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Оглавление8. Rusia. Notas sobre su historia de 1890 a 1914
Los años siguientes a la alianza con Francia en 1893 fueron decisivos para la implicación de Rusia en la Primera Guerra Mundial (1914-18). Un conjunto de factores políticos, ideológicos y económicos concurrieron al histórico vuelco de 1893. Luego, tras la breve y decisiva revolución liberal de febrero de 1917 liderada por Kerenski, se impondrá el marxismo, al que el curso de la Primera Guerra proporcionará el triunfo en octubre de 1917.
El gran desarrollo industrial del fin del XIX
San Petersburgo es la primera de las ciudades rusas en que se produce el gran desarrollo económico e industrial del fin del XIX. En unos pocos años se transforma la bella urbe en el primer centro industrial de Rusia. Acuden a trabajar en sus grandes fábricas numerosos campesinos. La población pasa rápidamente de un millón de almas a dos. Con el auge económico surge una nueva clase media compuesta de empleados de los negocios, médicos, ingenieros, numerosos maestros, comerciantes minoristas ..., que se asientan y crecen en el centro de la ciudad.
El puerto de San Petersburgo, con sus astilleros e industrias anejas y su gran tráfico de importación y exportación, es el centro vital de la expansión económica. Los banqueros, dirigentes industriales y reyes del ferrocarril, entre ellos ricos aristócratas inversores, compran o se construyen grandes mansiones en el centro o alrededores de la ciudad. La urbe siguió siendo el centro cultural y político de la nación, donde residen el gobierno, la mayoría de los grandes escritores, músicos y artistas, y se editan los principales periódicos del país.
Las anteriores industrializaciones habían sido: la textil, desarrollada en Moscú y en el centro del país; la ferroviaria, que siguió a la Guerra de Crimea (1855); y la de algunos centros fabriles del Sur, de las provincias bálticas y de Polonia.
Esencial para el comercio y estrategia rusos había sido la construcción en los años 1860 del ferrocarril, con una red de miles de kilómetros con centro en Moscú, financiada en su mayor parte por el Estado. Para el pertinente pago de las importaciones de equipos y maquinaria se requirió exportar gran parte de los granos hacia Occidente pese a que en años de mala cosecha hubo enorme escasez. En los años 1880, por impulso extraordinario del ministro Witte, con grandes aportaciones de capital francés, pasa la red de 30.000 a 53.000 kilómetros, y da sus primeros pasos la industria pesada (altos hornos, acerías...).
El colosal tendido del Transiberiano, desde Moscú hasta el extremo oriental de Asia (Vladivostok), comenzado en 1891 y concluido en 1905, también por impulso de Witte, abre inmensas tierras de Siberia a la colonización. La industria textil progresa. La cuenca del Donetz, al Norte de Crimea y del mar de Azov, antes agrícola y pastoril, se convierte en un gran centro industrial al descubrirse importantes yacimientos, muy próximos unos a otros, de hierro y carbón. Los grandes hallazgos de petróleo en Bakú (a la orilla del Caspio) antes del fin del siglo hacen que pronto acudan a la región numerosos trabajadores.
Esta industrialización de fines del XIX fue la mayor del país hasta entonces, y decisiva para los cambios de la vida en Rusia. A la vez que en las principales ciudades rusas emerge una amplia burguesía, en las dos grandes urbes –San Petersburgo y Moscú– surge un numeroso proletariado industrial.
El auge industrial prosigue hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 salvo en una breve recesión de la industria pesada en 1900, y otra recesión general en los dos años de la revolución de la Duma (1905-07). Comenta Bushkovitch: “Los últimos años anteriores a la Primera Guerra Mundial fueron testigos de una modernización de la vida urbana. El teléfono, los vehículos a motor, los tranvías, los medios de comunicación de masas, la publicidad y los inicios del cine convirtieron a las ciudades rusas en centros modernos. No sólo San Petersburgo, sino también Moscú, Varsovia, Odesa y Kiev”162.
Persistencia del problema agrario
Mientras tanto el campesinado –en su mayoría demasiado pobre (no así los kulaks), esquilmado por los pagos al Estado y al anterior señor estipulados por la ley de emancipación de 1861, carece de recursos para modernizar su agricultura. Sólo mejorarán sus explotaciones algunos grandes terratenientes, una notable parte de los agricultores de las feraces tierras de Ucrania próximas a puertos para la exportación de los granos, y los campesinos de algunas tierras de Siberia, tan prósperas que en 1914 establecían allí comerciantes norteamericanos almacenes para venta de maquinaria agrícola. No obstante, incluso al más pobre campo ruso le beneficia el crecimiento de las ciudades, y los recién construidos ferrocarriles le proporcionan un mercado mucho más amplio, al que abastecen sobre todo con cereales y lácteos.
Las aldeas, aun las más prósperas, vivían muy pobremente. La falta de higiene de las viviendas, con mucha frecuencia de una sola habitación, multiplicaba las enfermedades, y a mediados del XIX la mortalidad infantil alcanzaba el 40%. El consumo abundante de alcohol era muy común entre los varones, lo que no impedía un hondo sentido religioso en la vida entera de las aldeas. “Los valores tradicionales –señala Bushkovitch– , centrados en la religión y la sabiduría popular, eran intocables”. A la Misa del domingo –rara vez con homilía del sacerdote (pope)– asistían todos.
La mayor transformación de la sociedad campesina advendrá con la emigración a la ciudad, sobre todo a San Petersburgo y a la zona de Moscú. Los hombres para trabajar en las fábricas, en la construcción o en los latifundios del Sur. Y las mujeres, bastante menos, para laborar en la industria textil o en el servicio doméstico de las capitales. Durante gran parte del año muchas zonas rurales eran “reinos de mujeres” al buscar el esposo el sustento de la familia en la emigración.
El viejo problema agrario subsistía. La producción agrícola había crecido, pero no lo suficiente para atender –“redimir”– las deudas contraídas por el campesino tras la emancipación de 1861. A partir de esta fecha baja paulatinamente la riqueza de la nobleza terrateniente. No obstante, –señala Bushkovitch– “alrededor de la mitad de las tierras pertenecían aún a unas pocas decenas de miles de familias. La otra mitad era propiedad –gravada por los pagos de redención– de unos 120 millones de campesinos”163.
El naciente proletariado industrial ruso
La consecuencia social más importante del auge industrial ruso fue la aparición de la clase trabajadora de las fábricas. En 1861, al comienzo de la emancipación, no llegaba al millón el número de obreros en las fábricas y las minas; y en 1913, eran unos cuatro millones. Constituían una mínima parte de la población –180 millones– pero de trascendencia decisiva. La mayor concentración obrera era la de San Petersburgo, en su mayoría jóvenes inmigrantes de las aldeas, casados y solteros, a los que podía atraer el brillo de la capital pero que vivían en pésimas condiciones:
“Los alojamientos –expresa Bushkovitch– eran infames, pero los gerentes los levantaban porque así mantenían a los trabajadores en la fábrica, dado que el acelerado ritmo de urbanización trajo consigo una escasez permanente de viviendas. Los casados y algunos solteros que se instalaban fuera de las barracas acababan alquilando «rincones», partes de sótanos con particiones hechas con cuerda.
El saneamiento era mínimo y el hacinamiento en los barrios más pobres de la ciudad convirtió a San Petersburgo en la capital europea de la tuberculosis. Lo normal eran jornadas de 10 o 12 horas de trabajo, con solo el domingo y unas horas del sábado libres. Aunque la paga era escasa, el bajo nivel de capacitación de la mayoría de los obreros suponía que la mano de obra rusa resultaba onerosa para el empleador... El gobierno apenas supervisaba los lugares de trabajo”.
Los voluminosos informes del oficial Inspectorado de Fábricas eran “papel mojado”, pero se convertirán en precioso legado para los futuros historiadores, para indagar cómo fue posible que la primera nación en que se impone el comunismo fuera Rusia, y en contra de todas las previsiones hechas por Carlos Marx164.
Los inicios del marxismo en Rusia
Los populistas de los años 1870 habían intentado movilizar para la revolución a los obreros de las fábricas y fracasan. No obstante, persisten con la esperanza puesta en el mundo rural agrario. El populista agrario Plejanov, al exiliarse en Occidente, conoce la fuerza del socialismo alemán. Asombrado por la cosmovisión marxista, abandona su anterior populismo agrario y hace suyas, también para su tierra, las palabras de Marx de que el proletariado es “la clase llamada a liberar a la humanidad y que traerá consigo el socialismo”.
Plejanov, con un grupo de exiliados, traduce al ruso El Capital de Marx para hacerlo llegar bajo mano a Rusia, donde el auge industrial de los años 1890 propiciará la expansión del marxismo. Los minúsculos grupos de adheridos, dirigidos, no por obreros, sino por hombres y mujeres de la inteligentsia, crecen año tras año en número e influjo en las ciudades mayores, y en 1898 fundan el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso165.
Pronto, entre los que siguen a Plejanov, destaca el joven Vladimir Ilich Ulianov –Lenin (1870-1924)– , hijo de un funcionario y hermano menor de un ejecutado por participar en un intento de asesinato del zar Alejandro III. Se hace marxista durante sus estudios en la universidad de Kazán, y en los años 1890 se traslada a San Petersburgo para ejercer como abogado y completar su formación marxista. En 1895, dedicado con otros compañeros a distribuir propaganda revolucionaria entre los obreros de las fábricas, es detenido y deportado a Siberia, de donde regresa en 1900 y marcha con otros a Suiza. Funda un semanario de tono popular, Iskra (“La Chispa”), para publicitar el marxismo. Sus artículos destacan por la energía, claridad doctrinal y la precisión práctica con que marca objetivos concretos; el primero, la creación de un partido revolucionario muy definido y organizado, a diferencia del vago y difuso movimiento socialdemócrata ruso.
Difiere en especial de los llamados economistas, grupo de los socialdemócratas, muy influyente al fin del siglo. Les tacha de reducir la revolución a sólo objetivos económicos, a ciertas mejoras laborales y sindicales, y de no promover la auténtica conciencia marxista de que el hombre y la sociedad han de ser totalmente transformados. La actitud de los economistas era un anticipo de la influyente tendencia revisionista que impulsará el socialista alemán Edouard Bernstein166.
Los economistas, en definitiva, no hacían suyo el mesianismo de Marx (1818-83) de transformar por medio de la lucha de clases el orden –natural y sobrenatural– dado por Dios al hombre y la sociedad. Para Marx, sin la conciencia de sentirse los proletarios redentores o liberadores de la humanidad por la superación dialéctica de toda religión no hay verdadera revolución. En sus Tesis sobre Feuerbach repudia el ateísmo de éste por considerarlo insuficiente, por presentar la religión como mera alienación, puro fruto del espíritu humano aún no consciente de que lo divino es él mismo, pero no el mal radical que se ha de destruir, aquello que impide que el hombre afirme que su conciencia es lo divino o absoluto167.
En su Tesis doctoral sobre Epicuro y Demócrito, afirmaba Marx que se siente Prometeo: “yo odio [como Prometeo] a todos los dioses del cielo y de la tierra que no reconocen por suprema divinidad a la conciencia que el hombre tiene de sí mismo”168.
El joven Lenin (1870-1924), siguiendo a Marx, afirmará que incumbe al proletariado convertirse en el mesías de la historia, pero no sin antes ser concientizado por la inteligentsia de su partido, llamado entonces socialdemócrata. Advierte que tal inteligentsia no puede ser de origen obrero sino burgués, como lo fueron Marx y Engels, tanto porque para transmitir esta concientización se requieren élites cultas, provistas de conocimientos filosóficos, históricos y económicos, como por ser la misma ideología socialista consecuencia directa del liberalismo (“resultado natural e inevitable”). Así lo expresaba Lenin en su semanario Iskra:
“Los socialdemócratas centran su atención en la clase obrera e industrial. Cuando los miembros avanzados de esta clase hayan asimilado las ideas del socialismo científico [–no el “utópico” del 48 francés–] y la idea del papel histórico del obrero ruso, cuando esas ideas alcancen una amplia difusión y los obreros creen organizaciones estables que transformen la actual guerra económica dispersa en una lucha de clases conscientes, entonces el obrero ruso, colocándose a la cabeza de todos los elementos democráticos... conducirá al proletariado ruso (junto al proletariado de todos los países) por el camino abierto por la lucha política hacia la victoria de la Revolución Comunista”169.
“La historia de todos los países –prosigue Lenin– atestigua que la clase obrera, librada exclusivamente a sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista (sindicalista), es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno tales o cuales leyes indispensables para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo se ha desarrollado sobre la base de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por representantes cultos de las clases poseedoras, por la inteligentsia. Los propios fundadores del socialismo contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían por sus orígenes sociales a la inteligentsia burguesa.
De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia de forma totalmente independiente del desarrollo espontáneo del movimiento obrero, [ha surgido] como resultado natural e inevitable de la evolución entre la inteligentsia revolucionaria socialista... El movimiento socialista contemporáneo sólo puede nacer sobre la base de profundos conocimientos científicos... El portador de esa ciencia no es el proletariado sino la inteligentsia burguesa; el socialismo contemporáneo ha nacido en el pensamiento de determinados miembros de esa clase”170.
Jaime Vicens Vives señala expresamente la inmensa trascendencia histórica que ha tenido el infundir a multitudes la convicción de estar llamadas a transformar el mundo según las ideas y esperanzas del marxismo; multitudes, en especial, mucho más influidas y alentadas por tales esperanzas mesiánicas que por las difíciles especulaciones de El Capital de Marx. Así lo expresa Vicens: “la mayor aportación de Marx a la cuestión social del XIX fue la mesiánica idea de que el proletariado era la casta elegida para regenerar el mundo pervertido por el capitalismo y la burguesía”171.
Marx, como tal judío, poseía una comprensión finalista de la marcha de la historia, tomada de las Antiguas Escrituras, y del todo opuesta a la clásica y universal del mundo pagano de que la historia carece de sentido, que no es más que un cíclico eterno retorno. Marx realiza una inversión secularizante de las auténticas esperanzas de Israel en el Mesías para sustituirlo por “el pueblo”, “el proletariado”, que “un día” ha de traer la redención y la justicia a la humanidad172.
Fundadas en el mismo pensamiento original de Carlos Marx han coexistido en la historia del comunismo tremendas divergencias sobre cómo se han aplicar sus teorías a la práctica. Ya pronto, en el congreso de Londres de 1903, aparece la capital división entre bolcheviques y mencheviques173.
El declive de la autocracia
El atentado mortal contra Alejandro II en 1881 puso fin al reformismo por él impulsado para dar paso a un intento de reforzar el régimen autocrático, que con frecuencia quedaba en intentos sin más. El auge económico e industrial de aquellas décadas no solo llevó a crear –tal como se hizo– focos de futura conflictividad en el mundo del proletariado, sino que también hizo crecer las burguesías urbanas, que adquieren ya un poder social independiente del poder autocrático (por las ideas, dinero, prensa ...) y son cada vez más discrepantes con él, más liberales. Así lo expresa Bushkovitch:
“La industrialización de Rusia había dado a luz nuevas clases sociales: los hombres que poseían y gestionaban las fábricas y los obreros que trabajaban en ellas. Creó nuevas formas de vida urbana y nuevas oportunidades para las mujeres. En última instancia, también dio lugar a las fuerzas sociales que harían volar en pedazos la sociedad rusa”174.
El patente aislamiento internacional de Rusia, que ha perdido en los años 1880 su tradicional alianza con Prusia por apoyar ésta a Austria en la disputa con San Petersburgo por la hegemonía en los Balcanes, así como la mala relación con Inglaterra por su penetración en Asia desde el Norte de la India, llevarán a la autocrática Rusia a la alianza de mutua defensa con la Francia de la IIIª República firmada en 1893. El adversario común las unía. Y el deseo de desquite por la derrota en la guerra francoprusiana seguía muy vivo en Francia.
Más se complica la situación en Rusia al fallecer en 1894 Alejandro III, capaz de tomar decisiones difíciles, mientras que su hijo y sucesor, Nicolás II (1894-1917), cortés y amable, era, no obstante, de muy mudables y vacilantes criterios en la conducción del gobierno. El justificado temor a los atentados terroristas aumentó su aislamiento. Los inacabables viajes con la familia (a Crimea, al mar...) no le facilitaban comprender la situación175.
Organización de la oposición política al régimen
Mientras tanto, crecía la oposición política. Los primeros en organizarse fueron los marxistas, pequeño grupo de intelectuales que hacia 1895 principian a divulgar con cautela en libros y revistas sus doctrinas, rápidamente difundidas entre intelectuales. Rechazan el terrorismo por considerarlo ineficaz para derribar el régimen; juzgan indispensable la previa concientización marxista de los trabajadores industriales. En 1898, el grupo es disuelto y desterrado a Siberia. Al término del exilio se juntan en 1903 en Londres, donde inicia su gran liderazgo Lenin (1870-1924). El objetivo primero de este grupo es hacer “una revolución burguesa”, convencidos de que mientras no se alcance este logro no podrá darse el paso a la implantación del socialismo176.
Era el objetivo primero prefijado por Marx en el Manifiesto comunista de 1848: sólo advendrá el comunismo cuando la burguesía liberal, a la que elogia como necesaria precursora, haya destruido la “sociedad feudal” (el orden social cristiano); luego –prosigue el Manifiesto– , “las armas de que se sirvió la burguesía para derribar el feudalismo se vuelven ahora contra ella”. Es conocido que Marx, al afirmar “ahora”, piensa ante todo en la industrializada Alemania, tierra de pujante burguesía, abonada para dar la primera el salto al comunismo; pues, “la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que manejarán estas armas: los obreros modernos, los proletarios”177.
Lenin (1870-1924) sostenía que el partido había ser sobre todo clandestino, de revolucionarios profesionales. Otros, liderados por Martov, discrepan: el partido ha de ser más amplio. Lenin gana la votación por muy escaso margen. Fue una escisión entre intelectuales: los mayoritarios o bolcheviques, y los minoritarios o mencheviques. Éstos sostenían que la revolución socialista había de venir espontánea, por obra de la previa revolución liberal burguesa que está trayendo el capitalismo a Rusia. Lenin disentía radicalmente: no hay que aguardar, se han de emplear todos los medios, legales o violentos, para provocarla. Mientras tanto, aún eran muy pocos los activistas obreros. Uno de los más relevantes activistas e intelectuales del grupo, y también de origen alto burgués, es León Trotski (1879-1949), alineado entonces con los mencheviques.
Otro grupo antizarista era el de los eseritas o social-revolucionarios (SR), constituidos en partido en 1901 y provenientes en su mayoría del fracasado intento en los años 1870 de organizar políticamente al campesinado ruso según la visión de Chernishevski. Se aproximan entonces a los marxistas para la proyectada revolución, pero sin arraigo campesino, con la mayoría de sus seguidores en las fábricas de las ciudades. Carentes de pensamiento definido, recurren entonces, además de a la agitación en las fábricas, al terrorismo con su Organización de Combate. Gran número de funcionarios del gobierno morirán en atentados.
Los últimos en organizarse políticamente fueron los liberales, Pertenecientes a las clases elevadas y medias (banqueros, fabricantes, periodistas...), toman a finales del XIX notable impulso por el desarrollo económico y la apertura a las ideas del Occidente de la época. Incluso el mismo Ministerio de Finanzas promueve sus asociaciones en las que se debaten cada vez más claramente las cuestiones políticas siguiendo un curso similar al de las burguesías de Occidente que, poseedoras del poder económico, pugnan también por acceder al poder político.
En este contexto, surge un grupo clandestino de activistas liberales, que se oponen al terror y los métodos revolucionarios. Pasan a la ilegalidad convencidos de que de otro modo no han de conseguir gran cosa. De contrabando introducen en Rusia publicaciones afines. En las principales capitales se forman grupos similares, aunque de tendencias bastante diversas, lo que les resta unidad de acción pese a ser el grupo político contrario a la autocracia zarista más numeroso.
A estas dificultades para el gobierno se sumaron: 1) el complejo problema de la diversidad de pueblos englobados en el imperio ruso: al Oeste, el polaco, nunca verdaderamente asimilado; y al Sur, distintas etnias (de georgianos, armenios, azeríes ...); 2) la derrota frente al Japón que sin previa declaración de guerra ha hundido en febrero de 1904 la mayor parte de la escuadra rusa en su base de Port Artur en el Extremo Oriente; 3) el asesinato en junio de 1904 de Plehve, jefe del gobierno, por un eserita.
Los esfuerzos gubernamentales por contener las oposiciones políticas surgidas en las capitales resultaban insuficientes ante la creciente audiencia que comienzan a prestar los obreros urbanos a las incitaciones de eseritas y marxistas (“socialdemócratas”). En esta situación, la policía política de Moscú crea un sindicato de trabajadores secretamente controlado por ella. Aparece como su sincero líder el pope Georgi Gapón, al que sigue una multitud entusiasta de trabajadores. Se produce entonces una huelga espontánea en las gigantescas fábricas de Moscú, y numerosos obreros acuden al palacio del zar a presentar sus quejas y pedir ayuda. Gapón, temeroso de perder el apoyo de los trabajadores, no se opone a la manifestación y decide encabezarla a la espera de que algo haga el zar. Pero cuando la multitud desarmada se acerca a las puertas del palacio de invierno (enero 1905), el gobierno pierde el temple y ordena disparar contra ella. Mueren más de cien personas, y muchas más fueron heridas.
El impacto fue tremendo. En pocos días, los obreros de todo el país convocan espontáneamente huelgas, desde Polonia hasta Siberia. Los partidos revolucionarios, de sólo unos pocos miles de activistas por todo el país hasta el momento, pasan a ser desbordados178.
La Revolución de 1905-1907. La Duma
La revolución que estalla a continuación fue de gran complejidad. Pronto a la enorme agitación de las ciudades se suma por primera vez la general de las aldeas. Por lo común, las clases medias liberales, aunque sólo pasivamente, apoyaban estos levantamientos.
Aún más se le complica al gobierno la situación por las sucesivas derrotas y numerosa pérdida de vidas en la reciente guerra rusoturca de 1878, y en la guerra rusojaponesa librada en el Extremo Oriente asiático al no estar dispuesto el Japón a que Manchurria, por donde discurre el último gran tramo del tren Transiberiano, sea ocupada por Rusia. En marzo de 1905 era derrotado en Mukden el ejército ruso. Aún intentó el gobierno ruso dar la vuelta a la guerra con el envío de la flota del Báltico que, después de recorrer un inmenso periplo bordeando toda África y el sur de Asia, fue hundida por la flota japonesa en mayo de 1905 en Tsusima179.
Mientras esto sucede, la agitación crece. Sólo en San Petersburgo, en 1905, se declara en huelga casi un millón de obreros. En las aldeas, por todo el país, se multiplican las ocupaciones de tierras y los asaltos a las casas de la nobleza. Zonas enteras quedan sin control sometidas al bandidaje. Acontecimiento decisivo fue entonces el motín de los marinos del acorazado Potemkin en verano de 1905 en aguas del Mar Negro, al que siguieron otros motines militares durante casi un año, reclamando, junto a mejores condiciones para ellos, una constitución liberal para el país.
Ante las presiones, Nicolás II (1894-1917) decide acceder a que se constituya una asamblea legislativa, pero de poderes muy limitados. No tuvo efecto alguno: las huelgas y manifestaciones aún crecieron más. En octubre de 1905 se llega a una huelga política general contra la autocracia del zar. A falta de otras instituciones, grupos de obreros comienzan a formar consejos (soviets) en las fábricas, que luego se unen en un soviet de cada ciudad. En San Petersburgo, el dirigente más activo y capaz del soviet de representantes de la ciudad era el menchevique Trotski. Lenin y sus bolcheviques, antes un tanto reticentes, se le suman.
Finalmente, Nicolás II da en 1905, en su Manifiesto de Octubre, la reclamada asamblea representativa –La Duma– , con lo que cesa la huelga general, aunque los bolcheviques tratan llevar más adelante la revolución. No obstante, el paso dado por el zar –comenta Bushkovitch– “cambió por completo la política rusa, quizá más de lo que había pretendido”. Pronto los grupos liberales y conservadores forman partidos, a la vez que aparecen otros menores como las “Centurias Negras”, nacionalistas que se proclaman en favor de la autocracia y la ortodoxia, y achacan los males de la nación a las minorías no rusas, y sobre todo a los judíos, contra los que llevaron a cabo sangrientos progroms. Sólo en la ciudad de Odesa asesinan a unos 400.
A la nueva Duma, según la Constitución proclamada en abril de 1906, le competía legislar, pero a la vez, a modo de una segunda cámara o senado, se erigía un Consejo de Estado de grandes del reino designados por el zar con derecho de veto a toda ley antes de promulgarla. De hecho, el poder del zar siguió siendo decisivo, pues las Leyes Fundamentales le reservaban grandes competencias: la dirección de la política exterior, el declarar la guerra o la paz, el mando sobre el ejército, innúmeros nombramientos administrativos...
De las elecciones en el invierno 1905-1906 sale una Duma que hace imposible el gobierno del país. Han conseguido importante representación los liberales –el partido kadete– , que protestan contra las limitaciones de la Constitución. Los diputados campesinos forman el grupo mayor, pero tardan en definirse por uno u otro partido; muchos se proclaman leales al zar, pero a todos sorprenden votando a favor de cualquier medida que les dé tierras, algo no previsto por el zar y su primer ministro Witte. El zar decide en julio de 1906 disolver la Duma con la esperanza de conseguir mejores resultados en las siguientes elecciones. Pero fue en vano, pues los diputados del campo se organizan como grupo político y reclaman la totalidad de las tierras para el campesinado, lo que desencadena numerosas sublevaciones180.
Disolución de la Duma en 1907
El nombramiento por el zar del nuevo primer ministro, Stolipin, lleva en junio de 1907 a la disolución de la Duma tras reprimir la sublevación campesina (unos 15.000 muertos) y hacer ejecutar a cientos de activistas revolucionarios, sobre todo de la facción terrorista de los eseritas. La disolución de la Duma se produjo sin práctica reacción popular en contra. Comenta significativamente Bushkovitch: “la revolución había agotado sus fuerzas”.
La nueva Duma, con un sistema electoral cambiado, es en gran manera noble y rusa. La representación campesina quedó muy mermada. Ahora Stolipin tendrá que hacer frente al recrecido poder de la aristocracia en la Duma para llevar adelante su plan de modesta reforma agraria. Encuentra la mayor oposición en la nobleza de las provincias occidentales al tratar de dar en 1911 a sus aldeas un mayor peso político estableciendo el zemstvo (asamblea representativa de cada aldea para su gestión comunal). Pero Stolipin, antes de alcanzar resultado alguno, muere en 1911 en el atentado de un eserita.
A partir de este momento, el gobierno carece de conducción definida. Entre los mismos más leales al zar se extiende la convicción de que no afronta, de que elude los problemas del país. La presencia del monje Rasputín en la corte, a quien la zarina atribuye poderes misteriosos y le confía la curación de su hijo hemofílico, el heredero Alexis, aún contribuye más al descrédito público del zar. Finalmente, en 1916, unos jóvenes aristócratas adictos al zar, que se enfurece cuando le previenen contra Rasputín, para atajar los rumores que desacreditan al matrimonio imperial, asesinan al extraño y amoral monje181.
Los partidos marxistas se recomponen en el exilio
Los marxistas, salvo Trotski, habían tenido muy poca participación en la revolución de 1905, dominada del todo por el gobierno en 1907. Cunde entonces un gran desánimo entre muchos de los protagonistas de la revolución. Los desmoralizados partidos más revolucionarios habían perdido en ella miles de miembros, sobre todo entre la intelectualidad. Una minoría marcha entonces al exilio para mantener vivo el movimiento. Trotski (1879-1949), que se ha separado de los mencheviques, funda periódico propio en Viena y acude a los cafés para hacer toda suerte de comentarios sobre política mundial.
Lenin discrepa de esta táctica e insiste de nuevo entre sus colegas bolcheviques en la necesidad de un partido clandestino. Gana progresivamente adherentes a sus criterios, y pronto sucede en el liderazgo del bolchevismo al anciano Plejanov. Una nueva generación se adhiere a él: jóvenes de origen plebeyo, no proletario, rara vez con estudios universitarios, pero con experiencia de actuar en la clandestinidad y en contacto con obreros en su lucha con la policía. Uno de estos jóvenes es el georgiano Soso Yugashvili, hijo de un zapatero del Cáucaso, de madre muy religiosa y antiguo seminarista, el futuro Jósif Stalin.
Ante un intento de algunos notables bolcheviques de reconciliar el socialismo con la religión, Lenin reacciona con violencia en su extensa obra filosófica Materialismo y empiriocriticismo. Con enorme energía combate a todos sus adversarios y mantiene así la unidad del grupo bolchevique182.
162 Cf. BS, 227-240; FZ, 320-322
163 Cf. BS, 235-243
164 Cf. BS, 243-245
165 Cf. BS, 245s
166 Cf. CR, 19-23; VC2, 415¸ FZ, 326s
167 Cf. CANALS, Francisco, Textos de los grandes filósofos. Edad contemporánea, Herder, Bna 1976, 19-22; FERNANDEZ, Clemente, Los filósofos modernos, II, Bac 1976, 203-205; Aps5, 322-327
168 Cf. RODRIGUEZ DE YURRE, Gregorio, El marxismo, II, Bac 1976, 59
169 Cf. CR, 23
170 Cf. CR, 30s
171 VC2, 413-415
172 Cf. RODRIGUEZ DE YURRE, Gregorio, El marxismo, II, Bac, Md 1976, 46-93
173 Cf. CR, 41-60.
174 Cf. BS, 246
175 Cf. BS, 237, 289-294, 300s
176 Cf. BS, 294-296, 301-308. Sobre “la paz armada” y el juego de alianzas que precedió a la Primera Guerra Mundial (cf. 472-481)
177 Cf. Cf. MARX, Carlos, Manifiesto del partido comunista, en FERNANDEZ, Clemente, Los filósofos modernos. Selección de textos, II, Bac, Md 1976, 209s. Las conocidas predicciones de Marx sobre Alemania, como pionera de la revolución internacional comunista no se cumplieron, pese a que al final del XIX su partido socialista era el más fuerte de Europa. El alemán Bernstein (1850-1932), ante tal incumplimiento, emprende la revisión de los postulados de Marx y lidera dentro del partido, pese a la gran oposición de Kautsky, Rosa Luxemburg y otros, un socialismo reformado que asume la legalidad. Menos aún cuaja en Inglaterra un socialismo “ortodoxo”, marxista, por el arraigo en el mundo laboral del sindicalismo de las trade unions de viejo origen medieval (cf. VC2, 415; GER4, voz Bernstein, Edouard).
178 Cf. BS, 296-300
179 Cf. BS, 300; VC2, 448s; FZ, 347-349
180 Cf. BS, 300-303: FZ, 435-437
181 Cf. BS, 305-307; CR, 61-67; FZ, 437s
182 Cf. BS, 307s; CR, 61-81; FZ, 438-440