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CAPÍTULO SIETE

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Cuando el teléfono celular de Riley comenzó a sonar, los últimos disparos de Blaine seguían resonando en sus oídos. Sacó su teléfono a regañadientes. Quería una mañana ininterrumpida con Blaine. Cuando miró el teléfono, supo que estaba a punto de sentirse decepcionada. La llamada era de Brent Meredith.

Le sorprendía lo mucho que estaba disfrutando de enseñarle a Blaine cómo disparar su nueva pistola. Riley estaba segura de que esta llamada interrumpiría el mejor día que había tenido en mucho tiempo.

Pero no tenía otra opción que contestar la llamada.

Como de costumbre, Meredith fue brusco y directo al grano.

“Tenemos un nuevo caso. Necesitamos que trabajes en él. ¿En cuánto tiempo puedes llegar a Quántico?”.

Riley contuvo un suspiro. Con Bill de licencia, Riley tenía la esperanza de tener algo de tiempo libre hasta que el dolor de la muerte de Lucy menguara un poco.

“Tristemente ese no sería el caso”, pensó.

No cabía duda de que viajaría fuera de la ciudad en breve. ¿Tendría el tiempo suficiente para correr a casa, ver a todos y cambiarse de ropa?

“En una hora”, respondió Riley.

“Te necesito aquí antes. Nos vemos en mi oficina. Y trae tu maleta”.

Meredith finalizó la llamada sin esperar una respuesta.

Blaine estaba parado allí esperándola. Se quitó los equipos de protección ocular y auditiva y le preguntó: “¿Te llamaron del trabajo?”.

Riley suspiró en voz alta.

“Sí, tengo que irme a Quántico de inmediato”.

Blaine asintió sin quejarse y descargó el arma.

“Yo te llevo”, dijo

“No, necesito mi maleta. Y está en mi auto en casa. Me temo que necesito que me lleves a mi casa. También me temo que tengo prisa”.

“No te preocupes”, dijo Blaine, poniendo el arma en su caja cuidadosamente.

Riley le dio un beso en la mejilla.

“Parece que tendré que viajar”, dijo ella. “Odio eso. La he pasado de lo mejor contigo”.

Blaine sonrió y le devolvió el beso.

“Yo también la he pasado muy bien”, dijo. “No te preocupes. Continuaremos donde lo dejamos tan pronto como regreses”.

A lo que salieron del campo de tiro y llegaron de nuevo a la tienda de armas, el propietario los despidió con cordialidad.

*

A lo que Blaine la dejó en su casa, Riley corrió hacia adentro para explicarles a todos que se iba. Ni siquiera tuvo tiempo para cambiarse de ropa, pero al menos se había duchado en la casa de Blaine esta mañana. Se sintió aliviada de que a su familia pareció no molestarle su repentino cambio de planes.

“Se están acostumbrando a estar sin mí”, pensó. No le gustaba mucho la idea, pero sabía que era una necesidad en una vida como la suya.

Riley verificó que tenía todo lo que necesitaba en su auto y luego hizo el corto viaje a Quántico. Cuando llegó al edificio de la UAC, se dirigió directamente a la oficina de Brent Meredith. Lamentablemente se encontró con Jenn Roston, quien estaba caminando en la misma dirección por el pasillo.

Riley y Jenn hicieron contacto visual por un momento fugaz, luego ambas siguieron en silencio.

Riley se preguntó si Jenn se sentía igual de incómoda que ella. Ayer tuvieron una reunión incómoda, y Riley aún no sabía si había cometido un terrible error al entregarle a Jenn esa unidad USB.

“Pero Jenn probablemente no esté preocupada”, pensó Riley.

Después de todo, Jenn había tenido la ventaja ayer. Había controlado la situación brillantemente para beneficio propio. Riley jamás había conocido a alguien capaz de manipularla de esa forma.

Pero luego recordó que eso no era cierto.

Shane Hatcher también tenía esa capaz de manipularla.

Sin dejar de caminar y todavía mirando al frente, la agente más joven habló en voz baja. “No encontré nada”.

“¿Qué?”, preguntó Riley, sin dejar de caminar.

“Te hablo de la información financiera en la unidad USB. Hatcher solía tener fondos almacenados en esas cuentas. Pero el dinero fue retirado, y las cuentas fueron cerradas”.

Riley resistió el impulso de decir: “Ya sé”.

Después de todo, Hatcher se lo había dicho ayer en su mensaje de texto amenazante.

Por un momento, Riley no supo qué decir. Siguió caminando sin hacer ningún comentario.

¿Jenn pensaba que Riley la había traicionado y que el archivo era falso?

Finalmente Riley dijo: “Ese archivo era lo único que tenía. No estoy reteniendo nada”.

Jenn no respondió. Riley deseaba saber si le creía o no.

También se preguntó si Hatcher estaría tras las rejas en este momento si hubiera usado esa información antes. O quizás hasta muerto.

Cuando llegaron a la puerta de la oficina de Meredith, Riley se detuvo, y lo mismo hizo Jenn.

Riley se sintió alarmada.

Jenn obviamente también iba a la oficina de Meredith.

¿Por qué la nueva agente estaba aquí para esta reunión? ¿Le había dicho a Meredith que Riley había estado reteniendo información?

Pero Jenn se quedó allí, aún sin hacer contacto visual.

Riley tocó la puerta de Meredith, y luego ambas entraron.

El jefe Meredith estaba sentado detrás de su escritorio, viéndose tan intimidante como de costumbre.

Les dijo: “Siéntense”.

Riley y Jenn se sentaron en las sillas frente a su escritorio.

Meredith se quedó callado por un momento.

Luego dijo: “Agente Paige, agente Roston, quiero que sepan que ahora son compañeras”.

Riley contuvo un jadeo. Miró a Jenn Roston, cuyos ojos color marrón oscuro se habían abierto como platos ante la noticia.

“Espero que eso no sea un problema”, dijo Meredith. “La UAC está sobrecargada de casos en este momento. Con el agente Jeffreys de licencia y todos los demás trabajando en otros casos, tienen que trabajar juntas. Ya está decidido”.

Riley cayó en cuenta de que Meredith estaba en lo cierto. El único otro agente con el que realmente querría trabajar en este momento era Craig Huang, pero él estaba ocupado vigilando su casa.

“No hay problema, señor”, le dijo Riley a Meredith.

Jenn dijo: “Será un honor para mí trabajar con la agente Paige, señor”.

Esas palabras sorprendieron a Riley un poco. Se preguntó si Jenn las decía de corazón.

“No te emociones mucho”, dijo Meredith. “No creo que este caso llegue a mayores. Esta misma mañana, se encontró el cuerpo de una adolescente enterrado en tierras de cultivo cerca de Angier, un pequeño pueblo de Iowa”.

“¿Un solo asesinato?”, preguntó Jenn.

“¿Por qué es un caso de la UAC?”, preguntó Riley.

Meredith tamborileó los dedos sobre su escritorio.

“Mi conjetura es que probablemente no sea uno solo”, dijo “Otra chica desapareció antes en el mismo pueblo, y todavía no ha aparecido. Es un lugar pequeño y tranquilo, donde este tipo de cosas simplemente no suceden. La gente de por allí dice que las chicas no eran era del tipo que huiría o hablaría con extraños”.

Riley negó con la cabeza con reservas.

“Entonces ¿por qué creen que se trata de un asesino en serie?”, preguntó. “Eso me parece un poco prematuro ya que solo tienen un cuerpo”.

Meredith se encogió de hombros.

“Sí, yo pienso igual. Pero el jefe de policía de Angier, Joseph Sinard, está en pánico por esto”.

La frente de Riley se arrugó ante la mención de ese nombre.

“Sinard”, dijo. “¿Dónde he escuchado ese nombre antes?”.

Meredith sonrió un poco y dijo: “Tal vez estás pensando en el asistente ejecutivo del FBI, Forrest Sinard. Joe Sinard es su hermano”.

Riley casi puso los ojos en blanco. Ahora tenía sentido. Un miembro de la parte más alta de la cadena alimentaria del FBI estaba siendo molestado por un pariente, así que el caso había sido enviado a la UAC. Había sido asignada a investigaciones con motivaciones políticas de este tipo en el pasado.

Meredith dijo: “Ustedes dos tienen que ir para allá para cerciorarse de que siquiera haya un caso”.

“¿Y mi trabajo en el caso de Hatcher?”, preguntó Jenn Roston.

Meredith dijo: “Tenemos un montón de gente trabajando en eso, técnicos e investigadores por igual. Asumo que tienen acceso a toda tu información”.

Jenn asintió.

Meredith dijo: “Estarán bien sin ti por unos días. Aunque creo que no les tome tanto tiempo”.

Riley estaba un poco indecisa. Aparte de no estar segura de si quería trabajar con Jenn Roston o no, tampoco ansiaba perder el tiempo en un caso que probablemente ni siquiera requería la intervención de la UAC.

Preferiría estar ayudando a Blaine a aprender a disparar.

“O estar haciendo otras cosas con Blaine”, pensó, conteniendo una sonrisa.

“¿Cuándo nos vamos?”, preguntó Jenn.

“Tan pronto como sea posible”, dijo Meredith. “Le dije al jefe Sinard que no moviera el cuerpo hasta que llegaran. Volarán a Des Moines, donde los empleados de Sinard las recogerán y conducirán a Angier. Queda a una hora de Des Moines. Tenemos que alistar el avión. Mientras lo hacemos, no se vayan tan lejos. El despegue será en menos de dos horas”.

Riley y Jenn abandonaron la oficina de Meredith. Riley se fue directamente a su propia oficina, se sentó por un momento y miró a su alrededor, perdida en sus pensamientos.

“Des Moines”, pensó.

Solo había estado allí un par de veces, pero allí es donde vivía su hermana mayor, Wendy. Riley y Wendy, distanciadas desde hace muchos años, se habían puesto en contacto el pasado otoño, cuando su padre se estaba muriendo. Wendy estuvo con papá cuando murió.

Pensar en Wendy la hacía sentirse culpable, y también despertaba otros recuerdos perturbadores. Papá había sido muy duro con la hermana de Riley, y Wendy se había escapado de casa a los quince años. En ese entonces Riley solo tenía cinco. Tras la muerte de su padre, se habían comprometido a mantenerse en contacto, pero hasta el momento solo habían hablado por videollamada.

Riley sabía que debería visitar a Wendy si tuviera la oportunidad. Pero, obviamente, no de inmediato. Meredith había dicho que Angier quedaba a una hora de Des Moines y que la policía local las recogería en el aeropuerto.

“Tal vez pueda verme con Wendy antes de volver a Quántico”, pensó.

Ahora tenía un poco de tiempo libre hasta el despegue del avión de la UAC.

Y había alguien a quien quería ver.

Estaba preocupada por su compañero de muchos años, Bill Jeffreys. Vivía cerca de la oficina central, pero llevaba varios días sin verlo. Bill estaba lidiando con TEPT, y Riley sabía por su propia experiencia lo difícil que era recuperarse de eso.

Sacó su teléfono celular y tecleó un mensaje de texto.

Quiero irte a visitar. ¿Estás en casa?

Ella esperó unos momentos. El mensaje estaba marcado como “entregado”, pero aún no leído.

Riley suspiró un poco. No tenía tiempo para esperar que Bill chequeara sus mensajes. Si quería verlo antes de irse, tenía que pasar por su casa ahora mismo con la esperanza de que estuviera ahí.

*

El viaje del edificio de la UAC al pequeño apartamento de Bill en el pueblo de Quántico fue corto. Cuando estacionó su auto y se dirigió hacia el edificio, volvió a percatarse de lo deprimente que era.

El edificio de departamentos en sí no tenía nada de malo. Era un edificio de ladrillos ordinario, no un inquilinato ni nada por el estilo. Pero Riley no pudo evitar recordar la bonita casa suburbana en la que Bill había vivido hasta su divorcio. En comparación, este lugar no tenía ningún encanto y ahora vivía solo. No era una situación feliz para su mejor amigo.

Riley entró en el edificio y se dirigió directamente hacia el apartamento de Bill que estaba ubicado en el segundo piso. Tocó la puerta y esperó.

Nadie respondió. Tocó de nuevo, pero nada.

Sacó su teléfono celular y vio que el mensaje no había sido leído.

Sintió un nudo de preocupación en su garganta. ¿Le había pasado algo a Bill?

Tomó el pomo de la puerta y lo hizo girar.

La puerta no estaba cerrada con llave, y esta se abrió.

Una Vez Perdido

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