Читать книгу Las criptomonedas a debate - Beatriz Belando Garín - Страница 6
1. INTRODUCCIÓN Y ANTECEDENTES
ОглавлениеAcuñar una moneda es certificar que una pieza de metal o cualquier otro activo tangible y, habitualmente, portable, tiene un determinado valor específico que le hace apta para el canje, recibiendo así un reconocimiento que sólo una “autoridad” puede acreditar. Hasta hace poco más de tres siglos, el dinero lo acuñaban monarcas y señores porque disponían de tal privilegio de acuñado de moneda.
Aunque ya mil años antes de Cristo, circulaban en China miniaturas de objetos que hacían las veces de moneda, su origen se sitúa entre los siglos VII y VI a.C.; si bien, no es hasta los años 680 y 560 a.C. cuando se acuñan las primeras monedas de carácter oficial, en Lidia (actual Turquía).
El papel moneda nació en China, bajo la idea del pensamiento monetario y político chino, centrado en que los gobernantes pudieran regular su volumen para asegurar precios estables de mercancías. Entre los años 1162 y 1164 se realizó la primera emisión de papel moneda del mundo, con billetes convertibles en moneda; si bien, la falta de confianza en esa convertibilidad llevó a una depreciación de los mismos (Espinosa, 2019).
En Europa se comenzó a emitir papel moneda en el siglo XVII, en los Países Bajos, en una época en la que circulaban una amplia variedad de monedas que complicaban el comercio. Así, el pionero, el Banco de Ámsterdam entregaba certificados de depósito de moneda a los depositantes, quienes podían utilizarlos para comerciar no sólo en los Países Bajos, sino, también, en otros países europeos (Eichengreen, 2021).
En este contexto evolutivo del concepto del dinero y, también, de su representación física y del respaldo a su valor, ha prevalecido que se tratase de un activo tangible en metal o en papel representativo de valor, comúnmente aceptado para el intercambio por mercancías y “acuñado” o con un valor legal otorgado por una autoridad, monetaria o no, o por un Estado (Aguilar, 2019).
Ya han transcurrido décadas desde que las transacciones en monedas y la anotación de haberes y deudas se hace de forma digital o electrónica, como ocurre cotidianamente con los saldos bancarios, cuentas de valores, operaciones con bonos, acciones, fondos de inversión e instrumentos derivados de todo tipo (Workie y Jain, 2018). Así, la representación digital y la aceptación de esa información como prueba permite movilizar ingentes cantidades de fondos sin traslación física de billetes ni monedas. De algún modo, el sistema garantiza la veracidad de esas anotaciones y los dígitos representativos del dinero circulan entre deudores y acreedores sin que ninguno de ellos precise el contacto físico con los billetes tangibles que los representan. La representación digital del dinero hace natural el hecho de que ninguna familia haya visto con sus propios ojos los billetes que corresponderían a los miles de euros que recibe cuando se convierte en prestataria de una hipoteca para compra de vivienda; como ninguna operación corporativa de fusión o adquisición, o la salida a bolsa de una compañía, visibiliza de forma tangible los fondos transaccionados.
Las criptomonedas constituyen una nueva fase de la evolución del dinero, dentro del concepto de su digitalización, aunque en una manifestación más sofisticada, en formato electrónico y no tangible, siendo hipotéticamente representativas de un valor que aceptan las partes, pero no acuñadas ni de curso legal, hasta que aparezcan, próximamente, las primeras monedas virtuales oficiales. Muy probablemente sea China la que alumbre en la primavera de 2022 el e-yuan, el mismo país que inventó el papel moneda estableciendo que un papel podía tener tanto valor como el metal precioso que, hipotéticamente, lo respaldaba. Por tanto, la moneda y el concepto de dinero que éste representa, ha experimentado o añadido cambios morfológicos, desde activos físicos tangibles (generalmente piezas de metal), hasta los billetes o papel-moneda, para pasar a registros digitales en el S. XX y a monedas virtuales con representación electrónica en el S. XXI.
Actualmente los países emiten dinero en forma de monedas nacionales a través de sus bancos centrales, mientras que los bancos comerciales crean dinero adicional a través del efecto multiplicador del crédito. El dinero legal “fiat”2 está representado por las monedas y billetes que emiten los bancos centrales y por las cuentas que mantienen los bancos comerciales en los bancos centrales, llamadas reservas bancarias. El resto del dinero se denomina dinero bancario pues está formado por los saldos que empresas y particulares tienen en los bancos comerciales (aproximadamente el 90% del dinero en circulación en el mundo). Puede afirmarse que la banca es el principal creador de dinero a través de su actividad de préstamo, ya que sólo deposita en la reserva bancaria una parte de los saldos de clientes, prestando el resto, originando a su vez nuevos depósitos que vuelven a prestarse una vez deducida la fracción a depositar en el banco central.
Por su parte, en las criptomonedas, su componente tecnológico basado en la tecnología blockchain o de cadenas de bloques permite la transferencia electrónica y las relaciones de intercambio (con traslación digital del valor) entre sus usuarios, quedando la ausencia de respaldo institucional u oficial de emisores legalmente reconocidos por los Estados, como una cuestión de asunción de riesgo por parte de sus usuarios. La convertibilidad a una moneda fiat ya no es un elemento definitorio o exigible. No en vano, debe recordarse que ya no hay monedas convertibles desde el “fallecimiento” del patrón oro, que sólo pudo mantener el Dólar estadounidense hasta el 15 de agosto de 1971, cuando el Presidente Richard Nixon hubo de liquidarlo en el contexto del esfuerzo económico por la contienda de Vietnam.