Читать книгу Añade amor a la receta - Anne Aband - Страница 12
ОглавлениеCapítulo 5. Una nueva oportunidad
—Despierta, dormilona —su hermano le envió un cojín a la cabeza y el perro, que compartían los dos, subió a la cama ladrando y haciendo mucho ruido.
Mónica abrió los ojos malhumorada.
—¿Qué quieres? —Se levantó de la cama y se cogió el pelo con una pinza, mirando el reloj—. Por Dios, si son las ocho de la mañana.
—Uy, hermanita, ¿qué llevas en el cuello?, ¿te ha salido un sarpullido?
Julio fue a darle con el dedo a ver si era algo raro, pero ella le dio un manotazo, sonrojada.
—Métete en tus asuntos, cotilla.
—¿En serio? ¿Has ligado? ¡Ya era hora! No estará aquí, ¿no? —el bombero miró a todas partes.
—Como no estuviera debajo de la cama o metido en el baño, no sé dónde porque todo está a la vista.
El apartamento era cocina, salón y dormitorio, solo separado con algunas estanterías con plantas aromáticas, así que no había mucho lugar donde esconderse.
—Así que ligaste —dijo él cogiendo uno de sus últimos cupcakes.
—Sí, ligamos las dos, no sé qué tal le iría a Paula. El tío con el que estaba era un bombón.
—¿Ah, sí? Pues vaya, qué ligonas sois —dijo Julio un tanto molesto.
—Chico, que tenemos treinta, ya me dirás, si no ligamos ahora, ¿cuándo? —dijo Mónica robándole su cupcake—. Y ¿qué es tan importante para despertarme?
—Nada, es que hace dos días hubo un incidente en la calle, con un hombre, el dueño del restaurante La Espiga. Resultó que alguien lo empujó y justo yo pasaba por allí, llamé a una ambulancia y tal. Y a Sergio.
—Me parece muy bien, eres un héroe y todo lo que quieras. Me voy a la cama. —Por mucho que su ex fuera amigo de su hermano, no significaba que quisiera saber de él.
—No, espera. —Su hermano la cogió de la mano—. La cosa es que fui a verle al hospital para ver qué tal estaba y sin que yo le dijera nada, el hombre quiso invitarme a cenar. Dijo que podría llevar a alguien, a invitados.
—¿Me estás invitando a cenar? Vete con «tu amiguito».
Mónica se echó en la cama y el perro se subió encima del colchón a lamerle las migas de su mano.
—Sí, que es un sitio muy chulo. Sé que tú querías ir, pero al ser de una estrella Michelin, no te lo puedes permitir, ¡así que te invito!
—¿No será una encerrona? Sabes que no quiero nada con tu amigo, que me engañan una vez, pero no más.
—Él está muy arrepentido, y solo será una cena. Invita a Paula, si es que no ha quedado con su nuevo ligue.
—Bueno, voy a ir, pero solo por probar las delicatessen que se sirven ahí. Por nada más, ya te lo advierto.
—Genial, me voy a currar. ¡Ponte guapa!
Mónica le tiró el cojín y él salió pitando por la puerta, no sin antes robarle otro cupcake.
Debería hacer hoy otra remesa. Además, tocaba grabar un vídeo. Se fue a darse una ducha y se miró el cuello. Llevaba un moratón estupendo. ¿Le llamaría? Serían las luces o el ambiente, pero el chico le había encantado.
Mientras se duchaba, se rozó la cintura, donde él la había acariciado. Ya hacía tiempo que no pensaba en Sergio, en esa mirada gris que tanto la habían trastornado. Ahora veía los ojos castaño verdoso del nuevo chico, y sentía que le apetecía volver a estar con él.
Se secó el pelo y preparó todos los ingredientes. Ya estaba lista para hacer sus cupcakes de zanahorias y luego, si le daba tiempo, prepararía una ensaladilla rusa muy especial. Tenía algunos trucos como echar un poquito de mostaza o incluso salsa tártara a las verduritas cocidas. Las cocía por separado, respetando sus tiempos para que quedasen al dente. No le gustaba una ensaladilla blanda. No le importaba compartir sus ideas, se sentía muy agradecida por todos los comentarios, aunque a veces había algunos desagradables, incluso llegando al acoso.
Paula le decía que, si no tenía uno o dos haters, no era nadie, pero a ella tampoco le hacía mucha gracia y solía borrar esos comentarios.
Se metió el pelo en su gorro floreado de cocinera y comenzó la transmisión.
Pronto se conectaron varios cientos de personas, que pasaron a ser miles. Los comentarios y las preguntas comenzaron a salir. Se había colocado una tablet, también heredada de su hermano, donde veía los comentarios porque, al ser de mañana, Paula estaba trabajando. Iba contestando a las preguntas según salían.
De repente, un comentario desagradable salió. Un tal rojo345, empezó a llamarle de todo. Fue tan asqueroso que los demás usuarios empezaron a decirle que se marchase. Al final, casi a punto de llorar, Mónica paró la transmisión sin terminar de hacer los cupcakes.
—¿Qué le pasa a la gente?
En la tablet había comentarios de gente disgustada con ella por haberse perdido la receta e insultando a ese usuario. También había muchos mensajes de ánimo.
Igual tendría que denunciarlo, aunque tampoco es que le hubiese hecho nada grave. Hoy lo hablaría en la cena, «…ya que viene Sergio», pensó fastidiada. Aunque no tuviera ganas de verlo, al menos podría preguntarle si había algo legal que se pudiera hacer.
Terminó de hacer los cupcakes, grabando el final, no quería dejar a la gente sin ver sus delicados adornos con frosting y se puso a grabarse con la ensaladilla. Total, la iba a hacer igual. Mañana podría comer con Julio.
Avisó a su amiga para que se pusiera guapa, ¡casi se había olvidado de hacerlo! Paula se había puesto muy contenta por ir a ese afamado restaurante… aunque Mónica dudaba si era por eso o porque Julio también iría. Ella le hacía ojitos, aunque él no podía evitar verla como a la amiga de su hermana.
Era hora de arreglarse. Así que ahora tocaba ponerse muy guapa, y de paso, mostrarle al zopenco ese todo lo que estaba perdiendo. Se recogió el pelo para mostrarle su reciente adquisición. Sería divertido ver su cara.