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La despoblación causa y consecuencia
de la desvitalización rural

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Las causas de la despoblación rural se achacan siempre a una serie de factores relacionados con la lejanía y el aislamiento geográfico, la economía y la oferta laboral, la deficiente dotación de bienes y servicios y a las dificultades para compatibilizar la vida familiar —sobre todo en lo que se refiere a la oferta educativa y de ocio de los niños y jóvenes—. Es decir, aspectos todos ellos relacionados con la calidad de vida. La percepción de una pérdida de calidad de vida empuja de manera irremediable a la población a buscar nuevos horizontes.

Durante los siglos xix y xx, en especial en su segunda mitad de este último, la población de los pueblos decide marchar a las ciudades de manera masiva a buscar mejor fortuna. El efecto de esta emigración ha sido demoledor. En primer lugar porque la población que emigró, sobre todo juvenil, buscó un mejor porvenir en los espacios urbanos; la consecuencia fue un paulatino envejecimiento de la población rural. También porque un colectivo que suele emigrar de forma más rápida es el de las mujeres, lo que provoca un importante crecimiento de la tasa de masculinización. Y estos dos factores generan un descenso en la tasa de natalidad y por consiguiente un crecimiento vegetativo muy reducido (incapaz de cubrir el déficit migratorio) o negativo. Al final, un problema que se retroalimenta complicando más si cabe la situación demográfica de los espacios rurales (Pinilla& Sáez, 2017). Esta situación genera un empeoramiento (más si cabe) de la economía, ya que la pérdida de población, y la comentada falta de jóvenes en los territorios, limita por un lado la capacidad de emprendimiento y por otra la disponibilidad de mano de obra, lo que dificulta la puesta en marcha de nuevas actividades, con lo que entramos en un peligroso proceso de decadencia general del territorio. Esta pérdida de población trae aparejada igualmente una disminución de los servicios. La reducción de la población limita a las administraciones la dedicación de recursos para la inversión en estos servicios generales que, en gran medida, se condicionan por el volumen de la población receptora de los mismos, empeorando así los niveles de calidad de vida del medio rural. Consecuencia de todo ello: un desánimo general en las pequeñas comunidades locales y la falta de motivación a la hora de promover o impulsar medidas que favorezcan la reversión de la situación. Situación que a su vez genera un proceso cíclico que se retroalimenta y que es terriblemente complejo de romper. En el momento actual sería casi imposible determinar qué es lo primero. Se trata de un ciclo de desvitalización de la vida local (Vachon, 2001: 71) que ya se ha instalado de manera estructural y en el que cada punto crítico refuerza a los demás.

Figura 1: El ciclo de desvitalización del medio rural

Fuente: Vachon, 2001


Otros factores se suman a este proceso de decadencia del espacio rural. Por un lado, una menor capacidad de poder gestionar el territorio por una derivación de los centros de decisión a los grandes centros urbanos. Allí residen las grandes estructuras administrativas que son las responsables de la toma de las decisiones estratégicas en lo que afecta al territorio. La capacidad de decisión endógena se ve limitada y se percibe que el territorio es ordenado desde fuera, desde lo urbano. Pero esto no es solo una percepción, es en gran medida, una realidad. Son numerosos los organismos que tienen las competencias reales sobre el territorio (medio ambiente, confederaciones hidrográficas, carreteras y servicios de comunicación, planificación urbanística y ordenación del territorio, solo por poner algunos ejemplos). Son entidades alejadas de la realidad rural y su problemática endógena, pero cuyas decisiones inciden de forma determinante en la estructura de la misma. En muchas ocasiones sus prioridades de decisión, como ya se ha apuntado, están mucho más condicionadas por las necesidades urbanas que por las realidades y demandas de la sociedad rural. Por otro lado, afectan también los cambios experimentados en el sector primario, en la forma de vida tradicional (e incluso elemento que condicionaba su definición) en los espacios rurales. No podemos entrar aquí a analizar en profundidad este complejo asunto, pero sí apuntaremos algunas cuestiones relevantes para el tema que nos ocupa. La mecanización del campo hace que la demanda de mano de obra se reduzca de manera drástica. Junto a esto nos encontramos con la situación, al menos en países como España, un tanto paradójica de que en ocasiones y para determinados cultivos falta mano de obra. Situación que es cubierta generalmente por población inmigrante. También, por efectos de la globalización, los mercados agrarios y la dependencia alimentaria se desvinculan del territorio. A esto podemos añadir los cambios en la distribución y comercialización de los alimentos y su concentración en grandes grupos y, al menos en el entorno español y europeo, el estancamiento o regresión de los precios de los productos agrarios que obliga a un incremento de producción por explotación para poder mantener los niveles de ingresos. Por último, a nivel europeo, los condicionantes de la política agraria comunitaria, la conocida PAC y, entre otras cuestiones, sus políticas de ayudas. Se produce igualmente una concentración de la propiedad y es necesario abordar grandes inversiones a la hora de poner en marcha explotaciones agrarias o ganaderas. La incorporación de nuevos agentes al sector agrario se vuelve cada vez más complejo. Y, por último, apuntar que la residencia en el espacio rural y la dedicación a la agricultura sea cada vez un factor más independiente; así, son cada vez más los agricultores absentistas que, residiendo en las ciudades pueden manejar sus explotaciones sin especiales dificultades, situación que ya nos encontramos de manera habitual en muchos territorios.

Pero hay que plantearse además otros factores, quizá más intangibles, pero no por ello menos importantes que influyen en este proceso. Queremos plantear la hipótesis de que, aparte del complejo escenario dibujado, la despoblación rural es fundamentalmente un problema cultural. Y este problema cultural conduce a una situación de difícil solución: la gente no vive en el medio rural porque prefiere vivir en el medio urbano. Esto es tanto como decir que no vive en el medio rural porque no quiere.

Contra esta hipótesis se puede argumentar que no quiere precisamente por los déficits estructurales del medio rural comentados anteriormente y es posible que sea así y que estas deficiencias hayan contribuido a una desafección hacia lo rural. Pero es posible que existan también otras causas. Y entre ellas, sin duda, un aspecto importante es el de los procesos de aculturación que se están produciendo en nuestro medio rural.

Solo por poner algunos ejemplos. En buena parte de La Rioja (España), región conocida a nivel mundial por su producción de vinos de calidad, y donde la vitivinicultura es un sector de alta rentabilidad y, en general, demandante de empleo, se sigue perdiendo población en los pueblos. Esta situación no se puede vincular con un problema de falta de oportunidades económicas o de empleo; de hecho, son muchos los agricultores, propietarios y empleados de bodegas o fincas que diariamente se desplazan de las ciudades de referencia próximas a sus explotaciones. Otro ejemplo lo podemos encontrar en el elevado número de funcionarios públicos que tienen su puesto de trabajo vinculado de manera directa al medio rural (secretarios, funcionarios municipales, médicos, asistentes sociales, agentes de desarrollo rural, etc.) pero que sin embargo residen de manera mayoritaria en espacios urbanos. Lo que parece indicarnos de nuevo una independencia entre empleo y residencia.

Tampoco está especialmente relacionado con una ausencia de servicios; la mejora de las comunicaciones hace que desde muchos territorios se pueda acceder a casi todos los servicios en un tiempo que no es sensiblemente mayor que el que se necesita en una ciudad para disfrutar a los mismos, aunque sí existe un déficit claro de transporte público. Es cierto que esta situación no se da en muchos lugares del medio rural, que se ven condicionados por factores como la distancia y el aislamiento, pero sí nos permite valorar que, cuando esos factores no existen, la situación tampoco cambia.

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