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Enseñanza 7
Colaboración
(escrito con Ron Scapp)

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Colaborar con diferentes pensadores para trabajar en una mayor comprensión de las dinámicas de raza, género y clase, es esencial en el caso de quienes pretendemos superar las formas unidimensionales de pensar, ser y vivir. Mi colaboración con el filósofo Ron Scapp es una de esas relaciones de solidaridad —tanto en la amistad como en el esfuerzo intelectual— que nos permiten tener una visión más amplia del mundo y de la cultura en la que vivimos. Ambos hemos considerado siempre que nuestros esfuerzos docentes están conectados con las luchas por la justicia social. Contamos el uno con el otro para apoyarnos, criticar e innovar en nuestras vidas y nuestro trabajo. Recurrimos al otro en busca de evaluación crítica, ya sea respecto a cuestiones sobre el rol de la imaginación en la enseñanza o a decisiones más personales, como los cambios en nuestras respectivas carreras o la lucha por lograr un modo de subsistencia correcto.

Tanto Ron como yo creemos que la mejor manera que tenemos de luchar para que se comprenda de forma más clara la cultura del dominador, y las dinámicas específicas de raza, género, clase social y sexualidad que surgen en ella, es a través del diálogo. Nuestro diálogo permanente repite y expresa lo que hacemos en el aula. Se trata de un esfuerzo continuo para mantener una conciencia crítica sobre lo que hacemos, y sobre cómo y por qué lo hacemos. Vincular nuestras posiciones académicas a la justicia social, dentro y fuera del aula, nos ha conducido a ocupar un espacio liminal en el mundo académico; pertenecemos a él y, al mismo tiempo, se nos considera elementos extraños. Las personas que ocupan el poder, más comprometidas con el statu quo, sospechan de gran parte de lo que hacemos y lo cuestionan.

En un momento en el que mucha gente habla de la necesidad de diálogo, sobre todo de un diálogo que promueva la diversidad, nosotros intentamos establecer una conexión entre la teoría y la práctica. Con frecuencia nos encontramos, en los círculos académicos, con colegas que se llenan la boca hablando sobre el arduo trabajo que se debe hacer para mantener el tipo de conexión que exige una apertura radical y el compromiso con el cambio, pero que no van más allá de eso. A fin de mantenernos atentos de forma crítica, Ron y yo nos comprometemos con un acercamiento filosófico al diálogo. Esto significa que implementamos estrategias de intercambio dialéctico que se centran en la consideración y reconsideración de la posición, las estrategias y los valores propios. Aunque Ron y yo hemos colaborado intelectualmente durante casi veinte años, todavía ocupamos lugares muy diferentes en las jerarquías de raza, clase social y género. Esto nos ha dado la oportunidad de traspasar fronteras entre distintos ámbitos y de superar obstáculos que con frecuencia impiden una unión intelectual estrecha que supere las diferencias. Muy a menudo, alguno de los dos «llama la atención» al otro, y le pide que haga el esfuerzo de dar un paso atrás y verse de manera rigurosamente autocrítica, que examine de un modo realista las formas que tenemos de habitar un mundo diferente. Pero, al mismo tiempo, también sabemos identificar lo que compartimos.

A pesar de que el discurso de Paulo Freire sobre la pedagogía crítica ya está superado, sigue siendo una guía en nuestros esfuerzos progresivos para redefinir la educación como práctica de la libertad. En Hacia una pedagogía de la pregunta, Freire nos recuerda que, cuando salimos de las limitaciones de nuestra vida cotidiana y entramos en posiciones y espacios culturales diversos, tenemos que estar siempre dispuestos a «responder con honestidad» a preguntas que, normalmente, impiden que se produzca una comprensión mutua desde la diferencia. En la conversación con Ron que recojo en Teaching Community: A Pedagogy of Hope (Enseñar comunidad: Una pedagogía de la esperanza) enfatizamos la importancia de establecer y mantener la confianza, lo que significa comprender que lo esencial para nosotros es crear un diálogo entre nuestras diferencias que nos enriquezca a ambos.

Nos centramos continuamente en la cuestión de la confianza porque la queja más común que escuchamos entre las personas no blancas, cuando se plantean si se sienten capaces y están dispuestas a luchar por la solidaridad entre diferencias, es que temen no poder confiar en las personas blancas, sobre todo en los hombres blancos privilegiados. Y es asimismo cierto que el condicionamiento racista ha provocado que muchas personas blancas se muestren suspicaces ante personas no blancas, en especial cuando rechazamos permanecer confinadas en los límites de las nociones racistas de esencia e identidad. Lo que Ron y yo hemos aprendido en la constante reevaluación y reafirmación de nuestro vínculo es que la confianza no es estática, que tiene que reforzarse continuamente con las acciones que llevamos a cabo para asumir la importancia del vínculo y para defenderlo.

En su trabajo, Ron es cuestionado a menudo por personas escépticas que creen que no actúa en su vida con el mismo compromiso para acabar con la dominación que profesa en las colaboraciones que hemos publicado. Lo que no logran comprender es que no hay un único mapa que indique cómo llegamos a la lucha por la educación para la libertad. Nuestro esfuerzo colaborativo para desafiarnos y acogernos el uno al otro es una expresión constante de resistencia crítica, pero también debe reflejar por fuerza nuestras diferencias, los lugares específicos que cada uno de nosotros habita. Y, por tanto, asumirá también por fuerza formas diferentes. Ron sigue trabajando en una institución de una gran ciudad, mientras que yo me he trasladado y trabajo en una pequeña universidad cristiana para estudiantes necesitados en Kentucky, mi estado natal. Aunque Ron ha trabajado para subvertir privilegios —de los que él podría beneficiarse fácilmente en el patriarcado imperialista y supremacista blanco— y ha usado su poder para socavar las estructuras de dominación, nunca ha pretendido aparentar que no haya cometido errores o que no haya vivido situaciones en las que se siguiera beneficiando de ese mismo sistema que critica. Por ello, nuestro proyecto continuo y colaborativo de pensamiento crítico es crucial para mantener nuestro compromiso con el trabajo por la libertad de todas las personas y para seguir luchando por la preservación de la integridad en sistemas que no valoran a las voces disidentes.

Mis elecciones profesionales me han alejado cada vez más de la enseñanza universitaria a tiempo completo. Pero los dos hemos examinado en profundidad cada una de las decisiones importantes que he tomado acerca de mi carrera. Muy a menudo, debido al posicionamiento de Ron en relación con los privilegios de raza y género —ha trabajado como administrador de alto nivel en diversas instituciones—, él suele comprender mejor cómo funciona el sistema y qué cosas pueden hacerse para subvertirlo. Sin mi relación con él, no hubiera podido seguir en la universidad. En mis peores momentos, cuando me sentía atacada por sistema en las instituciones académicas, cuando creía que mi única opción para sobrevivir de forma sana era abandonar ese ambiente, Ron expuso argumentos sobre por qué era importante para mí que siguiera enseñando. Destacó las razones por las que mi presencia en estas instituciones y mi trabajo eran una herramienta de enseñanza, ya que personificaba las prácticas de la pedagogía del compromiso. Siempre está atento para destacar las maneras positivas con las que mi trabajo es aplicado por estudiantes y profesores, y de qué modo funciona como una intervención que reafirma nuestro esfuerzo para, según expresó Freire, «mantener la esperanza incluso cuando la áspera realidad sugiere todo lo contrario». Al mismo tiempo, Ron tiene muchas más probabilidades de adentrarse en ámbitos académicos en los que podría comprometer su integridad y recibir más atención y beneficios. Sus esfuerzos por mantener un compromiso radical se ven constantemente reforzados por nuestro diálogo crítico y por su continua implicación con estudiantes progresistas que lo desafían y critican.

Nuestro diálogo mutuo es tanto público como privado. Nos hemos esforzado por plasmar en la realidad nuestra visión de la solidaridad para ofrecer a todo el mundo un ejemplo de que la solidaridad en la diferencia no solo es posible, sino necesaria. Vemos que docentes y estudiantes se fijan en lo que hemos hecho y seguimos haciendo, como testimonio y evidencia. Se trata de un ejemplo concreto de lo que puede conseguirse si ponemos en marcha paradigmas antirracistas y antisexistas que sean capaces de transformar nuestras vidas y darnos la esperanza de que otro futuro es posible. Creemos que la pedagogía crítica que hemos defendido ha sido una pequeña parte de la revolución cultural que ha hecho posible que un afroamericano se convirtiera en presidente en esta democracia que lucha por sobrevivir. La voluntad de Ron para comprometerse en esta colaboración útil también es un ejemplo de cómo los intelectuales críticos pueden dar voz al cambio. Para vislumbrar un futuro de paz y justicia globales, tenemos que ser conscientes de que la colaboración es la práctica más efectiva para involucrar a todas las personas en un diálogo conjunto, para crear un nuevo lenguaje de comunidad y asociación mutuas.

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