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ОглавлениеNiños/as y adolescentes: violencia fundamental y filiación (1)
Adrián Grassi, Hernán Altobelli, Cristina Blanco, Norma Brea, Mariana Britos, Néstor Córdova, Agustina Guaragna, Miriam Lepka, Martín Meiss, María Eugenia Otero y Mariana Soler
Introducción
Si bien el término controversias proviene del ámbito jurídico, no obstante nos sitúa ante una problemática inherente a la subjetividad, ya que las controversias conllevan una violencia que denominamos violencia fundamental (Bergeret, 1990). Caracterizamos esta violencia cuando organiza los vínculos y procesos de filiación entre los progenitores y entre los progenitores y los hijos. Nos interesamos en el seguimiento de estos efectos en la estructuración psíquica del niño/a/adolescente.
Esta violencia fundamental tiene la lógica y los procedimientos del pensamiento fundamentalista, y de allí toma su nombre. No respeta ni los tiempos ni las formas jurídicas. Transforma los divorcios en “separaciones interminables” ya que anuda los vínculos por un período mucho más prolongado que el proceso de divorcio mismo: se instala con anterioridad, continuando más allá de su culminación. Y si bien el divorcio desanuda y reorganiza las relaciones entre los excónyuges y sus hijos (régimen de visitas, alimentos, etc.), la violencia fundamental comanda la organización de estas prácticas, determinando modos de relación que marcan la subjetividad de quienes integran la escena, generando efectos de violencia secundaria (Aulagnier, 1997).
La violencia fundamental plantea dicotomías con oposiciones excluyentes (“o lo uno, o lo otro”). Ejemplos de su funcionamiento nos son sobradamente conocidos en el campo de la política, de lo social y de las relaciones interpersonales. Su lógica y razón es la de plantear la existencia y afirmación de uno de sus términos a partir de la degradación destructiva del otro. Por ejemplo: se es bueno como padre por lo mala o inoperante que es la excónyuge como madre y/o viceversa. Tiene implicancias y derivaciones tales como la manipulación, el dominio y el ejercicio de poder “de uno sobre el otro”. Cuando esta violencia fundamental comanda la organización de los vínculos parentales, la denominamos “paradoja en la escena originaria”, e instala un conflicto sin salida entre los progenitores y entre los progenitores y los hijos.
En trabajos anteriores (Grassi, 2010) hemos descripto su funcionamiento en los casos de divorcio controvertidos con la fórmula de “la mutua exclusión del uno por el otro”. Uno de los progenitores excluye al otro de un circuito en el cual está inscripto como progenitor. Así no se permitirá la visita del padre/madre al hijo/a el día de su cumpleaños, el día del inicio del ciclo escolar, el día de las segundas nupcias, en el nacimiento de otro hermano, al momento de salir de vacaciones, etc. Estas exclusiones del circuito se hacen extensivas, las más de las veces, a todo lo que rodea parentalmente al otro progenitor: antes compañero, socio de crianza, ahora adversario o contrario, como todo lo que viene de su rama genealógica. De este modo tampoco se posibilitará la visita a un abuelo/a, o se prohibirá que el hijo/a nombre en una casa algo de lo que trae de su otro hogar, el del otro progenitor, que use la ropa o los juguetes que evocan a través de sus olores u otras conexiones asociativas la pertenencia a la otra rama genealógica o filiatoria, y muy especialmente si hay conformada una nueva pareja o familia: “Soy un agente secreto del otro bando, tanto en la casa de mi viejo como en la de mi vieja”, tal la disociación planteada por un adolescente al escindirse entre dos oposiciones.
Diferenciamos las paradojas por el potencial traumático que conllevan. Las paradojas que implican una disyunción simple entre sus términos tienen la posibilidad de ser simbolizadas por lo que permiten el desarrollo de un conflicto que puede ser mentalizado. A diferencia de las paradojas que presentan una oposición disociativa entre sus términos, lo que obstaculiza o impide su simbolización, por lo cual el conflicto no puede ser mentalizado. Estas últimas implican un mayor grado de potencial patógeno.
En gran parte de los casos en que el conflicto toma una derivación paranoide, lo cual sucede muy frecuentemente, se encontrará que en la “otra parte” de la rama genealógica hay algún enfermo mental, algún delincuente o algún violento al que se asocia al progenitor en cuestión.
Algo a destacar es que el tipo de vínculo que este funcionamiento convoca es el de las respuestas especulares que reduplican en el otro progenitor la degradación y exclusión planteando así réplicas de equivalente tenor violento.
Al instalar estas oposiciones excluyentes se presenta al niño un oposicionismo irreductible (su fórmula: “se es hijo de un progenitor excluyente del otro y viceversa”). La lógica de la violencia fundamental es la de introducir un elemento o rasgo materno o paterno para plantear su exclusión. No tanto su “no existencia”, como su “existencia negativizada”. En general hay una referencia a la participación del otro partenaire en la escena de los orígenes del niño y sus vinculaciones con una genealogía, pero se convoca la presencia a través de su negativización (“la loca de tu madre”, o el decálogo de los incumplimientos del padre, “el ladrón de tu abuelo”, etc.).
Se conserva disociada una “escena de los orígenes” con la inclusión negativizada de ambos partenaires. Tampoco se trata del duelo que implicaría el desinvestimento libidinal del otro. Son las exclusiones mutuas entre los progenitores que introduce elementos a metabolizar por los hijos creando condiciones para un desarrollo psicopatológico ya que allí anida en germen el “trabajo de lo negativo, que opera sobre la filiación como esfuerzo de des-parentalización” (Córdova, 2008). No obstante, no le otorgamos de antemano un valor traumático por sí mismo, aunque pueda tenerlo en consideración de la totalidad del caso y de la historización posible, sino que lo pensamos como “potencial traumático” (Aulagnier, 1977).
Área de Investigación
Nuestra área de investigación es la Psicología Clínica y la Psicopatología del niño/adolescente, y pensamos, como planteara P. Aulagnier (1986: 194):
“(…) la primera de estas notas tratará sobre el trabajo del historiador en este tiempo de apertura del proceso identificatorio, en que un niño pasa a sustituir al infans que ya no es. La segunda estará referida a lo que se instala en ese tiempo de clausura que pone fin a un primer modo de identificación y da acceso a un segundo, que deberá tomar en cuenta lo que llamaré efecto del encuentro. Es en ese tiempo de conclusión cuando el yo firmará un compromiso con la realidad cuyas cláusulas decidirán sobre los posibles de su funcionamiento psíquico (es lo que designa el término potencialidad)… tres momentos que deciden sobre el trayecto identificatorio que ha de seguir el yo transcurrida la infancia”.
No obstante advertimos que hay dadas condiciones en el medio ambiente para una temprana elección y rigidización en la elección de los mecanismos de defensa por parte del niño/adolescente.
1) POTENCIAL PATÓGENO: paradoja de los orígenes como elemento a metabolizar por parte del niño/a/adolescente (entre los progenitores en conflicto y entre los progenitores y los hijos por lo que instala la violencia fundamental). Cuánto de repetición introducen los divorcios controvertidos como resultado, consecuencia y desencadenamiento de la patología familiar previa, de la historia familiar (inter y transgeneracional) y de la conformación psíquica de cada uno de los integrantes del conflicto. A la vez que el desanudamiento de la pareja y la reorganización familiar, pueden operar como “momento traumático” de alguno de los integrantes del grupo familiar.
2) POTENCIAL SALUDABLE: al conformarse nuevas parejas o familias ensambladas, se introducen nuevos elementos a metabolizar en la organización de la dinámica familiar, que pueden operar como factores de salud. Destacamos el valor subjetivante que pueden también producir los vínculos: a) con los progenitores a partir de la situación de no convivencia y b) con otros actores de la escena, que puede implicar tanto a familiares (hermanos, abuelos, etc.), a otros integrantes del nuevo grupo familiar si lo hubiera, a otros actores sociales (escuela, amigos), como al terapeuta.
Se consideran dos dimensiones que nos permiten abordar el sufrimiento psíquico implicado y sus consecuencias:
1) LO INTRAPSÍQUICO: con herramientas que provee el psicoanálisis como teoría de los procesos subjetivos, con la idea de aparato psíquico en constitución, esta primera dimensión circunscribe los procesos propios y específicos del niño, sus modos de procesamiento y sus respuestas, para lo cual consideramos:
A) Motivos de consulta: referidos a las manifestaciones clínicas del niño/adolescente por el cual se consulta. Momento de aparición y momento de consulta.
B) Manifestaciones clínicas articuladas con los procesos de subjetivación del niño-a/: síntomas, trastornos en la estructuración psíquica, trastornos en los procesos de simbolización, aprendizaje y conducta. Enfermedades y/o trastornos psicosomáticos. Trastornos en la adquisición de funciones corporales (marcha, control de esfínteres, funciones de maduración del aparato genital). Trastornos alimentarios, del sueño y del lenguaje.
C) Modos predominantes de procesamiento psíquico: derivaciones de la angustia y mecanismos de defensa utilizados con mayor frecuencia. Estereotipia o variabilidad de los mismos.
D) Estado de la estructuración psíquica: su relación con el momento del desarrollo. Relaciones entre estructura e historia, la articulación entre la edad y los procesos de subjetivación.
E) Si el niño/a/adolescente tiene una versión propia del conflicto o se repite en él en los mismos términos en que está planteado en los progenitores.
F) Respuestas saludables y/o resilientes: capacidad de respuestas espontáneas y/o repetición de formas discursivas de otros. Capacidad de jugar, de soñar, de simbolizar. Cómo son las producciones del niño en sesión. Potencialidad vinculante. Capacidad para el humor. Especialmente para adolescentes: capacidad para la construcción de un proyecto futuro, capacidad para la conformación e inclusión en grupos de pares. Modos de relación con otros.
G) Posibilidades de establecimiento de un trabajo psicoanalítico con el niño/a/adolescente.
2) LO INTERSUBJETIVO: para el abordaje de esta otra dimensión consideramos los modelos de la teoría del pensamiento de lo complejo (Morin, 2010) como aparato psíquico abierto y damos fundamental importancia a los vínculos en la medida en que son uno de los pilares en que se asienta la subjetividad (Kaës, 2010). Se tiene en cuenta:
A) Cómo es la organización y configuración familiar actual: Características del grupo de convivencia. Estado del conflicto entre los padres. Régimen de visitas y alimentos. Capacidad de cada uno de los progenitores para la simbolización del conflicto con la violencia que implica. Evaluación sobre si en el transcurrir del conflicto los padres pierden o no de vista las necesidades del niño. Si se conserva la sintonía o entonamiento con el niño, si es que existía previamente. Calidad de vida y de vida psíquica previa al cambio de las condiciones familiares.
B) Cuál es la calidad de las investiduras libidinales: adecuadas o no, a las necesidades del niño como sujeto. Si existe registro del hijo como alteridad.
C) Funciones parentales y vínculo: si se desarrollan las funciones familiares de contención, sostén, conexión con la genealogía y memoria familiar, funciones de grupalidad y filiación. Potencialidad vinculante en forma autónoma de cada uno de los progenitores respecto del otro partenaire.
D) Posibilidades de realización de los trabajos de duelo implicados para todo el grupo familiar, tanto por la configuración familiar, como por los cambios que toda la situación implica.
E) Cómo es la transmisión: modos predominantes de transmisión de la historia, la genealogía y el conflicto.
F) Nueva configuración familiar: conformación de nuevos vínculos, cualidad de las nuevas relaciones y nominaciones de los nuevos vínculos.
Sobre los cambios epocales y culturales
Aunque no son las transformaciones familiares objeto específico de la presente investigación, son varios los motivos que nos llevan a hacer esta referencia. Al formar parte del contexto cultural en el cual se producen los divorcios y la formación de nuevas organizaciones familiares, acompañan a esta investigación, en la medida en que los cambios producidos en la familia como institución de la cultura, colaboró de manera importante con las representaciones en el imaginario colectivo del sentido que toma para el niño/a adolescente, la conformación familiar propia. Sin ir demasiado lejos en la historia de las transformaciones familiares, la proporción de chicos cuyos padres no conviven (con la importancia que tiene para un niño convivir en dos casas, que los padres conformen nuevas parejas, tener nuevos hermanos de padres diferentes, hasta en ocasiones cuatro pares de abuelos), ha variado considerablemente respecto del pasado.
Otro es el tema de las nominaciones. Cabe destacar que en la conformación de los nuevos grupos familiares, o las familias ensambladas, las nominaciones guardan un grado de ambigüedad que produce una posición de tensión y diferencia no definida del todo en las formas tradicionales: pareja de la madre, tercer padre, madrastra, medios hermanos, etc. Todos términos ligados a las relaciones de parentesco propias del modelo de familia burguesa tradicional, a la que la toman como modelo y referencia, ya que aún las nuevas organizaciones familiares no encuentran su lugar en lo simbólico (Derrida y Roudinesco, 2003). Nos interesa en este sentido cuáles son los términos utilizados tanto por el niño, como por todo el contexto familiar para hacer referencia a los nuevos modos de relación.
Conclusiones provisorias y proyección de la investigación
Ubicada en el campo de la Clínica y la Psicopatología del niño/adolescente, esta investigación destaca que las formaciones clínicas más recurrentes encontradas en los casos por quienes se nos consulta (muestra de 300 casos aprox.), son aquellas que organizan el funcionamiento psíquico en torno a mecanismos de defensa ligados a distintas formas de disociación y escisión.
Los cuadros más severos presentan trastornos narcisistas (no psicóticos) con importantes obstáculos en la autoestima y alteración en los procesos de simbolización y sublimación. En chicos más pequeños la problemática se juega más en el terreno de la depresión y equivalentes depresivos, con alteración en las funciones corporales, somatizaciones, enfermedades y trastornos psicosomáticos. En púberes/adolescentes, se hacen notorias las alteraciones en la elaboración psíquica de la agresión tomando una especial importancia la impulsividad con actuaciones tanto en el terreno de las conductas (con conductas de riesgo) como en el de actuaciones sobre el propio cuerpo (con posibles implicancias en funciones vitales y/o automutilaciones).
Es de importancia destacar la variabilidad de los dispositivos clínicos para el abordaje de los casos: sesiones individuales, vinculares, familiares, sesiones grupales y la inclusión, en determinadas ocasiones, de más de un terapeuta.
En el terreno de la transmisión y el vínculo, es notorio cómo el fracaso en los trabajos de duelo de los progenitores requiere de la exhibición de la carencia de la función materna/paterna del otro progenitor, y de un exceso de mostración del vínculo odiante entre los progenitores (cualquier lugar y situación es apropiada para la irrupción de la violencia). Todo esto es puesto al servicio de la partición de la genealogía: un esfuerzo de desparentalización que reniega de la historia de la relación parental y familiar.
En este sentido dejamos abierta la pregunta sobre los modos de inscripción en el niño/adolescente de las funciones parentales y sobre sus futuras elecciones de objeto, en consideración de los posibles relacionales y de las nuevas experiencias y reinscripciones a partir de nuevos vínculos parentales como de sus elecciones amorosas.
1. Los recortes teóricos desarrollados en este trabajo se desprenden de formulaciones teóricas planteadas en el marco del proyecto de investigación UBACyT 2010-2012: “Constitución psíquica en niñ@s/adolescentes con conflictos familiares por divorcios controvertidos”.