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CAPÍTULO 1
Una etnografía en jardines comunitarios y populares: claves metodológicas y conceptuales
ОглавлениеTal como planteaba en la introducción, el interés de mi trabajo radica en indagar cómo y qué modalidad de organización y/o trabajo con niños asumen los jardines comunitarios y populares del MPLD desde lo que denominan una praxis pedagógica prefigurativa1 y de qué modos los niños experimentan ese proceso y las representaciones sobre niñez que se construyen y ponen en juego en el proyecto educativo.
Para dar respuesta a algunos de estos interrogantes y conocer los sentidos sobre los hechos sociales desde el punto de vista de los actores, consideré que la etnografía como metodología de investigación sería la más pertinente. La posibilidad de permanecer y participar un tiempo prolongado en los jardines del Movimiento e interactuar con sus actores sería la vía para registrar aspectos hasta ahora no documentados de la realidad social. Además, el trabajo analítico y reflexivo de la experiencia etnográfica pudo transformar y tensionar varias concepciones y puntos de vista desde los cuales leía e interpretaba algunos hechos sociales (Rockwell, 2009). También me posibilitó disipar, cambiar y reflexionar sobre mis supuestos y temores, porque adentrarme en las prácticas cotidianas en las cuales se desarrolla la propuesta educativa del Movimiento abrió un abanico de espacios, actores, modalidades e interacciones en los cuales se desarrollan los procesos de crianza y acompañamiento.
Originalmente pensaba que para conocer cómo los niños experimentaban la propuesta tendría que priorizar mi estadía en las salas; mi supuesto fue erróneo, en tanto observé que en todas las situaciones (dentro y fuera de los salones y de los jardines) estuvieron presentes. Las educadoras promovían que las familias asistieran con sus hijos, porque entendían que son instancias de conocimiento mutuo y de transmisión acerca de cómo en el jardín se piensa y se trata a los niños.2
Con respecto al obstáculo que a priori me significaba el desarrollo incipiente del lenguaje, también se fue diluyendo. En la interacción cotidiana observé cómo a través de los movimientos/desplazamientos, la manifestación de gestualidades y emociones, la enunciación de algunas palabras, la posibilidad de elegir dónde jugar y en qué situaciones participar, y con un grupo de adultos disponibles corporalmente, los niños tenían la posibilidad de mostrar qué querían, qué deseaban y qué emociones los atravesaban. La corta edad dejó de significarme un problema, en tanto pude identificar otros modos de expresión y comunicación que me posibilitaron, sin tener que sentarme a observar y clasificar conductas, conocer cómo experimentaban la propuesta educativa.