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Оглавление10 Dos decisiones contrapuestas
―Lo que ahora importa es si aceptamos o no las imposiciones de los extrasolares…―, dijo ahora el presidente japonés, pensando en los adelantos de su gran industria robótica en peligro, aun entendiendo que el problema, y muy serio, era otro.
―Exacto ―convino el presidente de los Estados Unidos―. Y aceptando de principio para tomar una decisión que son extrasolares… Entiendo que habremos de consultar a nuestras Cámaras...
―Pues aceptando efectivamente que son alienígenas ―le siguió el presidente francés―: Observemos que no debemos fiarnos acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones; incluso si haciéndoles caso nos ponemos mano sobre mano a la construcción de la gigantesca obra que nos piden en todo el planeta; y si ésta puede llevarse a cabo sin la industria robótica.
―Será imposible ―afirmó el japonés.
―Entiendo que respecto a la industria robótica lo que se nos pide es el abandono de los robots inteligentes y los de apariencia humana―dijo el presidente brasileño.
―Y los soldados-robots, sin duda―, observó el presidente hindú, preocupado por la guerra en sus fronteras donde había tales robots defendiéndolas.
―Desde luego― manifestó también el presidente israelí, que había de acogerse igualmente a tales robots para defender su territorio de la multitud musulmana que le rodeaba.
―La industria robótica creando seres semejantes a nosotros, que somos obras del Creador―expresó el ayatolá―, es un desafío a Dios y una profanación de su Obra suprema, el ser humano: nosotros.
Hubo una general aceptación de sus palabras no ya sólo entre los musulmanes, sino también entre los cristianos, tanto más cuanto que el Pontífice Romano asintió con lo dicho por el jefe político y religioso iraní.
―La creación industrial de seres semejantes a nosotros―le apoyó el Papa―, es evidentemente un desafío a Dios y un paso más hacia la desintegración moral del ser humano, sobre todo cuando ciertos robots que se pueden confundir con seres humanos son utilizados para el desahogo concupiscente de ciertos individuos sin moral. Y el hecho mismo de que se nos exija su eliminación debe hacernos pensar si detrás de ello no está la advertencia divina.
Tras estas palabras del Papa ahora se generalizó en todos los presentes la tesis de la advertencia angelical, del aviso del Juicio Final, que volvía a llenar de angustia a los creyentes cristianos y musulmanes, e incluso al hindú y desde luego al judío. Y observándolos, así tan convencidos, también los pocos que no confesaban sus religiones parecieron titubear en sus convicciones ateas o de otras creencias, especialmente el chino y el japonés. Este último convenciéndose del peligro a su industria robótica; y el chino de terminar hallarse solo frente a la invasión alienígena.
Por supuesto mucho de lo dicho se extendió por la redes que los conectaban a los búnkeres militares, a los departamentos oficiales e incluso a la gran sala de la Asamblea y al exterior, provocando un impacto de renovado terror alrededor del orbe humano.
―Los robots nos valen también como armas―observó entonces el representante hindú, volviéndole a la mente los soldados-robots que defendían sus fronteras frente a las pakistaníes―. Si nos enfrentamos a simples alienígenas…
―Serían armas de gran eficacia ―apuntó animoso el chino―; que, con el desarme que nos piden, apuntando indudablemente a nuestras armas de destrucción masiva, a nuestro armamento nuclear, nos dejarían indefensos, en sus manos…
―Sin duda ―expresó el francés―. Y no sólo eso ―continuó ―: Pues de la exposición en el mensaje extrasolar dicho por el Insólito Español, ¿no se desprende que podemos estar, además, bajo una amenaza telúrica y otra cósmica? Y para hacer frente a ésta necesitaremos los misiles nucleares, como se demostró desviando con ellos el asteroide Absinthe― lo nombró en su idioma, y comentó―: Cuya capacidad militar, y nuestra capacidad de lanzamiento, observaron, sin duda…
―¡Claro! Y si nos advirtieron honradamente: Deben aceptarnos estas armas ―le fascinó la idea al chino, cortando el discurso del francés―; y lo importante ahora es saber con qué fuerzas contamos entre todos para repeler un ataque alienígena…
―Sí, sin duda tenemos u obtendremos esa concesión… nuclear, ¿no? ―dijo el estadounidense, indagando con su mirada los rostros de los gobernantes musulmanes―. La de los misiles nucleares para defendernos ante la caída de un asteroide… Y explotándola militarmente… frente a una previsible agresión de un enemigo extraterrestre, entiendo que.., además de mantener esas armas apuntando al espacio exterior, entre nosotros habremos de contar con todas las fuerzas militares de todas las naciones del planeta…
―De grado o por fuerza ―apuntó con firmeza el chino.
―… Aunque sólo sea para impedir que se asienten en algún territorio.
―Protesto ―expresó el ayatolá iraní, entendiendo adónde querían llegar el chino y el estadounidense―. Necesito estar convencido de que esos extrasolares no son ángeles enviados por Alá.
Protesta que fue apoyada por todos los representantes musulmanes.
―No se han expresado en ese sentido los Diez Insólitos, ninguno de ellos, ni siquiera el de su religión: Yusuf, ¿no?― Intervino el presidente español.
―Son meros instrumentos de Dios…
―Si Dios estuviera por medio, todo se acabaría sin más ―puso su grano de arena la previamente elegida a presidir este Consejo de Seguridad allí reunido, en su primera intervención, la primera ministra australiana, cuyas palabras no podían estimar los islamistas.
Aprovechando la brevedad del silencio tras su intervención, dijo el presidente alemán también en su primera intervención aquí:
―Lo importante ahora es poner a disposición de todos los ejércitos las más modernas y destructoras armas...
―¿También las atómicas?―Se asombró el boliviano.
―Imposible. No todos serán de fiar ni a corto tiempo se les puede instruir ―observó el primer ministro inglés, pensando que no se desprendería de sus armas nucleares.
―Claro que no ―aclaró el chino, rectificando―: habrá de ser el más moderno armamento convencional.
―Lo primero es que mantengamos un gobierno mundial y unos mandos militares dependientes de éste ―se apresuró a introducir el presidente norteamericano, añadiendo―: la OTAN puede servirnos de base a lo segundo y...
―La OTAN fue creada contra Rusia y ha seguido con esa intención hasta … no ha mucho ―le cortó el presidente ruso, recordando el acercamiento novedoso con Estados Unidos ante el peligro de la superpotencia china con sus más de 1.500 millones de habitantes, su industria y tecnología puntas que, sobre todo, la Europa capitalista le trasladó con el mensaje de la globalización por el interés de sus empresarios multimillonarios, y su actuación (la del Gobierno chino) en la pandemia del coronavirus, de la que empezó Wáshington acusándole, quizás, de haberla creado y desde luego de haber provocado de alguna manera su propagación, como todos los presentes vinieron a recordar―. La política que se nos presenta ―continuó el presidente ruso―: es la de la defensa de todo el planeta por todas nuestras naciones coaligadas contra el enemigo extraterrestre…―miró entonces especialmente al estadounidense y al chino y de pasada a los europeos―: Una nueva alianza militar y política dirigida desde el AMMAA y el AMMI, en que ya trabajamos, ¿no?. Y una industria mundial tecnocientífica que perfeccione y lleve en la práctica al límite el armamento defensivo-ofensivo... entre nosotros.
―Aportaremos a esas alianzas todas nuestras experiencias ―admitió el presidente norteamericano, voluntarioso por llegar a un acuerdo. En cuanto a la OTAN, ya está en marcha una orden de ejercer al lado del AMMAA… O integrado en éste…
―¿No se nos escapa que el adelanto militar ofensivo, el de los extrasolares, será, sin duda, de una capacidad destructiva imposible de superar por nosotros en el breve espacio de tiempo que podamos tener, dado el adelanto de su exocivilización.., que los ha traído a nosotros desde no sabemos qué exoplaneta de qué estrella? ―intervino de nuevo la presidenta de esta reunión a puerta cerrada.
―¿Y si nos planteamos lo que nos exigen: estudiar a fondo los supervolcanes, empezar la construcción de refugios contra éstos y los asteroides…? ―Se expresaba el presidente mejicano, cuando fue interrumpido por el norteamericano:
―¿Y no puede ser que así, refugiándonos, acabáramos perdiendo nuestra existencia en la superficie, que ellos tomarían, enterrándonos en vida y sólo dejándonos salir como esclavos? Después de obligarnos a desarmarnos ―dijo el presidente estadounidense.
―¿Se olvida usted del supervolcán que tiene en su Parque de Yellowstone?―le soltó el mejicano.
―Señores, ¿qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? ―Volvió a hablar la presidenta de este Consejo.
―Propongo también la consulta de inmediato con nuestras cúpulas militares, nuestros científicos, tecnólogos e industriales ―dijo el presidente ruso―. Consultar al AMMI… Y reunir también un ejército de científicos de la Medicina expertos en pandemias que puedan venirnos desde el espacio o…
―Lo apoyo ―se apresuró a decir el presidente chino―. Pese a lo que muchos insinúan, o piensan para sus adentros, el Covid-19 pudo caernos del espacio; o ser traído por los extrasolares antes de hacerse visibles…
Una mirada general con tintes acusatorios o de suspicacias le enmudeció; obligando entonces a intervenir a la presidenta:
―Ahora lo que toca es la alianza general terrestre para hacer frente, de la manera que nos pueda convenir, a las pretensiones intervencionistas de los extrasolares, si hemos de entender que nos amenazaron con un ultimátum. Y para ello hay que empezar por desterrar de entre nosotros toda discordia y acusación que nos enfrente… Señores Presidentes… y demás gobernantes: ¿Qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? A fin de cuentas el asunto incumbe a todo nuestro planeta… a todo nuestro mundo.
―Y desde ahora, muy especialmente: a nuestros astrónomos, astrofísicos y agencias espaciales, por si los primeros y segundos pueden detectar el origen real de los extrasolares y los terceros avanzar en la conquista del espacio. Ya hemos oído a un eminente astrónomo y astronauta que nos propone fijarnos en las estrellas más cercanas ―. Concluyó el estadounidense.
―¿Y por qué no invocamos la mediación de los Diez Insólitos? ―Propuso el representante español.
Aquí parecieron todos estar de acuerdo.
Se abrió entonces la puerta y apareció con semblante preocupado el Secretario General, que dijo:
―Señores Gobernantes, por favor, si han tomado ya una decisión conjunta o mayoritaria a seguir, salgan a exponerla o debatirla ante la Asamblea General. Los ánimos están muy exaltados y hay quienes se marchan…
―Sugiero que salgamos con las últimas propuestas si se aceptan mayoritariamente ―dijo la presidenta de la reunión ―Y muy especialmente la de invocar la mediación de los Diez Insólitos, a la que espero no se oponga nadie.
Levantaron los Seis Grandes la mano resueltos a la mediación de los Diez Insólitos a la vez que aparentando oponer resistencia a las exigencias alienígenas, siguiéndoles los catorce no musulmanes de los congregados, reflejándose en todos los rostros la preocupación y el terror de lo que decidían mientras se levantaban de sus asientos; solamente los gobernantes musulmanes se mantuvieron sentados y sin levantar el brazo; de los cuales, dijo el árabe, respondiendo a la muda pregunta que les hacían con los ojos:
―Antes que aceptar un gobierno mundial al que entregar nuestras fuerzas armadas para enfrentarnos a los supuestos alienígenas extrasolares, habremos de consultar a nuestros ulemas, alfaquíes y muftíes, o, para que me entendáis, nuestros teólogos, jurisconsultos e intérpretes de las leyes; pero especialmente a los primeros, pues no tenemos claro si son seres materiales o ángeles los que nos advierten de su intervención contra la maldad de este mundo, como está profetizado para el fin de los tiempos, con la llegada del Mahdi o mesías último.
―El Estado que no se sume a cooperar en la defensa mundial frente a los extraterrestres habrá que considerarlo una nación traidora ―respondió con evidente disgusto y violencia en las palabras el presidente chino, mirando a los gobernantes musulmanes―; y defendiéndonos de un enemigo del calibre alienígena estelar no se admite la puerta de entrada para ellos que sería el territorio de una nación inmóvil… traidora a su especie.
Los gobernantes musulmanes palidecieron de rabia observando en los rostros de los otros Cinco Grandes asenso con lo dicho por el chino, mientras el Sumo Pontífice Romano bajaba la cabeza y los párpados.
―¿Nos amenazas? ―se escandalizó el ayatolá―: No somos traidores… Tenemos que convencernos de que son alienígenas estelares y no ángeles de Dios…
―Y no podemos aventurarnos ciegamente contra los ángeles de Alá―apoyó el Rey árabe.
―Pues despejad vuestras mentes y hacedlo antes de que nos movilicemos internacionalmente en la defensa de nuestro mundo y nuestra especie ―advirtió el chino, observando también la aquiescencia a sus palabras de los presidentes ruso y estadounidense.
―Paz, señores ―rogó la que presidía la reunión, desencajada como la mayoría, por las fuertes palabras y la situación que se les venía encima con la aparente decisión de los Seis Grandes de hacer frente común a los alienígenas… o ángeles―. Y salgamos a exponer lo aquí acordado mayoritariamente y a ver cómo lo reciben. Sin olvidarnos de los Diez Insólitos.
―Lo acordado ―rectificó el representante turco―: en disconformidad con el Islam.
Sin más discusiones, alterados, sombríos, pálidos ante la responsabilidad que les tocaba, levantándose todos para salir, expresó entonces una advertencia el presidente de los Estados Unidos:
―Antes de exponer lo aquí acordado ante la Asamblea General, es preciso que hablemos con los miembros de nuestros Gobiernos y cúpulas militares, así como a nuestros representantes del Alto Mando Militar Aliado Antialienígena del búnker más escondido. Aunque sean unos breves minutos, pues más no creo aguanten los demás representantes de las naciones; ni tenemos tiempo que perder.
―Estoy de acuerdo ―aprobó el presidente ruso.
Y seguidamente lo hicieron todos los demás, incluyendo los disconformes islamistas conforme a su decisión para asegurarse la disposición creyente y leal de sus respectivos gobiernos; preguntándoles entonces el presidente hindú:
―¿Acabaremos al menos con nuestro enfrentamiento bélico?
―¿El del Indostán*?
―¿El que nos enfrenta en todo el orbe?―, propuso en su pregunta el presidente de Estados Unidos, pensando en la lucha que se desarrollaba en África y en los atentados yijadistas.
Tras una breve pausa, respondieron al unísono los jefes islamistas iraní y árabe, después que se miraron:
―Alá decidirá.
―Alá luchará por nosotros en los frentes que tenemos abiertos ―concluyó el presidente turco.
Después de esto salieron uno tras otro a enfrentarse a la Asamblea General, decididos a la vez que imponiéndose los Seis Grandes a concluir una defensa de la especie humana toda y el planeta terráqueo todo frente a la intervención extraterrestre que se imponían a creer, contando con el poder militar conjunto pero, sobre todo, por el que les confería su poderío nuclear y la concesión de los misiles, a pesar de no tenerlas todas consigo. Pero es que temían profundamente ser colonizados o tal vez esclavizados si no masacrados o destruidos sin más por una especie alienígena que no había querido dar la cara, manifestándose a través de diez individuos humanos absolutamente manipulados por ellos, según entendían.
En realidad estaban aterrados con la decisión tomada, pero no sabían qué otra tomar. Y siendo la mayoría más o menos creyentes, las voces y convicciones oídas y conocidas del Juicio Final, el Armagedón y el Apocalipsis les conturbaba también, aunque a unos más que a otros, incluyéndose el hindú pensando en el destructor Shiva de la Trimurti* de su religión. Sólo el presidente chino parecía el más entero, aunque la procesión le iba por dentro, pero siendo su faz amarilla no se le apreciaba en el rostro como a los demás, a excepción hecha del japonés.