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El Cid vende su quinto a los moros.

No quiere lidiar con el rey Alfonso.

Las riquezas del botín están ya todas juntadas.

Ha pensado Mío Cid, que en buen hora ciñó espada,

que acaso el rey don Alfonso tras él mande sus compañas

y que a atacarle vendrían todas las reales mesnadas.

Las riquezas del botín manda repartir sin falta

y que los repartidores su recibo a todos hagan.

Los caballeros del Cid muy buena porción alcanzan:

le dieron a cada cual unos cien marcos de plata,

y a los peones les toca la mitad justa y sin falta.

Pero allí a nadie podía venderla ni regalarla,

ni quiere llevar cautivos Mío Cid en su campaña.

Con gente de Castejón habló, y a Guadalajara

e Hita manda a preguntar por cuánto se la compraban,

aunque muy poco le diesen por toda aquella ganancia.

Ofreciéronle los moros sus tres mil marcos de plata.

Del botín la quinta parte a Mío Cid se le guarda.

Mío Cid aquella oferta muy gustoso la aceptaba.

Al tercer día el dinero le fue entregado sin falta.

Pensó entonces Mío Cid que él y toda su compaña

en un castillo tan chico no pueden tener morada,

defenderlo sí podrán, mas les faltaría el agua.

"Vencidos están los moros, la paz con ellos firmada,

el rey Alfonso atacarnos podría con su mesnada.

Dejar quiero a Castejón, óiganme todos, Minaya.

Cantar de mío Cid (texto completo, con índice activo)

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