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NOTAS AL PIE

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1. Nos limitaremos a apuntar tres de estos momentos, aunque nosotros nos centraremos sólo en el primero y menos conocido quizás. Se trata, en esos tres momentos históricos, de traer a colación el papel desempeñado por Denis Diderot en su artículo «Art» (1751) de L’Encyclopédie, por William Morris y su Art & Crafts y por el movimiento conjunto de la escuela de la Bauhaus. Tres catas, pues, ejercitadas a su vez en tres siglos, entre el XVIII y el xx. Y un buen programa de investigación comparada por desarrollar, que queda abierto, justamente en este punto de apasionado y creciente diálogo entre las artes liberales y las mecánicas, y ejercitado en este prolijo y dilatado arco de tiempo.

2. Chevalier de Méré, Oeuvres completes, París, Les Belles Lettres, 1930, vol. i, p. 55.

3. El ideal humano con mayor resonancia y vigencia en el marco del clasicismo francés se perfila en torno a la élite de les honnêtes gens. Pero haríamos un flaco favor a la verdadera teoría de l’honnêteté si nos limitáramos –de manera simplista– a traducir tal término, literalmente, por «honestidad». Bien es cierto que ese complejo concepto cubría, en su uso, un amplio campo semántico de múltiples interrelaciones, donde las dimensiones de lo social, lo estético y lo moral se imbricaban plenamente. Sin embargo, predominaba ante todo –como fundamento de l’honnêteté, ideal que en el siglo XVIII será ya sustituido por le philosophe– un intenso y versátil humanismo mundano, es decir, una especie de filosofía totalmente intramundana, capaz de manifestarse –en sus a menudo sofisticadas normas y códigos de conducta– pública, educada y convenientemente (decorum) como ars vivendi. El arte de vivir del hombre de mundo. La teoría de l’honnêteté no apelaba, pues, de suyo, al sujeto individual, sino más bien al homo socius, es decir, al sujeto que directamente celebra e incorpora en sí mismo las virtudes de la sociabilidad, dotándose, por ello, del deseo de agradar y de la necesidad de adecuarse al contexto público, al que de hecho pertenece y en el cual se halla integrado, así como asumiendo la paralela apetencia de hacerse estimar igualmente por él. Por lo tanto, les honnêtes gens pueden, con total facilidad y pertinencia, asimilarse a un auténtico happy few, a un selecto grupo social que –explícita o tácitamente– comparte preferencias estéticas, maneras de comportamiento, formas de interacción comunicativa, costumbres e incluso rasgos ideológicos, aunque siempre en el marco de un pautado hedonismo, propio y, sin duda, caracterizador de la vida mundana. Será así, sobre todo en los Salones –el marco adecuado y selecto, por antonomasia, para tales relaciones sociales–, como se desarrolle eficaz, agradable y convenientemente el arte de la comunicación.

4. Chevalier de Méré, Oeuvres completes, i, p. 55. La cita pertenece a la «Quatrième conversation» (1668).

5. François de La Rochefoucauld, Maximes suivies des Réflexions diverses, París, Garnier, 1967, p. 201. Hay edición castellana en Madrid, Akal, 1984.

6. De ahí el recurso de introducir en tal sistema de las artes la arquitectura y la elocuencia, gracias a ese recurso complementario de buscar el placer, sin dejar la utilidad. De nuevo es interesante subrayar cómo Batteux y sus seguidores se distancian intensamente de la propuesta de Diderot de vincular estrechamente las artes liberales con las mecánicas, en vez de distanciarlas y plantearlas desde supuestos opuestos. Vale la pena recordar que la clasificación aportada por Batteux se hará paradigmática, hasta el extremo de que cuando hablamos, por ejemplo, del séptimo arte hacemos un guiño histórico a sus planteamientos, siguiendo su línea ordenancista.

7. Charles Batteux, Les Beaux-Arts réduits à un même principe, parte i, cap. 1.

8. Tales referencias son las que desaparecen en la estética contemporánea, pues no existe ya un mundo objetivo, unívoco, evidente y común sino que más bien nos enfrentamos a toda una pluralidad de mundos, particulares a los respectivos artistas. Así desde subjetivismo moderno nos hemos ido decantando progresivamente hacia el individualismo contemporáneo. La obra de arte no es ya espejo de un mundo, sino más bien creación de mundos plurales, en cuyos entramados y repliegues anidan y se mueven las experiencias vividas por los sujetos. Es decir, de la creciente subjetivización del mundo –propia de la estética moderna– se ha pasado, en esta aventura, a la disolución/ retirada/obsolescencia del mundo (Weltlosigkeit), convirtiéndose en uno de los rasgos imperantes en la contemporaneidad. La obra de arte, al fin y al cabo, es así planteada y entendida como prolongación del sujeto, algo diferente al contexto en el que surge la Encyclopédie, como podemos comprender, pero del cual depende históricamente esta subjetivación acentuada.

9. La «cognitio sensitiva» se planteaba indefectiblemente versus la «cognitio intelectiva». Lógica versus Estética., aunque la primera sirviera de modelo para la segunda. Paralelamente, dentro del dominio de la «cognitio sensitiva» pudiera, asimismo, diferenciarse entre la belleza como «cognitio sensitiva perfecta» y otras experiencias sensitivas conectadas a la cotidianidad, asumidas ya como engrosando el ámbito de la «cognitio sensitiva imperfecta». La Estética nacía, pues, mirando hacia los lados casi más que hacia sí misma. Si apuntaba, por una parte, hacia los dominios de la belleza, de las artes y el gusto, también nacía con los pies en la tierra de las experiencias sensibles y sentimentales inseparables antropológicamente de la vida misma. Pero ésta sería otra vía, que aún retrasaría ampliamente su desarrollo.

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