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26 FEBRERO 1940

Cher journal,

Los días se suceden con una monotonía insoportable. Nuestras comidas son un ciclo interminable de raíces. Zanahoria. Nabo. Puerros. Patatas. Hace unos días, durante el almuerzo, dije que me gustaría comer un tallo de ruibarbo, una hoja de acelga, guisantes, judías verdes, cualquier cosa que me hiciera recordar la primavera. Madame resopló.

—Da gracias por lo que tenemos —dijo con voz tajante—. Estamos en tiempos de guerra.

—La drôle de guerre —dije, pues es como la llaman en los periódicos, la guerra falsa. No ha pasado nada desde septiembre.

—Deberías sentirte afortunada por que tienes comida —dijo, dejando caer sobre la mesa un plato de puré de nabo.

—Francia va a aplastar a esos alemanes —gritó Benny.

—¡Arrr! —gruñó Albert.

—¡Basta! —Madame levantó la voz—. Hélène, estás alterando a tus hermanos. No voy a permitir este tipo de conversación en la mesa.

—Pero... —tomé aire para responderle, pero papá me lanzó una mirada.

—Ven a verme después de la escuela, ma choupinette —dijo en voz baja—. Quiero hablar contigo.

El resto de la tarde estuve preocupada por la posibilidad de que papá estuviera enfadado conmigo. Después de la escuela, me di prisa en hacer los ejercicios del baccalauréat para que madame Grenoble me dejara salir unos minutos antes que a los otros alumnos, y regresé en bicicleta al viñedo tan rápido como mis piernas podían pedalear. En casa, encontré a papá sólo en su oficina.

—Coucou, choupette —me saludó distraídamente, levantando la mirada de su libro.

—Papá, no estaba tratando de molestar a nadie en la comida. No es culpa mía que los niños se hayan alterado.

—Ah, ¿se alteraron? No me di cuenta. Aunque tenemos que guardar la calma ante Benoît, desde luego —añadió rápidamente, como si Madame pudiera escucharlo—. Pero te quería hablar de otra cosa. De esto —empujó su libro hacia mí, haciendo que las páginas se agitaran.

Lo levanté y miré la portada.

—Le Comte de Monte-Cristo? —El conde de Montecristo es el libro favorito de mi padre, pero no lo he leído desde que era pequeña.

—¿Qué ves?

Leí unas cuantas frases y sonreí.

—Los guardias de la prisión acaban de echar a Dantés al mar...

—No, mira con más atención.

Mis ojos se saltaron varios párrafos.

—¿Encuentra una isla y llega a la playa?

—Aquí —señaló una palabra—. Y aquí y aquí. —Su dedo índice se movió por la página.

Y entonces, las vi: unas tenues marcas de lápiz entre las líneas de texto.

—Son... puntos —dije.

—Oui —sonrió—. Es un código.

Papá me mostró cómo poner los puntos sobre algunas letras y números para codificar mensajes.

—Mi padre me enseñó el mismo código durante la Gran Guerra, justo después de que se fuera al frente. Mis hermanos... bueno, ya habían muerto. Yo me quedé a cuidar a maman. Papá necesitaba que yo pudiera enviar mensajes si fuera necesario.

—Pero no va a pasar nada —protesté.

—Ya sé, la drôle de guerre —dijo papá—. De cualquier manera, tenemos que estar preparados. Dieu merci, la tensión va a disiparse. Sin embargo, si la guerra comienza pronto y tengo que partir de repente... Bueno, siempre está bien tener una manera privada de comunicarse, n’est-ce pas? —su voz era alegre, pero no despegó la mirada de mi rostro hasta que asentí.

Me aclaré la garganta.

—¿Ya se lo enseñaste a Virginie?

Titubeó.

—Todavía no. Tiene muchas preocupaciones; no me gusta darle más.

Tu belle-mère es menos fuerte de lo que parece. Oui, c’est vrai —dijo, en respuesta a mi silencioso escepticismo—. Si yo no estoy aquí, tú vas a tener que ser fuerte por ella y por los niños.

—Pero, papá...

—¡Escúchame, Hélène! —su voz era más tajante de lo que nunca la había oído—. Si algo ocurre y tengo que irme, voy a dejarte a ti a cargo. Necesito que te quedes aquí en el viñedo. Las casas abandonadas serán las más vulnerables al saqueo. Sin importar lo que ocurra, tú tienes que quedarte. ¿Puedes prometérmelo?

Asentí.

—Necesito que me lo digas. Prométemelo.

—Te lo prometo, papá —la voz se me quebró un poco y me aclaré la garganta—. Yo me voy a quedar aquí para mantener el viñedo a salvo.

—Buena chica —se relajó ligeramente—. Ahora esto es lo que necesito que hagas en les caves...

Íbamos a construir una pared en nuestra bodega privada, me dijo, para esconder detrás las botellas más valiosas. Como négociants, nuestra familia había reunido una maravillosa colección de vinos, no sólo de nuestro viñedo, sino una selección de buenas cosechas que valían una fortuna considerable.

—Incluso si podemos esconder sólo algunas cajas de Les Gouttes d’Or, sería suficiente para tu futuro.

—Pero, ¿y si las encuentran?

Se encogió de hombros.

—Las bodegas son oscuras y miden kilómetros. Me imagino que es posible; yo mismo me pierdo allí abajo a veces.

Los dos nos reímos porque era verdad. Hace unos meses, papá bajó para buscar un grand cru raro, se le olvidó la lámpara, dio una vuelta equivocada, luego otra y pasó varios momentos de pánico buscando las escaleras. Nuestras caves son como un laberinto, construido por monjes en el siglo XIII los techos son bajos y los arcos llevan a giros extraños y callejones sin salida.

—Nadie más debe saber de este proyecto. ¿Comprendes? Personne —dijo papá.

—¿Y mi belle-mère? ¿Y los niños?

—Virginie... —parpadeó.— Sí, le contaré. En su momento. Pero no a los niños; son muy pequeños y es peligroso —cuando asentí añadió—: Vamos a trabajar por las tardes, después de la escuela, mientras aún entre un poco de luz por las ventanas.

Me mordí un labio.

—Tengo laboratorio de Química después de clase, con madame Grenoble. Para el bac.

—Lo siento mucho, ma choupinette —bajó la mirada hacia su escritorio, en silencio y completamente inmóvil, de manera que mi corazón se estremeció—. Teniendo en cuenta la situación, he decidido que deberás esperar para solicitar tu ingreso en Sèvres.

Sentí como si me hubieran sacado todo el aire del pecho.

—¡Pero ni siquiera ha pasado nada! —protesté—. La semana pasada vi las noticias en el cine: en París todos estaban en las calles como si nada —las lágrimas se me acumulaban en los ojos—. Por favor, papá, por favor, déjame mandar la solicitud —le rogué. Cuando vi que empezaba a negar con la cabeza, añadí rápidamente—: Por lo menos espera hasta después del examen para tomar una decisión.

Contuve la respiración mientras mi padre pensaba.

—D’accord —dijo por fin—. Puedes seguir preparándote para el bac, si madame Grenoble te permite hacer el laboratorio temprano, antes de la escuela.

La siguiente tarde empezamos el trabajo en las bodegas. Papá me mostró el área de la cave que quiere emparedar. En realidad, es bastante grande, tanto como la cocina, y empezamos a buscar entre las cajas de vino, apartando los grands crus y las cosechas raras. Creo que pusimos alrededor de veinte mil botellas ahí. A papá le llevó años encontrar ladrillos con la pátina adecuada, así como todas las otras piezas que dice que necesita. Empezaremos mañana por la tarde.

Odio perderme las clases extra de Química después de la escuela, en especial después de que Rose me dijera que el otro día lograran encender diferentes compuestos en una llama de metanol. Por lo menos, madame Grenoble ha sido comprensiva con mis ausencias y me permite utilizar el laboratorio antes de las clases, y me anima después, comentando mis tareas. Ruego que sea suficiente para que califique para Sèvres.

Ya ves, cher journal, tengo que inscribirme en Sèvres en el otoño. No puedo imaginar mi futuro de ninguna otra manera. Ya sé que le declaramos la guerra a Alemania y que todos los jóvenes han sido movilizados al campo de batalla, y que hay toque de queda cuando oscurece y que tenemos que llevar nuestras máscaras de gas a todas partes, pero, francamente, no se percibe ningún cambio. En Beaune, la gente toma café en las terrasses, mis compañeras de clase están buscando patrones para nuevos vestidos de primavera y la semana pasada madame Laroche me dijo que había plantado diecisiete nuevos rosales en su jardín. ¿Ese es el comportamiento de alguien que está preparándose para una guerra?

No, simplemente tengo que seguir creyendo que no va a ocurrir nada. Porque si hay una verdadera guerra, voy a tener que cumplir mi promesa y quedarme en el viñedo con Madame y mis hermanos. No creo que sea lo suficientemente fuerte para eso, de verdad, no lo creo.

Secretos entre viñedos

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