Читать книгу La profecía de Estambul - Alberto S. Santos - Страница 9

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El enfrentamiento entre el Imperio otomano, en el que se destacaban Trípoli, Túnez, Argel, Tetuán —y luego Salé—, y España (apoyada por la península itálica), originó, en los siglos XVI y XVII, una guerra de corso permanente, reforzada por crueles razias en las ciudades ribereñas y en las costas de los adversarios. El corso y las razias proveían decenas de miles de esclavos que se vendían en los mercados cristianos y musulmanes: por un lado, Mesina, Venecia, Nápoles, Génova, Málaga, Palma de Mallorca, Valencia, Sevilla, Lisboa… Por el otro, Estambul, Salónica, Esmirna, Alejandría y El Cairo, Trípoli, Túnez y Bizerta, Argel, Tetuán, Fez, Marrakech, Salé… Delegaciones musulmanas y cristianas manejaban las negociaciones de intercambio y de rescate de esos esclavos, quienes, luego de algunos años, regresaban a su país de origen. El comercio de seres humanos florecía.

Sin embargo, otros esclavos optaban por convertirse a la religión de sus señores. Estas conversiones eran más numerosas a favor del islam, aunque la convicción religiosa no siempre se hallaba en el origen de esta elección, sino que se basaban más bien en el hecho de que las sociedades musulmanas de esa época, al menos las de la cuenca mediterránea, eran más abiertas que las cristianas. El privilegio de nacimiento casi no importaba, y el mérito, la audacia y el savoir-faire permitían generar riqueza. Estambul, Argel, Túnez y Fez eran ciudades cosmopolitas que prácticamente desconocían los sentimientos xenófobos a partir del momento en que el extranjero se convertía en musulmán. A muchos hombres, condenados a una condición subalterna en la cristiandad por el estatuto social de su nacimiento, se les ofrecían condiciones extraordinarias de promoción social, frecuentemente asociadas a las agradables tentaciones de la carne.

De todos modos, no se puede negar el poder de atracción de una religión que prometía la salvación eterna a todos los creyentes. De esta forma, no eran solo los prisioneros los que abrazaban la religión de Alá, sino también voluntarios de todos los orígenes. Y fueron estos “tránsfugas” a quienes la Europa cristiana calificó como “renegados”, se hubieran convertido al islam por libre voluntad o a la fuerza…

Bartolomé Bennassar y Lucile Bennassar,

Les chrétiens d’Alah. L’histoire extraordinaire des renégats, XVI e XVIII siècles, Colección “Tempus”, Ediciones Perrin, 2006 (traducción del autor).

La profecía de Estambul

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