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CAPÍTULO XIV

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CÓMO LLEGAMOS AL PUERTO DE SAN JUAN DE CULÚA.

Desembarcados en unos arenales, hicimos chozas encima de los mastos y medaños de arena, que los hay por allí grandes, por causa de los mosquitos, que habia muchos, y con bateles sondearon el puerto y hallaron que con el abrigo de aquella isleta estarian seguros los navíos del norte y habia buen fondo, y hecho esto, fuimos á la isleta con el General treinta soldados bien apercibidos en los bateles, y hallamos una casa de adoratorio donde estaba un ídolo muy grande y feo, el cual se llamaba Tezcatepuca, y estaban allí cuatro indios con mantas prietas y muy largas con capillas, como traen los dominicos ó canónigos, ó querian parecer á ellos, y aquellos eran Sacerdotes de aquel ídolo, y tenian sacrificados de aquel dia dos muchachos, y abiertos por los pechos, y los corazones y sangre ofrecidos á aquel maldito ídolo, y los Sacerdotes, que ya he dicho que se dicen papas, nos venian á zahumar con lo que zahumaban aquel su ídolo, y en aquella sazon que llegamos le estaban zahumando con uno que huele á incienso, y no consentimos que tal zahumerio nos diesen; ántes tuvimos muy gran lástima y mancilla de aquellos dos muchachos é verlos recien muertos é ver tan grandísima crueldad.

Y el general preguntó al indio Francisco; que traiamos del rio de Banderas, que parecia algo entendido, que por qué hacian aquello, y esto le decia medio por señas, porque entónces no teniamos lengua ninguna, como ya otras veces he dicho. Y respondió que los de Culúa lo mandaban sacrificar; y como era torpe de lengua, decia: Olúa, Olúa. Y como nuestro capitan estaba presente y se llamaba Juan, y asimismo era dia de San Juan, pusimos por nombre á aquella isleta San Juan de Ulúa, y este puerto es agora muy nombrado, y están hechos en él grandes reparos para los navíos, y allí vienen á desembarcar las mercaderías para Méjico é Nueva-España.

Volvamos á nuestro cuento: que como estábamos en aquellos arenales, vinieron luego indios de pueblos allí comarcanos á trocar su oro en joyezuelas á nuestros rescates; mas eran tan pocos y de tan poco valor, que no haciamos cuenta dello; y estuvimos siete dias de la manera que he dicho, y con los muchos mosquitos no nos podiamos valer, y viendo que el tiempo se nos pasaba, y teniendo ya por cierto que aquellas tierras no eran islas, sino tierra firme, y que habia grandes pueblos, y el pan de cazabe muy mohoso é sucio de las fátulas, y amargaba, y los que allí veniamos no éramos bastantes para poblar, cuanto más que faltaban diez de nuestros soldados, que se habian muerto de las heridas y estaban otros cuatro dolientes; é viendo todo esto, fué acordado que lo enviásemos á hacer saber al gobernador Diego Velazquez para que nos enviase socorro; porque el Juan de Grijalva muy gran voluntad tenia de poblar con aquellos pocos soldados que con él estábamos, y siempre mostró un grande ánimo de un muy valeroso capitan, y no como lo escribe el coronista Gómora.

Pues para hacer esta embajada acordamos que fuese el capitan Pedro de Albarado en un navío que se decia San Sebastian, porque hacia agua, aunque no mucha, porque en la isla de Cuba se diese carena y pudiesen en él traer socorro é bastimento.

Y tambien se concertó que llevase todo el oro que se habia rescatado y ropa de mantas, y los dolientes; y los capitanes escribieron al Diego Velazquez cada uno lo que le pareció, y luego se hizo á la vela é iba la vuelta de la isla de Cuba, adonde los dejaré agora, así al Pedro de Albarado como al Grijalva, y diré cómo el Diego Velazquez habia enviado en busca nuestra.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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