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CAPÍTULO SEIS
ОглавлениеA la mañana siguiente, Riley estaba mirando a Blaine preparar un desayuno de Huevos Benedict con jugo de naranja recién exprimido y café. Pensó que hacer el amor apasionadamente no se limitaba a ex esposos. Y que despertar alegre con un hombre era algo nuevo para ella.
Se sentía agradecida por esta mañana, y agradecida con Gabriela, quien le aseguró que se ocuparía de todo cuando Riley llamó la noche anterior. Pero no podía evitar preguntarse si una relación como esta podría sobrevivir, dadas las muchas otras complicaciones de su vida.
Riley decidió ignorar esa pregunta y centrarse en la deliciosa comida. Pero mientras comían, se dio cuenta de que la mente de Blaine parecía estar en otro lugar.
“¿Qué pasa?”, le preguntó.
Blaine no respondió. Se veía inquieto, mirando de un lugar a otro.
Experimentó una sensación repentina de preocupación. ¿Qué pasaba?
¿Estaba teniendo dudas sobre lo sucedido la noche anterior? ¿No estaba tan contento con esto como ella?
“Blaine, ¿qué pasa?”, preguntó Riley, su voz temblando un poco.
Después de una pausa, Blaine dijo: “Riley, simplemente no me siento... seguro”.
Riley intentó darle sentido a lo que Blaine había dicho. ¿Todo el calor y el afecto que habían compartido desde su cita habían desaparecido? ¿Qué había sucedido entre ellos para cambiar todo de esta forma?
“N-n-no entiendo”, tartamudeó Riley. “¿Cómo que no te sientes seguro?”.
Blaine vaciló, y luego dijo: “Creo que necesito comprar un arma. Para tener con qué protegerme en mi casa”.
Sus palabras sacudieron a Riley. No había esperado esto.
“Pero tal vez debí haberlo esperado”, pensó.
Sentada al otro lado de la mesa de él, podía ver una cicatriz en su mejilla derecha. Esa cicatriz le había sido ocasionada el noviembre pasado en la propia casa de Riley, cuando trató de proteger a April y Gabriela de un atacante en busca de venganza.
Riley recordó la terrible culpa que sintió cuando vio a Blaine inconsciente en una cama de hospital después de lo sucedido.
Y ahora sentía esa culpa de nuevo.
¿Blaine nunca se sentiría seguro con Riley en su vida? ¿Jamás sentiría que su hija podría estar a salvo?
¿Y una pistola era lo que realmente necesitaba para sentirse más seguro?
Riley negó con la cabeza.
“No sé, Blaine”, dijo. “No me gusta mucho la idea de que civiles mantengan armas en sus casas”.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, Riley se dio cuenta de lo condescendientes que sonaron.
No sabía por la expresión de Blaine si se había sentido ofendido por sus palabras o no. Parecía estar esperando a que continuara.
Riley tomó un sorbo de café para organizar sus pensamientos.
Ella dijo: “¿Sabías que, estadísticamente, las armas domésticas tienen mayores probabilidades de ocasionar homicidios, suicidios y muertes accidentales que de defender una casa con éxito? De hecho, los propietarios de armas corren un mayor riesgo de convertirse en víctimas de homicidio que las personas que no son propietarias de armas de fuego”.
Blaine asintió.
“Sí, sé todo eso”, dijo. “He estado investigando. También sé acerca de las leyes de defensa propia de Virginia. Y que este estado permite la portación a la vista”.
Riley inclinó la cabeza con aprobación.
“Bueno, ya estás mejor preparado que la mayoría de las personas que deciden comprar un arma. Aun así…”.
Dejó que las palabras quedaran en el aire. Estaba reacia a decir lo que tenía en mente.
“¿Qué pasa?”, preguntó Blaine.
Riley respiró profundamente.
“Blaine, ¿comprarías un arma si yo no formara parte de tu vida?”.
“Ay, Riley...”.
“Dime la verdad. Por favor”.
Blaine se quedó mirando su café por un momento.
“No, no lo haría”, dijo finalmente.
Riley se inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Blaine.
“Eso es justo lo que pensaba. Y estoy segura de que puedes entender cómo me hace sentir. Me importas mucho, Blaine. Es terrible saber que tu vida es más peligrosa por mí”.
“Yo entiendo”, dijo Blaine. “Pero quiero que tú me digas la verdad sobre algo. Y espero no te lo tomes a mal”.
Riley se preparó en silencio para lo que Blaine estaba a punto de preguntarle.
“¿Tus sentimientos realmente son un argumento válido para no comprar un arma? Digo, ¿no es un hecho de que estoy en más peligro que cualquier ciudadano promedio? ¿Y que debería ser capaz de defenderme y de defender a Crystal... y tal vez incluso de defenderte a ti?”.
Riley se encogió un poco. Se sentía triste de admitírselo a sí misma, pero Blaine tenía razón.
Si una pistola lo haría sentirse más seguro y protegido, debería tener una.
También estaba segura de que sería muy responsable con ella.
“Está bien”, dijo ella. “Después del desayuno nos iremos de compras”.
*
Más tarde esa mañana, Blaine entró en una tienda de armas con Riley. Blaine se preguntó si estaba cometiendo un error. Había un montón de armas temibles en las paredes y en las vitrinas. Nunca había disparado un arma, a menos que la pistola de aire comprimido que había tenido de niño contara como una.
“¿En qué me estoy metiendo?”, pensó.
Un hombre alto, con barba y una camisa a cuadros se movía entre la mercancía.
“¿Qué se les ofrece?”, preguntó.
Riley dijo: “Estamos en busca de un arma doméstica para mi amigo”.
“Bueno, estoy seguro de que tenemos algo aquí que le sirva”, dijo el hombre.
Blaine se sentía incómodo bajo la mirada del hombre. Supuso que no todos los días una mujer atractiva traía a su novio aquí para ayudarle a elegir un arma.
Blaine no pudo evitar sentirse avergonzado. Incluso se sentía avergonzado por sentir vergüenza. No creía ser el tipo de hombre que se sentía inseguro sobre su masculinidad.
Mientras Blaine trató de relajarse, el vendedor de armas observó la propia arma lateral de Riley con aprobación.
“Ese modelo Glock 22 que tiene es excelente, señora”, dijo. “Una profesional de la aplicación de la ley, ¿cierto?”.
Riley sonrió y le mostró su placa.
El hombre señaló una fila de armas similares en una vitrina.
“Bueno, tengo muchas Glock allá. Me parece una excelente opción”.
Riley miró las armas y luego miró a Blaine, como para pedirle su opinión.
Blaine no pudo hacer nada más que encogerse de hombros y ruborizarse. Deseaba haber dedicado el mismo tiempo a investigar armas que había dedicado a la investigación de estadísticas y leyes.
Riley negó con la cabeza.
“No creo que una semiautomática es exactamente lo que estamos buscando”, dijo ella.
El hombre asintió con la cabeza.
“Sí, son un poco complicadas, especialmente para alguien que no tiene experiencia con armas. Las cosas pueden salir mal”.
Riley asintió, añadiendo: “Sí, como fallos de encendido, balas atascadas, etcétera”.
El hombre dijo: “Por supuesto, esos no son problemas reales para una agente experimentada de la FBI como usted. Tal vez un revólver sea lo mejor para él”.
El hombre los acompañó hasta una vitrina llena de revólveres.
Los ojos de Blaine se sintieron atraídos por algunas de las armas de fuego con cañones más cortos.
Al menos se veían menos intimidantes.
“¿Qué tal ese?”, dijo, señalando uno.
El hombre abrió la vitrina, sacó la pistola y se la dio a Blaine. El arma se sintió extraña en su mano. No podía decidir si era más pesada o más ligera de lo que esperaba.
“Un Ruger SP101”, dijo el hombre. “Es una buena opción”.
Riley miró el arma con reservas.
“Creo que estamos buscando algo con un cañón de diez centímetros”, dijo. “Algo que absorba mejor el retroceso”.
El hombre asintió de nuevo.
“Sí. Bueno, creo que tengo exactamente lo que están buscando”.
Metió la mano en la vitrina y sacó otra pistola más grande. Se la dio a Riley, quien la examinó con aprobación.
“Sí, definitivamente”, dijo. “Una Smith and Wesson 686”.
Luego le sonrió a Blaine y le entregó el arma.
“¿Qué te parece?”, dijo Riley.
Esta arma más larga se sentía aún más extraña en su mano que el arma más pequeña. Lo único que pudo hacer fue sonreírle a Riley con timidez. Ella le sonrió de vuelta. Sabía por su expresión que finalmente había reconocido lo incómodo que se estaba sintiendo.
Se volvió hacia el dueño y dijo: “Nos la llevaremos. ¿Cuánto cuesta?”.
A Blaine le sorprendió el precio del arma, pero estaba seguro de que Riley sabía si este era un buen trato o no.
También le sorprendió bastante lo fácil que fue hacer la compra. El hombre le pidió dos pruebas de identidad, y Blaine le ofreció su licencia de conducir y su tarjeta de inscripción para votar. Luego Blaine llenó un formulario corto y simple dando su consentimiento para ser sometido a una verificación de antecedentes. La verificación computarizada tomó solo un par de minutos, y Blaine fue autorizado para comprar su arma.
“¿Qué tipo de munición quiere?”, preguntó el hombre mientras finalizaba la venta.
Riley dijo: “Denos una caja de Federal Premium de bajo retroceso”.
Unos momentos después, Blaine se convirtió en propietario de un arma.
Se quedó ahí mirando el arma intimidante, que estaba sobre el mostrador en una caja de plástico abierta, situada entre espuma protectora. Blaine le dio las gracias al hombre, cerró la caja y se volvió para irse.
“Espere un momento”, dijo el hombre alegremente. “¿No quiere probar su arma?”,
El hombre llevó a Riley y Blaine a través de una puerta en la parte trasera de la tienda que daba a un gran campo de tiro bajo techo. Luego dejó a Riley y Blaine por su cuenta. A Blaine le alegraba estar solo con Riley en este momento.
Riley señaló la lista de reglas en la pared, y Blaine las leyó cuidadosamente. Luego negó con la cabeza con inquietud.
“Riley, no me avergüenza decirte que...”.
Riley soltó una risa.
“Ya sé. Estás un poco intimidado. Yo te explico todo paso a paso”.
Lo condujo a una de las cabinas vacías, donde le colocó los equipos de protección para sus ojos y oídos. Abrió la caja de la pistola, con cuidado de mantenerla apuntada hacia el suelo.
“¿La cargo?”, le preguntó a Riley.
“Todavía no. Primero practicaremos disparar sin balas”.
Blaine tomó la pistola en sus manos, y Riley lo ayudó a encontrar la posición adecuada: ambas manos sobre el mango de la pistola, pero con los dedos alejados del cilindro, sus codos y rodillas ligeramente dobladas, inclinado un poco hacia adelante. En unos momentos, Blaine se encontró apuntando su pistola a una forma vagamente humana sobre un blanco de papel a unos veintidós metros de distancia.
“Vamos a practicar la doble acción primero”, dijo Riley. “Eso es cuando no tienes que montar el martillo con cada disparo, haces todo el trabajo con el gatillo. Eso te dará una buena idea de cómo se siente el gatillo. Aprieta el gatillo suavemente, y luego suéltalo de la misma forma”.
Blaine practicó con la pistola vacía un par de veces. Luego Riley le enseñó cómo abrir el cilindro y llenarlo de proyectiles.
Blaine se posicionó como antes. Se preparó, sabiendo que sentiría el retroceso, y apuntó a la diana con cuidado.
Apretó el gatillo y disparó.
La fuerza del retroceso repentino lo sobresaltó, y la pistola saltó en su mano. Bajó el arma y miró el blanco. No vio ningún agujero en ella. Se preguntó fugazmente cómo alguien podía apuntar un arma que saltaba tan bruscamente.
“Vamos a trabajar en tu respiración”, dijo Riley. “Inhala lentamente mientras apuntas, luego exhala lentamente, retrocediendo el gatillo para que dispares exactamente cuando hayas terminado de exhalar. Ese es el momento en el que tu cuerpo está más inmóvil”.
Blaine volvió a disparar. Le sorprendió que ahora sentía mucho más control.
Miró y vio que al menos había dado en el blanco de papel en esta ocasión.
Pero cuando se preparó para volver a disparar, un recuerdo pasó por su mente, un recuerdo del momento más aterrador de su vida. Un día, cuando todavía vivía al lado de Riley, había oído un ruido terrible al lado. Había corrido a la casa adosada de Riley y encontrado la puerta parcialmente abierta.
Un hombre había tirado a la hija de Riley al suelo y la estaba atacando.
Blaine había corrido hacia ellos y quitado al atacante de encima de April. Pero el hombre era demasiado fuerte, y Blaine fue golpeado fuertemente y había perdido el conocimiento.
Era un recuerdo amargo, y trajo consigo una sensación de impotencia repugnante.
Pero esa sensación se evaporó de repente cuando sintió el peso de la pistola en sus manos.
Respiró y disparó, respiró y disparó, cuatro veces más hasta que el cilindro quedó vacío.
Riley presionó un botón que acercó el blanco de papel hasta la cabina.
“Nada mal para tu primer intento”, dijo Riley.
De hecho, Blaine vio que los últimos cuatro tiros al menos habían alcanzado dentro de la forma humana.
Pero se dio cuenta de que su corazón latía con fuerza, y que estaba abrumado por una mezcla extraña de sensaciones.
Uno de esas sensaciones era miedo.
Pero ¿miedo de qué?
“Poder”, cayó en cuenta Blaine.
La sensación de poder en sus manos era asombrosa, como nada que jamás había sentido antes.
Se sentía tan bien que le daba miedo.
Riley le enseñó a abrir el cilindro y sacar los cartuchos vacíos.
“¿Suficiente por hoy?”, preguntó.
“Para nada”, dijo Blaine sin aliento. “Quiero que me enseñes todo lo que tenga que saber de esta cosa”.
Riley le sonrió mientras él volvía a cargar el arma.
Todavía sentía su sonrisa mientras apuntaba a un nuevo blanco.
Pero en ese momento oyó el teléfono celular de Riley sonar.