Читать книгу Cuánto pesa una cabeza humana - Alfonso Armada, Xavier Aldekoa - Страница 11
Día 4, miércoles 18
ОглавлениеCon una pluma de porcelana
made in China
como el malhadado virus
a pesar del pangolín que
perplejo
nos interpela
porque es inocente
del hambre insaciable que gastamos,
una pluma que mi hermana la ceramista
me trajo de Jingdezhen
(léase Chintechén)
antes de que el mundo
entrara en hibernación.
Con una pluma se abraza
con una pluma se cava un pozo
con una pluma se mata
con una pluma se ama
con una pluma se pincha un globo
con una pluma se llena una barriga
con una pluma se imanta un brazo
con una pluma se zarpa
con una pluma se llega
con una pluma se compadece
con una pluma se calla
con una pluma se cancelan metáforas
con una pluma se reza
con una pluma se acaba con Dios
con una pluma se funda un paraíso
con una pluma se habita un páramo
con una pluma se enciende una ventana
en el silencio clínico de la noche
cuando todo es
fuera de campo
y nos limitamos
en un abrir y cerrar de ojos
a corregir
el curso del tiempo
lo que íbamos a ser
lo que íbamos a hacer.
«¿Quién puede decir lo que es el mundo?»,
se pregunta Louise Glück,
y se responde:
«El mundo
fluye, por tanto es
ilegible»,
pero el poema
«Prisma»
se prolonga como una partitura
que cada uno
sepa o no música
debe interpretar a solas:
«un corazón al aire se construye
su casa»
y
«Al dejar entrar
a un enemigo, a través de estas ventanas
uno deja entrar
al mundo»
o
«Los sonidos del lago. Los tranquilizadores, inhumanos
sonidos del agua lamiendo el muelle»,
todavía es Louise Glück
convocándonos
en Averno
de uno en uno
sin saber
que iba también
a acompañarnos
en este tiempo de virus coronado
asediándonos
como en Sarajevo
pero sin asesinos
atrincherados
en las colinas
que es mucho peor
matándonos
matándoles
que es mucho peor
por no hablar
de todo lo que faltaba.
Pero es también
un toque de queda
una señal de alarma.
Espero, atrincherado en mi ventana,
cuando se han apagado ya
todas las luces del vecindario:
a que pase
en una bicicleta desvencijada
insomne
Cioran:
«El hombre no es sólo un animal enfermo,
sino que es el producto
de la enfermedad».
En medio de la tarde
cuando todavía
parece remediable
vuelvo a sus Cuadernos:
«Mientras no sabemos sufrir,
no sabemos nada».
¿Quién se atreve a contradecirle?
Aún peor:
¿Quién se atreve a decirlo en voz alta
justamente ahora
en medio de este aguacero de cadáveres
que son escamoteados
para que la peste
no convierta
el miedo en pánico
y el pánico libere
nuestro más íntimo credo?
Una vez más por este día
una vez más por esta noche
Louise Glück será
a pesar de los pesares
un candil
como el que Georges de La Tour
encendía
para alumbrar las caras
de sus inspiraciones:
«El hombre en la cama era uno de los muchos hombres
a los que entregué: mi corazón. La entrega de uno mismo
no tiene límites.
No tiene límites, aunque se repita».
Nos gusta pensar
que la desgracia será vencida
y nos hará más fuertes.
Nos gusta pensar
lo que nos conviene.
El geógrafo Massimo Livi Bacci
que viene de una estirpe de geógrafos
y recorrió todas las costas del mundo
dice que «la humanidad
tiene una vitalidad enorme».
Lo sabe el virus
y por eso nos ataca
con tan endiablada inteligencia,
como si nos hubiera tomado la medida.
¿Hemos sido demasiado arrogantes?
Ah, ¡cómo están siempre ahí
los dioses
acechándonos
divirtiéndose
a nuestra costa!
Para eso nos crearon.
Para eso los creamos.