Читать книгу Carne de ataúd - Bernardo Esquinca - Страница 14

DE LAS MEMORIAS DE EUGENIO CASASOLA (I) Manicomio General La Castañeda, noviembre de 1910

Оглавление

El tiempo se terminó. Ahora, encerrado entre cuatro paredes, lo único que me queda es redactar, a la mayor velocidad posible, un testimonio. No sé si alguien leerá este último grito desesperado, y mucho menos sabré lo que se piense de mí. Dadas las circunstancias, sólo puedo esperar que los hipotéticos lectores les den la razón a los médicos que me diagnosticaron. La Bestia vendrá por mí en cualquier momento. Hay ciertas noches en las que escucho cómo sus pezuñas avanzan por los pabellones, un sonido muy diferente al que hacen los pasos de los celadores. No me está buscando. Sabe muy bien dónde me encuentro, pero prefiere alargar el momento; disfruta con mi tortura, el olor de mi miedo la alimenta. Debo aferrarme a los recuerdos, a los hechos. Plasmar de la manera más coherente posible las situaciones que me trajeron hasta aquí. Me consuela saber que Ana y el pequeño Edmundo están a salvo. En medio de los errores que he cometido, tuve la lucidez de mandarlos con sus parientes de Guadalajara. La Bestia parece saberlo y verlo todo; sin embargo, en este momento tiene preocupaciones más importantes. Confío en que le bastará con mi sacrificio. Vendrá a arrancarme la lengua, pero no estoy contando con mi voz para derrotarla. Mi arma será la palabra escrita, plasmada en estas memorias. Y si no es suficiente, encontraré la manera de hacerle daño, de asestarle la herida mortal a esa Bestia agonizante. Un enemigo, a diferencia de un matrimonio, no termina con la muerte. El rencor sobrevive a la materia. También el odio. Algunos llaman a eso sentimientos. Yo prefiero decirles fantasmas.

Estoy divagando. Me prometí ser concreto en estas páginas. Mi vida le pertenece a la Bestia y sólo ella sabe cuándo bajará el telón. Sus pezuñas castigan las baldosas, intentan distraerme con su taconeo. Sin embargo, tengo otro recurso. La vela que pedí, alegando fobia a la luz eléctrica. Rellenaré mis oídos con cera. Eso aprendí de la Sebera…

Primero sordo, luego mudo, y al final tal vez ciego… No importa cómo disminuyan mis sentidos mientras tenga la escritura. Las palabras adecuadas que terminarán por derrocar a la Bestia de su trono.

Carne de ataúd

Подняться наверх