Читать книгу Ultimatum extrasolar - Antonio Fuentes García - Страница 18
Оглавление9 Debate enfrentado del Consejo de Seguridad
Contemplaban unos y oían asombrados los presentes en los búnkeres, y en especial los del AMMI, cuanto sucedía ante la puerta del departamento en que se encerraron los miembros del Consejo de Seguridad, y aun por alguno o algunos de estos de lo que se entablaba tras la puerta que los encerraba, que podían saber conectados a través de sus computadoras portátiles como de sus inteléfonos*, que llevaron consigo los gobernantes reunidos, interesándose unos a otros por lo que se decía en el búnker principal de las grandes potencias, y aun los musulmanes en sus dos búnkeres sunnita y chiíta.
―¡¿Van los religiosos a oponerse a nuestra defensa frente al invasor extraterrestre?!― Exclamó entre la admiración y la rabia el mayor general chino desde el búnker del AMMI, siendo evidentemente irreligioso como lo era su presidente en la reunión de los 25, que le oyó pensando lo mismo.
Escuchado también por los demás miembros en el departamento de reunión del Consejo de Seguridad, produjo aquí el que fuera asaeteado con la mirada fruncida el presidente chino por la mayoría de los concurrentes, pues de pronto las creencias religiosas de estos parecían convenir en el mismo resultado de una autoridad superior divina, frente a la cual no habría poder humano capaz de oponerse en absoluto. Y a la vez por más de uno sobrevoló la convicción de recaer sobre China la culpa de la pandemia de 2020 que asoló a tantos países, recordada por el Ayatolá.
Y si alguno titubeó en esa mirada generalizada, la certeza dominante en la misma le doblegó, casi incluyendo al chino y aún más al japonés que también había dudado pensando en el origen divino de su emperador, porque el hindú parecía convencido y ver ya al dios Shiva* disponiéndose a la destrucción del mundo que luego reconstruiría Brahma*, mientras el israelí imaginábase la venida por fin del Mesías*, que no lo fue para los judíos Jesucristo. E igual que en ellos, se extendió por los principales búnkeres y departamentos de Estado de las diversas naciones conectadas esas sensaciones una vez oídas las palabras del general chino y sentir el titubeo de sus presidentes en el Consejo de Seguridad, haciéndoles temblar a los congregados en los mismos; sólo que, habiendo en esas reuniones personajes de superior intelectualidad, ciencia y capacidad militar, hubo pronto reacciones. Como fue la primera la del astrónomo y coronel astronauta estadounidense Sheridan, que hizo oír su voz rotunda en todos los búnkeres, departamentos ministeriales y el Consejo de Seguridad, a través de las conexiones telemáticas:
―¿Se nos va a olvidar que alrededor de las tres estrellas más cercanas, las de Alfa Centauri, hay planetas más antiguos que el nuestro y dos por lo menos de las mismas capacidades para la vida superior, que evidentemente nos han de llevar milenios de adelanto, si acaso no millones de civilización tecnológica? Porque, si nosotros tenemos la capacidad de instalarnos en la Luna, viajar a Marte y, lo peor, con el armamento nuclear almacenado destruir nosotros mismos nuestro propio planeta, conseguido lo nuestro en unos miles de años de humanidad y desde luego millones de años menos de existencia de vida zoológica y no digamos antropológica, ¿hemos de dudar de la capacidad de destruirnos a nosotros de unos seres de civilización extrasolar muy superior ya que nos llevan miles o millones de años más de existencia, alrededor de unas estrellas más antiguas que nuestro Sol pero de iguales propiedades para generar vida a su alrededor, que por ende tuvo que generarla en sus sistemas exosplanetarios, haciéndola surgir y evolucionar de la naturaleza de esos planetas, dos por lo menos orbitando en las dos ecosferas de los dos soles principales, esa vida equiparable, sin duda, en lo natural a la nuestra, y no angélica por tanto? Si ya nos movemos artificialmente a través del espacio, aunque sea sólo por el espacio solar, pero teniendo en cuenta que somos nuevos en la astronáutica* y apenas hemos avanzado desde la espacionáutica* hacia la cosmonáutica*, si es que acaso lo estamos haciendo y no precisamente con cosmonautas, con miles de millones de años después de la eclosión y expansión del Universo, cuando ya en éste se habían desarrollado sistemas estelares y planetarios, ¿no podemos creer en viejas exocivilizaciones galácticas que nos precedieran porque sus autores nacieron en planetas originados en los principios del Universo; o por lo menos antes que el Sol y la Tierra? Y con su avanzada experiencia, en la que hemos de aceptar que, como nosotros ahora, tuvieran la tentación de crear artificialmente seres robots para que les sirvieran y en cambio, por la eficiencia y soberbia en dotarles de autonomía e inteligencia artificial irresponsablemente, tuvieran el mal desengaño de una rebelión robótica a punto de destruirles, que es por ello mismo que se nos avisa. Que es en definitiva lo que han hecho, y de la única manera que puede movernos a la reflexión y actuación consecuente: mediante el ultimátum.
Siguió a esa intervención a través de las ondas telemáticas en todos los búnkeres y departamentos ministeriales internacionales conectados, como asimismo en el Consejo de Seguridad, un profundo silencio en el que de nuevo afloró el terror, sólo que ahora desplazando al del Juicio Final apocalíptico contra el que proveniendo del poder Omnímodo de Dios, o los dioses creadores, sería imposible resistirse, para enfrentarse a otro poder ciertamente muy superior al terrícola pero contra el que cabía alguna esperanza de supervivencia. Sin embargo no fue universal esta adopción, pues los más fundamentalistas en sus creencias religiosas, principalmente los musulmanes, seguidos de los hindúes y sin faltar cristianos, judíos y otros de religiones menores por el número de sus fieles, entre los que cabe incluir a los chamanes, dudaron y hasta negaron esa objeción del coronel astronauta y astrónomo. Y en esta tesitura se expresó el presidente egipcio:
―Soy creyente musulmán y estoy creyendo que podemos estar frente al Juicio Final. Y a pesar del excelente e informado discurso del coronel astronauta norteamericano pienso si la advertencia del discurso anterior del longevo insólito en nombre de los nombrados extrasolares no es en realidad el anuncio de la venida del Mahdi* para reinstaurar la justicia y acabar… con los infieles. ―Dijo lo último como en un balbuceo dándose cuenta del medio infiel mayoritario en que según su religión estaba; luego continuó con otra voz―. No obstante me mantendré en esta reunión por mi deber de estadista humano por si efectivamente alguien estuviera en el convencimiento, y este fuera cierto, de que fuesen extraterrestres y no ángeles los que nos han enviado el mensaje y nos dan el ultimátum... Y aun así provenir por mandato de Alá ―acabó diciendo para congraciarse con sus correligionarios, pero continuó―: Porque Alá, o Dios para los cristianos, es nuestro Creador y Creador de todo lo que existe en el Universo, y así como siendo nosotros creación Suya nos da libre albedrío y con Suma Paciencia soporta nuestros enfrentamientos bélicos, ¿por qué no los va a soportar entre seres estelares?; máxime cuando no puede permitir, como en nuestro caso, que nos arroguemos la divinidad de crear criaturas artificiales dotadas de nuestros atributos de actividad, apariencia e inteligencia humanas, que por su artificio aun nos superen o parezcan superarnos... Como si superasen a Dios mismo… O lo superásemos nosotros.
Impresionó lo último a todos los creyentes, mahometanos y cristianos, y aun a los no creyentes, por cuanto podían reinterpretarse evolucionistas sus últimas palabras, si a Dios lo intercambiamos por Vida, Inteligencia, Invención y Artificio.
Fijaron entonces los cristianos su mirada en el Sumo Pontífice de Roma, incluso los no católicos, y observándolo se vio obligado a decir:
―El Universo en su totalidad es creación del Sumo Hacedor, pues no en vano tuvo un principio en el reconocido Big Bang*, que sólo Dios pudo provocar y tras el que se desarrollaron las nebulosas, galaxias, estrellas, planetas y cuanto puebla el espacio universal, contando los seres animados surgidos en ellos, entre los que contamos; y sin duda también los espíritus angelicales que Le sirven y participaron en la Creación… bajo su Autoridad..., creados por Él anticipadamente. Y si todo es obra del Creador, al que unos llamamos Dios, otros Alá, Jehová, Brahma, etcétera, hemos de comprender que Él todo lo mueve o todo se mueve según Su Voluntad. De aquí, pues, hemos de entender que la llegada a nuestro planeta de seres extraños lo es por voluntad divina, y por esta misma actitud divina Dios nos permite elegir libremente nuestra decisión de respuesta al invasor, que lo es por la misma razón que siendo quien fuere no es de nuestra naturaleza terráquea. Mas: ¿no sería preferible buscar con ellos un entendimiento?
Asintieron con más o menos tolerancia los del Consejo de Seguridad, los que más cristianos y musulmanes, y fuera, en la gran sala de la Asamblea, la mayoría de las mismas confesiones y demás que, a través de los medios telemáticos les seguían, y aun los agnósticos; éstos y muchos de los demás entendiendo mayoritariamente que se volvía al dilema de defenderse o dejarse colonizar. De si estábamos ante el anuncio de intervención divina o frente a una amenaza alienígena profana.
Esta suspensión del ánimo la cortó el presidente chino diciendo:
―A estas alturas hemos de apartar la religión o estaremos vencidos de antemano. Recordemos cómo fue derrotado el imperio azteca por un puñado de españoles, por creer en una profecía de sus dioses…
―También por la crueldad de esos aztecas que llevó a otros indios a luchar al lado de los españoles capitaneados por Hernán Cortés―, puntualizó el español.
―Los españoles llevaban consigo una tecnología y civilización superiores en aquel tiempo ―observó el presidente estadounidense, que continuó―: Respetando todas las creencias en Dios y el Juicio Final, que yo comparto como creyente, creo que debemos fijarnos en el asunto que nos ha traído: el ultimátum… A causa de los robots, hemos de entender… Y de manera profana, sin Dios por medio.
―Pues dejémonos de especulaciones acerca de si son ángeles o alienígenas profanos los que nos amenazan y pongámonos de acuerdo a tomar una decisión común ante el peligro… Que, por cierto, aún tenemos en el lago Titicaca una cosmonave que no se es capaz de descubrir.― Dijo esto último el presidente ruso como señalando la ineficacia de los estadounidenses en la misión que se llevaba a cabo en ese lago.
―¿Se olvida el presidente ruso que estamos ante una tecnología muy superior, capaz de hacer invisible y hasta indetectable esa cosmonave?, que sin duda es lo que está llevando a cabo su desconocida tripulación para que no la descubramos ―le respondió el presidente norteamericano.
―No me olvido, que también nosotros estudiamos esas aplicaciones tecnológicas; y, como aliados frente a lo que resulta ser el origen del ultimátum, entiendo que debo ofrecer nuestros avances en esa tecnología a la búsqueda de la cosmonave alienígena… ―Cortó el presidente ruso con el ofrecimiento las aprensiones religiosas, afirmando, sin embargo―: Yo también represento a la religión cristiana que cultiva mi país, la gran Rusia, pero esa cosmonave nos enfrenta a un hecho material, ¿no?
―De momento así hay que entenderlo…
―Y entender también que en ella pueden estar, con los alienígenas, ocultos los Diez Insólitos, a los que debemos también rescatar, si es que no están invisibles en la plataforma ante la Asamblea General…
―Entonces podrían estar ahí también los extrasolares― observó alarmado el presidente francés.
Hubo una pausa causada por la impresión general ante lo último dicho, que como a través de los medios telemáticos abiertos alcanzó a oírse fuera del Consejo de Seguridad en la gran sala de la Asamblea donde en esos momentos los allí presentes les escuchaban con gran atención, se extendió en toda ella pese al revuelo que se producía con la misma o mayor intensidad; de modo que la mayoría miró a la plataforma de los discursos y hasta algunos de los guardias que la rodeaban se atrevieron, subidos en ella, a tantear si realmente allí estaban invisibles los diez enigmáticos insólitos terrícolas y los no menos enigmáticos diez alienígenas. Pero no estaban, o eran tan intocables como invisibles; y la escena ciertamente paranoica.