos. Con prontitud se aventuró a la cabina y lo activó al remover algunas partes del asiento quebrado.
—Problema resuelto —explicó el piloto—, acabo de presionar un botón debajo del volante para transmitir nuestra posición. Si no me equivoco, deben estar en camino.
Los doctores se relajaron y sonrieron por la buena noticia. El piloto James se regresó a la cabina para ponerse a revisar si había otra cosa funcional. Los doctores Marcus y Theresa guardaron distancia al encaminarse al Mono Lake.
El lago le abría viejos recuerdos a su ocupada memoria. Aquellas dos pequeñas islas solían ser usadas para la creación y experimentación de armas eléctricas. Únicamente en la isla derecha yacía un laboratorio a cargo de producir productos para una futura guerra mundial.
Los militares americanos creían que otra guerra podría desatarse en cualquier momento y ante la paranoia, se dedicaron a evolucionar la tecnología en el armamento para proteger a la Nación mientras que en la isla izquierda, los ambientalistas manifestaban que la Madre Naturaleza sería la que se rebelaría primero contra los humanos consumiéndolos en caos y destrucción a través de sus fenómenos naturales. De una u otra, la innovación de armas fue aprobada en una reunión privada como solían suceder.
Estas dos islas centrales representaban ruinas por causa de una bomba detonada por la inestabilidad magnética. Se trataba del modelo titulado Flash de Metal Eléctrico X referido sencillamente como el FMX.
El FMX era una mini bomba insertada en un misil y disparada desde una bazuca. Este misil explotaba en miles de chispas eléctricas provocando el malfuncionamiento computacional de cualquier transporte aéreo.
Los controles de navegación dejaban de funcionar porque las chispas absorbían toda la electricidad del transporte hasta dejarlo en estado muerto. Un efecto parecido al que acababan de experimentar.
—Dr. Berger, y ¿si el misil fue lanzado desde allá? —inquirió Theresa al reconocer la isla derecha.
—Esa isla es puro desastre —certificó Marcus—. Desde el accidente se abandonó el proyecto y se guardó todo. El artefacto a cuál se refiere se encuentra sellado en otro lugar. Además Hank mencionó que la descarga vino de arriba.
—El FMX —revelando el nombre— crea confusión, altera los sistemas del computador de navegación.
—¿Qué insinúa doctora?
—¡No es ninguna casualidad encontrarnos exactamente en frente de una de las islas manufactureras!
—Si fuera así, entonces ¿por qué no hay nadie intentando capturarnos?
—No lo sé, quizá estén esperando el momento adecuado.
—No poseemos nada importante.
—El humanoide —recordó Theresa.
Marcus recapacitó y corrió al sitio de impacto seguido muy de cerca por Theresa. Al llegar encontraron a Tyson tirado en el suelo y al piloto James con el rostro destrozado por causa de los vidrios incrustados.
Los doctores infirieron que a Tyson lo golpearon con un tubo y al piloto lo estamparon en la ventana de por sí media rota.
Debió haber estado inconsciente para no haber gritado durante la acción, pensó Marcus al revisar al piloto.
—¡Tiene pulso! —dijo la doctora tocando el cuerpo de Tyson.
Marcus comenzó a buscar hasta por debajo de las rocas ¡Vaya ironía! Sólo estuvieron alejados como seis minutos y no se dieron cuenta de la situación. No tenían armas ni un entrenamiento militar para enfrentarse contra una amenaza desconocida. Solamente podían esperar la llegada del equipo de rescate.
Theresa intentó despertar a Tyson para encontrar algunas respuestas pero fue inútil, el golpe a la cabeza había sido fatal por lo que sería incómodo despertarlo con una jaqueca. Enhorabuena la espera no demoró, el helicóptero de emergencia ya venía aterrizando.
—Dr. Berger, disculpe la tardanza —comentó el sargento Randall bajando del transporte de rescate—. Andábamos sobrevolando alrededor intentando encontrarlos hasta que recibimos la señal.
—¡Nomás son tres! —renegó Marcus entre el sonido de las hélices.
—Este transporte es sólo para el uso de rescate por tanto debe de disponer de espacio.
—Sargento como se apellide —refutó Marcus— un grupo de criminales secuestraron a un individuo de suma importancia y necesitamos recuperarlo inmediatamente.
—Dr. Berger, mi recomendación es llevarlos primero al Sector Cero, no contamos con suficientes soldados para entablar una batalla.
—Ese individuo representa una prioridad máxima para la seguridad nacional, si quiere conservar su puesto actual, le recomiendo que haga exactamente lo que le ordeno.
—¿Cuál es el rumbo? —Accedió el Sargento.
—La isla de Paoha —señaló el doctor hacia enfrente suponiendo que la isla derecha sería la más lógica para comenzar a buscar.
Los soldados subieron primero al inconsciente de Tyson, después a la adolorida Theresa y al final a Marcus. El piloto James fue abandonado temporalmente en el desierto. No había tiempo por perder, debían adentrarse a la pequeña isla para recuperar al humanoide, porque su posesión podría equivaler a millones de dólares y también podría garantizar una evolución en la tecnología garantizándole al país la ventaja de ganar una futura guerra mundial o al menos sobrevivir de cualquier ataque terrorista.
—Dr. Berger, la isla está muerta.
—Lo sé Sargento, estuve en la clausura.
Theresa miró a los ojos de Marcus como señal de precaución. Éste se había obsesionado con Elder y por esa obsesión sería capaz de arriesgar las vidas de los rescatistas con tal de tenerlo bajo su poder. Tyson continuaba sin noción del nuevo plan, la doctora trataba de atenderlo más su distracción por recuperar al humanoide era más substancial.
La zona se miraba en ruinas desde el cielo como lo había mencionado el Sargento. Desde el incidente eléctrico nada verde volvió a crecer, la tierra era pura ceniza y lo único en pie eran edificaciones malgastadas.
El helicóptero aterrizó con extrema cautela cerca del lago, sólo descendieron el Dr. Berger, el sargento Randall y el cabo Hudson. El resto del personal permaneció a bordo del transporte el cual guardaba altura en caso de una emergencia imprevista.
De forma sigilosa el Sargento llevó a cabo el reconocimiento del lugar para prevenirse de trampas o ataques sorpresas. El Cabo iba en la retaguardia con sus oídos enfocados hacia los lados por si escuchaba otros pasos aparte del trío. Sin poder ocultar sus nervios, Berger se encontraba justo en medio de los dos como era de anticiparse.
El ambiente era demasiado silencioso, inclusive el lago permanecía inmóvil. Esta escasez de vida había sido causa de la explosión accidental de un misil FMX en procesamiento. Antes de la extinción natural, la isla de Paoha gozaba de un ambiente exótico con exquisita vegetación y abundancia de aves, conejos y ardillas.
El Sargento registró unas huellas entre las cenizas e hizo una señal al Cabo y al Doctor para que estuvieran en alerta. El rastro terminaba cerca de las edificaciones donde solían estudiarse los componentes por separado del FMX y sus posibles alcances como consecuencias.
El trío permaneció en completo silencio al ingresar adentro de la edificación. El lugar se miraba claro por los huecos en el techo. Con discreción caminaron entre los escombros cuidándose de no pisar algunos clavos o tropezarse con las varillas. Encajarse en uno de estos metales regados podría ser bastante doloroso y hasta venenoso.
De repente algo se quebró, el Sargento apuntó directo al sonido, resultando en una falsa alarma. Berger había tirado accidentalmente una lámpara al suelo. El Sargento movió la cara con negatividad y dobló a la izquierda donde sintió pisar una bala.
El Cabo se acercó y tomó la bala para analizar el tipo de arma a la cual pertenecía, la sujetó con sus dedos y dio un sorbo. Hudson poseía capacidades desarrolladas con el tacto y paladar, tocar y probar los objetos le ayudaba a obtener información sobre sus respectivos enemigos.
—Cabo, hábleme.
—La bala fue disparada hace quince o veinte minutos.
—¡Imposible, los hubiéramos escuchado! —interrumpió Berger.
—El arma es diferente, no reconozco los modelos probables porque la bala ha sido alterada, podría tratarse de un prototipo.
—¿Más humanoides? —el Sargento observó a Berger para obtener respuestas.
—Sean lo que sean, ya se marcharon —concluyó el Cabo.
—Será mejor regresar al Sector Cero.
Berger se quedó callado ante la sugerencia del Sargento.
—¡Qué fue eso! —gritó Berger al filtrarse un movimiento al otro lado de la pared quebrada.
—Cabo —el Sargento le dio la señal de colocarse atrás de él.
Los dos soldados colocaron sus armas en frente y se prepararon para invadir. El Sargento se adentró a un laboratorio en donde Elder yacía acostado en una mesa, rodeado de muebles rotos. Hudson miró a las esquinas para neutralizar la posible emboscada.
—¡Despejado! —confirmó el Sargento seguido del Cabo.
Berger notó la luz parpadeante al entrar al laboratorio. La batería de emergencia parecía estar en su mínima capacidad por la escasa iluminación que había. El Sargento inspeccionó el perímetro afuera del laboratorio sin lograr encontrar nada.
—¿Es lo que buscaba? —preguntó el Sargento.
—Sí —respondió Berger con satisfacción.
—¿Por qué lo habrán dejado? —susurró Hudson.
—Será cuestión de interrogarlo —afirmó el Sargento mirando a Elder.
—Lo siento Sargento, pero está fuera de su jurisdicción —notificó Berger—. Ahora llévenselo al helicóptero, antes de que regresen los otros.
—Sí Dr. Berger —asintió enfocándose al Cabo— Hudson.
Hudson hizo un gesto de inconformidad tras comprender la orden. Colocó a Elder en sus hombros y lo cargó todo el camino de regreso al helicóptero, acompañado del Sargento y el Doctor quien no dejaba de apresurarlos.
El viaje hacia el Sector Cero se realizó esta vez sin interrupciones. Marcus y Theresa esperaban con anticipación conocer a Elder, quien adquiría un poco de conciencia. Por otra parte, Tyson comenzó a tocarse la cabeza conforme recuperaba la conciencia.
El personal autorizado del Sector Cero se encontraba preparado para la atención médica y la aplicación de los estudios tanto físicos como psicológicos. Contaban con décadas sin un nuevo espécimen y sobretodo vivo.
Para su desgracia, los primeros trece meses de investigación resultaron en vano, no daban con nuevos datos más que los mismos relacionados a su físico.
En cuanto a los recuerdos, antes de su llegada y lo que pasó en Mono Lake, seguían siendo un absoluto misterio para los tres doctores y como tal eran presionados para hallar las respuestas anexadas a las tragedias climatológicas.
* * *
La habitación retumbó con más fuerza de lo común que Elder se cubrió con las sábanas blancas para tranquilizarse. Los temblores lo ponían nervioso por el miedo de quedar enterrado entre los escombros. Los movimientos de la cama en la oscuridad, le traían sucesos limitados del pasado como pequeñas piezas de un rompecabezas que debían unirse para revelar el gran secreto, aunque todavía había huecos por llenar y piezas por encontrar.
Algo daba por seguro, nunca sabría su pasado previo al choque en el parque. Tan siquiera comenzaba a recordar imágenes sobre lo sucedido en la isla Paoha, pero desde un enfoque distorsionado.
Los diálogos usados durante la sesión en el laboratorio abandonado eran confusos, las palabras inexactas y resumidas en oraciones directas; después su memoria revivía el sofocante y ardiente calor, estando a segundos de ser quemado vivo en la nave. Luego se fusionaba con el rostro de su rescatista, recordando la forma en que mencionaba su nombre con ese acento característico.
¿Quién era él y por qué lo había abandonado? Eran las preguntas con las que cargaba todos los días en su habitación disfrazada de celda.
Entre otros sueños: su mente revivía la caída del helicóptero cerca del Mono Lake, después profundizaba en el laboratorio destrozado, rodeado de varios extraños con rifles a excepción de una mujer cuya presencia le era familiar.
Poco a poco se fueron saliendo en pares cargando bolsas negras. Infiriendo que se trataban de cadáveres. Aquella mujer lo miró con una sensación de melancolía, remordimiento y esperanza. Era difícil deducirse porque esas imágenes eran brevemente insuficientes para captar la total esencia de lo percibido.
Esos dos rostros: las del rescatista y la mujer fueron las únicas impregnadas en su memoria fotográfica esperando volvérselos a encontrar en el camino. Hubiera preferido haber muerto aquél día en lugar de morir en un quirófano siendo testigo de su propia operación. Podía sentirlo acercarse a pesar de no haberse confirmado, aún.
Aparte de escribir sus memorias en un cuaderno, se ponía a dibujar las imágenes soñadas ya que funcionaban como puntos de referencia para tratar de ablandar su mente. Desafortunadamente culminaba por frustrarlo. Por cuestión personal, algunos datos eran reservados para sí solo, una especie de protección también.
Fuera de lo recordado, Elder desconocía el mundo; ignoraba el olor de las flores, el calor tibio del sol, la frescura de los vientos provenientes de las montañas y la suavidad de las hierbas verdes de los campos.
Sus sentimientos consistían en confusión, desorientación y depresión. Había días en que manifestaba brotes de crisis mediante golpes a las paredes hasta sangrarse las manos. En este tipo de casos, los enfermeros llegaban y lo sedaban como se había vuelto costumbre. Posterior del efecto, Elder despertaba suplicándoles que le removieran el chaleco protector.
En cuanto a las sesiones psicológicas, tratamientos y el necesario baño, lo llevaban esposado y vendado hacia las habitaciones selectas. La seguridad del Sector Cero se basaba en la absoluta protección de Elder. Sin excepciones.
Por lo menos, no debía preocuparse por un techo en donde dormir ni trabajar para comer. De forma continua solía despertarse por temblores de los cuales sucedían y en raras ocasiones. Resultaban productos inexplicables de su imaginación.
En sus tiempos libres los cuales abundaban con frecuencia, se quedaba mirando el anochecer mediante la luz filtrada. La habitación tenía unos pequeños ventanales conectados a través de unos túneles hacia la superficie para recibir la luz del sol y a su vez transportarla a su lugar. Una forma eficaz de ahorrar energía y calefacción durante el día. No tan viable para llevar a cabo un escape.
Su dieta consistía en ensaladas, verduras y pescado. Una alimentación exigentemente ligera. Elder no podía comer otros alimentos porque su estómago era muy sensible. Desacostumbrado a comer platillos fuertes.
No tenía horarios fijos, él dormía y se despertaba a la hora que fuera, excepto en los días inesperados de pruebas. En cuanto a su ropa, llevaba puesto pantalones, camisa y calcetines blancos. Cada día vestía de blanco en un escenario de por sí invadidos de tonos blancos. También desconocía los colores primarios y secundarios. Quizás sólo le hacía falta verlos para acordarse.
Un factor positivo era escribir el idioma y comprenderlo en su perfección; pero a pesar de esta habilidad, seguía al pie la prohibición de leer libros. Previsión por parte de los doctores, no fuera que Elder adoptara una idea descabellada e intentara llevarla a cabo.
Existían ideologías sobre las capacidades y reacciones físicas de su cuerpo, miedo de llegar a ser más de lo que se aparentaba. Esas cuestiones provenían de estudios en cuanto a su impresionante genética. Un ADN perfeccionado a comparación de un simple humano.
Aquello daba como beneficios: la sanación rápida, fuerza brutal física y una desenvuelta mentalidad. Elder consistía en un tipo de arma, posiblemente manipulado genéticamente por otros científicos experimentales de gobiernos pasados o hasta rusos.
Los tres doctores procuraban no revelarle los resultados por miedo a darle una razón para rebelarse. Ante esa paranoia surgía la urgencia de Berger por abrirle la cabeza para entrar en directo contacto con su genética, estudiarla y sintetizarla.
Finch no concordaba con esta operación debido a que todavía había mucho por aprender de este humanoide extraordinario de veinte y dos o tres años de edad calculados en aproximación. En cuanto a Menard, ella estaba molesta de tratar constantemente las crisis del humanoide, por lo que concordaba con el plan de Berger para liberarse de este fastidio.
Entre tanto alboroto científico, una mujer se oponía por completo a las teorías formuladas, animando a Elder de seguir luchando. Podría decirse que era la única del sector que lo trataba como un verdadero ser humano. El nombre de la valiente jovencita era Hanna y era la única con quien platicaba en secreto.
Sus actividades consistían en llevarle de comer, acompañarlo a los exámenes y limpiar su celda o habitación bajo la regla de evitar cualquier contacto físico o verbal. Esta clase de cuidados no le molestaba en lo absoluto; al contrario, le daba gusto ser de gran ayuda para el único invitado del Sector Cero.
—¿Cómo te encuentras? —saludó Hanna compartiéndole una bella sonrisa para reanimarlo de un posible mal día.
—Anoche me acordé de cuando estuve en la isla.
Hanna simuló desinterés ante la cámara conforme recogía la basura. Intercambiar palabras era ligeramente aceptable, el objetivo para evitar sospecha radicaba en no mirarse a los ojos. Quedarse quieta frente a frente con éste la pondría a merced de una desagradable expulsión. Suceso del cual no podía darse el lujo, no cuando faltaba mucho por hacer de su parte.
—Cuéntame.
—Es confuso, sólo veo imágenes al azar.
—Tómalo con calma, tienes todo el tiempo del mundo.
—No es cierto.
Hanna sonrió a la pared, tomó el plato todavía con algunos vegetales y lo vació a la bolsa de la basura. No quiso confirmar el presentimiento de Elder, decidió mejor contagiarle de optimismo mediante un gesto amistoso.
—Hanna —llamó Elder.
—¿Qué sucede?
Hanna se detuvo en la puerta sin atreverse a mirar atrás aunque se estuviese muriendo por hacerlo.
—¿Seré acaso un monstruo?
—Absolutamente no, eres el único humano de todos los monstruos que habitan en este lugar.
Hanna pretendió limpiar alrededor de la entrada.
—¿No conoces a alguien más que sea la excepción a tu generalización?
—Si necesitas algo, sólo pídelo.
Hanna cerró la puerta evadiendo la pregunta.
Aquella dulce voz tranquilizaba su encierro ya que era la única con quien podía platicar haciéndolo sentir otro humano más y no como otra rata más de laboratorio.
Cada noche, Elder distraía su odio con los pasos de algunos científicos ambulantes. Le era difícil conciliar el sueño porque sus oídos se habían vuelto más sensibles al entorno, muy probable que haya sido por el espacio limitado. En cuanto a su vista, el exceso del color blanco de las paredes, techos, muebles y vestuarios, provocaba mantener semejantes tonalidades en la oscuridad.
—Otra mañana más Elder —ingresaba Hanna con su perfeccionado desinterés—. Si tan sólo pudieras ver el amanecer.
—Descríbemelo —pidió Elder.
—No sabría cómo empezar.
—Por favor.
Hanna se tomó un largo minuto mientras le colocaba el desayuno. Inclusivo hizo caer uno de los cubiertos para darse tiempo de buscarlo y recogerlo para así explicarle un poco.
—Es como si el mundo volviera a nacer, abandonas el aspecto material y te concentras en esta belleza natural acompañada de una cálida sensación debido al sol. Asimismo te conviertes en testigo de este maravilloso proceso en donde la oscuridad va cediendo ante la luz.
—Quisiera un poco de esa luz.
—Ahí la tienes —señaló Hanna hacia los filtros—, siempre la has tenido.
Elder medio sonrió ante la espontaneidad de su amiga especial. De forma inesperada la luz de aquellos filtros se difuminó y un trueno proveniente del exterior se interpuso en su prohibida conversación.
—¿Una tormenta? —inquirió Hanna al ponerse de pie—. El clima está más loco que nosotros.
—¿Así suena una tormenta?
—Más bien un trueno.
—Me sonó a otra cosa.
—¿Cómo a qué?
—No sé, quizás a algún tipo de nave explotando a lo lejos.
—¡Estás recordando!
Hanna cometió el error de verle a los ojos.
—No —intervino Elder con desilusión—, es sólo lo mismo de siempre.
—Estás cosas toman tiempo —de nuevo desvió su vista esperando no haber sido cachada por la videocámara.
—Tiempo que no tengo.
—¿Qué te hace creerlo?
—El Dr. Berger quiere abrirme la cabeza, así que es obvio que me voy a morir.
Hanna permaneció callada y en su sombría expresión, Elder notó la absoluta verdad de su presentimiento.
—¿Cuántos días me quedan?
—No es tan sencillo, requieren de un documento firmado.
—Bien sabes que no requieren de nada.
Hanna trató de no verlo a su rostro mientras disimulaba desinterés frente a la cámara. Lo bueno que no se permitía grabar audio por lo que no le importaba desmedir sus palabras siempre y cuando no hubiese alguien esperando afuera de la celda.
—No dejaré que te maten Elder, te lo prometo.
—¿Por qué tratas de protegerme?
—¿Por qué sé quién eres?
—Sólo estás encariñada de una idea.
—Va mucho más que una idea —susurró Hanna— si tan sólo vieras el amanecer, comprenderías.
—Me conformó con la oscuridad.
—Confía en mí y déjame mostrarte la luz.
Hanna cometió el error de verlo a los ojos y todo por tratar de animarlo.
—Quisiera creerte…
—¡Señorita Rodríguez! —interrumpió un tercero— ¡Se puede saber por qué está haciendo contacto directo con el humanoide sin supervisión y sin previa autorización!
—Elder se sentía mal —mencionó el nombre sin darse cuenta de su segundo error—, sólo quería cerciorarme que estuviese bien. Le juro que se me olvidó por completo el nuevo procedimiento.
Finch se le quedó mirando con sospecha.
—Si fuese el Dr. Berger, estaría en serios problemas.
—Lo siento Dr. Finch, no volverá a pasar.
—Déjenos y más cuidado para la otra.
—Sí doctor —declaró Hanna saliendo del cuarto.
Elder miró el rostro perturbado de Finch quien se asomaba afuera de la puerta para revisar si algún otro de sus compañeros se encontraba cerca. Luego cerró la puerta y acudió con Elder hincándose para platicar en voz baja.
—Yo sé que te acuerdas de ese día —rompiendo formalidades— lo escuché durante la conversación que tuviste hace unos minutos con Hanna, ocupo que me cuentes lo que pasó en el Mono Lake.
—Perdone Dr. Finch, no tengo idea de lo que me habla.
—No mientas, si lo sabes. Me enteré de tu rescate en la isla por medio del sargento Randall mientras yo yacía inconsciente. Ni siquiera Berger me lo platicó en persona.
—No se lo tome a mal, pero yo tampoco confiaría en usted.
—Cómo puedes decir eso cuando he sido el único que te ha tratado bien, siempre protegiéndote de la muerte que te acecha. No tienes la mínima idea de lo que Berger es capaz de hacerte o de hacerle a tu estimada amiga. Después de todo, ella se ha vuelto descuidada; cuando era demasiada cautelosa. Me pregunto ¿a qué estará jugando? o mejor dicho ¿con quién estará jugando?
Elder empezó a sudar ante la confusa insinuación.
—Sólo ayúdame como yo te ayudado, confía en mí como yo he confiado en ti. Lo menos que quiero es lastimarte, tú lo sabes.
Elder notó la honestidad en Finch y decidió revelarle lo poco que sabía.
—Sólo recuerdo a varias personas uniformadas comentando sobre un efe eme, mmm no me acuerdo cual era la otra consonante.
—¿Equis?
—Sí, un FMX. Estaban hablando de un FMX extraviado.
—¡Mentiroso! —confesó.
Elder se mantuvo confuso ante la interrupción.
—Perdón, me refería a… —se contuvo de revelar el nombre ante la cámara—. Cuéntame todo lo que sabes, necesito saberlo.
—¿Y Hanna?
—Te prometo que ella estará bien, no la delataré si me dices lo que necesito saber.
—Está bien.
Sin tener alternativa, Elder cedió.
* * *
Finch corrió al pasillo para rencontrarse con Berger. El doctor estaba aislado revisando un análisis afuera de su oficina cuando Finch le cayó de sorpresa cerciorándose de que no estuviera otro individuo cerca para percatarse de su eexplosiva ansiedad.
—¡Por qué me mintió sobre el rescate en la isla Paoha!
—En ningún momento le mentí Dr. Finch —susurró con delicadeza—. Sólo no lo mencioné.
—¡Sabía que la descarga fue mandada desde la isla de Paoha y ahora que lo pienso, el misil era un FMX, su especialidad si no me equivoco!
—No se lo tome personal, sólo buscaba obtener su apoyo legal en un futuro como este.
—Quería asustarme para conseguir mi aprobación.
—No sé cuál sea su problema, aquí entre nos, el misil vino de abajo pero los componentes del FMX vinieron de arriba, por alguna razón querían robarse al humanoide.
—Elder —corrigió Finch.
—¡Como sea! Admito querer asustarlo pero es porque ha optado por comportarse como un hombre sensible. Últimamente ha tirado a la basura el profesionalismo que lo caracterizaba.
—Explíquese —exigió Finch.
—Su sensibilidad hacia el humanoide está poniendo en riesgo no sólo mi futuro sino el futuro de todos los que trabajamos en el Sector Cero, incluso el suyo.
—¿Qué es lo que necesita?
—El Coronel requiere de su opinión profesional.
—Quiere que consiga la autorización para matar a Elder.
—Dicho un poco brusco, pero muy cierto.
—No estoy convencido.
—De nuevo esa sensibilidad.
—¡No estoy sensible!
—Usted y yo fuimos testigos de la evidencia, le ruego no me haga volver a recordarle sobre el ataque que sufrimos en el Mono Lake, especialmente usted que estuvo a punto de perder la vida si no fuera por la Dra. Menard y su humilde servidor. Por lo que a mí respecta, el propio humanoide como quieras llamarle pudo haber montado esa escena, conocemos sus cromosomas, no podemos darnos el lujo de subestimarlo ¿En verdad desea ponernos en riesgo?
—No —agachó la cabeza.
—¿Entonces?
—Iré con el Coronel y regresaré con el documento firmado.
—¡Excelente! —festejó Berger—. El transporte lo espera.
Escondida en el rincón se encontraba Hanna quien había escuchado toda la conversación. En cuanto los dos doctores se dispersaron, ella subió por las escaleras para reunirse con un compañero en la cafetería. De lo contrario, esta persona empezaría a sospechar y comenzaría a preguntar por ella creando una atmosfera de atención e interés general que podría llegar a oídos de Berger.
Siendo lo anterior una fatalidad dado los meses invertidos para situarse en la posición en donde radicaba. El recorrido no había sido fácil para que un hombre se lo echara a perder. Dicho eso, aún podía disfrutar de la compañía siempre y cuando no interfiriera en sus asuntos.