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UN NUEVO CAMINO AL SER 1. La experiencia de la escala de los seres 1.1 La pregunta sobre el ser pertenece a la esfera ideal

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Es general y abstracta; mientras, el ser real es individualizado y concreto: está en el mundo de la naturaleza. Al preguntar sobre un ser particular de la naturaleza, me sitúo en un vacío que debe ser llenado y delimitado. La fenomenología, desde la intuición inmediata, puede averiguar acerca del contexto donde se sitúa mi pregunta. La pregunta no cae sobre el ser particular, que no veo, sino sobre una constelación de seres.

Al preguntarme: «¿qué hora es?», o bien, «¿dónde estoy?», Merleau-Ponty en Lo visible y lo invisible (1968) dice: «Lo visible y lo invisible, que estoy entre una serie de objetos que existen en el tiempo y en el espacio. Solo me falta determinar en qué punto de este espacio o de este tiempo nos encontramos» (p. 35). La pregunta significa una ausencia, algo que deberíamos saber y no sabemos, como un agujero dentro de un tejido, el contexto en el cual se mueve la experiencia. La fenomenología no toma este contexto como un dato, sino que «se vuelve hacia él, para indagar el origen y el sentido de las preguntas y respuestas».

La pregunta: ¿qué hora es? se refiere al conjunto de tiempo, en el cual se sitúa mi pregunta: un momento del tiempo que corre en la era cristiana (en el siglo, el año, el mes, el día).

Figura 23

El ser por el cual pregunto está en la mente como idea, como universal, pero se refiere a su fundamento experimental, y allí solo se encuentra como particular, concreto y poco definido. Sin embargo, no se puede afirmar la realidad de un ser si no se reporta al origen individual y concreto. No se trata de una aporía, sino de una polaridad que enlaza el ser ideal con el ser real, en su evidente oposición. Digo: «¡Este es un libro!» (dos términos: uno, ideal y general; otro, particular y experimental). No puede hablarse de un ser general, sin referirse a una constelación de seres.

Se empieza, entonces, con creer en «algo» de lo que se pregunta para saber qué es realmente. La pregunta nace al decidir sobre la experiencia. Esto es lo primero: este espacio, este tiempo, este movimiento, este mundo que creemos ver o sentir; todo lo que la filosofía del siglo XVIII ha tratado de eliminar y que el positivismo lógico omite. Estas creencias primitivas e indefinidas han sido destruidas:

La destrucción de las creencias, el asesinato simbólico de los demás, la interrupción de la visión y la suspensión de lo visible, el pensamiento y del ser no nos instalan en lo negativo, como se pretende. Una vez retirado todo esto, nos instalamos en lo que queda: sensaciones, opiniones, y no se puede decir que lo que queda sea nada, ni que sea distinto de lo que hemos suprimido (loc. cit., p. 136).

Es precisamente esta negación radical la que nos obliga a instalarnos en esta situación originaria para conocer la variedad de seres, que resisten a toda eliminación.

De hecho, la pregunta intenta ponerse al abrigo de todo ser. Entonces quedan solamente ciertos seres como sensaciones, representaciones, pensamientos, conciencia. Sin embargo, estos mismos, si se extrema el radicalismo, conducen a enfocar lo que rige estas diferentes ramas, como el eje central de una rosa de vientos, su conexión con el ser. Un horizonte no eliminable, una iniciación previa, al cual hay que volver para ver el mundo y el ser, aunque se pongan entre comillas, como se hace con lo que dicen los demás y dejar que este hable. No podemos pensar en un ser como si fuera un individuo compacto, sino solamente verlo como un reflejo que se da en nuestros pensamientos: «Ya que son pensamientos de algo, y en sí mismos son algo también, un ser por lo tanto que es sentido, y sentido de sentido» (ibid., p. 137).

El Acontecer. Metafísica

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