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Reconocimientos

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En este trabajo se procura resumir para descubrir las motivaciones detrás de los hechos y de los dichos. Al hacerlo se ha seguido en gran medida la práctica empleada por ciertas revistas de Historia: L’Histoire, History Today, Aventuras Na Historia, Muy História, Historia, en especial la primera. Ni se puede ni se pretende un conocimiento y recuento en detalle. Sólo se recoge lo suficiente para hacer una propuesta sobre las motivaciones. En base a esa presentación de motivaciones cada quien podrá hacer sus ajustes. Pero encontrará en el recuento histórico una base para reflexionar sobre el porvenir. Los antecedentes permitirán pensar qué es lo que se puede esperar a futuro. Ello conlleva darle a la Historia el propósito práctico que debe tener para las mayorías. Sobre todo porque la Historia es la ciencia social que pone a los individuos y a los pueblos en el centro de sus análisis. Las demás muchas veces copian, trasladan, remedan instituciones, o variables cuantificables, suponiendo las mismas conductas y/o resultados sin considerar que los actores son distintos. Estudiar esa diferencia de actores, en lo personal, territorial y temporal, es la particularidad de la Historia que creo interesa enfatizar a futuro. Gracias a ese recinto de peruanidad, y por extensión de latinoamericanismo, que es la Biblioteca del Club Nacional, he tenido al alcance el material necesario, gentilmente proporcionado por el siempre advertido Alfredo Mena.

En Lima, en la Plaza Francia, en la década de los sesenta, los grandes maestros de la Facultad de Letras de la Católica se imponían la tarea de enseñarles a los alumnos a pensar, reemplazando poco a poco la memorización sin crítica. Se hablaba de la Lengua y sus estructuras, como instrumento para procurar algún gobierno sobre los idiomas, irreemplazable medio de comunicación. Aparecía la Historia como matriz de las Ciencias Sociales, mediante la cual las ideas y las reglas, las cifras estadísticas, los datos sobre hechos o dichos, recibían el indispensable anclaje de tiempo y de lugar. En ese entonces para muchos alumnos sólo se trataba de un requisito insalvable para llegar a aprender un quehacer práctico, proveedor de sustento. Pero la siembra era tal que las inquietudes y las interrogantes ahí quedaban. En mi caso recién después, avanzada la madurez, ha habido frutos. Es pues un privilegio que uno de esos maestros, José Agustín de la Puente Candamo, haya aceptado disponer de su tiempo para leer este trabajo, cuyo germen está en muchos de los cuestionamientos que él formuló en ese entonces. Mi especial agradecimiento.

El texto en limpio es obra de la diligente y eficiente Ana María Mezarina Sandoval. El borrador previo fue hecho por mi hija Meche y mis adoradas nietas Alejandra y Cristina, así como la colaboración de Lucía Dorca. Mi gratitud a todas ellas.

Arturo Seminario Dapello Marzo 2018

Estados homogéneos y estados diversos

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