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12 Declaración de Resistencia y Ultimátum al Islam

Ya en el gran auditorio de la Asamblea General, acabadas sus cortas conferencias telefónicas de los Presidentes en el Consejo de Seguridad con sus Gobiernos, presentándose los Veinte Gobernantes ante aquélla y observando el tumulto que producían los islamistas retirándose y provocando a seguirles a sus correligionarios igual que a los más dubitativos de otros representantes nacionales no islamistas, fue el presidente chino el que tomando el altavoz que se les había acercado para pronunciarse, les reprendió airado en inglés, para que todos le entendiesen:

―¿Adónde van. Acaso creen escaparse de la tormenta y de sus rayos mortíferos que caerán sobre los traidores que huyen? Si no los electrocutan los rayos extrasolares los electrocutaremos nosotros…

―¡Habrá que hacerlo! ―le apoyó el ruso.

Ambas amenazas y la rigidez severa mayoritaria, especialmente la de los Seis representantes de las Grandes Potencias, hicieron palidecer y temblar más si cabía a los indecisos que ya se habían levantado para huir, volviendo la mayoría de ellos a sentarse por temor a los Seis Grandes y vergüenza ante el resto de asambleístas; siendo únicamente los islamistas y algún que otro representante de Estado menor los que persistieron en su retirada cuando no huida, sin convicción alguna la mayoría de los no islamistas de hacer lo conveniente, máxime escuchando aterrados los trallazos verbales procedentes de los persistentes del Consejo de Seguridad:

―¡Sí, huid: ¿Adónde?!

―¿Acaso vais a salir del planeta? ¿O del espacio alrededor?

―Creeréis escapar de las furias extrasolares, pero no escaparéis de nuestras furias por traidores y cobardes.

A contradecirles se oyó, alejándose, una voz islamista:

―No huimos. Sólo esperamos una revelación de Alá.

―¿Desde cuándo se entiende que los ángeles se presenten en cosmonaves? ¿No son espíritus?

―Dios decide.

Lo último apenas fue oído y no le hubo respuesta.

Lo que no sabía nadie es que los Diez Insólitos aun tan alejados como pudiera suponerse que estuvieran ―si acaso no estaban invisibles en la misma Asamblea o sus cercanías como todavía persistían algunos en creer―, oían cuanto se decía en ella, porque entre sus aumentadas capacidades físicas estaba también la de unos oídos sumamente sensibles a la audición; y por si fuera poco no les faltaba capacidad telepática, aun en distancias inconcebibles. Facultades ignoradas o que se ignoraron y que les permitían estar al corriente de cuanto se dijo en el departamento al que se apartaron los 25 miembros del Consejo de Seguridad y lo que se decidía ahora en la Asamblea General. Oyéndolo todo tal si fuesen dioses.

Impacientábase el resto mayoritario de cuantos asistían a la Asamblea General por conocer la propuesta de los 20, que, para mayor alarma antes de exponerse se observó reducirse a 19, pues a los cinco musulmanes en retirada se sumó luego en solitario el representante israelí, si bien lo hizo remolonamente para no juntarse con los musulmanes, marchándose después que oyera cómo se iba a exponer la decisión tomada, y desde luego lo hacía tras ser aconsejado intelefónicamente por el Gran Rabinato de Israel*, reconocido por ley, diciéndole que según las Sagradas Escrituras nada se oponía a que los mensajeros de Adonai* (Jehová Dios) pudieran venir en carros de fuego, como el que se llevó a Elías; recordando entonces que el mismo versículo fue citado por el Cabeza de la Iglesia Católica. ¿Sería entonces que iban a tener razón los musulmanes oponiéndose a la alianza militar antialienígena? ¿Íbamos a tener que ponernos al lado de los islamistas, nuestros enemigos acérrimos? Pensaba el presidente israelí conforme se retiraba. Pero si los estelares vienen en cosmonaves ―le inquietaba pensarlo―, ¿hemos de entender, o no, que sean ángeles? ¿Qué podemos entender que fueran, o sean, los ángeles? ¿Iba a tener razón quien apuntó que el carro de fuego que se llevó a Elías sería una astronave? Pues: ¿Qué otra cosa iba a ser?. Entonces...: ¿Nos han visitado en el pasado… seres inteligentes de otro mundo?

Acosado por estos razonamientos el presidente israelí era en esos momentos el político más dubitativo en cuanto a la entidad de los ángeles, su misión y su origen; no muy lejos de las tribulaciones que en el mismo o parecido sentido angustiaban al Sumo Pontífice Romano y, generalizando, a los patriarcas ortodoxos y cabezas de las iglesias protestantes, incluyendo aunque con los máximos reparos a los testigos de Jehová que podían creer, ciertamente, que el ultimátum extrasolar era el preámbulo del Apocalipsis.

Y de otra índole religiosa también los pensamientos del presidente hindú oscilaban en la duda de si la profética destrucción que había de provocar Shiva* iba a ser próximamente por mano de extrasolares, o aún mantendría su reinado conservador Vishnú*; pero igualmente reflexionaba si un político de su categoría debía ajustar su actitud a unas creencias que hasta aquí superó por míticas, y en un momento que podía ser clave para la Humanidad de la que formaba parte importante por la razón de la importancia de su país, el segundo más poblado de la Tierra... o quizás ya el primero. Y cuando se le daba el rango de superpotencia en el Consejo de Seguridad.

Y mientras, con la inquietud general que producía la retirada del representante israelí sumándose, pero no juntándose, a la de los cinco miembros musulmanes del Consejo de Seguridad, a los que les seguían el resto de líderes de la misma confesión, sunnitas y chiítas, crecía también en el sentimiento creyente mayoritario de los cristianos que el ultimátum podía ser en realidad el aviso previo a los fieles del cumplimiento profetizado del Juicio Final; más cuando vieron volver al Papa meditabundo para sentarse al lado no sólo de sus cardenales sino también próximo a los patriarcas ortodoxos y demás cabezas del Cristianismo, con los que ahora debatía en un aparte; por lo que tanto en la Asamblea como allá donde contemplaban la actividad en ésta a través de los medios informativos, la expectación resultaba opresiva, e igual que creían los musulmanes en el advenimiento del Mahdi y los judíos en el de su Mesías, para los cristianos podía ser el advenimiento de Jesús en toda su gloria, pero tras las furias apocalípticas. Y aun se podía temer que el presidente hindú, que se mantenía entre los 19 ―ahora convirtiéndose éste en el número fatídico―, en sus adentros prefiriera abandonar esta posición pensando en su religión abandonada, renovando su creencia en la Trimurti*, según le observaban como viniéndole a la mente que ahora podría ser el tiempo de Shiva, el destructor…que podría serlo del mundo actual… terrestre; pensamiento que se hermanaba en la India con el conjunto de religiones en ésta, que a los budistas los hacía mejores imaginándose en qué ser animal o humano se reencarnarían sus almas. Y así en todos los países y en todos sus lugares los seres humanos, mayoritariamente, se acogían como nunca espiritualmente a sus fes en la consciencia del fin del mundo y su renovación, que se temía sobrevenir.

La retirada de los representantes religiosos chiíta y sunnita, habiendo sido este último aliado de los Estados Unidos, reforzaba en los estadistas musulmanes la decisión a tomar de abandonar la alianza, o cualquiera posición favorable con los estadounidenses, rusos, chinos o de otro país europeo y extremoriental si la tuvieren, sobre todo si se les pedía una actitud frontal al ultimátum, es decir, a los venidos de los cielos.

Entretanto se acababan las últimas conversaciones telefónicas, las del resto de los 19 presidentes no permanentes con sus cámaras legislativas. En realidad éstas ―como también los representantes políticos de Israel a través de una línea excepcional intelefónica mientras se retiraba su Presidente de la presencia en el Consejo de Seguridad, y lo mismo a los Jefes Políticos de los Seis miembros permanentes― pedían la autorización de medidas a tomar, principalmente de orden público y de defensa militar, a más de mensajes públicos que tranquilizasen a la población de sus Estados. Y, desde luego, si se había tomado o se iba a tomar alguna decisión internacional; y si había que creer en Dios y los ángeles en todo aquello.

Sabiendo las autoridades gubernamentales que el ultimátum extrasolar era ya de conocimiento mundial, “por causa de los malditos medios de información modernos”, las respuestas de los Jefes de Gobierno de los 19 más el de Israel, fueron coincidentes, y no tuvieron más que indicar cumplir el Plan General, entre los planes que previamente habían estudiado, diseñado y dispuesto tras el conocimiento de la presencia en este día de los Extrasolares e Insólitos a exponer un mensaje estelar a la Humanidad ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Tierra, según fuese y terminase el mensaje.

Y entendida la finalidad del mensaje por un Ultimátum a la Humanidad, pese a los consejos previos de casi todo su contenido, los miembros del Consejo de Seguridad, exceptuando los islamistas, decidieron poner en práctica el Plan General más radical diseñado:

“Reforzar las fuerzas de orden público y militares predisponiéndolas al estado de excepción, de alarma o de guerra, en la medida que lo demandase la alteración de cada población; y poner en práctica el estado de alerta en los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, incluyendo, en los países que las tuvieran, las nuevas fuerzas astronáuticas que se iban creando tras la de Estados Unidos durante la presidencia de Trumps, a la vez que estudiar con los aliados la defensa común del planeta ante una hipotética, pero probable, agresión alienígena, con la ampliación a una alianza defensiva mundial, especialmente entre las primeras y segundas grandes potencias y sus aliados; adelantar el aumento de los efectivos de los Ejércitos, aumentar las instalaciones médicas obligando a todos los sanitarios a presentarse a cooperar, así como a las industrias farmacéuticas, con atención a los epidemiólogos, por si el arma enemiga más peligrosa fuese epidémica; y en general poner en práctica la superación tecnológica y productiva industrial, en especial la militar, a la que debía supeditarse el conjunto; sin olvidar la puesta en marcha de una producción y almacenamiento intensivos de alimentos y su racionamiento. Y con todo ello, pedir la cooperación de la ciudadanía, abandonar todo el que pudiese las grandes ciudades, y en éstas y fuera de éstas abrirse y reformarse los refugios que hubiere, y construirse otros nuevos tipo búnker.”

“En cuanto a los robots, estudiar cómo prescindir de ellos sin menoscabo para la producción industrial, sustituyéndolos buscando la manera de crear máquinas que puedan llegar a hacer los mismos trabajos sin ser consideradas robots, a pesar de sus alcances automáticos, utilizando las más modernas y grandes tuneladoras que aun habían de superarse a trabajar en la construcción de búnkeres y refugios; preocupando poner en la lista de robots a los drones.”

Todo dicho y entendido con pocas y autoritarias palabras; pues la Asamblea General esperaba oír a los 19 del Consejo de Seguridad dirigiéndose a ellos y al mundo en general, aunque ya se temían lo que habían acordado oyendo a los musulmanes conforme abandonaban la Asamblea, y los más cercanos a los 19 escuchando a éstos hablar por teléfono.

Hasta que por fin se decidió recurrir a la alerta general planética, que se dio a exponerla desde el Consejo de Seguridad a la representante de Australia, quien, temblándole la voz, lo expresó así:

―Este Consejo de Seguridad.., ha tomado por mayoría.., tras deliberarlo.., asumiendo la responsabilidad recaída..: que no podemos aceptar el ultimátum con el que se nos amenaza a la Humanidad…, encubierto en que tomemos la decisión de abandonar la producción de robots… decisión que podría… de aceptarla sin más, anticipar la prohibición de todo o parte del automatismo en que se asienta nuestra industria tecnológica, arruinándonos y haciéndonos… más débiles… En consecuencia nos unimos por el establecimiento de un Gobierno Mundial Terráqueo.., dirigido desde este Consejo con Presidencias rotatorias de sus miembros, empezando por la del Presidente de los Estados Unidos de América durante tres o seis meses, a decidirlo, en los que todo el planeta habrá de ponerse al servicio de esta Causa…; advirtiéndose que aquel Estado que se muestre rebelde a esta Causa…, será considerado enemigo de la Humanidad..., y en consecuencia, de no rectificar, habrá de sufrir nuestro propio ultimátum previo a ser obligado a unirse forzosamente a la Causa por la Humanidad… ¡Ah! Este ultimátum previo rige desde ahora… No obstante, entendiendo que quienes nos amenazan, los extrasolares… y los Diez Insólitos como sus portavoces, nos estarán oyendo…, esperamos de ellos un último esfuerzo para entablar conversaciones de paz en un plazo… razonable; y esperando de los Diez Insólitos su intermediación recordándoles ser humanos terrícolas. Pues, efectivamente, estamos dispuestos a solucionar el asunto de los robots, impidiendo desde ya implantarles… inteligencia superior y aspectos androides.

Se dejó entonces la voz al representante japonés que la pidió, más bien tomándola por su cuenta, quien, sorprendiendo especialmente a los del Consejo de Seguridad, pues no se le dio altavoz con el que hacerse oír en toda la Asamblea, dijo :

―No debe aceptarse… la destrucción total de los robots, pero sí la de los sapierrobots, es decir, de los con inteligencia sabia… y apariencia humana. Por el bien de nuestra terráquea tecnociencia.

Los del Consejo de Seguridad, tras mirarse mutuamente, pero en especial a los Seis Grandes que, a su vez, interrogaron con la mirada al japonés, hicieron que éste se viera obligado a explicarse:

―El peligro para la humanidad, y al parecer para los extraterrestres y el universo natural, pueden ser los robots inteligentes, especialmente aquellos que puedan pensar por sí mismos y posean una fuerza mecánica muy superior a la natural de cualquier especie. Si prescindimos de éstos, los otros nos harán falta para el trabajo y la defensa militar… Si les rebajamos la apariencia humana… y superior fortaleza e inteligencia.

Como los Seis Grandes, interrogándose con las miradas parecieron estar en principio de acuerdo con las palabras del japonés, el resto aceptó dando la callada, hasta ver qué responderían a esta propuesta los Diez Insólitos en nombre de los extrasolares. Y con los del Consejo de Seguridad se dio por aceptada con la callada por cuantos aún permanecían en la Asamblea General y pudieron oírle. No se pudo, pues, oír más en ésta; y en común todos los asistentes decidieron personalmente retirarse a sus naciones o a sus ocupaciones, encabezados por los miembros del Consejo, que lo hicieron por otra puerta; dejando, no obstante, una representación escogida de sus subordinados para recibir el contacto que pudiera haber de los Diez Insólitos o los extrasolares dirigido específicamente a este edificio de las Naciones Unidas, para lo cual se quedó a su cabeza el Secretario General, temblando de pensar no haberse convencido a los extrasolares para entablar con ellos conversaciones de paz, al fin y al cabo otra especie de desconocida inteligencia pensante y poder superior, que tras buenos consejos nos intimidó amenazantes.

El mensaje y la respuesta dada por el Consejo de Seguridad fue una alerta general que el mundo humano se lo tomó muy en serio, muy aterrado y desolado, pues se enfrentaban a una Inteligencia y supercivilización desconocidas. Y ambas y cada una de por sí resultaban terroríficas si había que sufrirlas; como tantas veces se sufrió en la ficción de una película o de una novela. Sólo que ahora no iba a ser ficción, sino fatal realidad.

Ultimatum extrasolar

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