Читать книгу El juego de los afligidos - Andrés Colorado Vélez - Страница 14

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V

… ¿Del corazón? ¿Cómo alguien que afirma estar herido del corazón juega al coqueteo con el primero que se le cruce en su camino y, desprovisto de toda desvergüenza, se enrolla en un cuerpo ajeno como una boa hambrienta?... Fue el disparate que estuve a punto de plantearle a Claudia, motivado por la rabia que me carcomía, mientras de soslayo te veo, Carolina, bailar con Felipe, el novio de mi amiga que, además, encantado, acepta tu juego. Pero no lo hice porque a pesar de la rabia, era consciente de a qué cosas es capaz de jugar alguien a quien se le ha herido del corazón. ¡Cómo no lo voy a saber! ¡Cómo no, si yo también he jugado a las escondidas, a mimetizarme en las sombras, a esconderme tras el último árbol para ver a los demás sin que me vean, esperando el momento oportuno para salir! ¿No es así, Beatriz, Julieta, Paula, Ángela…? ¿Qué podrías decir vos al respecto, Claudia? Me pregunto, vos que asegurabas, por los días en que eras la novia de Óscar y salíamos todos de fiesta y a conversar, haber sido víctima, mas no victimaria, de corazones pérfidos... ¿Qué podrías decir?... Pero qué va, vos no tenés cabeza Claudia, o mejor, vos no le dejás espacio a la cabeza para que se entretenga o se enrede con cosas de este tipo. Como solía decir Óscar, vos sos como un insaciable pulpo que en vez de tentáculos tiene vaginas que atrapan, aprietan, aprietan, chupan y chupan, y que mientras tiene de donde asirse, está tranquilo… De ahí que no me cueste imaginarme que en cuanto salgamos de este bar pretextarás cualquier cosa, como antes lo hacías estando con Óscar, para irte a meter en la cama con tu novio. Y mientras ustedes estén poniendo a prueba los malabares del Kamasutra, que a eso, decía Óscar, se reducía pasar una noche con vos, Carolina y yo caminaremos un rato por oscuras, frías y desoladas calles como un par de extraños. Sin mirarnos a los ojos y sin hablar, a un metro de distancia uno del otro, hasta que el cansancio y el tiempo evaporen siquiera la mitad del licor que le metimos al cuerpo y entonces, uno de los dos, deje a un lado el orgullo y hable para convencer al otro de lo muy idiotas e infantiles que a veces somos. De lo mucho que nos queremos, de lo hartísimo que nos deseamos, para al final, con un apretón de manos, un abrazo tímido y un beso raro, sellar el disgusto. Y tal vez, si la noche colabora, hasta terminemos poniendo a prueba los malabares del Kamasutra.

Aunque tal vez no, pues esta noche no pienso ceder. Por mucho que me contagie del espíritu de la fiesta, hoy tengo un conjuro que me impedirá flaquear —pues no seré yo quien inicie el juego de la reconciliación— ante las disculpas, los abrazos, los ruegos y los besos raros, al fin y al cabo, hoy en la tarde me he masturbado y la fiera en celo que he heredado y que siempre llevo a mi lado ahora dormita. Lo que la hace más domable, aun si se despertara, de improviso, con mucho brío. Además, tengo unas páginas de Kafka por leer y un relato y unos malos versos por rematar; todo aquello que he dejado tirado por correr, Carolina, a tu lado.

***

Del último combate entre dos pesos pesados por el título mundial, un nuevo extracto de los diarios de Carolina.

DIARIOS DE CAROLINA

Baby... venimos de tener una discusión larga y tendida... ¿Qué esperas de mí..., por qué estás conmigo? Mi niño de mis ojos, ¿cómo pretendes que no nos enredemos en la vida, en la calle, hoy, mañana? Hace dos noches soñé tu presencia..., no podía dejarte ir, porque si lo hacía era como renunciar a vos.... para siempre. Al final, recuerdo, supe detenerte como no lo hice antes... Sé que necesito estar segura de que me amas, pues si no estoy segura de ello...

De muchas formas, volviste a decirme lo que, según vos, hago a todas horas: no respetar ni tu espacio ni tu tiempo. Pero yo no soy la misma —finalmente no creo haber irrespetado tus momentos nunca—, me gustaría mucho que entendieras esto, niño de mis ojos. Pongamos las cartas sobre la mesa... para que no nos llevemos ninguna mala sorpresa.

Una vez más he tenido una prueba fehaciente de la poca paciencia que me tienes y de la poca que yo te tengo a ti... Creo que debes tener claro que eres la compañía que prefiero sobre todas las compañías posibles de la vida... Es cierto que yo necesito aprobación, reconocimiento y cariño, lo que hace bastante tiempo (creo) te es muy difícil darme.... Un día te dije que yo necesitaba sentirme querida (que soy una niña mimada y caprichosa, lo que no está puesto en cuestión); pero más allá de ello, reclamo el respeto que tanto tiempo me has reclamado a mí.

Debo decir, sin embargo, que yo no niego mi pasado, ni mucho menos mi pasado a tu lado. Pero soy absolutamente consciente que estoy en un proceso de aprendizaje sin fin (vida) y que con mis años apenas me siento consecuente, coherente, auténtica, honesta, real.... Niño de mis ojos —¿o de los ojos de alguien más?—, yo te he dicho que te amo sin temor —sé que no puedo esperar lo mismo de vos— y quiero que entiendas que cada vez que te hablo, que te toco, que te miro, soy yo misma, la que te ama, la que no entiende nada, la que está en un proceso de construcción; mas yo creo que en tu caso lo que se da es la llegada a la definición de tu adultez, lo que eres ya no variará demasiado, mientras yo variaré como la luna... No tengo más que pedirte paciencia y cariño, que es precisamente lo que yo te he dado a ti. Sé que hay muchas cuestiones en este escrito, pero solo una intención, quiéreme, y quiéreme bien... yo sabré retribuirte.

El juego de los afligidos

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