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INTRODUCCIÓN

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No hay un modo único, exclusivo de acercarse o de analizar la danza, cualquiera que sea su tipo o modalidad. No lo hay para acercarse o explicar ninguna forma de arte. Existen innumerables maneras de establecer una relación siempre cambiante, siempre sorpresiva, “erudita”, plena, profunda, total. Cada uno de nosotros experimenta efectos distintos ante una obra de arte. ¿Por qué? Porque una característica fundamental de la obra artística es su libertad de exposición lo que da la pauta a las ilimitadas (e imprevisibles) posibilidades de sus efectos. También posee la expresión artística la cualidad de hacer evidente su más notable característica: la libertad del creador o conjunto de creadores para “saltarse las trancas”, los límites impuestos por las circunstancias, y así forjar un conjunto de formas, una estructura original, nueva, expresiva en su sentido.

Desde tiempos ancestrales el artista creador ha sido el ser más libre y original de la existencia. En consecuencia, cada espectador, cada oyente, cada veedor, cada usuario o consumidor de cualquier tipo de obra artística puede recibirla, asimilarla, gozarla según sus intereses y capacidades de percepción, según su cultura; incluso, aunque el artista haya impuesto pruebas técnicas o condiciones circunstanciales para su asimilación o apertura (la obra de arte pasa a formar parte de la cultura, ya sea local o universal), la relación entre el observador y la obra se realizará según las ofertas reales e inmediatas de esta última y de acuerdo con la disposición de los sentidos del observador, del consumidor, en fución de la calidad y desarrollo de sus percepciones.

Sin embargo, todo en la existencia se halla ligado al conocimiento: de la vida biológica y ecológica, de la historia, de las sociedades y del arte. Por tanto, como vinieron a comprobar los albores del siglo XXI, sí hay una manera aconsejable de entrar en contacto con la danza o con cualquier otro tipo de obra o experiencia artística: con un máximo de información previa, con un cúmulo de conocimientos que le permitan al espectador gozar, penetrar o sencillamente recibir la obra de arte en su ser interior... “Entrar en conocimiento” implica cierta precaución, tiento. ¿Preparación? Más bien, poseer una serie de datos fundamentales, información básica, previa, que permita tomar en cuenta algunos aspectos de la danza que –por esenciales– auxiliarán al espectador en su acercamiento o, mejor, su cercamiento de la obra. Sin embargo, como termina por aconsejar este libro, cuando sobrevenga el enfrentamiento –por así decirlo, la situación del -yo– con la experiencia dancística, el espectador debe olvidarse de todo, archivar o, más bien, “echar por delante”, diluidos en la sustancia de la expectación, todos los conocimientos y datos adquiridos en torno a la danza y a la pieza que tiene enfrente. O sea que los datos y la información recabados resultarán valiosos para extender en lo posible el gozo, la asimilación, la comprensión profunda ante la obra dancística. Al espectador, nuevo o avezado, le será grato y gratificante vivir la danza sin cortapisas, elucubraciones o guías, las cuales quedarán guardadas en sus registros mentales y lo harán penetrar en un nuevo conocimiento. Vivirá, así, más intensamente la experiencia dancística; el verdadero enfrentamiento con la obra que ejecutan los danzantes ante su vista y ante su propio cuerpo –el del espectador– se llevará a cabo “dejando trabajar”, como pinzas emocionales, la información recibida. Será ésta una experiencia a la vez orgánica e intelectual, sensitiva y regocijante, espontánea, fresca, abierta, completa. Impresionante.

Las ideas que expongo en esta obra son las reflexiones de un espectador que siempre se preguntó y trató de explicarse todo con respecto a la danza al enfrentarse a ella, con curiosidad, sí, pero también con pasión y con respeto. Es este libro un saldo, una especie de esqueleto de la enorme cantidad de información, vital y/o intelectual (histórica), que el autor ha acumulado como espectador y observador –que no es lo mismo–, estudioso e investigador de la danza. Son datos reunidos por la experiencia de enfrentarse a la danza y también de ponderar en torno a ella. Son los datos fundamentales que le gustaría poseer al espectador curioso para convertirse en un espectador informado. Por medio de ellos puede agudizar su percepción: aspectos de la acción dancística que literalmente puede “echar por delante” ante la experiencia de la danza –incluso en una fiesta, cuando se ponga a bailar; ante su maestro de danza o sus danzantes favoritos– y de los cuales va a prescindir cuando el arrebato, el placer, las suscitaciones de la danza lo hagan olvidarse no sólo de la información previamente adquirida sino también, aunque no se dé cuenta de ello, de su propio nombre y del cúmulo de conocimientos que lleva dentro y que surgen del ser interior en el momento más inesperado, durante la experiencia artística.

Ciudad de México, junio de 2007

Los elementos de la danza

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