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CAPÍTULO DIEZ

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Dos personas estaban de pie junto al cuerpo recién desenterrado. Riley se dirigió directamente hacia uno de ellos, un hombre musculoso de su misma edad.

“Jefe Joseph Sinard, supongo”, dijo ella, ofreciéndole su mano.

Él asintió y le dio la mano.

“Todos por aquí me llaman Joe”.

Sinard señaló al hombre obeso y cincuentón a su lado que se veía aburrido: “Este es Barry Teague, el médico forense del condado. Ustedes dos son las gentes del FBI que hemos estado esperando, supongo”.

Riley y Jenn sacaron sus placas y se presentaron.

“Aquí está nuestra víctima”, dijo Sinard.

Señaló hacia un agujero poco profundo, donde una mujer joven que llevaba un vestido de color naranja brillante estaba tendida descuidadamente. El vestido estaba sobre sus muslos, y Riley vio que no llevaba ropa interior. No llevaba zapatos. Su cara estaba extrañamente pálida, y su boca abierta estaba llena de tierra. Sus ojos estaban muy abiertos. Su cuerpo estaba pálido.

Riley se estremeció un poco. Rara vez sentía emoción al ver un cuerpo muerto ya que había visto demasiados de ellos en los últimos años. Pero esta chica le recordaba demasiado a April.

Riley se volvió hacia el médico forense.

“¿Has llegado a alguna conclusión, Sr. Teague?”.

Barry Teague se puso en cuclillas al lado del hueco, y Riley se agachó junto a él.

“Es feo, muy feo”, dijo con una voz que no expresaba ninguna emoción en absoluto.

Señaló los muslos de la chica.

“¿Ves esos moretones?”, preguntó. “Me parece que fue violada”.

Riley no lo expresó en voz alta, pero estaba segura de que estaba en lo cierto. Juzgando por el olor, también supuso que la chica había muerto la noche anterior, y que había estado enterrada aquí desde entonces.

Le preguntó al médico forense: “¿Cuál fue la causa de muerte?”.

Teague dejó escapar un gruñido impaciente.

“No sé”, dijo. “Si ustedes los federales me dejaran llevarme el cuerpo y hacer mi trabajo, podría ser capaz de decirles”.

Esto enfureció a Riley. Era evidente lo mucho que este hombre resentía la presencia del FBI. ¿Ella y Jenn Roston tendrían que enfrentarse a mucha resistencia local?

Recordó que el jefe Sinard fue el que hizo la solicitud. Al menos podían contar con su cooperación.

Ella le dijo al médico forense: “Puedes llevártela ahora”.

Se puso de pie y miró a su alrededor. Vio a un hombre mayor a unos quince metros de distancia, apoyado en un tractor y mirando directamente al lugar donde estaba el cuerpo.

“¿Quién es ese?”, le preguntó al jefe Sinard.

“George Tully”, dijo Sinard.

Riley recordó que George Tully era el dueño de estas tierras.

Ella y Jenn se acercaron a él y se presentaron. Tully parecía apenas estar consciente de su presencia. Seguía mirando hacia el cuerpo mientras el equipo de Teague se preparaba cuidadosamente para moverlo.

Riley le dijo: “Sr. Tully, me informaron que usted fue el que encontró el cuerpo”.

Él asintió débilmente, sin apartar la mirada del cuerpo.

Riley dijo: “Yo sé que esto es difícil. Pero ¿podría decirme qué pasó?”.

Tully habló en una voz débil y distante.

“No hay mucho que contar. Los chicos y yo salimos temprano esta mañana para sembrar. Noté algo extraño en el suelo allí. El aspecto del suelo me inquietó, así que empecé a cavar... y allí estaba ella”.

Riley sentía que Tully no iba a ser capaz de decirles mucho.

Jenn dijo: “¿Tiene alguna idea de cuándo el cuerpo pudo haber sido enterrado aquí?”.

Tully negó con la cabeza sin decir nada.

Riley miró a su alrededor por un momento. El campo parecía haber sido labrado recientemente.

“¿Cuándo labraron este campo?”, preguntó.

“Hace dos días. No, hace tres días. Apenas íbamos empezando con la siembra hoy”.

Riley analizó esto en su mente. Parecía coherente con su suposición de que la chica había sido asesinada y enterrada hace dos noches.

Tully entrecerró los ojos mientras seguía mirando al frente.

“El jefe Sinard me dijo su nombre”, dijo. “Katy. Creo que su apellido era Philbin. Lo extraño es que no reconozco el nombre. Tampoco la reconozco a ella. Hubo un tiempo en el que...”.

Se detuvo por un momento.

“Hubo un tiempo en el que conocía a casi todas las familias del pueblo, y a sus hijos también. Los tiempos han cambiado”.

Oyó tristeza en su voz.

Riley sentía su dolor. Estaba segura de que había vivido en estas tierras toda su vida, así como también sus padres, abuelos y bisabuelos, y que había esperado dejar la granja en herencia a sus propios hijos y nietos.

Nunca se había imaginado que algo así pudiera suceder aquí.

También se dio cuenta de algo más. Tully había estado parado exactamente en este mismo lugar durante horas, mirando el cuerpo de la pobre chica con incredulidad horrorizada. Había encontrado el cuerpo esa mañana y no había sido capaz de moverse de ese lugar. Ahora que el cuerpo estaba siendo llevado, tal vez se iría pronto.

Pero Riley sabía que el horror no lo dejaría en paz.

Sus palabras resonaron en su mente:

“Los tiempos han cambiado”.

Quizás sentía que el mundo se había perdido.

“Y tal vez esté en lo cierto”, pensó Riley.

“Lamentamos mucho que esto haya sucedido”, le dijo Riley.

Luego ella y Jenn se dirigieron de nuevo hacia el lugar excavado.

El equipo de Teague ahora tenía el cuerpo cubierto sobre una camilla. Estaban moviéndolo torpemente por la tierra labrada hacia el vehículo del médico forense.

Teague se acercó a Riley y Jenn. Habló en su voz monótona.

“En respuesta a tu pregunta de cómo murió... Le eché un mejor vistazo y fue aporreada, golpeada más de una vez. Eso es todo”.

Sin decir más, se volvió y se alejó para unirse a su equipo.

Jenn soltó un resoplido de fastidio.

“Bueno, me parece que cree haber terminado su examinación”, dijo. “Ese tipo es un pendejo”.

Riley negó con la cabeza. Estaba de acuerdo con Jenn.

Luego se dirigió hacia el jefe Sinard y le preguntó: “¿Encontraron otra cosa con el cuerpo? ¿Una cartera? ¿Un teléfono celular?”.

“No”, dijo Sinard. “El que hizo esto debió haberse quedado con sus pertenencias”.

“La agente Roston y yo tenemos que reunirnos con la familia de la chica tan pronto como sea posible”.

El jefe Sinard frunció el ceño.

“Eso va a ser muy difícil”, dijo. “Su padre, Drew, estuvo aquí hace poco para identificar el cuerpo. Está muy mal”.

“Entiendo”, dijo Riley. “Pero es necesario”.

El jefe Sinard asintió, sacó una llave de su bolsillo y señaló un auto cercano.

“Supongo que ustedes dos van a necesitar su propio medio de transporte”, dijo. “Pueden usar mi auto todo el tiempo que estén aquí. Yo me iré en un vehículo de la policía y les mostraré donde viven los Philbin”.

Riley dejó a Jenn tomar las llaves y conducir. Ahora estaban siguiendo a la patrulla de Sinard al pueblo de Angier.

Riley le preguntó a su nueva compañera: “¿Qué piensas de todo esto?”.

Jenn condujo en silencio por un momento mientras reflexionaba.

Luego dijo: “Sabemos que la víctima tenía diecisiete años, dentro del rango de edad de aproximadamente la mitad de las víctimas de este tipo de delito. Pero sigue siendo un caso inusual. La mayoría de las víctimas de depredadores sexuales en serie son prostitutas. Esta víctima quizás figure entre el diez por ciento que son víctimas de algún conocido”.

Jenn se detuvo de nuevo.

Luego agregó: “Más de la mitad de este tipo de homicidios son por estrangulamiento. Pero un fuerte traumatismo es la segunda causa de muerte más frecuente. Así que, en ese sentido, este asesinato quizás no sea atípico. Aun así, nos falta mucho por aprender. La pregunta más importante es si estamos lidiando con un asesino en serie o no”.

Riley asintió con la cabeza. Jenn no estaba diciendo nada que ya no supiera pero, aunque sentía dudas respecto a su nueva compañera, al menos ella estaba bien informada. Y ambas enfrentaban la posibilidad de una terrible respuesta a esta última pregunta, ambas albergaban la esperanza de que la respuesta fuera “no”.

En cuestión de minutos estaban siguiendo a Sinard por la calle principal de Angier. Era muy parecida al resto de las calles principales que había visto en el Medio Oeste, filas de tiendas sosas y sin carácter, algunas de ellas viejas y algunas de ellas nuevas. No detectó nada de encanto o singularidad. Riley sentía la misma sensación que había tenido durante el viaje a través de las praderas, una sensación de algo oscuro acechando detrás de la fachada de la integridad del Medio Oeste.

Estuvo a punto de expresar sus pensamientos. Pero se recordó a sí misma con rapidez que Bill no era el que estaba a su lado, sino una mujer joven que apenas conocía. Tampoco sabía si podía confiar en ella o no.

¿Jenn Roston compartía las sensaciones de Riley o siquiera querría oírlas?

Una Vez Perdido

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