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Capítulo 3. Soy un bombero

Julio salió del turno de noche y paseó por el centro. Eran casi las dos de la mañana y la noche estaba fresca, con un aire agradable; y recién duchado, tenía ganas de estirar las piernas. Hoy no habían tenido ningún aviso de importancia y habían pasado la mayor parte del día entre papeleos y partidas a las cartas.

Su supervisor le había «enmarronado» con un montón de papeles, y estaba deseando irse a casa. Pasó por el centro hacia su pisito. Esperaba que su hermana le hubiera dejado alguno de esos cupcakes que le había visto en YouTube. Sus compañeros de la estación le habían amenazado con hacerle el vacío si no les llevaba alguno para probar. De todas formas, Mónica siempre lo hacía; preparaba de más para que al día siguiente él pudiera llevarle a sus seis compañeros.

Pasó por delante del restaurante La Espiga. Si no hubiera roto con Marta, hacía ya tres meses, la hubiera llevado para celebrar su tercer aniversario. Todavía estaba en shock por ello.

Vio salir a un hombre fornido cargado con un par de bolsas de reciclaje. De repente, otro lo empujó de forma violenta, lo tiró al suelo y se fue corriendo.

El hombre estaba echado sin moverse, así que Julio cruzó la calle corriendo y lo examinó. Yacía inconsciente, con un fuerte golpe en la cabeza. Además, como llevaba unas botellas, se había cortado en alguna parte del cuerpo; había sangre en el suelo. Llamó a una ambulancia que acudió a los diez minutos. Consiguió que el hombre recuperara la consciencia y al contarle lo que había pasado, le dio las gracias. No había visto a su agresor.

Julio llevó las cosas al reciclaje y habló con la policía. Su amigo Sergio era el que había acudido; lo había llamado a él directamente. Le explicó todo y se fue a casa.

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