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ОглавлениеMedea: una dimensión trágica de los divorcios controvertidos
Néstor Carlos Córdova
En memoria de Adrián Grassi
En la clínica con niños y adolescentes se comprueban los efectos de la particular violencia característica de las separaciones y divorcios controvertidos, que estalla en el espacio íntimo familiar pero lo excede para exponer de manera obscena las consecuencias de la degradación de un vínculo en el que el amor ha mutado al odio.
Medea, célebre tragedia de Eurípides, ha trascendido la cultura griega antigua para arribar a esta nueva era y transmitirnos de un modo aleccionador, una problemática universal que atraviesa los tiempos: las estremecedoras consecuencias en los hijos de las separaciones controvertidas de los padres.
El desencadenamiento del odio obedece a la desligadura de la pulsión de muerte. Até, el error fatal e Hýbris, la desmesura, sobrevuelan el escenario familiar provocando el desenlace irreversible de la tragedia.
Las separaciones controvertidas tienen un borde trágico por sus efectos mortíferos sobre los hijos y las siguientes generaciones.
El lugar de la pareja en la estructura psíquica
¿Qué lugar ocupa la pareja en la estructura psíquica de cada uno de los cónyuges? ¿Qué se pierde junto con la pareja en una separación? ¿Por qué algunas separaciones desatan lo peor, bordean la tragedia y ponen en escena ese viraje siempre inesperado hacia lo siniestro? ¿Cuál es el lugar de los hijos en estas separaciones? ¿Cómo inciden en los procesos psíquicos de niños y adolescentes? ¿Por qué el des-enlace de la pareja, en muchos de los casos, termina produciendo una abdicación definitiva de la función parental? ¿Cómo procesa el hijo el divorcio controvertido de los padres?
Lacan advierte que la pareja se constituye a partir de un pacto simbólico, de una palabra empeñada, una promesa entre ambos partenaires cuya ruptura en ciertos casos puede conducir a lo peor.
Ciertos momentos cruciales como la paternidad y la maternidad representan una puesta a prueba de la estructura psíquica, y de acuerdo a la potencialidad del sujeto, algo más grave aún: el pasaje generacional es vivido como una amenaza al narcisismo.
Los divorcios controvertidos tienen graves consecuencias subjetivas y psicosomáticas: traumas y secuelas que suelen recaer sobre los hijos y transmitirse a las siguientes generaciones como un estigma que da cuenta de lo eterno de los vínculos sellados por el odio.
Medea: el núcleo de la tragedia
Comenzaremos por este breve recorte de un diálogo en Medea cuando aún no se ha desencadenado la tragedia, aunque Jasón ya ha decidido su nuevo casamiento y Medea, abandonada y condenada al destierro, ha decidido su venganza:
“JASÓN
‘¿Por qué, pues, tanto llanto por tus hijos?’
MEDEA
‘Yo los di a luz y cuando tú rogabas porque tuviesen vida un dolor secreto me asaltaba y dudaba si podría realizarse ese deseo...’” (2000: 63).
Este diálogo constituye el núcleo de la tragedia, ya que Eurípides a continuación hace cambiar abruptamente de tema a Medea y nos deja con un enigma, como si se sugiriera, en esa frase de valor significante, un sutil giro, un estremecimiento que anticiparía un viraje del amor al odio.
Medea ya ha decidido su venganza. Por lo tanto, Eurípides no nos anticipa un desenlace, sino que nos ubica, en un movimiento retroactivo, de resignificación (lo que Adrián Grassi llamó “momento de la fisura”), cuando hace decir a Medea respecto del nacimiento de los hijos: “un dolor secreto me asaltaba”.
Hay momentos cruciales para el psiquismo del hombre y la mujer, como la paternidad y la maternidad. Se da una conmoción de la estructura o, de acuerdo a la potencialidad del sujeto, algo más grave aún: el pasaje generacional puede ser vivido como una amenaza al equilibrio psíquico y, a veces, como una amenaza a la propia vida.
La tragedia avanza y el desenlace se aproxima cuando Medea y sus hijos son condenados al destierro por Creonte: decisión que no le deja a la irascible Medea otra salida que la venganza más terrible. Pero podría leerse también en la aceptación de Jasón del destierro de su mujer y sus hijos, un movimiento de odio paterno que conduce al abandono de su función, en la modalidad “no verlos nunca más”.
Medea le recuerda su lugar de padre y le hace los mismos reproches y acusaciones que podemos escuchar actualmente, mucho más de veinte siglos después, en muchos divorcios controvertidos.
“JASÓN
‘Sin embargo, yo ni aún por ello falto a mis amigos, y vengo aquí, mujer, para mirar por ti, atento a que no te vayas sin recursos con tus hijos y que no te falta nada. El destierro arrastra consigo muchas necesidades, y por más que tú me detestes jamás podré desearte mal’
MEDEA
‘¡Oh, el más grande de los malvados! Es el mayor insulto que puedo hacerte por tu cobardía. (…) Ultrajar a los amigos y mirarlos de frente no es firmeza ni valor, sino desvergüenza, el mayor de los vicios humanos. (…) ¡Oh mi diestra que tantas veces estrechaste! ¡Ay de mis rodillas que en vano tocó un hombre pérfido!’” (2000: 46).
Jasón, que hasta el momento estaba viviendo su feliz himeneo por haber desposado a Glauce, la hija del soberano Creonte y apostado todo por un nuevo matrimonio que le daría poder, riquezas e hijos nobles, parece en este diálogo registrar algo de la catástrofe que se avecina habiendo desestimado el efecto de sus actos en la potencialidad violenta de Medea.
Jasón desafía con torpeza la ira de Medea humillando a quien ha cometido los crímenes más horrendos movida por una desmesurada pasión, un acto de locura. Jasón es un hombre que ha mostrado su debilidad pero pretende ahora valerse por sí mismo desconociendo qué anudamiento intersubjetivo ha puesto en juego con su promesa y qué consecuencias tendrá este brutal desprecio para su mujer y sus hijos y, por consiguiente, para él mismo. Se trata del padre que deja a sus hijos a merced de la locura materna que él mismo ha desatado.
El asesinato de los hijos
Estamos en el tiempo final de la tragedia, un tiempo previsible y no por ello menos escalofriante. Ya Medea ha planeado el final que todos conocemos, asesinar a la nueva esposa y al padre de aquella. Pero la tragedia puesta en movimiento no se detendrá, la consecuencia más siniestra de esa Até (error, fatalidad), es que Medea ya ha decidido el acto final de asesinar a sus propios hijos y de ese modo destruir toda posibilidad de descendencia de Jasón. En ese pasaje al acto lo destituye como padre de la manera más atroz.
Los hijos son objetalizados por el odio (como es habitual en un divorcio controvertido) para ejecutar primero una de las venganzas, enviar un regalo mortal a la nueva mujer de Jasón.
El odio al partenaire se ve aquí ligado a los hijos en dos modalidades diferentes, pero igualmente trágicas. La representación de los hijos está soldada a la representación del padre en el psiquismo de Medea.
Desde la dimensión de la transmisión entre generaciones, la extinción de toda descendencia de Jasón y Medea responde a un intento desesperado de poner fin a una transmisión en crudo de un acontecimiento generacional vivido como inconfesable y atroz que inevitablemente anidará en sus descendientes. Un movimiento para detener la maquinaria de la repetición incesante de aquello que siendo impensable e inenarrable se juega en la puesta en acto de la locura asesina de Medea asociada a la transgresora ambición de Jasón.
El final, una vez completada su venganza, nos muestra a Medea y Jasón aún ligados en una discusión ante el cadáver de los hijos. La muerte no consigue desligarlos, transitan ese callejón sin salida de la confrontación imaginaria desatada hasta el final de sus días. Leemos atentamente el texto:
“JASÓN
‘No hay en toda la Hélade mujer que se atreva a cometer semejantes horrores; y, sin embargo te preferí a ellas y me casé contigo, matrimonio perjudicial y desastroso para mí...
Sólo me queda lamentar mi destino, ya que no puedo disfrutar de mi nuevo himeneo, ni vivos puedo dirigirme a los hijos que engendré y crié. ¡Los he perdido!’
MEDEA
‘No era posible que después de ultrajar mi lecho para hacerme vivir una vida de escarnio, ni tú ni la princesa pasaseis la vida riéndonos de mí...’
JASÓN
‘¡Ah, pero tú también sufres y participas de mi dolor!’
MEDEA
‘Ciertamente. Pero me es grato este dolor, porque no puedes reírte de él.’
JASÓN
‘¡Oh hijos míos, que madre tan malvada os tocó!’
MEDEA
‘¡Oh hijos míos, que sucumbisteis por el capricho de vuestro padre!’
JASÓN
‘Pero no fue ciertamente mi diestra la que los asesinó.’
MEDEA
‘Pero sí tu ofensa y tu nuevo himeneo.’
JASÓN
‘¡Y crees que ese matrimonio era causa para matarlos!’
MEDEA
‘¡Y juzgas eso pequeña amargura para una mujer!’
JASÓN
‘Si es prudente, sí. A ti todo te parece malo.’
MEDEA
(Mostrándole los cadáveres). ‘Perecieron. Eso es lo que te destrozará el corazón.’
JASÓN
‘Viven ¡ay de mí! como genios vengadores sobre tu conciencia.’
MEDEA
‘Los dioses saben quién origino estas desgracias.’
JASÓN
‘Verdad, conocen tu abominable corazón.’
MEDEA
‘Te odio y detesto tus amargas palabras.’
JASÓN
‘Y yo las tuyas. Fácil es nuestra separación’” (2000: 77-79).
La separación no es posible. Los une el odio, tan eterno como el amor (Landeira, 2002).
“JASÓN
‘Voy huérfano de mis dos hijos.’
MEDEA
‘Todavía no te lamentes. Aguarda la vejez.’
JASÓN
‘¡Oh mis hijos amadísimos!’
MEDEA
‘Amado no de ti, mas de su madre.’
JASÓN
‘Que, sin embargo, lo mató.’
MEDEA
‘Para atormentarte’
JASÓN
‘¡Ay, infeliz de mí! Anhelo besar las bocas queridas de mis hijos.’
MEDEA
‘Ahora los llamas, ahora quieres besarlos y antes los rechazabas.’” (2000: 81).
Esta tragedia ofrece variadas lecturas. Hemos elegido una de ellas para interrogarnos sobre la naturaleza de algunos procesos singulares de pareja y familia, procesos sutiles y profundos que operan en los enlaces y des-enlaces conyugales, y sobre las consecuencias en los hijos de las separaciones controvertidas cuya dimensión trágica, de no mediar un trabajo de elaboración, se transmitirá a las generaciones siguientes.
Final
Cuando el amor cesa, el odio se postula como garante de la unión indisoluble de los partenaires, “hasta que la muerte los separe”. Esa muerte puede ser precisamente en lo real la muerte de los hijos, muerte por asesinato, accidentes fatales o enfermedades psicosomáticas graves. También la muerte simbólica, en tanto en los divorcios controvertidos, un considerable número de progenitores deja de vincularse con sus hijos, no siempre por impedimento del partenaire. La pareja se hace portadora de escenas mortíferas para el psiquismo del niño en el lugar de tercero testigo de un deseo de asesinato que no se concreta pero se vuelve contra su subjetividad en construcción.
La locura de una confrontación que no cesa. La ausencia afectiva o el alejamiento real, posiciona a los niños, niñas y adolescentes, en los casos más graves, en el lugar de objeto sacrificial de sus progenitores. Los hijos e hijas sometidos a estos conflictos de la pareja, sufren las consecuencias de un proceso de desparentalización, es decir la pérdida parcial o definitiva y total de las necesarias funciones parentales.