Читать книгу Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza - Alex Gesse - Страница 15
ОглавлениеParque Natural das Fragas do Eume
Introducción
El Parque Natural das Fragas do Eume (declarado en 1997) se extiende por un abrupto valle de profundas gargantas y abarca 9125 hectáreas, en las que solamente viven quinientas personas, lo que da una idea del estado virgen de estos profundos bosques que siguen el curso del río Eume. El parque tiene la forma de un triángulo, cuyos vértices y fronteras serían As Pontes, Pontedeume y Monfero, pero comprende también los ayuntamientos de Cabanas y A Capela.
La denominación de fraga, que significa «bosque de diferentes especies», nos da una clara idea de lo que nos vamos a encontrar. Robles, chopos, fresnos, alisos, castaños, árboles frutales silvestres, acebos, tejos, alcornoques, entre otros, forman esta selva variopinta, que en sus riberas húmedas y sombrías guarda lo que podríamos llamar la joya de la corona, unas veinte especies de helechos del Cenozoico, acompañados por unos doscientos tipos de líquenes y otros tantos de musgos.
Pero el interés de este lugar no radica solo en su flora y fauna, que comprende 103 especies de aves, 41 de mamíferos, ocho de peces, y especies endémicas de invertebrados y reptiles como la rana ibérica, sino también en su arquitectura e historia, pues escondido en el corazón del bosque encontramos el monasterio de San Xoan de Caaveiro, un cenobio benedictino con diez siglos de historia, recientemente rehabilitado, y todo un ejemplo de arte románico en plena naturaleza, con unas vistas espectaculares sobre la frondosa fraga. Tampoco podemos desdeñar los numerosos molinos y puentes de todo tipo y antigüedad que nos encontraremos durante cualquiera de las múltiples rutas que recorren este increíble paraje.
Podemos decir, sin duda, que nos hallamos ante uno de los bosques atlánticos de ribera mejor conservados de Europa.
Descripción del itinerario
Caminando cerca del molino.
© Anna Vidal
El punto de partida de la ruta será el aparcamiento del puente de Santa Cristina, al que podremos llegar en coche o en microbús, dependiendo de la época del año. Aunque son muchas las rutas que se pueden hacer en las Fragas do Eume, nosotros emprenderemos la circular, que rodea el monasterio, trascurre por apenas dos kilómetros y es accesible para casi cualquier persona.
Tras salir del aparcamiento, veremos a nuestra derecha el puente de Santa Cristina, desde el cual echaremos el primer vistazo a las maravillas que rodean el río Eume, empezando por la frondosidad y profundidad de su bosque, del cual no se ve el final, y continuando por la vida de este río que cambiará su sonido de leve a fuerte dependiendo de la época del año en la que lo visitemos.
Con una ligera idea de lo que nos deparará este itinerario, damos nuestros primeros pasos por un camino empedrado que nos llevará cuesta arriba hacia el monasterio de Caaveiro. A apenas unos metros, los árboles que rodean el camino —sobre todo robles—, nos dan la bienvenida trazando un túnel de ramas y hojas sobre nuestras cabezas que a duras penas dejan pasar algún rayo de sol, dibujando en el suelo a nuestro paso un interminable juego de luces y sombras, fruto de lo que parece un abrazo entre los árboles de ambos lados del camino. Toda esta estampa nos hará olvidar el cansancio de la subida y nos permitirá disfrutar de un ascenso lento y fresco, que terminará a los pies del monasterio. Ante su presencia, nos entrará la duda de si hemos atravesado un túnel del tiempo.
El entorno de este cenobio benedictino nos dejará sin palabras mientras admiramos no solo la belleza de su construcción, sino también la del enclave donde está situado, rodeado por una inmensidad de árboles de todo tipo de alturas y colores, en los cuales anidan aves de múltiples especies que crean a nuestro alrededor una sinfonía digna de la Pastoral de Beethoven. Esta melodía nos acompañará durante toda nuestra inmersión por las fragas, a veces seguida por el suave rumor del agua, otras por la fuerza tormentosa de las cascadas, y a veces dejando breves espacios de silencio en algunas zonas para despertar nuestra atención al siguiente compás. Sin duda, un lugar increíble en el que los monjes de la época podían dedicarse a la vida contemplativa con total conexión con la naturaleza. Seguro que muchos se verán tentados de sentarse en alguna de sus escaleras y disfrutar de las vistas, pero no os demoréis mucho, porque a continuación viene el plato fuerte de nuestro periplo. Bajando por otro camino empedrado, llegaremos a un antiguo molino junto a un también antiguo puente de piedra que os tiene preparado un auténtico espectáculo visual, en el que el musgo será la estrella principal de este pequeño bosque encantado regado por el río Sesín. Casi sin darnos cuenta, nos vemos invadidos por la necesidad de tocar esas esponjosas y verdes plantas, o quizá de sentarnos en alguna de las muchas piedras que nos rodean para notar, además, como la humedad del entorno acaricia nuestra piel. Será difícil despegarse de tantas sensaciones táctiles, pero llega el momento de volver a caminar por nuestro sendero y atravesar el puente de piedra para bajar al encuentro de una preciosa fuente en la que podremos refrescarnos. Continuando por esa bajada alfombrada de hojas durante casi todo el año, pero más en otoño, nos tocará cruzar un pequeño puente de madera que atraviesa una zona de rocas entre las que fluye el río Sesín, que sigue su curso veloz y con fuerza, llevándonos de nuevo a ser los afortunados espectadores de la sinfonía del bosque. El río ya no nos abandonará hasta llegar a un cruce en el que dejaremos otro puente de madera a nuestra derecha y donde enlazaremos con un tramo de la ruta de los Encomendeiros, que sale a nuestra izquierda y que nos conducirá a los brazos del río Eume. A partir de aquí, todo el tramo transcurre junto al río, sorteando las piedras y raíces que conforman nuestro camino, por un paisaje muy distinto al que nos acompañó hasta ahora, pues, adornando las márgenes del río, aparecerá una multitud de helechos que harán las delicias de cualquiera por su belleza y colorido. Les acompañan el musgo, líquenes y tal frondosidad y variedad de árboles que cuesta distinguir a unos de otros. Viendo esa estampa, cobra todo su sentido la palabra armonía, pues allí parados ante el río podemos observar cómo conviven en total simbiosis árboles, plantas trepadoras, musgo, rocas y el mismo río, creando uno de los parajes más poéticos que se haya visto nunca. Inmersos en la biodiversidad que nos rodea, seguimos caminando hacia nuestro destino final muy despacio y con especial cuidado, pues esta zona es muy húmeda y resbaladiza. El entorno, al ser tan compacto, apenas deja espacio para caminar con comodidad. Al igual que nosotros, el río en este tramo transcurre más tranquilo y silencioso, dejando que se reflejen en sus aguas, por momentos de color turquesa, los alisos, los sauces y demás árboles de ribera que lo rodean. Cuando unos pasos más adelante veamos aparecer ante nosotros de nuevo el puente de Santa Cristina, seguro que muchos de vosotros os resistiréis a dar ese paso final que os aleje de este paseo sonoro y visual.
Información práctica
CENTRO DE RECEPCIÓN DE VISITANTES DO PORTAL DE CAAVEIRO
Carretera Ombre-Caaveiro, km 5
✆ +34 981 432 528
MUSEO ETNOGRÁFICO DE A CAPELA
C/ O Pazo, s/n. A Capela.
✆ +34 981 459 380
✆ +34 693 443 247
✆ +34 678 713 971
museoetnograficodacapela@gmail.com
OFICINA DE TURISMO DE PONTEDEUME
Torreón de los Andrade, 1.ª planta
✆ +34 981 430 270
Punto de partida: Puente de Santa Cristina.
Cómo llegar: Desde Pontedeume, tomamos la carretera AC-144 durante aproximadamente un kilómetro, para continuar por la DP-6902 hasta la aldea de Chao de Ombre. Tras atravesar la aldea y después de recorrer unos dos kilómetros, dejamos el coche en el aparcamiento del Parque Natural das Fragas do Eume, donde se halla el Centro de Recepción de Visitantes do Portal de Caaveiro.
Distancia recorrido: 2000 metros.
Época recomendada: Todo el año.
Dificultad: Media-baja.
Itinerario accesible: Sí.
Transporte público: Sí. Desde Pontedeume, se puede llegar en taxi hasta la entrada de las Fragas do Eume, una vez allí hay lanzaderas hasta el puente de Santa Cristina.
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