Читать книгу Equilibrium - Alberto Fernández Rhenz - Страница 19

COMIENZO DEL PROYECTO

Оглавление

Mansión de Grodding, campiña de Gales, verano de 2017

Carber leía de forma despreocupada la prensa del día sentado en una terraza exterior situada frente a un hermoso jardín, mientras tomaba un café que desprendía un intenso aroma. Con el paso de los años, la relación entre los cinco milenaristas había perdido frescura. Pese a ello, todos mantenían una conexión especial y les unía un interés común; sin embargo, Carber y Grodding conservaban desde su época universitaria una profunda amistad que se había ido reforzando con el paso de los años. Por ello, cuando el director de la FEMA recibió la invitación de su amigo, no pudo resistirse a la idea de pasar unos días con su mujer Martha en la campiña galesa junto a su viejo amigo. Además, sentía la necesidad de tomarse un respiro, apartar la agencia de su cabeza y dejar de lado las presiones de su cargo durante una semana.

El castillo de Gwydir, situado en el noroeste de Gales, era una mansión que tenía una larga historia que lo asociaba con fenómenos sobrenaturales y apariciones fantasmagóricas, como la de una joven sirvienta que, según la tradición local, fue asesinada en aquel lugar después de quedar embarazada.

Se trataba de una hacienda ligada desde sus orígenes a la más rancia aristocracia británica y que Grodding había adquirido a precio de ganga, gracias a las historias y supersticiones que arrastraba desde hacía siglos y no hacían sino ahuyentar a posibles compradores.

El anfitrión se encontraba en Gwydir desde hacía varios días y esperaba la llegada de Carber. Quería hacerle una importante propuesta y, para ello, debía aprovechar un momento idóneo en el que plantearle al director de la FEMA la ejecución de un gran proyecto; aquel verano de 2017 le brindó la ocasión oportuna.

Grodding había ido encerrándose en sí mismo y recortando su vida social. Sin embargo, entre él y William Carber perduraba un vínculo especial, el mismo que les había mantenido unidos desde los comienzos de aquel lejano otoño de 1968.

Eran dos de los principales miembros del Grupo de los Milenaristas y, con diferencia, a los que mayores vínculos y afinidades les unían. Su contacto era habitual, raro era que no hablasen tres o cuatro veces al mes, y mantenían una correspondencia regular a través del correo electrónico.

Por eso, cuando Carber recibió aquella invitación para pasar seis días de agosto en aquel refugio de la campiña inglesa, no se lo pensó dos veces. Él y Martha habían llegado la madrugada anterior, por lo que no habían podido coincidir todavía con Grodding.

Aquel jardín desprendía un agradable olor a flores y a hierba recién cortada. La temperatura era fresca pero ciertamente agradable, nada que ver con el caluroso verano de Washington, con temperaturas que rondaban los 32 ºC en las horas centrales del día y no bajaban de los 20 ºC por la noche. Además, en aquel lugar se respiraba una especial tranquilidad que invitaba a la meditación y al descanso.

Carber sintió como una mano se posaba sobre su hombro derecho, ejerciendo una leve presión. Al darse la vuelta, encontró a Alexander Grodding. Se levantó y ambos se fundieron en un fuerte abrazo, después se sentaron, reconfortados por el reencuentro, con la vista puesta en aquel hermoso edén.

A Grodding se le notaba ciertamente inquieto, parecía ansioso por hablar con Carber y contarle sus nuevos proyectos.

—¿Cómo estás, Carber? El viaje supongo que habrá sido placentero. ¿Y Martha? ¿Tan hermosa como siempre? Tenía muchas ganas de volver a verte, amigo.

—Me alegro de volver a verte, Grodding. Todos estamos bien. Gracias, compañero. Hacía tiempo que necesitaba un cambio de aires, por eso no dudé en aceptar tu invitación. Sé que tenemos que tratar asuntos que no pueden esperar más tiempo, ¿cierto? —preguntó Carber—. La verdad es que te noto inquieto desde hace tiempo. Tú y tus conspiraciones… Sin embargo, debo adelantarte que la situación en la agencia no indica que nada especial vaya a suceder en breve. Wilcox acaba de tomar posesión de su cargo y puedo garantizarte que no existe ninguna situación de emergencia encubierta ni plan alguno de contingencia relacionados con esta posibilidad.

—Tenía la necesidad de hablar contigo en persona, hay temas que no podemos tratar por email o por teléfono. Una de mis agencias de noticias ha abierto una vía de investigación inquietante. Se está produciendo un aumento de la actividad sísmica en el planeta, algo que no pasaría de ser un mero dato físico objetivo, si no fuese porque esa inestabilidad se está produciendo fundamentalmente en zonas que históricamente carecían de dicho riesgo. He tenido acceso a un informe secreto del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en él se detalla un apocalipsis en un plazo no superior a 10 años y debo contrastar esa información antes de publicarla, dado que mi fuente no puede garantizarme la veracidad del documento.

—¿Habéis llegado a alguna conclusión, Grodding? —preguntó Carber.

Grodding negó con un gesto de cabeza. Sabía que existían algunos cabos sueltos pero aquella era una noticia de calado y, para llegar hasta el fondo, tenía la intención de poner en marcha un proyecto de investigación que arrojase alguna luz a las incógnitas que hacía varios meses le obsesionaban. Aquel informe del Departamento de Estado contenía unas conclusiones ciertamente inquietantes y Grodding sentía que debía poner en marcha aquel trabajo de investigación para respaldar la veracidad del documento que le había sido filtrado.

Con el paso de los años, Grodding se había obsesionado con las teorías que había compartido con sus compañeros de universidad durante su estancia en Oxford aquel curso de 1968. Pensaba que el hombre había incomodado al planeta y que solo era cuestión de tiempo que la tierra se revolviese. Sin embargo, los últimos acontecimientos apuntaban a que algo inquietante estaba empezando a suceder.

—¿Qué conocimiento tienes de la existencia de pruebas nucleares subterráneas controladas en lugares habitados? ¿Qué hay de cierto en esa práctica? Sinceramente, no creo que esto tarde en irse al carajo, a lo sumo, supongo que sucederá en un plazo no superior a diez años. Las autoridades mundiales ya no pueden mantener oculta la verdad a la población por más tiempo. Tengo intención de poner en marcha un proyecto de investigación y quiero que seas el primero con quien comparta la idea. Mi intención es difundir un informe en el que se ponga a la luz de la opinión pública la verdad de lo que le está haciendo el hombre al planeta. Luego propagaré a los cuatro vientos que estamos siendo engañados por nuestros gobiernos y que nos están conduciendo de una forma programada a la extinción —prosiguió Grodding—. El informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos así lo acreditará. Además, sabrás que Wilcox quiere hacerte desaparecer de su administración. Nadie oculta que no eres de su agrado, es más, quiero pensar que le estorbas.

—Grodding, no sé a dónde quieres llegar, no tengo constancia de ningún informe secreto. Por mi posición al mando de la FEMA, cualquier mínima información al respecto me habría llegado a la vez que al propio presidente. No creo que sea más que una burda falsificación. Sinceramente, creo que te ha dado un ataque de paranoia. ¿Explosiones nucleares subterráneas? ¿Conspiraciones globales? No creo que la situación sea para tanto, puedes estar tranquilo. Pruebas nucleares subterráneas se han realizado desde siempre, pero se han practicado en zonas deshabitadas y bajo un estricto control de seguridad. Desconozco con qué otro acontecimiento quieres conectarlas pero te aseguro que el director de la FEMA lo conocería —aseguró Carber—. Tú y tus conspiraciones, Grodding. Siempre en busca de la última exclusiva, de la gran noticia. Lo que tú llamas informe, únicamente parece un trabajo de campo, un señuelo con una finalidad de distracción que te ha confundido. Lo único cierto de cuanto me has dicho es que el presidente no me quiere en la agencia pero no se atreve a tomar una decisión drástica recién comenzado su mandato; sin embargo, me ha colocado un topo. ¿Qué sabes de Nicholas Pope?

—Sé que es un halcón de Wilcox, un tipo despreciable, un medrador profesional que ambiciona algo más que la dirección de la FEMA. Auguro que durante el mandato de Wilcox será nombrado Secretario de Estado y se convertirá en la mano ejecutora del presidente.

—Tu información se ajusta bastante a la realidad. Pope me controla, vigila mis movimientos y se adelanta a todos los pasos que doy dentro de la agencia. Posiblemente aspire a algo más dentro del Gobierno Federal. A pesar de ello, no puedo llegar a conectar esa circunstancia con la existencia de conspiración global alguna.

—De cualquier forma, la única manera de conocer la veracidad o no de este documento es elaborar un informe paralelo. Si la información que contiene fuese veraz, los combustibles fósiles se agotarían en menos de 20 años y los recursos naturales colapsarían en un plazo no mucho más largo.

—Yo solo puedo ofrecerte mi ayuda, Grodding. Facilitaré en lo posible el trabajo de los científicos que desarrollen el proyecto en territorio americano, pero creo que estás malgastando tus esfuerzos en balde, pues la información contenida en ese documento que me has mostrado no deja de ser un simple bulo, una fotocopia, un documento sin el menor valor. Como mucho, un trabajo de campo que analiza posibles escenarios como una hipótesis.

Grodding entendió que Carber no tenía intención de entrar en el juego que le había planteado, por eso no quiso profundizar en el contenido de aquel documento que había llegado a sus manos. A fin de cuentas, sabía que con el tiempo, el propio Carber se vería afectado por aquel comunicado confidencial que había salido del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Por ello, dejó pasar de largo el tema y se limitó a contarle las últimas amenazas de muerte que había recibido y cómo ciertamente temía por su vida. Grodding puso la mano sobre el hombro de su invitado y juntos bajaron las escalinatas que daban acceso al jardín. Estuvieron una larga hora paseando entre la fronda arbolada, haciendo tiempo hasta la hora del almuerzo.

De cualquier forma, Carber apoyaba el proyecto de Grodding y en aquel momento se comprometió a utilizar todas sus influencias en el Gobierno Federal para facilitarle las cosas a los grupos de trabajo desplegados por Grodding en los Estados Unidos; sin embargo, mostró su escepticismo con relación al proyecto. La finalidad era conseguir que aquel informe viese la luz, del resto se ocuparía Grodding. Sus agencias se encargarían de difundir la noticia por el mundo, por encima de lo que pudiesen comunicar las diferentes agencias oficiales.

La primera intención de Grodding fue desistir y dar carpetazo a aquel proyecto, enterrando la información que le había facilitado Van Horn. A fin de cuentas, tampoco tenía certeza de la autenticidad de aquel documento del Departamento de Estado. Sin embargo, se tomó un tiempo para meditar su decisión, se recostó en la butaca de su escritorio y realizó una profunda inspiración para llenar los pulmones de aire. Acto seguido, levantó el auricular del teléfono y dio las pertinentes instrucciones a Van Horn:

—Louis, soy Grodding. Pon en marcha el Proyecto Tierra.

Equilibrium

Подняться наверх