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PRÓLOGO EN ZOOM
Оглавление«Yo miraba aquellas manos callosas y pensaba que los callos en las manos de los obreros son bonitos, al igual que las arrugas en las caras de los viejos».
Leyendo estas hermosas palabras de Alberto Prunetti sobre las manos de su padre (Renato Prunetti, soldador tubero en acerías y refinerías, muerto a los 59 años por un tumor resultado de su exposición al amianto), recordaba estas otras palabras de Richard Sennett en El artesano:
Las callosidades que se forman en las manos de quienes las utilizan profesionalmente constituyen un caso particular de tacto localizado. En principio, el engrosamiento de la piel debería insensibilizar el tacto, pero en la práctica ocurre lo contrario. Al proteger las terminaciones nerviosas de la mano, las callosidades hacen menos vacilante el acto de exploración. Aunque todavía no se conoce bien la fisiología de este proceso, se sabe que el callo sensibiliza la mano a pequeñísimos espacios físicos y al mismo tiempo estimula la sensibilidad en las yemas de los dedos. La función del callo en la mano es comparable a la del zoom en una cámara fotográfica.
Desde que leí este párrafo de Sennett años atrás, me persigue esa imagen fascinante: el callo como un zoom, un dispositivo de precisión en la mano del obrero. Ya que Amianto es una novela obrera, que se diría escrita con callos en las manos, permítanme que escriba este prólogo en zoom, ampliando y alejando progresivamente la imagen desde lo más pequeño y cercano. Intento así ser coherente con un libro que a su manera propone un movimiento de zoom: parte de una historia particular, individual, incluso pequeña, y va abriendo el encuadre para mostrar mucho más: un oficio, una clase, una época, un tiempo perdido que interpela a nuestro presente.
Por supuesto, empezamos este zoom mirando una mano: la mano callosa de Renato.