Читать книгу Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México - Alberto Espejel Espinoza - Страница 23
1.3.3 Tendencias organizacionales
ОглавлениеComo se ha planteado, en el origen del partido se presentan diversos actores, luego de que la organización se vuelve estable en sus reglas y procesos. No debe olvidarse que dicha emergencia es fruto de la articulación de los actores iniciales, a través de los estatutos iniciales. Así, se plantea que es posible asumir una tendencia organizacional con un centro de poder (formal o informalmente) ubicado, lo cual refleja la ausencia o presencia de democracia interna.
Veamos cuáles son las posibles tendencias organizacionales y los centros de poder, reflejando así la distribución (o concentración de poder), en otras palabras, el tipo de democracia interna. Primero, es necesario observar algo respecto a los modelos de partido y centros de poder y, posteriormente, observar las diversas posibilidades de tendencias organizacionales.
Sobre esto, la literatura de los partidos ha proporcionado una serie de tipos de partido, denominados modelos, los cuales tienen distintas implicaciones: la relación del partido con sus militantes, con el parlamento o el gobierno, y con los electores; así como quién detenta el poder en el partido. Esta última parte es la interesante para la presente investigación, ya que se relaciona con la cuestión de la democracia interna (distribución de poder).
El interés de los académicos sobre los partidos condujo a intentos por clasificarlos, y desarrollar tipologías, lo cual dio lugar a un importante número de modelos de partido. Sin embargo, la mayoría no considera la democracia interna. Salvo lo propuesto por Scarrow (2005), retomado por Chambers y Croissant (2008), quien distingue entre cinco tendencias organizacionales que veremos más adelante.
Los modelos de partido refieren al detentador o centro de poder. Desde el trabajo pionero de Ostrogorski, el detentador de poder (Whip en Gran Bretaña y Boss en Estados Unidos de América) fue un tema que apareció en los trabajos sobre partidos, aunque no necesariamente ocupó el centro de los estudios.21
Michels plantea un centro de poder bajo el nombre de oligarquía, haciendo referencia a que el poder se encuentra en un grupo de dirigentes, en virtud de los motivos técnico-administrativos, las razones psicológicas de la base y los dirigentes, y la superioridad intelectual de estos últimos. Los dirigentes son quienes deciden, bajo una apariencia democrática, las reglas y procesos dentro del partido como, por ejemplo, la elección del dirigente.
Duverger es de los primeros autores en plantear tipos de partidos diferenciados donde es posible extraer diversos centros de poder. Simplificando su propuesta, el autor da cuenta de dos tipos de partidos (de cuadros y masas), en los que se configura una relación diferente entre militancia, dirigencia (burocracia) y grupo parlamentario (gobierno). En el partido de cuadros, el centro de poder es un grupo de parlamentarios (notables), dado que la intervención electoral y parlamentaria es el fin de su existencia, así como su única actividad. Por ende, la jerarquía descansa en ellos, pues los militantes son poco numerosos; además, la administración del partido es débil y muy elemental como para dar origen a una clase de burócratas (1984: 214), por lo que el partido en el gobierno (parlamento) es la cara dominante. Por el contrario, en el partido de masas, la dirigencia es quien detenta el poder, apoyada por la militancia, y estando por encima de la cara partidista en el gobierno. Su característica principal es “el papel central que ocupa una burocracia representativa o electa (dirigencia), la importancia de la afiliación, el liderazgo colegiado, la financiación a través de grupos de interés y el acento en la ideología” (Wollinetz, 2007: 139).22
Ahora bien, Kirchheimer acuñó la idea del partido atrapa todo (catch all), categoría que no estaba destinada a ser parte de una tipología, pues, más bien, tiene como propósito aportar una descripción sobre los cambios políticos, sociales y económicos. En este sentido, el partido atrapa todo da cuenta de otra relación entre militancia, dirigencia y gobierno. A medida que los partidos de masas alcanzaron objetivos como el sufragio universal y las políticas que configuraron el Estado de Bienestar, comenzó a difuminarse, por un lado, la dominación de clase que subyacía al partido de cuadros y, por el otro, la exclusión subcultural del partido de masas. A diferencia del partido de cuadros, donde quien dominaba era el partido en el gobierno, o del partido de masas donde predomina el nexo entre afiliados y dirigencia, la esencia del partido catch all es el conflicto de sus diversas caras. Por tanto, el escenario de conflicto es el partido burocrático (dirigencia), pues el dilema central es determinar si éste es agente de la militancia o del partido en el gobierno (Katz y Mair, 2007).
Dicho conflicto, según Katz y Mair, se resolvió hacia el partido en el gobierno que asumió una posición de privilegio dentro de la organización, dando lugar a un nuevo partido: el llamado partido cartel. Los síntomas de la nueva situación son: 1) el financiamiento público de los partidos lo distribuye la cara en el gobierno; 2) aumento de personal del partido en el gobierno, superando a los dirigentes del partido; y 3) la mayoría de partidos importantes ha gobernado a nivel nacional y orienta sus baterías hacia ello. Si en el partido de cuadros, quien detentaba el poder eran los notables (gobierno y dirigencia), y en el de masas, la dirigencia; en el cartel prevalece la supremacía del partido en el gobierno.23
Vistos los principales, pero no los únicos, modelos de partido, específicamente los referidos al centro o detentador de poder, corresponde observar algunos planteamientos en torno a ellos para, después, entrar a las diversas posibilidades ligadas a la democracia interna. Antes, vale la pena advertir que “no hay, por supuesto, una única forma de organización partidista; por el contrario, lo que comprobamos hoy en día, como en épocas anteriores, son variaciones de un amplio número” (2007: 119). En ese orden de ideas, Wollinetz (2007) plantea que nunca ha existido una homogeneización de los partidos, por ende, varios tipos o modelos de partidos han coexistido.
La relación del modelo de partido y su consecuente centro de poder es retomada de Scarrow (2005) y Chambers y Croissant (2008). La primera autora prefiere llamarles tendencias organizacionales, categoría que la presente investigación recupera.24 Además, plantea que si bien los partidos han adoptado una amplia gama de enfoques para su organización interna, y experimentan nuevas estructuras y procedimientos para hacer frente a presiones internas y externas, se pueden distinguir las siguientes tendencias relacionadas con la democracia interna:
1. Partido con líder dominante. Se trata de los partidos dominados por una sola persona, quien no muestra preocupación por la promoción de la democracia interna. El poder se encuentra centralizado y recae exclusivamente en el líder. Aquí cabrían partidos con rasgos carismáticos o con énfasis en el gobernante. El líder se sustenta en su popularidad, integridad y los recursos financieros de los que dispone. A su vez, articula y representa las aspiraciones programáticas del partido.25 Ahora bien, los conflictos entre los posibles sucesores pueden ser agudos cuando las reglas para su solución están ausentes.
2. Partido de notables (cuadros). No están organizados en torno a un líder, pero son dominados por un pequeño grupo. Se constituyen en asambleas locales cerradas y sin coordinación. El poder de decisión se dispersa entre los líderes. Es excluyente en cuanto a militantes. No están preocupados por mantener, ni siquiera en apariencia, la democracia interna, ya que sus plataformas pedían el apoyo de “calidad”. Las contrapartes contemporáneas a estos partidos del siglo XIX son quienes están medianamente estructurados en torno a los recursos y a la reputación de un grupo de elites.26
3. Partido de representación individual (masas). Su elemento definitorio es la movilización de grupos sociales, vía una organización bien articulada. La ideología es muy importante. Sus militantes o grupos fueron representados en congresos o convenciones de los partidos en niveles regionales y nacionales. Por ello, la toma de decisiones era medianamente incluyente, aunque más inclusivo que los dos casos anteriores.27
4. Partidos corporativos. Los líderes y representantes de diversos grupos de interés tienen posiciones privilegiadas dentro del partido. Los delegados de estos sub-grupos sociales toman las decisiones. Los grupos tienen privilegios dentro del partido; a la vez, sus delegados (tales como redes de corporaciones religiosas, comerciales, obreras, etc.) actúan en nombre de sus seguidores en los consejos del partido. Poseen fuertes lealtades indirectas. En términos generales, la toma de decisiones es inclusiva frente a los grupos, pero no en torno a la militancia. Es un poco menos inclusivo que el anterior, pero más que los dos primeros.
5. Partido basado en los principios de democracia de base. Tiene como objetivo representar a las bases del partido en el mayor número posible de ámbitos de decisión. Sus estructuras de organización y toma de decisiones están determinadas por el ideal de la democracia plebiscitaria que da prioridad a una amplia participación de los miembros inscritos o, incluso, no afiliados. Tienden a ser más descentralizados. Es un modelo basado en procedimientos altamente inclusivos (referéndum, plebiscito) que da prioridad a una amplia participación, tanto en la deliberación, como en la toma de decisión.28
Scarrow plantea que las cinco tendencias no son ni exhaustivas, ni excluyentes. En la realidad, los partidos pueden conjugar características de dos o más tendencias. Así pues, se trata de tipos ideales que proporcionan claridad y precisión para la descripción y análisis empírico. Son útiles para comprender los diferentes puntos de partida de los partidos y sus “posibles direcciones en las que pueden tomar cuando tratan de promover una mayor inclusión en la toma de decisiones internas” (2005: 19).
Ahora bien, para efectos del presente trabajo y tomando en cuenta los estudios teóricos y empíricos revisados previamente, se plantean las siguientes tendencias organizacionales relevantes para el análisis de la experiencia mexicana. El centro o detentador de poder es aquello que emerge a primera vista de las tendencias organizacionales. Sirve, en suma, para etiquetar a los partidos en lo que refiere a la democracia interna. Ahora bien, dentro de la tendencia organizacional, y partiendo de criterios como la participación, la competencia y el control político, se muestra cómo opera la democracia interna en un partido. El cómo opera el partido es el elemento más importante de las tendencias, ya que sirve para la caracterización de un partido en sus orígenes y en la actualidad, así como para observar la democratización (evolución) o des-democratización (involución) que ha tenido lugar en su pasado reciente. Aunque no son excluyentes unas de otras, las tendencias organizacionales sí reflejan mayor democracia interna en la medida que presenten mayores ampliaciones de las dimensiones de interés. Así, es más democrático el Partido de Bases que el Representativo, pero éste es más democrático en comparación con el de Élites ampliado, de Élite y de Líder dominante.
1. Partido con líder dominante: el detentador de poder puede ser un líder carismático, el dirigente del partido o un gobernante. No promueve la participación y competencia amplia. Es posible la designación o la “fachada democrática”. Finalmente, en este tipo de partido, los dirigentes rinden cuentas al líder, quien tiene la facultad de removerlos, no la militancia. También podríamos denominar este caso como monocracia.
2. Partido de élite: el centro de poder puede ser un grupo de notables, la dirigencia, miembros del grupo parlamentario, corporaciones o fracciones. La participación y competencia son reducidas, pues quedan en manos de la élite nacional, ya que son ellos quienes deciden y compiten por los cargos. Por su parte, el control político es bajo, pues solo la elite puede remover dirigentes. Este caso podría ser llamado oligarquía.
3. Partido de élites ampliado: su detentador de poder es un órgano ejecutivo amplio, tal como el Consejo Nacional. La participación y competencia se amplía respecto a los dos anteriores. Las élites subnacionales deciden y alientan la competencia entre sus filas. Precisamente, el control político reside en la élite subnacional, no en la militancia, pues solo ellos pueden remover dirigentes.
4. Partido representativo: el centro de poder puede ser un órgano legislativo amplio, tal como el Congreso o Asamblea Nacional. La participación y competencia es promovida por el partido, y es mucho más amplia que los casos anteriores. Asimismo, el control político se amplía, ya que los representantes de la militancia pueden remover a los dirigentes.
5. Partido de militancia: La militancia es el detentador de poder con o sin restricciones. La participación y competencia es promovida ampliamente por el partido. Por tanto, la militancia selecciona a sus candidatos y dirigentes y tiene la posibilidad de removerlos. En este sentido, el control político es amplio.
Más que encasillar a los partidos en tipologías estáticas, lo anterior permite concentrarnos en su origen, en su articulación (vía estatutos iniciales que dan lugar a la tendencia organizacional) y en las posibilidades de cambio, lo que, a la vez, es crucial para caracterizar su democracia interna.
Así, es preciso ver cómo se identificaría una tendencia organizacional (path dependence). Mahoney (2002) alienta a “ser flexibles en el empleo de este marco y en el entendimiento de este concepto”. Por ende, apela a que “los estudiosos deberían ser pragmáticos al emplear las ideas sobre los patrones de dependencia, centrándose en aquellos aspectos específicos e hipótesis conceptuales” (2002: 166).29 Así, utilizando la idea de Sydow y Koch (2009), existen al menos tres etapas fundamentales para clarificar el path dependence en el ámbito organizacional.
La primera fase muestra un amplio campo de acción. Habiendo muchas posibilidades de decisión en la génesis del partido, se considera la que puede poner en marcha un proceso de autorefuerzo. El momento en el cual arranca el proceso es nombrado “coyuntura crítica”, e indica el final de la fase de preformación. Esta coyuntura crítica puede ser ejemplificada por alguna decisión que muestre un centro de poder inicial (previa a los primeros estatutos). La segunda fase muestra la posibilidad de que surja, con base en la decisión tomada, un patrón de acción dominante, lo que conduce a hacer de lo anterior algo duradero (y a institucionalizarlo en los estatutos). En esta fase, la gama de opciones se reduce, haciendo progresivamente difícil revertir la decisión inicial. Sin embargo, habría que enfatizar que, a pesar de las limitaciones, siguen existiendo opciones. Así, con base en la articulación de los actores, una ruta definida comienza a surgir, misma que se materializa en los estatutos iniciales. Al finalizar esta fase se encuentran los primeros procesos (selección de dirigentes y/o candidatos y control político) donde comienza a observarse la tendencia organizacional. La entrada a la tercera fase se caracteriza por una contracción de las opciones, lo que conduce a un patrón dominante de decisión. Finalmente, las posteriores acciones están ligadas a la ruta trazada por la decisión inicial y, con ello, se pierde flexibilidad (tendencia organizacional estable). Aquí se observa la estabilidad de las reglas y procesos, mismos que difícilmente podrán modificarse. Cuando esto ocurra, será por la interrelación de factores internos o externos, variando la tendencia en función del origen.
Ahora bien, observado el tema de la tendencia organizacional, es necesario apreciar los factores del cambio. Es decir, “por qué, y bajo qué circunstancias, algunos partidos van en una dirección y otros en otra” (Koole, 2004: 62).