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3.2 El ser total universal

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La unidad y la continuidad de ambos tipos de experiencias (intuitiva física material y especulativa ideal) producen en la conciencia del yo la idea del ser general y universal que la mente busca para situarse en el universo, sin que haya confusión entre las dos esferas de significados: la «ideal irreal» y la «material real». De este modo, el ser se incorpora al discurso y se vuelve palabra: logos, con su potencial humano y sus limitaciones. Podremos así utilizar libremente la palabra ser, sin obviar los niveles de analogía del uso corriente, y las correctas aplicaciones del término en cada caso. Si pienso en el ser general análogo, aplicable a diversas categorías de existentes, o a la «totalidad» en su conjunto, me encuentro en el orden ideal; si al contrario quiero darle el sentido material de la multiplicidad, en su existencia concreta, me sitúo en el orden real.

Figura 22

Pero el yo se sintoniza también con todos los casos intermedios a los cuales se refiere un pensamiento y, a la vez, a la experiencia real como a la ideal, con la doble visión que le es propia. De este modo, el yo convive con las experiencias particulares de las dos esferas y constituye los respectivos conceptos individuales en ambos casos. Y además, la generalización de los dos, crea sus propias categorías universales. De este modo podemos hablar de un ser general que abarque todas las cosas (del mundo y de fuera del mundo) en lo real y lo ideal, y de varias clases de seres, según los géneros y las especies que se nos ocurra catalogar. Recorremos así toda la gama de seres, reales, irreales, posibles y hasta imposibles, sin olvidar que nuestra capacidad por estructurar conceptos no tiene límite, aunque estos no posean un contenido inteligible. Esto es lo increíble de nuestro potencial mental: formarse ideas de las cosas en su unicidad particular y generalizar este concepto hacia casos análogos, sean reales o irreales; y además, la posibilidad de elaborar ideas no solo de cosas inexistentes, sino de cosas imposibles y contradictorias, es decir, impensables. Por ejemplo, la facilidad con que podemos pensar que 3+2= 7, aunque esta fórmula no tenga sentido, que «p» puede ser «- p», o que un círculo puede ser triangular. Sabemos que son conceptos que no corresponden a ningún contenido, sin embargo, tenemos la idea clara y precisa de ellos. Aceptarlos no nos crea problemas ni lógicos ni psicológicos. A veces los confundimos con ideas meramente confusas, pero que se aclaran con una reflexión adecuada.

13. 1 Véase Enciclopedia de la ciencia filosófica (1990, p. 15).

14. 2 Véase La monadología (1981, p. 46).

15. 3 Véase Ética demostrada según el orden matemático (Ethica ordine geometrico demonstrata) (1987, p. 88).

16. 4 Véase Tractatus Logico Philosopicus (1933, p. 23).

17. 5 Véase Thus spoke Zarathustra (1983, p. 33).

18. 6 Véase La esencia del nihilismo (1991, p. 84).

El Acontecer. Metafísica

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