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INTRODUCCIÓN

Los discursos sicilianos (V-VI L-B; XXIX-XXX D) 1

La Sicilia de época clásica fue un tema especialmente estimado en el s. II d. C. hasta el punto de llegar a convertirse en un argumento escolar2, en motivo para referencias ilustradas3 en el marco geográfico seleccionado por algunas novelas4 o en el argumento de algunas declamaciones5. Pero la expedición ateniense a Sicilia durante la Guerra del Peloponeso, en la que se reconocía un suceso fundamental en el desarrollo de un acontecimiento bélico que conmocionó la historia de Grecia, alcanzó una especial difusión. Este interés por la isla ofrece las referencias culturales por las que se pudo predisponer Aristides para escribir dos melétai relacionadas con la desastrosa expedición a Sicilia realizada por los atenienses durante la Guerra del Peloponeso.

Para componer estas dos declamaciones, también llamadas Discursos sicilianos, Elio Aristides recurrió a las fuentes que se han conservado y que documentan el suceso6: Tucídides (VI-VIII), Diodoro Sículo (XII 82, 3-XIII 35) y Plutarco (Vida de Nicias 12-30 y Vida de Alcibíades 17-21). Sin duda pudo recurrir a otras obras que la tradición no nos ha legado, pero de ser, así éstas habrían sido redundantes en su información, pues todos los hechos que menciona están recogidos en las fuentes citadas. De estos tres autores mencionados, las preferencias de Aristides se inclinan decididamente por Tucídides, historiador por el que, como sus contemporáneos, siente veneración7. El resultado, como indica Pernot, viene a ser una precisa versión retórica en forma de dos discursos contrapuestos de los hechos narrados en lo fundamental por Tucídides8. En los discursos se debate en la Asamblea de Atenas la oportunidad de enviar refuerzos a abandonar la empresa de Sicilia. La discusión se sitúa concretamente tras el envío por Nicias de una carta en la que enumeraba las dificultades por las que pasaba la fuerza expedicionaria ateniense.

Los Discursos sicilianos tuvieron una importante difusión y alcanzaron reputación desde el mismo s. II d. C., y ya por entonces eran tenidos por «clásicos» recientes y estudiados en las escuelas de retórica9.

No hay indicios ni internos ni externos en estas dos declamaciones que permitan establecer una fecha precisa o aproximada de cuándo pudieron ser escritos10.

Tanto para estas dos declamaciones como para las demás me ha sido de inestimable ayuda la traducción y notas de C. A. Behr contenidas en su P. Aelius Aristides, The Complete Works. Volume I. Orations I-XV Leiden, 1986.

Discursos III

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