Читать книгу Casi Muerta - Блейк Пирс - Страница 8
CAPÍTULO CINCO
ОглавлениеCassie no podía entender por qué el trabajo de niñera ya no estaba disponible si lo habían solicitado hacía tan poco tiempo. Se sentía desilusionada de que esta oportunidad hubiera aparecido y desaparecido antes de que ella pudiera tener una entrevista.
Ahora no tenía idea de qué debía hacer. Estaba tentada a subirse a su auto y conducir en una dirección aleatoria por una hora o dos, con la esperanza de terminar más cerca de su hermana o tal vez, milagrosamente, en la misma ciudad.
Cassie sabía que en este país densamente poblado, salpicado de ciudades y pueblos de todos los tamaños, eso no era poco probable sino más bien imposible.
Abrió el maletero, hurgó en su maleta y sacó las pastillas que no había tomado la noche anterior, además de la dosis de esa mañana.
Luego se sentó en el auto, las tomó y llamó a su amiga Jess.
Cassie había pasado una semana de vacaciones con Jess en Navidad y Año Nuevo. Los jefes de Jess le habían dado días libres y dinero para viajar, y Jess había invitado a Cassie a ir con ella a Edimburgo.
Jess había pagado el hospedaje y Cassie se había encargado de conducir. Habían alquilado un apartamento en las afueras de la ciudad y pasaron los días recorriendo y las noches divirtiéndose. Durante ese tiempo tuvieron la oportunidad de hablar, así que Jess sabía exactamente por lo que Cassie había pasado, y la verdad desgarradora acerca de sus dos últimas asignaciones.
–¡Hola, tanto tiempo! —Respondió Jess casi inmediatamente— ¿Ya encontraste a tu hermana?
–Aún no. Encontré a alguien que habló con ella recientemente. Me dijo que se estaba quedando en una ciudad a una hora o dos de Milán, pero no pudo recordar el nombre de la ciudad.
–Ay, no —Jess parecía horrorizada—. Estuviste tan cerca, pero a la vez tan lejos. ¿Qué vas a hacer ahora?
–Voy a intentar quedarme aquí por unas semanas porque él me dijo que me enviaría un mensaje si lo recordaba. Me comuniqué por un trabajo de niñera, pero ya lo habían tomado. ¿Conoces a alguien en Milán o en Italia que pueda necesitar ayuda?
Cassie tenía mucho respeto por la red de contactos que tenía Jess. La rubia alta y simpática parecía tener un talento natural para conectarse con conexiones ubicadas estratégicamente. Así era como Cassie había obtenido su último trabajo, aunque este no había resultado bien; y así también era como habían podido conseguir el apartamento para sus vacaciones a un precio accesible.
–¿En Milán? —Jess parecía pensativa.
–O en cualquier lugar cercano —le recordó Cassie, con la esperanza de expandir las posibilidades.
Jess suspiró.
–No se me ocurre nada así, sin pensarlo. Milán está al norte de Italia, ¿verdad?
–Sí.
–Entonces algo en Suiza o al sur de Alemania también sería posible, ¿no? Supongo que no quieres volver a Francia ahora.
Ni ahora ni nunca, pensó Cassie.
–Prefiero mantenerme alejada de Francia.
–Déjame preguntar. En este momento todos están saliendo a esquiar y mis jefes conocen gente que tiene villas para esquiar. Podrías trabajar como criada de la villa. No es mucho dinero, pero podrías esquiar gratis.
–Por favor, pregúntales —dijo Cassie.
–Mientras tanto, sigue molestando a ese chico que habló con tu hermana —le aconsejó Jess—. No seas tímida. Dile que se siente con un mapa enfrente y busque todas las ciudades hasta que el nombre le refresque la memoria.
Jess se rió, y Cassie se encontró riendo junto con ella.
–Debo irme —dijo Jess—. Cita con el dentista. Para los niños, no para mí. Hablamos luego, Cassie, ¡buena suerte!
Apenas Cassie desconectó la llamada, su teléfono volvió a sonar. Se encontró hablando con Abigail, la mujer con la que había hablado cuando había llamado por el trabajo de niñera.
–Hola, hablo de parte de la señora Rossi. Tú llamaste por un empleo más temprano, ¿es correcto?
–Sí, así es.
–Por favor, ¿qué puesto era? ¿Era para asistente de diseño de modas o para el puesto de niñera?
–Era para el de niñera.
–Por favor, espera un momento.
La mujer parecía ansiosa y Cassie podía escuchar el susurro de una conversación en el fondo. Unos momentos después, volvió hablar.
–Lo siento mucho. Por favor, acepta mis disculpas. No estaba enterada del puesto de niñera. La señora Rossi ha confirmado que ese empleo está disponible, y es el de diseñador el que ya está tomado. Ella me ha pedido que te pregunte si aún estás interesada.
–Sí, lo estoy.
–La señora Rossi estará realizando entrevistas esta tarde en su domicilio, desde las dos y media de la tarde. El primer candidato exitoso será contratado y deberá comenzar inmediatamente. ¿Puedo enviarte la dirección en un mensaje?
–Por favor —dijo Cassie, volviendo a sentirse preocupada.
Parecía que iba a tener que decidir de forma inmediata si este empleo era el indicado para ella o no. Se preguntó cómo serían las niñas, y ese pensamiento hizo que sintiera náuseas por los nervios.
Decidió que no podía aceptar el trabajo sin conocer a las niñas. Con ellas pasaría todos los días. La madre parecía una mujer adinerada, y por la poca experiencia de Cassie, esto significaba que los niños podían ser consentidos o desatendidos.
Cuando su teléfono volvió a vibrar y recibió las indicaciones, decidió conducir hasta allí inmediatamente.
Después de todo, si ella no era la primera en la fila para la entrevista, no tendría que tomar ninguna decisión.
*
Cassie llegó al vecindario justo antes del mediodía. Las calles eran tranquilas e inmaculadas, con enormes residencias alejadas de la calle entre jardines llenos de árboles. Cassie supuso que en el verano, cuando los árboles se vistieran de follaje, las casas serían invisibles desde la calle.
Estaba sorprendida por la cantidad de seguridad que vio allí. Todas las casas estaban cercadas o amuralladas con enormes puertas automáticas. Cassie no sabía si la gente adinerada valoraba mucho su seguridad y privacidad, o si había un problema de delincuencia en esta zona pudiente. Supuso que sería la primera opción.
Condujo por las calles en su pequeño y antiguo coche, y vio a algunos de los vecinos en sus coloridos autos deportivos y oscuros SUVs que la miraban con sospecha. Ella y su auto parecían fuera de lugar en esta zona, y la gente lo estaba notando.
Algunas cuadras más abajo, encontró una cafetería. Estaba demasiado nerviosa como para tener hambre, pero se obligó a comer un cornetto y a tomar una botella de agua.
Al recordar que esta mujer obviamente trabajaba en la industria de la moda y que el vecindario era muy acaudalado, Cassie estaba ansiosa por causar una buena impresión. Se desvió al baño, en donde alisó su cabello y revisó que no hubiera migas en su blusa luego de haber comido el pastel hojaldrado relleno de mascarpone.
Luego se dirigió a la casa y se detuvo delante de la puerta ornamentada de hierro forjado cuando faltaban exactamente dos minutos para las dos.
Estaba temblando de los nervios y deseaba ser más segura respecto a su propia habilidad para decidir si el trabajo era el indicado para ella. Tendría que tomar una decisión apresurada al respecto. Tendría que considerar un montón de variables, y ¿qué ocurriría si se olvidaba de las más importantes?
Parecía un gran salto de fe solo de pensar en volver a trabajar como niñera después de las experiencias que había tenido. Si no hubiese estado tan decidida a permanecer en la zona y descubrir qué le había ocurrido Jacqui, nunca habría considerado aceptar este empleo.
Obligándose a sí misma a respirar hondo y permanecer tranquila, Cassie salió por la ventana del auto y presionó el botón de la puerta.
Luego de una pausa, la puerta se abrió y ella se dirigió por la entrada asfaltada que se abría camino entre los jardines.
Se estacionó debajo de un olivar italiano al lado de un garaje triple, y la animó ver que no había otros autos estacionados allí. Con suerte, eso quería decir que era la primera candidata en llegar.
Cassie caminó por el sendero hacia la enorme puerta de madera. Tocó el timbre y lo escuchó sonar a lo lejos, dentro de la casa.
Había esperado que le abriera la puerta una criada o asistente de recepción, pero unos momentos después, escuchó el clic de los tacos y una mujer que parecía tener alrededor de cuarenta años, con un aire inconfundible de autoridad, abrió la puerta de entrada.
Le llevaba al menos media cabeza de altura a Cassie, pero en su mayoría era gracias a un precioso par de botas de cuero azul, con tacos altos y curvos. Su cabello oscuro estaba arreglado ingeniosamente con ondas que le caían sobre los hombros. Una cadena pesada de oro le brillaba alrededor del cuello y las pulseras de oro que tenía en las muñecas tintinearon al abrir la puerta.
–Buongiorno —dijo ella, su voz también tenía un tono autoritario—. ¿Estás aquí por la entrevista para el puesto de niñera?
–Buenas tardes. Sí, mi nombre es Cassie Vale. Sé que llegué temprano. La mujer con la que hablé me dijo a las dos y media, pero no quería llegar tarde.
Consciente de que farfullaba nerviosamente, Cassie cerró la boca rápidamente.
Pero la mujer parecía encantada con su puntualidad. Los labios perfectamente maquillados se curvaron en una sonrisa.
–La puntualidad es una cortesía. Yo insisto con ella, para mí y para todos los que trabajan conmigo. Así que te agradezco por la cortesía. Soy Ottavia Rossi. Por favor, entra.
Abrumada por ya haber causado una buena impresión, especialmente ya que la presencia de la mujer le resultaba intimidante, Cassie la siguió.
Entró en el espacioso atrio y notó una cantidad de obras de arte coloridas y objetos de decoración en exhibición. Las pinturas coloridas, los jarrones y las alfombras vibrantes resaltaban y hacían que el hogar pareciera una galería de arte moderna, pero también acogedora.
Más adelante había una alta escalera de mármol blanco que llevaba a los pisos de arriba.
A Cassie le atrajo la atención un modelo, a la altura de la cintura, de zapatos de taco alto color rojo brillante sobre un pedestal, a la derecha de la escalera. El diseño del zapato era atrevido y bello.
La señora Rossi sonrió al ver hacia donde apuntaba la mirada de Cassie.
–Ese es nuestro modelo “Nina” que propulsó a Rossi Shoes a la fama internacional en los años setenta. El diseño estaba décadas adelantado a su tiempo y en cuanto al color, a la gente le sorprendía pero no le escandalizaba tanto como para no comprarlo.
–Es hermoso —dijo Cassie.
Supuso que Ottavia Rossi debía ser la dueña de esta empresa internacional que, si había funcionado en los setenta, probablemente era un negocio familiar de larga data.
La señora Rossi la condujo rodeando la escalera y luego por un corredor. Cassie estiró el cuello para ver las arcadas que conducían a una sala enorme y moderna, y a una cocina brillante en la que estaba trabajando una cocinera.
Hacia el final del corredor había una puerta cerrada. Ella la abrió y guió a Cassie hacia su interior.
Este elegante lugar era el estudio de la señora Rossi. Ella se sentó en la mesa blanca y curva y le hizo señas a Cassie para que se sentara del otro lado.
De pronto, Cassie se dio cuenta de que había llegado con las manos vacías. No había preparado un currículum, ni siquiera había impreso sus datos personales ni tampoco había hecho una copia de su pasaporte y su licencia para conducir. Esta mujer era empresaria y seguramente esperaba esas cosas. Cassie se sintió horrorizada por haberse olvidado de hacerlo.
–Lo siento mucho —comenzó ella—. Hace poco que llegué a Italia y aún no he actualizado mi currículum. Esta oportunidad laboral fue tan inesperada que me apresuré a venir hasta aquí para averiguar más.
Para su alivio, la señora Rossi asintió.
–Entiendo. Yo también viajé mucho a los veintipocos años, pareces tener esa edad ahora, ¿estoy acertada?
Cassie asintió.
–Sí. Tengo mi pasaporte conmigo si quisiera echarle un vistazo
–Gracias.
La señora Rossi tomó el documento y lo hojeó brevemente antes de devolvérselo a Cassie.
–Ahora, ¿podrías hacerme un breve resumen de tu experiencia laboral? —Dijo ella.
Al escuchar eso, Cassie sintió un malestar porque se dio cuenta de que ni siquiera podía darle referencias de los trabajos que había realizado desde que estaba en Europa. Su primer jefe estaba envuelto en un juicio por homicidio y no tendría nada bueno para decir de ella. En realidad, Cassie estaba segura de que él inmediatamente intentaría culparla a ella e insistir que él había sido acusado erróneamente.
Su segundo jefe estaba muerto, había sido asesinado mientras Cassie era su empleada. Nadie en esa familia podría dar referencias. Esto no era tan solo un desastre, era una catástrofe.