Читать книгу Casi Muerta - Блейк Пирс - Страница 12

CAPÍTULO NUEVE

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Cassie soltó el teléfono. Más bien se le cayó, y retumbó sobre el escritorio. Ella ni siquiera lo notó. Estaba paralizada por el impacto cruel del mensaje.

La propietaria de la boutique le acababa de decir que Jacqui estaba muerta.

Se lo había dicho con una certeza severa y concisa. No había lugar para dudas o malentendidos, no le había dado detalles o explicaciones. Solo la dura realidad, y el rápido fin de la conversación.

Cassie sintió que comenzaba a sollozar desde lo más profundo y visceral, por lo que temía dejarlo salir porque sabía que su tristeza y culpa eran imparables.

Su hermana ya no estaba viva.

¿Qué había ocurrido? La confusión la inundó al recordar que había estado viva tan solo unas semanas atrás. Tanto Tim, el simpático barman, como el dueño del hostel en Bellagio lo habían confirmado.

¿Habría estado enferma, sufriendo de una enfermedad terminal? ¿O su muerte había sido accidental, una tragedia rápida e inevitable; su cuerpo destrozado en un accidente en la carretera o sofocado en una pérdida de gas o involucrado en un asalto o robo?

Cassie se apretó la frente. Las sienes le punzaban por el estrés. Había estado tan cerca. Había estado muy cerca de encontrar a su hermana, solo para descubrir que se había ido para siempre.

–Oh, Jacqui —susurró—. Lo siento. Lo intenté, realmente lo intenté.

Mientras asimilaba la sorpresa de las palabras, la tristeza se instaló y Cassie se encontró llorando descontroladamente.

Enterró la cabeza entre las manos y, por un tiempo, todo lo que pudo hacer fue soportar el dolor mientras lloraba. La pérdida parecía insoportable. La agonía era profunda como el corte de un cuchillo. Las palabras de la mujer la habían herido en carne viva, y temía que nunca podría sanar ese dolor.

Parecía que había pasado mucho tiempo cuando Cassie volvió a levantar la cabeza. Se sentía débil y agotada, y por ahora no tenía más lágrimas para llorar.

Fue al baño, se salpicó agua en el rostro y se frotó los ojos. Mirando su imagen con los ojos hinchados, se dio cuenta de que ya había pasado la etapa de la aceptación. Ahora su mente estaba llena de preguntas.

¿Cuán reciente había sido su muerte? ¿Había habido un funeral, habían enterrado a Jacqui? ¿Quién se había hecho cargo del trágico acontecimiento?

Y otra pregunta importante: ¿por qué Mirabella había finalizado la llamada luego de darle la devastadora noticia? ¿Por qué no había permanecido en la línea para hablar con Cassie y explicarle lo que había ocurrido? Después de todo, Cassie se había presentado como la hermana de Jacqui. Mirabella sabía que estaba hablando con un familiar.

Ahora que Cassie comenzaba a pensar con más claridad, no se le ocurría una razón válida para el comportamiento de Mirabella. Había sido irracional, confuso y extremadamente cruel.

Cassie comenzó a sentir miedo y se preguntó si recordaba bien la conversación.

Quizás la mujer realmente le había explicado lo que le había ocurrido a su hermana, y en el estrés del momento Cassie había tenido un vacío en la memoria y se había olvidado de todo lo que le había dicho.

Eso hizo que las palmas le empezaran a sudar, porque sabía que era posible, ya le había ocurrido antes y generalmente se disparaba con el estrés extremo.

El tipo de estrés que una persona podía sentir cuando le decían que su hermana estaba muerta.

Solo había una forma de descubrirlo. Tendría que volver a llamar a Mirabella y pedirle más detalles sobre la muerte de su hermana.

Agarró el teléfono, sintiendo un malestar por el pavor, y marcó el número.

Para su confusión, Mirabella no respondió la llamada. Ni siquiera pudo dejar un correo de voz, solo sonó y sonó.

Finalizó la llamada preguntándose si la conexión habría fallado. Mientras volvía a marcar, hizo lo posible para ordenar sus pensamientos.

No se estaba volviendo loca. Estaba segura de que recordaba bien la conversación. Y estaba convencida de que su hermana no podía estar muerta. No en tan poco tiempo, cuando había estado viva y bien recientemente.

Quizás Mirabella estaba cansada de que la gente preguntara por Jacqui, quizás Jacqui tenía un exnovio insistente que estaba enloqueciendo a todos, o quizás se había ido de la boutique en malos términos y en una rabieta, Mirabella había decidido decir esa atrocidad.

Eso le dio un destello de esperanza, pero el único problema era que no podía confirmarlo. Una vez más, el teléfono sonó y nadie respondió, y luego escuchó el clic y el chirrido de la puerta del frente que se abría, y que le decía que las niñas habían llegado a casa.

Luego de su mañana solitaria y el descubrimiento con el que había tenido que lidiar, le alegraba ver a Nina y Venetia. Se sentía agradecida por su compañía, que le brindaba una distracción de sus pensamientos frenéticos.

–¿Tuvieron un buen día en la escuela? —Pregunto ella.

Lucían igual de pulcras y prolijas que cuando habían salido. Cassie tenía vagos recuerdos de esos tiempos escolares, cuando llegaba a casa toda desarreglada, habiendo perdido el lazo para el cabello, o roto su bolso, o extraviado su chaqueta.

–Tuve un buen día, gracias —dijo Nina amablemente.

Venetia fue más conversadora.

–Hice una prueba de matemática y salí primera en mi clase —dijo ella, y eso dio pie a que  Nina volviera hablar.

–Mañana tenemos un concurso de deletreo. Lo estoy esperando con ansias porque nuestro equipo ganó el último.

–Felicitaciones por tu prueba de matemática, Venetia, y Nina, estoy segura de que a tu equipo le irá bien. Puedo ayudarte a practicar más tarde, si lo deseas. Ahora, ¿ambas almorzaron?

–Sí —respondió Nina.

–Entonces, ¿por qué no van a cambiarse el uniforme escolar y luego quizás podamos encontrar una actividad divertida para hacer por un rato antes de que oscurezca?

Las niñas intercambiaron miradas. Cassie se dio cuenta de que era algo que hacían a menudo, como si necesitaran verificar con la otra antes de decir que sí.

–Está bien —dijo Nina.

Mientras las niñas subían las escaleras con obediencia y en fila para cambiarse, Cassie se sintió desconcertada por el comportamiento demasiado formal. Había esperado que a esta altura ya se hubieran relajado y actuaran normalmente. Era como si las niñas la mantuvieran a distancia constantemente, y le preocupaba que no les gustara su presencia, aunque no sabía por qué.

También hacían que fuera difícil interactuar con ellas; era como si fueran dos robots pequeños y perfectamente obedientes. La única conversación real que habían tenido hasta ahora era sobre las tareas escolares.

Solo había una persona que podía cambiar la situación, y era ella. Sin dudas, estas niñas no estaban acostumbradas a que las cuidara una persona común, que no fuese una experta altamente inteligente o una líder empresarial, pero ella solo podía ser quien era.

La idea de ayudarlas con la tarea escolar cruzó su mente, pero hacer la tarea era algo aburrido y, en todo caso, las niñas parecían preferir hacer sus tareas de forma independiente y sin ninguna ayuda.

Quizá podría jugar a algo con ellas, pensó Cassie. Eso era lo que parecía faltar en sus vidas demasiado serias e importantes. Podrían ser brillantes y estar destinadas al éxito, pero solo tenían ocho y nueve años y necesitaban un momento para jugar.

Complacida de haber pensado en una actividad que podrían disfrutar y en donde ella podría contribuir con su propia energía e imaginación, subió a buscar su chaqueta.

–Parece que va empezar a llover pronto, pero por ahora se está conteniendo, ¿quieren salir a jugar al jardín? —Le preguntó a Nina.

Nina la miró amablemente.

–No hacemos eso habitualmente —dijo ella.

A Cassie se le cayó el alma al suelo. Estas niñas las estaban alejando.

Venetia apareció en la puerta del dormitorio de Nina.

–Yo quisiera jugar —dijo ella.

Cassie vio que en el estante de arriba de la biblioteca de Nina había algunos juguetes. Estaban demasiado altos como para que las niñas los alcanzaran, pero vio una hermosa muñeca que parecía un costoso objeto de coleccionista más que un juguete, un rompecabezas en una caja sin abrir y una pelota suave y colorida.

–¿Quieren salir a jugar a la pelota? —Sugirió ella, mientras agarraba la pelota.

Otra vez, las niñas intercambiaron miradas, como si alcanzaran una decisión.

–No tenemos permiso para jugar con esos juguetes —dijo Nina.

En la frustración del momento, Cassie estuvo a punto de perder la paciencia y gritarles a las niñas. Estaba destruida emocionalmente luego de enterarse de la muerte de Jacqui, y comenzó a sentir que estas evasivas eran un ataque personal.

A punto de explotar, logró aferrarse al poco de autocontrol que le quedaba.

–Está bien —dijo ella, con toda la alegría falsa que pudo juntar—. No tienen permiso para jugar con estos juguetes, pero ¿les gustaría jugar a algo de todos modos?

–Sí —asintió Nina, mostrando algo de entusiasmo por primera vez, y Venetia saltó, rebosando de emoción.

Cassie sintió alivio por no haberse quebrado. Era muy probable que no tuvieran nada en contra de ella personalmente, sino que tan solo eran tímidas y extremadamente conscientes de las reglas del hogar.

–¿Hay más juguetes en algún lado? Si no, podemos jugar algo sin juguetes.

–Juguemos sin juguetes —dijo Nina.

Cassie se devanó lo sesos buscando la mejor idea mientras marchaban hacia abajo. ¿Qué podía ser divertido y al mismo tiempo acercarla a las niñas?

–¿Qué les parece si jugamos a la mancha?

Cassie decidió hacerlo simple, ya que las nubes se acercaban y no creía que fueran a tener mucho tiempo para estar afuera antes de que comenzara a llover.

–¿Qué es la mancha? —Preguntó Nina con curiosidad.

Cassie no tenía idea de cómo se decía en italiano, así que decidió que una explicación rápida sería lo mejor.

–Se puede correr por cualquier lugar del jardín. Desde el muro de ese lado y el lecho de flores, hasta el otro lado. Yo empezaré y les daré hasta la cuenta de cinco para que se alejen.

Las niñas asintieron. Venetia parecía animada, mientras que Nina parecía confundida e intrigada.

–Bueno, comencemos.

Cassie les dio la espalda y comenzó a contar drásticamente.

–¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco!

Se volteó y comenzó a perseguirlas.

Nina corrió rápidamente, pero Venetia era más lenta y no parecía entender el juego. Cuando Cassie corrió hacia ella, parecía haberse dado cuenta de que estaba en problemas y retrocedió.

Cassie apenas tuvo tiempo de darse cuenta de que realmente parecía asustada antes de lanzarse hacia ella.

–¡Manchada! ¡Te agarré!

En lugar de los gritos y risas que había esperado, Venetia se encogió hacia atrás y Cassie vio que estaba a punto de llorar.

Se detuvo, desanimada por la reacción inesperada de la niña. Parecía que ninguna de sus ideas estaba funcionando.

–¿Estás disgustada? Todos tienen su turno. Solo tienes que manchar a otro ahora.

Cuando Venetia apretó los labios y sacudió la cabeza, Cassie pensó en otra cosa.

–¿Te lastimé? Lo siento mucho. Creo que te manché más fuerte de lo que debía. ¿Puedo ver?

Cuando la tomó de la mano, notó que las uñas de la niña estaban comidas casi en carne viva. Llevaba una blusa de pana rosa de manga larga, y Cassie deslizó la suave tela por el brazo de la niña.

–Puedo ver una marca. Parece que ya se está amoratando. Lo siento mucho.

Observando a la roncha color rojo púrpura en el brazo de Venetia, Cassie sintió que la inundaba el horror, porque la primera cosa que había hecho era hacerles daño.

–Está empezando llover —dijo Nina mientras la llovizna se convertía en un frío aguacero.

–Entremos a jugar a otra cosa —dijo Cassie, desesperada por reparar el daño por su torpeza.

No había manchado a Venetia con tanta fuerza, pero también había esperado que ella corriera, no que se alejara con miedo.

Empezaba a pensar que, bajo su exterior bien instruido, Venetia era una niña sensible, tanto física como mentalmente.

–¿Alguna vez jugaron a las escondidas? —Le preguntó a las niñas una vez que estuvieron resguardadas en el pasillo, con la puerta del frente cerrada.

Ambas sacudieron la cabeza, pero parecían impacientes más que dudosas.

–Déjenme explicarles. Pueden esconderse en cualquier lugar de la casa, en cualquier lugar. Voy a cerrar los ojos y les daré hasta la cuenta de cincuenta para que encuentren un lugar para esconderse y luego voy a gritar “¡Punto y coma, el que no se escondió se embroma!” Cuando encuentre a alguien, la búsqueda se termina y entonces esa persona es la que debe salir a buscar en la próxima. ¿Lo entienden?

Nina asintió. Venetia parecía haberse recuperado de su trauma previo y sonrió entusiasmada.

–Muy bien, voy a cerrar los ojos.

Cassie colocó una mano sobre los ojos para mostrarles que realmente estaban cerrados.

–Y ahora, empiezo a contar —y terminado de contar, gritó—. ¡Punto y coma, el que no se escondió se embroma!

Paseándose por la casa revestida, Cassie dijo en voz alta:

–Me pregunto en dónde están escondidas estas niñas. Vaya, se han escondido bien. No las encuentro por ningún lado. Quizás hayan logrado hacerse invisibles. Realmente pensé que a esta altura habría encontrado a Nina, después de todo ella es la más alta.

Revisó debajo de la mesa del comedor y caminó hacia la sala. Su mirada se volvió inmediatamente hacia la enorme otomana de terciopelo en el otro extremo. Era un escondite muy inteligente y estaba segura de que encontraría a una de las niñas allí.

Cassie se acercó, prolongando la tensión del momento.

–Creo que estoy a punto de darme por vencida. Estas niñas inteligentes se han escondido demasiado bien. ¡Pero un momento, creo que buscaré en último lugar!

Sujetó la tapa de la otomana y la abrió.

Adentro, hecha una bolita, estaba Nina.

Se desenroscó chillando de emoción, mientras Venetia saltaba desde atrás de las elegantes cortinas azul oscuro.

–¡Te encontraron! ¡Te encontraron! —Gritó Venetia.

Ambas reían. Cassie se dio cuenta de que era la primera vez que las escuchaba reírse.

–Es tu turno, Nina. ¡Empieza a contar!

En cuanto Nina empezó contar, Cassie y Venetia se apresuraron hacia arriba. Venetia se reía sin aliento, hablando sin parar mientras investigaba su próximo escondite. Cassie estaba encantada de escuchar el sonido de voces felices.

Gateó debajo de la cama de Nina, suponiendo que la encontrarían primero, pero al final Nina encontró a Venetia que se había escondido detrás de la cesta de la ropa en el baño, entre alaridos de risa.

Cassie estaba lista para dejar de jugar ante la primera señal de aburrimiento, pero las niñas no parecían aburrirse. Más bien parecían cautivadas por el juego. Risas y chillidos hacían eco por la casa cada vez que encontraban a una de ellas, y mientras jugaban una ronda tras otra, Cassie estaba convencida de esto era lo más divertido que habían hecho en mucho tiempo.

Revisó la hora en el teléfono que tenía en el bolsillo de su chaqueta y vio que habían estado jugando por casi dos horas. El tiempo había pasado volando, y en el proceso había podido conocer mucho más de la casa. Los únicos lugares que, por una regla tácita, habían estado fuera de los límites, habían sido la oficina y el dormitorio de la señora Rossi.

Cassie se había escondido en las otras habitaciones de huéspedes, en la sala de la planta alta, en la pequeña cocina auxiliar que había encontrado en la planta baja y en el área de entretenimiento techada, con sus enormes puertas de vidrio que daban al patio. Incluso se había escondido en la bodega, que se accedía por el comedor y que era otro lugar que aún no había conocido.

Casi Muerta

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