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CAPÍTULO V

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CÓMO ACORDAMOS DE NOS VOLVER Á LA ISLA DE CUBA, Y DE LA GRAN SED Y TRABAJOS QUE TUVIMOS HASTA LLEGAR AL PUERTO DE LA HABANA.

Desque nos vimos embarcados en los navíos de la manera que dicho tengo, dimos muchas gracias á Dios, y despues de curados los heridos (que no quedó hombre ninguno de cuantos allí nos hallamos que no tuviesen á dos y á tres y á cuatro heridas, y el capitan con doce flechazos; sólo un soldado quedó sin herir), acordamos de nos volver á la isla de Cuba; y como estaban tambien heridos todos los más de los marineros que saltaron en tierra con nosotros, que se hallaron en las peleas, no teniamos quien marchase las velas, y acordamos que dejásemos el un navío, el de ménos porte, en la mar, puesto fuego, despues de sacadas dél las velas y anclas y cables, y repartir los marineros que estaban sin heridas en los dos navíos de mayor porte; pues otro mayor daño teniamos, que fué la gran falta de agua; porque las pipas y vasijas que teniamos llenas en Champoton, con la grande guerra que nos dieron y priesa de nos acoger á los bateles no se pudieron llevar, que allí se quedaron, y no sacamos ninguna agua. Digo que tanta sed pasamos, que en las lenguas y bocas teniamos grietas de la secura, pues otra cosa ninguna para refrigerio no habia.

¡Oh qué cosa tan trabajosa es ir á descubrir tierras nuevas, y de la manera que nosotros nos aventuramos! No se puede ponderar sino los que han pasado por aquestos excesivos trabajos en que nosotros nos vimos.

Por manera que con todo esto íbamos navegando muy allegados á tierra, para hallarnos en paraje de algun rio ó bahía para tomar agua, y al cabo de tres dias vimos uno como ancon, que parecia rio ó estero, que creimos tener agua dulce, y saltaron en tierra quince marineros de los que habian quedado en los navíos, y tres soldados que estaban más sin peligro de los flechazos, y llevaron azadones y tres barriles para traer agua; y el estero era salado, é hicieron pozos en la costa, y era tan amargosa y salada agua como la del estero; por manera que, mala como era, trujeron las vasijas llenas, y no habia hombre que la pudiese beber del amargor y sal, y á dos soldados que la bebieron dañó los cuerpos y las bocas. Habia en aquel estero muchos y grandes lagartos, y desde entónces se puso por nombre el estero de los Lagartos, y así está en las cartas del marear.

Dejemos esta plática, y diré que entre tanto que fueron los bateles por el agua, se levantó un viento nordeste tan deshecho, que íbamos garrando á tierra con los navíos; y como en aquella costa es travesía y reina siempre norte y nordeste, estuvimos en muy gran peligro por falta de cable; y como lo vieron los marineros que habian ido á tierra por el agua, vinieron muy más que de paso con los bateles, y tuvieron tiempo de echar otras anclas y maromas, y estuvieron los navíos seguros dos dias y dos noches; y luego alzamos anclas y dimos vela, siguiendo nuestro viaje para nos volver á la isla de Cuba.

Parece ser el piloto Alaminos se concertó y aconsejó con los otros dos pilotos que desde aquel paraje donde estábamos atravesásemos á la Florida, porque hallaban por sus cartas y grados y alturas que estaria de allí obra de setenta leguas, y que despues, puestos en la Florida, dijeron que era mejor viaje é más cercana navegacion para ir á la Habana que no la derrota por donde habiamos primero venido á descubrir; y así fué como el piloto dijo; porque, segun yo entendí, habia venido con Juan Ponce de Leon á descubrir la Florida, habia diez ó doce años ya pasados.

Volvamos á nuestra materia: que atravesando aquel golfo, en cuatro dias que navegamos vimos la tierra de la misma Florida; y lo que en ella nos acaeció diré adelante.

Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de la Nueva-España (Tomos 1-3)

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