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CAPÍTULO UNO

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Riley Paige se esforzó por contener las lágrimas. Estaba sentada en su oficina en Quántico, mirando una foto de una mujer joven con un yeso en su tobillo.

“¿Por qué me estoy castigando así?”, se preguntó a sí misma.

Después de todo, tenía otras cosas en qué pensar en este momento, especialmente en la reunión que tendría en la UAC en unos minutos. Riley temía esa reunión ya que podía poner en peligro su futuro profesional.

A pesar de ello, Riley no pudo obligarse a apartar la mirada de la imagen en su teléfono celular.

Había tomado esa foto de Lucy Vargas el pasado otoño, aquí en las oficinas de la Unidad de Análisis de Conducta. El tobillo de Lucy estaba enyesado, pero su sonrisa era simplemente radiante, un contraste deslumbrante a su piel marrón. Lucy acababa de resultar herida en el primer caso en el que trabajó con Riley y su compañero, Bill Jeffreys. Pero Lucy había hecho un gran trabajo, y ella lo sabía, y Riley y Bill también. Por eso estaba sonriendo.

La mano de Riley tembló un poco mientras sostenía el teléfono celular en su mano.

Lucy había sido abatida por un francotirador trastornado.

Había muerto en los brazos de Riley. Pero ella sabía que la muerte de Lucy no había sido su culpa.

Ella deseaba que Bill se sintiera igual. Su compañero estaba de permiso obligatorio y no estaba nada bien.

Riley se estremeció al recordar cómo las cosas se habían desarrollado.

La situación había sido caótica y, en lugar de dispararle al francotirador, Bill le disparó a un hombre inocente que estaba tratando de ayudar a Lucy. Afortunadamente, el hombre no resultó gravemente herido, y nadie culpó a Bill por sus acciones, y menos aún Riley. Nunca lo había visto tan debilitado por culpa y trauma. Riley se preguntó qué tan pronto podría volver a trabajar, o si es que podría volver en absoluto.

La garganta de Riley se tensó al recordar tener a Lucy en sus brazos.

“Tienes una gran carrera por delante”, le había dicho Riley. “No te nos vayas, Lucy. Quédate con nosotros”.

Pero fue inútil. Lucy había perdido demasiada sangre. Riley sintió la vida de Lucy desvaneciéndose en sus brazos.

Y ahora Riley tenía lágrimas corriendo por sus mejillas.

Sus recuerdos fueron interrumpidos por una voz familiar.

“Agente Paige...”.

Riley levantó la mirada y vio a Sam Flores, el técnico de laboratorio con anteojos de montura negra. Estaba de pie en la puerta de su oficina.

Riley contuvo un jadeo. Se secó las lágrimas apresuradamente y colocó su teléfono celular boca abajo sobre el escritorio.

Pero sabía por la expresión afligida de Sam que él había vislumbrado lo que ella había estado mirando. Y eso era lo último que quería.

Sam y Lucy tuvieron un pequeño romance, y él había tomado muy mal la noticia de su muerte. Todavía se veía muy desolado.

Flores miró a Riley con tristeza, pero no le preguntó lo que acababa de interrumpir.

En cambio, dijo: “Estoy en camino a la reunión. ¿Asistirás?”.

Riley asintió, y Sam también asintió con la cabeza en respuesta.

“Bueno, buena suerte, agente Paige”, dijo, y luego siguió su camino.

Riley murmuró en voz baja a sí misma...

“Sí, buena suerte”.

Sam parecía saber que la necesitaría para esta reunión.

Era el momento de recomponerse y enfrentar lo que venía.

*

Un poco más tarde, Riley se encontraba sentada en la gran sala de conferencias rodeada de más personal de la UAC de los que había esperado, incluyendo técnicos e investigadores en una amplia gama de capacidades. No todas las caras eran conocidas, y no todas ellas eran amigables.

“Me vendría bien un aliado en este momento”, pensó.

Extrañaba mucho la presencia de Bill. Sam Flores estaba sentado cerca de ella, pero se veía demasiado desolado como para ser de ayuda en este momento.

La cara menos agradable de todas era la del agente especial encargado Carl Walder, quien estaba sentado justo enfrente de ella. El hombre con la cara infantil llena de pecas miró a Riley, y luego a un informe escrito que tenía enfrente.

Dijo con malhumor: “Agente Paige, estoy tratando de entender lo que está pasando aquí. Hemos aceptado una petición para que agentes vigilen tu casa las veinticuatro horas. Esto parece tener algo que ver con las actividades recientes de Shane Hatcher, pero no estoy seguro exactamente cómo o por qué. Por favor explícame”.

Riley tragó grueso.

Había sabido que esta reunión trataría de su relación con Shane Hatcher, un convicto fugado brillante y peligroso.

También sabía que una explicación completa y honesta podría significar el fin de su carrera.

Incluso podría significar tiempo en prisión.

Ella dijo: “Agente Walder, como ya sabes, Shane Hatcher fue visto por última vez en mi cabaña en los montes Apalaches”.

Walder asintió y esperó a que Riley continuara.

Riley sabía que tenía que elegir sus palabras con mucho cuidado. Hasta hace poco, ella y Hatcher habían tenido un pacto secreto. A cambio de ayudar a Riley en un caso muy personal, Riley había acordado dejar a Hatcher esconderse en la cabaña que había heredado de su padre.

Había sido un pacto con el diablo, y a Riley le avergonzaba lo que había hecho.

Riley continuó: “Como también saben, Hatcher se le escapó a un equipo SWAT del FBI que rodeaba mi cabaña. Tengo razones para creer que podría aparecer en mi casa”.

Walder la miró con recelo.

“¿Por qué crees eso?”.

“Hatcher está obsesionado conmigo”, dijo Riley. “Ahora que fue avistado, estoy bastante segura de que tratará de comunicarse conmigo. Si es así, los agentes alrededor de mi casa tendrán una buena oportunidad de capturarlo”.

Riley se encogió un poco por dentro.

Era una verdad a medias en el mejor de los casos.

La verdadera razón por la que quería agentes alrededor de su casa era para que la protegieran a ella y a su familia.

Walder tamborileó los dedos sobre la mesa.

“Agente Paige, dices que Hatcher está obsesionado contigo. ¿Segura que la obsesión no es mutua?”.

La insinuación molestó a Riley un poco.

Se sintió aliviada cuando su superior inmediato, Brent Meredith, tomó la palabra. Meredith tenía la misma presencia intimidante de siempre, con sus rasgos negros y angulosos y su mirada severa. Pero la relación de Riley con Meredith siempre había sido respetuosa, incluso agradable. Había sido su aliado en tiempos difíciles.

Ella esperaba que lo fuera en estos momentos.

Meredith dijo: “Jefe Walder, creo que la solicitud de la agente Paige de tener agentes vigilando su casa está fundada. No debemos pasar por alto ni siquiera la más remota posibilidad de llevar a Hatcher ante la justicia”.

“Sí”, dijo Walder. “Y no estoy satisfecho con el hecho de que se escapó aunque sabíamos exactamente dónde estaba”. Walder se enderezó en su silla, miró directamente a Riley y le preguntó: “Agente Paige, ¿le avisaste a Hatcher que había un equipo SWAT por la cabaña?”.

Riley oyó un jadeo en la sala.

No muchas personas tendrían el valor de hacerle esa pregunta. Pero Riley tuvo que contener su risa. Esta era una pregunta que podía contestar con la verdad. Esa era la razón por la que ya no le tenía miedo a Hatcher.

“No, no lo hice”, dijo Riley con firmeza, dándole una mirada fulminante.

Walder fue el primero en desviar la mirada. Se volvió a Jennifer Roston, una mujer afroamericana joven con pelo corto y liso que estaba sentada mirando a Riley con ojos oscuros intensos.

“¿Tienes alguna pregunta, agente Roston?”, le preguntó.

Roston se quedó callada. Riley esperó su respuesta con cierta ansiedad. Roston había sido asignada a llevar a Shane Hatcher ante la justicia. Roston era nueva en la UAC y estaba ansiosa de dejar su huella. Riley no creía que la nueva agente sería su aliada.

Roston no le había quitado los ojos de encima durante toda la reunión.

“Agente Paige, ¿podrías explicarnos la naturaleza exacta de tu relación con Shane Hatcher?”.

Riley se molestó de nuevo.

Ella quería decir que no, pero estaba comenzando a entender la táctica de Roston.

Hace unos días, Roston había interrogado a Riley en privado sobre este mismo tema en esta misma sala.

Ahora Roston tenía la intención de hacerle las mismas preguntas de nuevo, con la esperanza de pillar a Riley contradiciéndose. Roston esperaba que Riley no aguantara la presión de una gran reunión como esta y se delatara. Y Riley sabía por experiencia que no debía subestimarla. Roston era muy hábil en juegos mentales.

“Di lo menos posible”, se dijo a sí misma. “Ten mucho cuidado”.

*

A lo que la reunión terminó, todo el mundo salió de la sala, excepto Riley.

Ahora que todo había terminado, Riley se sentía demasiado sobresaltada como para levantarse de la silla.

Roston le había hecho preguntas conocidas, como con qué frecuencia Riley se había comunicado con Hatcher, y cómo. Ella también le había preguntado acerca de la muerte de Shirley Redding, una agente de bienes raíces que había ido a la cabaña en contra de su voluntad y murió allí. La policía no sospechaba juego sucio, pero Riley estaba segura de que Hatcher la había matado por haberse metido en su territorio. Riley sentía que Roston también sospechaba la verdad.

Riley respondió todas las preguntas de Roston con mentiras familiares.

Sabía que Roston no estaba nada satisfecha con sus respuestas.

“Esto no ha terminado”, pensó con un escalofrío. ¿Cuánto tiempo esperaba poder seguir ocultando toda la verdad sobre su relación con Hatcher?

Sin embargo, también tenía una preocupación mucho más aterradora sobre sus hombros.

¿Qué va a hacer Shane Hatcher ahora?

Sabía que se sentía muy traicionado por el hecho de que ella no le había advertido sobre el equipo SWAT. De hecho, él mismo se había dejado ver en la cabaña. También había permitido que el FBI se le acercara, solo para probar su lealtad para con él.

Desde la perspectiva de Hatcher, ella había reprobado la prueba.

Recordó el mensaje de texto que le había enviado a ella después:

Vivirás para lamentarlo. Tu familia quizás no.

Ella conocía a Hatcher demasiado bien como para no tomar sus amenazas en serio.

Riley se quedó sentada en la mesa, apretando sus manos con ansiedad.

“¿Cómo permití que todo esto llegara tan lejos?”, se preguntó.

¿Por qué permitió que su relación con Hatcher continuara, incluso después de su fuga de la cárcel?

Algo que Walder acababa de decir seguía resonando en su mente:

“Dices que Hatcher está obsesionado contigo. ¿Segura que la obsesión no es mutua?”.

Ahora que se encontraba sentada aquí sola, no podía negar la verdad detrás de la pregunta de Walder.

Hatcher la había fascinado desde que lo conoció en Sing Sing, en busca de su experiencia considerable como criminólogo autodidacta. Todavía la fascinaba ahora que estaba prófugo; le fascinaba su brillantez, su crueldad y su extraña capacidad de lealtad. De hecho, Riley sentía un vínculo extraño con él, un vínculo que Hatcher hacía todo lo posible para fortalecer y manipular.

Era justo como Hatcher le había dicho varias veces:

“Estamos unidos en nuestras mentes, Riley Paige”.

Riley se estremeció al pensarlo.

Esperaba haber roto ese vínculo.

Pero ¿al hacerlo había hecho que Shane Hatcher decidiera derramar su ira sobre la gente que más quería?

En ese momento, Riley escuchó una voz detrás de ella.

“Agente Paige...”.

Riley se volvió y vio que Jennifer Roston acababa de regresar a la sala.

“Creo que tú y yo tenemos más de qué hablar”, dijo Roston, sentándose en la mesa enfrente de Riley.

La mente de Riley se inundó de temor.

¿Qué truco podría tener Roston bajo la manga ahora?

Una Vez Perdido

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