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Los del Cid acometen para socorrer a Pedro Bermúdez

Embrazaron los escudos delante del corazón,

las lanzas ponen en ristre envueltas con su pendón,

todos inclinan las caras por encima del arzón

y arrancan contra los moros con muy bravo corazón.

A grandes voces decía el que en buen hora nació:

"¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador,

aquí está el Cid, don Rodrigo Díaz el Campeador!"

Todos caen sobre el grupo donde Bermúdez entró.

Éranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón.

Cada guerrero del Cid a un enemigo mató,

al revolver para atrás otros tantos muertos son.

Cantar de mío Cid (texto completo, con índice activo)

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