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AQUÍ NO HAY VILLANOS

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Cuando estamos experimentando dolor, es fácil señalar a alguien más. Atacar a una persona puede sentirse bien por el momento, al igual que comer un bote de helado completo se siente bien en ese instante. Pero después de un rato, te duele el estómago. Lo mismo ocurre con la celebración de un festival de odio con tus amigas. En ese momento, turnarse para golpear al ex se siente liberador y falsamente empoderador: “¡Al carajo los hombres! Somos mujeres independientes, ¡escúchanos!”. Pero eso sólo alimenta tu victimización. Usar el dolor para vincularte a otros no te sana, sólo te estorba.

Las parejas pueden hacer cosas terribles. Desaparecen, engañan, mienten, abusan, actúan descuidadamente. De ninguna manera son aceptables o justificadas las acciones hirientes. Y tienes todo el derecho a sentirte herida, triste, enojada e incluso resentida. Pero si deseas seguir adelante, hacia una nueva forma de vida, entonces tu objetivo debe ser concentrar tu energía en ti, no en la persona que te lastimó. Sólo le estás otorgando a esa persona más poder, más energía, más tiempo, y todo esto hace que te quedes estancada.

Algunas veces nos aferramos al dolor porque eso es lo último que nos queda de la relación. Dirigir el dolor a la persona que te lastimó, inconscientemente evita que logres dejarlo ir en verdad.

Cada minuto que dedicas a desviar tu atención para injuriar a tu ex, estás perdiendo un minuto precioso para crear un futuro mejor.

Corazones rotos

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