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[ VI ]

“Vamos a casarnos”. Así lo ha decidido declarándomelo con toda la condescendencia del mundo, con todo su capricho. Llamamos a Raffaella y le dijimos a voz en coro: “Ci sposiamo!” La noticia ha sido bastante bien aceptada. Tanto Luca como Raffaella nos han manifestado su apoyo y su alegría. No obstante, las objeciones existen. Al día siguiente, Jvanna vino a Reppia a visitarnos con el pretexto de traer un par de colchones nuevos para la casa. Llegó temprano por la mañana, muy alegre como de costumbre. Diez minutos después ya estaba interrogándonos –interrogándome– sobre la posibilidad de alargar mi estadía en Italia sin la desdicha de tener que unirme legalmente a su nieta. Me ofreció, incluso, la cifra de 3 000 euros para regresar al Perú, y luego volver a Italia en condiciones más favorables –con un permiso para trabajar, digamos–. Barajó un número de posibilidades ante mi situación. Explicó que no estaba en contra de nuestra unión civil, pero le hubiese gustado que tanto su adorable nieta, como yo, hubiésemos empezado nuestra vida matrimonial de otra forma; sin las burocracias que me impedían trabajar legalmente; Federica graduada ya de la universidad; en un contexto más tradicional, distinto, normal. Exactamente como nunca se presentan los contextos en la vida. Finalmente, desistió.

Erica se mostró muy entusiasmada por la noticia. Días después, ella y Fede coordinaron una salida en parejas. Fue hermoso regresar a Génova; las calles están llenas de mierda y de poesía. Guarda che la vita è un attimo. Domani vedrai le margherite dalla radice. Mira que la vida es un instante. Mañana verás las margaritas desde la raíz. Quedamos en de Ferrari. Fede y yo llegamos horas antes para ver la muestra Dagli impressionisti a Picasso que venía realizándose desde hacía unas semanas en el Palazzo Ducale. Las entradas fueron un regalito de Jvanna. En la sala primera, un cuadro ubicado en la esquina derecha –paralelo a la entrada principal– me sorprendió de forma distinta. Una de las mujeres retratadas tenía un brillo mágico en el rostro, como si una luz venida de no sé dónde le iluminara la piel y los dientes, como si la pintura de esos trazos estuviese dotada de luz. Fuimos caminando y perdiéndonos de cuadro en cuadro, de sala en sala.

Vi cómo una mujer alta y rubia tomaba notas frente a cada cuadro; pensé que era una muy buena idea para evitar que todos aquellos nombres se me rebalsasen de la mente una vez fuera. Pedí a Federica un papel y un lapicero y regresé al inicio para apuntar los nombres, los títulos y los años. Empecé: Testa di Arlechino-Picasso –1905–; Natura Morta-Juan Gris 1916–; Ragazza Che Legge-Picasso –1938–; Bagnante Seduta-Pierre Auguste Renoir –1903-1906–; Allegra Compagnia-Carolus-Duran –1870–; Autoritratto-Van Gogh –1887–; Autoritratto-Paul Gauguin –1893–; Giovane Uomo Col Capello-Amedeo Modigliani –1919–; Ritratto D’uomo-Amedeo Modigliani –1916–; Ritratto Femminile-Amedeo Modigliani –1917-1920–; Autoritratto-Otto Dix –1912–; Studio Per Dipinto Con Forma Bianca-Wassily Kandinsky –1913–; Girasoli-Emil Noble –1932–; Autoritratto-Max Beckmann –1945–; La Botiglia Di Anis Del Mono-Picasso –1915–.

Al salir, compramos un par de Morettis en el paki de Salita Pollaiuoli y fuimos lentamente caminando por los vicoli hasta llegar al viejo departamento de Federica en via San Bernardo. “Cuando regreso a los lugares en los que he vivido me vienen siempre ganas de llorar”, me dijo. El edificio es viejo, viejísimo, como una persona decrépita, y tiene incrustada una placa de mármol en la parte alta que dice:

LA CROCE VERDE GENOVESE

PRIMA ASSOCIAZIONE DI P.A.

IN GENOVA

EBBE VITA NEL 1899

IN QUESTA CASA

OSPITE DELLA SOCIETA DI M.S.

FUOCHISTI MARITTIMI ITALIANI

MCMXXIV

Nos detuvimos un momento a observar el edificio. Un graffito al lado izquierdo del portón decía: Apri il tuo culo e ti si aprirà la mente. Ya a las ocho de la noche nos juntamos los cuatro en de Ferrari. Luego de las pizzas y las cervezas en Le tre caravelle, nos metimos nuevamente en las callecitas del centro. Los bares y pubs estallaban de mocosos borrachos que salían a fumar en el viento helado de la noche. Debían tener entre 17 y 20 años. Horas después, todo se terminaba y los vicoli iban despoblándose, convirtiéndose lentamente en un enorme laberinto de vasos plásticos, botellas y caca de perro. Despedimos a los amigos de Fede y regresamos caminando hasta el estacionamiento, en Piazza della Vittoria, al otro extremo del centro. Ambos teníamos que mear, así que nos metimos entre las columnas del Arco della Vittoria y las bañamos. Primero meé yo. Luego, le hice la guardia. Ya vacíos, nos paramos frente a aquel arco inmenso y le dije lo bien que me sentía en ese lugar, en ese instante, bajo ese cielo poderoso, juntos, como perros de la noche.

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